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alumbrar el sangriento espectáculo que se preparaba; este fenómeno natural difunde el asombro en los dos campos, y todos sacan consecuencias fatídicas temiendo tener contra sí la ira y el enojo del cielo, porque todos son supersticiosos, cristianos y musulmanes. Dáse al fin la pelea, y la clara luz del sol de otro dia, más resplandeciente ya de lo que entonces los mahometanos hubieran querido, enseñó á los cristianos con admiracion suya el prodigioso número de infieles que en el campo habia dejado tendidos el filo de sus espadas. La larga tregua que despues hubo de ajustarse entre Ramiro II. y Abderrahman III. prueba mas que las relaciones de batallas la pujanza que habia alcanzado ya la monarquía leonesa.

Aprovechó el califa esta paz para atender á la guerra de Africa y para dotar al imperio de escuelas, de palacios y mezquitas: aprovechóla el rey de Leon para fundar monasterios y dotar iglesias ó reedificarlas. Esta era la marcha de las dos religiones y de los dos pueblos.

Ramiro II. se despidió de los moros con otra batalla, de su hijo Ordoño trasfiriéndole el cetro, y del mundo vistiendo el hábito de la penitencia.

Con Ordoño III., aunque sin culpa suya, comienzan á romperse los lazos que unian á los diferentes gefes de los cristianos, y se conjuran contra el nuevo monarca su hermano, su suegro y su tio. Comprendemos que á Sancho le punzára la ambicion del reinar;

que la politica de Fernan Gonzalez fuera debilitar la monarquía leonesa para labrar la independencia castellana: pero no alcanzamos lo que pudo impulsar á García de Navarra á romper la buena armonía en que su padre habia vivido con tres reyes de Leon consecutivos. Ordoño en un arranque de indignacion por la deslealtad de Fernan Gonzalez su suegro se divorcia de la reina: único ejemplar que sepamos de una princesa que ha subido al trono en premio de un juramento de fidelidad de su padre, y que desciende de él en castigo de haber quebrantado su padre aquel mismo juramento; como si más que reina fuese una prenda pretoria depositada en garantía de un contrato.

Ocupa al fin Sancho por muerte de su hermano Ordoño III. el trono que anticipadamente habia intentado asaltar, y el conde Fernan Gonzalez de Castilla tuerce repentinamente el giro de su política, y de auxiliar que ha sido de Sancho pretendiente se muda en enemigo armado de Sancho rey; y es que quiere sentar en el trono á Urraca su hija, la repudiada de Ordoño III., que ha pasado á ser esposa del que va á ser Ordoño IV., todo por negociaciones de su padre Fernan Gonzalez, que parecia especular en tronos con su hija. Es difícil bosquejar bien el complicado cuadro de sucesos que produjo la conducta incierta del voluble, ó si se quiere, del político conde. Merced á ella, Sancho el Gordo, siendo ya rey legitimo, vióse desTOMO IV.

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tronado por el mismo que habia querido hacerle rey ntruso, y forzado á buscar un asilo al amparo de su tio García de Navarra.

Para que todo sea irregular y anómalo en esta época confusa y revuelta, Sancho el Gordo, destronado por los suyos, pasa de Pamplona á Córdoba á curarse de su inmoderada obesidad, y encuentra en la córte del califa médicos musulmanes que le restituyan su agilidad primitiva y un emperador mahometano que le ayude á recuperar su trono. Y el rey cristiano, depuesto por un príncipe, un corde y un ejército cristiano, es restablecido por un sucesor de Mahoma y por soldados del Profeta. Cristianos y musulmanes sacrifican otra vez el principio religioso ó á la ambicion ó á la política. No podia prosperar mucho la causa de la fé cuando los cetres se conquistaban al abrigo de los estandartes infieles.

Ordoño el intruso huye cobardemente á Asturias, de donde le arrojan las armas victoriosas de Sancho: busca un refugio en Burgos, y los burgaleses le arrebatan su esposa y sus hijos y le envian donde su buena ó mala ventura le valiera; y Ordoño el Malo, rey sin trono, marido sin esposa, padre sin hijos, lanzado de Leon, arrojado de Oviedo, expulsado de Burgos, acaba sus dias desastrosamente entre los moros, sin dejar otra cosa que la memoria de algunas tiranías que ejerció siendo rey, y el sobrenombre de Malo que le ha conservado la posteridad. A pesar de

haber reinado más de tres años, ni siquiera ha obte nido un lugar en la cronología.

Parecia que Sancho deberia haber perdido prestigio en el pueblo cristiano y devoto por haber debido la recuperacion del trono á los auxilios de un mahometano. Pero Sancho obtiene del califa el permiso de trasladar el cuerpo del santo mártir Pelayo á Leon, y el pueblo leonés entretenido con la solemne procesion de las santas reliquias olvida que tiene un rey por la gracia de Dios y del vicario de Mahoma.

La traicion el veneno pusieron fin á los dias de Sancho, y el rey cristiano que habia debido su salud á médicos musulmnanes en la córte mahometana, perece emponzoñado en su propio reino por un conde cristiano súbdito suyo. La nobleza y la generosidad de los árabes correspondian entonces á la grandeza y á las virtudes de sus califas: el imperio árabe estaba en su épcca de engrandecimiento. Las costumbres de los cristianos se resentian de las pasiones de sus príncipes y de sus magnates: el reino cristiano iba á entrar en un período de decadencia. Todo guardaba armonía.

Descúbrese en la conducta de Fernan Gonzalez que no se olvidaba nunca del fin á que lo encaminaba todo. De génio altivo y ánimo arrogante, conocedor de su propio valer, sabiendo lo que podia esperar de su corazon y de su brazo, amante de la independencia y al frente de un pais que pugnaba por adquirirla,

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fijóse en el pensamiento de emancipar à Castilla de los reyes de Leon, y de fundar en ella una soberanía. Achaque suele ser de los escritores apasionarse de los personages eminentes que nacieron en el mismo suelo que ellos y le ilustraron con hazañosos hechos y heróicas acciones, viendo solamente en ellos lo grande del héroc, nada de lo flaco del hombre. No nos cegará á nosotros aquella circunstancia para dejar de reconocer que si grande fué el fin, justificado el propósito, admirable la perseverancia, mucha la destreza, asombrosa la actividad é indisputable el denuedo y el brio con que el conde castellano llevó á complemento su obra, no aparecen á nuestros ojos tan plausibles todos los medios que empleó para realizarla. En su manejo con los monarcas de Leon Ramiro II., Ordoño III., Sancho I. y Ordoño el Malo, así como con el rey García de Navarra, auxiliando y contrariando alternativamente á unos y á otros, ó trabajando sucesivamente para entronizar ó destronar á unos mismos, ó jurando fidelidad y quebrantándola, creemos que es menester vengan muy en su auxilio las necesidades ó conveniencias de la política para neutralizar los juicios que pudiera inspirar la moral severa. Notamos no obstante con orgullo, entre otras nobles cualidades del conde Fernan Gonzalez, la de no haberse aliado nunca con los sarracenos ni transigido jamás con los enemigos de su patria y de su fé: cualidad que desearíamos poder sacar á salvo en más

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