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Ex cada uno de los periodos en que se divide la existencia

de los pueblos hay una cuestion política, religiosa ó social, que se asimila todas las cuestiones secundarias, apareciendo aislada é inmensa, no solo á los ojos de la sociedad que conmue ve, sino tambien á los ojos de las generaciones futuras. Esas cuestiones pueden reducirse siempre á fórmulas breves y luminosas. Cuando una revolucion no está formulada, el filóso fo puede decir que esa revolucion no es comprendida. Ahora bien, como es sumamente dificil comprender la índole de una revolucion antes de que se haya consumado en la sociedad definitivamente, eslo tambien y mucho encontrar una fórmu la que la abarque, y que abarcándola la esplique.

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Cuando Herodoto inspirado por las musas contó á los grie→ gos cómo habian sabido lidiar y vencer en los campos de ba→ talla, ni aquel sublime historiador, ni aquel pueblo sublime comprendieron, que esas mismas victorias que habian salvado álla Grecia escondian el secreto de los destinos del mundo. Los griegos lidiaron creyendo que lidiaban para salvar su nacionalidad, y para defender sus dioses y sus hogares: los persas lidiaron creyendo que lidiaban para ensanchar el ho

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rizonte de su jigantesca monarquía: y sin embargo los griegos sin saberlo eran los campeones de la libertad, de la civilizacion y de la perfectibilidad humana: los persas sin saberlo eran los campeones de la esclavitud, de la inmovilidad y la barbarie: los persas eran representantes de lo pasado: los griegos del porvenir: los persas eran los representantes del Oriente que se eclipsaba, los griegos eran los representantes del Occidente que nacia.

Véase como nosotros conocemos mejor la historia de la antigüedad que los historiadores antiguos. En sus páginas eľ choque de la Persia y de la Grecia es el choque de dos pueblos para nosotros es la lucha de dos civilizaciones y el encuentro de dos mundos. Un siglo hace una revolucion, y otro siglo la formula. Lo presente sirve de comentario á lo pasado, como lo futuro servirá de comentario á lo presente. Tal es la ley de la humanidad y de la historia: asi los tiempos se anudan', y los siglos se encadenan.

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Dedúcese de aquí que el hombre está obligado á recorrer un círculo vicioso, y á combatir contra un destino infiexible. La razon nos dicta que debemos comprender la índole de una revolucion si queremos consumarla dignamemente, y salvar á la sociedad de los escollos que la amenazan caminando á la ventura. Y la historia nos dice que las revoluciones rara vez son comprendidas antes de que hayan sido realizadas: la razon nos dicta que para dominar á las revoluciones es fuerza conocer los rumbos que deben seguir, la idea que deben realizar, y el cambio definitivo que deben producir en las formas tradicionales de los pueblos: y la historia nos dice que para los lanzan el carro de las revoluciones el suelo está sembrado de abismos, y el cielo cubierto de tinieblas. Si los preguntais ¿á donde van? no lo saben: si los preguntais ¿qué es lo que quieFen? lo ignoran: pero un vértigo los subyuga, un torbellino bos arrastra, y la noche los envuelve. Tal es la historia de cuasi todas las revoluciones que se han realizado en el espacio y que se han consumado en el tiempo. Cuando pasada la tempestad aparece el sol en el horizonte, no es el espectáculo de los amontonados escombros el que me abruma y me admiza, sino el de la sociedad, que aunque mutilada existe. Yo

que

no puedo comprender cómo sobrevive la sociedad al naufragio de la razon, y lo que es mas admirable aún, cómo se rejuvenece y fecunda á pesar del estremecimiento de las revoluciones: este fenómeno no será explicado jamás por la razon humana; sino por la Providencia: con las revoluciones y sin Dios, yo no comprendo ni la humanidad ni la historia.

La necesidad de comprender la índole y el carácter de las revoluciones para contenerlas y para dirigirlas, al mismo tiempo que es proclamada por la razon, es proclamada tambien por el instinto de los pueblos. Por eso siempre que se verifica un cambio ó un trastorno en sus instituciones políticas, religiosas ó sociales, el carácter de ese trastorno, y la naturaleza de ese cámbio es el asunto inextinguible de todos los debates tormentosos, de todas las discusiones solemnes: la sociedad conoce instintivamente que en el resultado de esas discusiones apasionadas y de esos acalorados debates va fiada su existencia. Consúltense los anales de todos los pueblos en esos dias críticos de duda, de vacilacion y de ansiedad que acompañan y siguen á los trastornos y á las revoluciones: en esos momentos terribles en

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que abiertos ante la sociedad mi caminos no expiorados todavía, uno solo conduce á la salvacion y los demas á la muerte: y se advertirá con asombro que la sociedad entera se ocupa de un solo pensamiento, que todas sus fuerzas intelectuales se ponen en accion para resolver un problema, para adivinar un enigma que esconde el secreto de su porvenir, y que una vez adivinado ha de revelarla su destino. Ese pensamiento que la asedia, ese enigma que la ocupa, ese problema que la espanta consisten en encontrar la fórmula que comprenda su revolucion, y que descubra á sus ojos el lecho que ha de recibir, las márgenes que han de contener, y la balla que ha de atajar al torrente. Cuando la sociedad encuentra la fórmula que necesita, se reposa: cuando esa fórmula es rebelde á su voz y rebelde á sus esfuerzos, sus fuerzas intelectuales agotadas caen en una dolorosa postracion, los partidos estériles que las representan se disuelven ó se estinguen, los vínculos sociales se relajan; á la lucha de grandes partidos y de nobles ideas sucede la lucha de hombres pequeños y de raquíticas ambiciones, y

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