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no los tenía por tales. Esta manifestación y la conducta de los Trece, no contestando siquiera á la proposición que se les hizo de dejar la Germanía, rompió toda inteligencia entre unos y otros y preparó una situación de fuerza, que había de originar gravísimas consecuencias.

IX

Deseando D. Diego de Mendoza restablecer su quebrantada autoridad y darla el necesario prestigio, encargó prender á los criminales declarados tales para hacer un escarmiento en ellos. Un tal Ramonet, bonetero, estaba condenado á muerte por graves delitos, y tan luego se le aprehendió fué ahorcado. El gremio de boneteros sintió el agravio, y unido á otros menestrales, invadieron la casa del Virrey, murmurando de su crueldad y de la sentencia, y haciendo presentir la posibilidad de chocar abiertamente con el representante del Emperador. Tan pronto como el hecho llegó á conocimiento del Brazo militar, dirigió al Virrey un mensaje, condoliéndose de que no hubiera dado oídos á sus reiterados avisos, exponiendo la gravedad de la situación en un pueblo soliviantado contra él, y ofreciendo sus vidas y estados en servicio de S. M. á cambio de que se les oyera y defendiese.

Disipado el referido tumulto, creyó el Virrey que llamando á los Trece y ofreciéndoles completo perdón si abandonaban la Germanía, todo habría concluído; pero á la altura que las cosas habían llegado, estas concesiones se reputaban miedo ó impotencia, y así el gremio de velluteros, siguiendo el consejo de Vicente Peris, hombre de gran arrojo y apropósito para temerarias empresas, hizo reseña con armas y bandera por delante, de la casa del Virrey, disparando tiros y gritando «Viva el Rey D. Carlos»> con tal bullició y algazara, que poco faltó para enfermar de terror la ilustre D. Ana de la Cerda, esposa de D. Diego. También éste consideró aquel hecho como un verdadero desacato, y pensó ya en abandonar la Ciudad, pensamiento que combatieron los tres Brazos.

A pocos días un facineroso, Antón Pavía, condenado á muerte, vino casualmente á poder del Justicia de Murviedro y se dispuso, que se le trajese preso y se le ahorcase en el Mercado de Valencia. Sus padres, que residían en ella, interesaron á Guillem Sorolla, y este hombre sagaz invocó la costumbre de dar confesor y preparar al reo para la muerte, todo con el objeto de que los Jurados se atravesasen en este negocio. Francisco de Artés, Abogado de la Ciudad, defendió el poder del Virrey, y Sorolla abandonó la Sala, resuelto á provocar un nuevo conflicto. Llegado el al

1 Ms. de Catalá, pár. 30.

guacil real con el preso Pavía á la puerta de Serranos, le fué leída la sentencia, y confesado por aquél ser el mismo delicuente, se le llevó camino de las horcas del Mercado 1. Entonces varios hombres armados atacaron al verdugo; el procurador fiscal cayó al suelo; el caballo del alguacil fué herido, y el preso llevado á la Iglesia Mayor, con grave desacato de la autoridad y agravio de la justicia. La turba se dirigió de la Iglesia Mayor á la casa del Virrey, dando gritos, y reunidos unos tres mil hombres, comenzaron á batir puertas y ventanas, golpeándolas con las picas, cuyas huellas se han conservado hasta nuestros días. El alboroto cesó á instancia del Jurado Bustamante, pero quedando la autoridad sin fuerza ni prestigio. El Brazo militar ofreció de nuevo su apoyo y reiteró su lealtad, á lo que el Virrey le quedó muy reconocido.

Guillem Sorolla, no satisfecho con el resultado del anterior alboroto y deseando poner á prueba la adhesión del pueblo, hizo circular por la ciudad la nueva de que el Virrey le había dado garrote por ser uno de los Trece y se escondió en su casa. La invención se difundió por todas partes, alborotóse el pueblo y armado se dirigió á la casa del Virrey pidiendo su cabeza y la de los caballeros, aunque siempre gritando: «¡Viva el Rey!» Don Diego de Mendoza, al ver llegar la gente amotinada, puso en salvo por los tejados á su mujer, su hijo y sus criadas, mandó cerrar las puertas de su casa, y se preparó á la defensa con cuarenta hombres que tenía dentro. En aquella ocasión demostró el Conde su esforzado ánimo; mas por fortuna, cuando ya la multitud hacía grandes esfuerzos para forzar puertas y ven. tanas, súpose que el Obispo de Segorbe, valiéndose de súplicas con la mujer de Sorolla, había logrado descubrir á éste y le paseaba por la Ciudad, lo cual dió ocasión á que alguno gritara «viva el Rey Sorolla.» Prontamente se disipó todo, y aun hubo quien dijo «á la de tres va la vencida,» demostrando con estas palabras cuan vivo quedaba en el ánimo del pueblo el odio contra el Virrey. Este resolvió abandonar desde luego la Ciudad, donde la resistencia era inútil, y el 6 de junio, acompañado de Jerónimo Juan y disfrazado sobre una mula, salió valerosamente de Valencia. Al llegar á San Vicente de la Roqueta tomó uno de dos caballos que aguardaban con Miguel Juan Corts, y los tres se dirigieron á Cocentaina, en donde se les reunió D.a Ana de la Cerda. En quince días duró su que estancia en Valencia, no fué una sola vez obedecido.

Como á nadie se ocultaba la gravedad de la ausencia del Virrey, los Trece, representados por Juan Lorenzo y otros, trataron de excusar su responsabilidad. Los Jurados noticiaron al Emperador lo sucedido 2; y

2.

En 1524 la Cofradía de la Virgen de los Desamparados construyó en el Mercado de Valencia, y sitio denominado La Forca, una horca triangular de piedra, con un rellano en que estribaban las tres columnas que la componían. Se derribó en 1622, con motivo de la entrada de Felipe IV.

2 Carta de 8 de junio de 152.-Lletres misives. Ayuntamiento de Valencia.-V. Documento núm. 17.

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unos y otros aseguraron que los alborotadores de la Ciudad eran muchos desmandados y vagamundos que había en ella, y que la culpa recaía en personas particulares desmandadas y advenedizas de Francia y de otros Reinos de España, pues en la ciudad habia ordinariamente millares de hombres extranjeros. La representación del pueblo buscó la protección de algunos nobles ', y envió por mensajeros á Jaime Aguilar, notario, y Juan Torres. El Brazo militar, desde Játiva, donde residía la mayor parte de la comisión de caballeros elegida, dió conocimiento de los hechos. á D. Carlos, para que proveyese del remedio necesario.

Con tales inquietudes, fué preciso, para el sosiego de la Ciudad, que sus vecinos hiciesen guardia de día y rondas de noche con hachas encendidas, bajo la dirección de seis Jurados y otros tantos electos del pueblo, entre ellos Juan Lorenzo. Nada de esto, sin embargo, aminoraba el mal, que tenía más hondas raíces, y á cada momento levantaba su cabeza la anarquía. El Jurado Andrés Gomis, por ejemplo, prendió á Andrés el amolador, que había disparado una saeta á la ventana de la casa del Virrey y á cinco más del motín; pero Guillem Sorolla y otros pidieron al Jurado la libertad de los presos; negósela Gomis; de los ruegos pasaron á las amenazas, y tras éstas fueron á la cárcel y les libertaron. La rebelión rompía todos los frenos, y aunque el Emperador había prohibido terminantemente la Germanía, anulado la elección de Jurados y dispuesto el castigo de los rebeldes, era ya tarde para extinguir un incendio hasta entonces despreciado, si no consentido.

X

D. Rodrigo Hurtado de Mendoza, Marqués de Zenete, era hermano de D. Diego Hurtado de Mendoza, Virrey de Valencia, y aunque sean evidentes los servicios que prestó al poder real en 1522, derrotando en las calles de la Ciudad la rebelión valenciana, con gran exposición de su vida, no es menos cierto que su actitud en los primeros acontecimientos demostraba una marcada benevolencia hacia los agermanados. En Simancas existe la carta que la Marquesa de Zenete escribió á D. Carlos en 5 de marzo de 1520, interesándose por Micer Soriano, uno de los rebeldes. No es extraño, pues, que el Emperador, en carta escrita al Virrey con fecha 11 de junio, le dijese: «Acá se entiende por ciertas vías que el Mar

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Comparecencia de cinco prohombres, entre ellos Juan Lorenzo, ante los Jurados en 6 de junio de 1520.-Carles misives.-Ayuntamiento de Valencia.-V. Documento núm. 16. Archizo general de Simancas.-Comunidades de Castilla.-Leg. 4, fol. 168.

3 Registro de Urries.-Colección Salazar.-A. 18, fol. 156.

qués, vuestro hermano, aconseja y favorece al pueblo en cosas que poco cumplen á nuestro servicio, por lo cual le enviamos á mandar que salga de Valencia y se vaya á otra parte. La orden real no se hizo esperar, pues lleva la misma fecha, y prevenía al Bayle General la entregase al Marqués de Zenete por acto de notario, y de su respuesta enviara un traslado auténtico con la primera posta. Es, por tanto, un hecho que el Marqués de Zenete pareció simpatizar en un principio con la causa de la Germanía, incurriendo por ello en el desagrado real; pero hecho que se explica, considerando la representación social que asumía el vencedor de Vicente Peris.

ΧΙ

Quebrantada la salud de D. Luis de Cabanilles, Gobernador de Valencia, pidió y obtuvo, en 11 de mayo de 15202, licencia para ausentarse por todo el tiempo que necesitara, consignándose en ella lo agradecido que estaba el Monarca á los servicios de este funcionario, y mandando al propio tiempo se le pagasen los doscientos ducados de su quitación, como gentil hombre. Por esta causa se encargó Mossen Ferrer del gobierno de Valencia 3.

El 11 de junio, después del ataque de la casa del Virrey y su partida de la Ciudad, recibió desde Gante una importante carta del Emperador, hasta ahora inédita, dándose por enterado de todo cuanto hasta entonces había ocurrido, ofreciéndole el auxilio de tres mil alemanes, guardias de Castilla, la armada de D. Ugo de Moncada y la prohibición de entrar vituallas en el Reino. También noticiaba la ida á aquel país de Micer Garcés, á quien el pueblo daba mucho crédito hasta entonces, con la revocación de todo lo innovado en la elección de Jurados, la orden para que se hiciese otra nueva, y la anulación de las licencias dadas al pueblo para juntarse, adecenarse y hacer alardes, como el Virrey había pedido. Prevenía, no obstante, que no se publicasen estas provisiones sin la seguridad de ser obedecidas, y aconsejaba utilizar los medios pacíficos antes que los de fuerza, entreteniendo al pueblo en negociaciones. Y por último, descubriendo las sospechas que tenía del Marqués de Zenete, le mandaba salir de Valencia y desalojar el Palacio del Real, para que el Virrey estuviese allí con más autoridad.

Con la misma fecha del 11 de junio dió el Emperador instrucciones á

1 Colección Salazar-A. 18, fol. 161.-V. Documento núm. 19.

2 Colección Salazar.-A. 18, fol. 148.

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Colección Salazar -A. 18, fol. 148 vuelto.

4 Colección Salazar.-A. 18, fol. 156 y siguientes.-V. Documento núm. 18.

1

Micer Garcés para que desempeñase en Valencia una delicada comisión, y se desprende de ellas, que por su consejo se había dictado desde Fraga la carta real de 31 de enero, aprobando el armamento del pueblo y la Germanía; que el Arzobispo de Valencia solicitaba se usase de clemencia, y que su comisión se dirigía á procurar la nulidad de la elección de Jurados, bajo la amenaza de pagar la desobediencia con las vidas y bienes, sin tolerancia ni remisión, y hacer su tierra llana, debiéndoles á los rebeldes bastar el ejemplo de Sicilia, donde, por los tumultos pasados, fueron ajusticiadas ciento cincuenta personas, y el recuerdo de lo que hizo el Rey D. Pedro de Aragón, á quien no faltó forma de castigar y dejar memoria de ello 2.

Las demás cartas reales de la misma fecha revelan el exquisito cuidado con que el Emperador atendía desde Gante al restablecimiento del orden público y del principio de autoridad en Valencia. Por una parte aplaude las disposiciones del Gobernador en la administración de justicia, y le promete recompensar sus servicios. Por otra se queja á los Jurados de la ingratitud del pueblo, atribuyéndolo todo á malos consejeros, y exhortándoles á que cumplan y observen las reales disposiciones, porque no convenga usar de otros remedios, que de otra manera no podrían excusarse con grave daño y total perdición de los inobedientes. Y en otra se muestra muy contento de los servicios del secretario Calcena y de Mossen Luis Juan 3. No satisfecho con estas prevenciones, encomendaba secretamente á Micer Garcés, que fuese al Reino, buscara al Virrey donde estuviese, se pusiera de acuerdo en todo con él y procurase reducir al pueblo á la verdadera obediencia, «como ellos y vos en su nombre, añadía, tantas veces nos habéis ofrecido». Y á los Jurados les prevenía, que su elección era nula y no usaran del oficio, antes bien lo renunciasen.

7

El Emperador había iniciado el único camino posible para restablecer el prestigio de su autoridad, y cuando conoció el ataque reiterado de la casa del Virrey, dirigió nueve cartas reales á las autoridades de Valencia, noticiando al Virrey el envío de refuerzos y cómo se había de conducir con los rebeldes; aconsejándole que se oyese á todos y se tomasen los acuerdos en Consejo; diciendo al secretario Calcena, corrigiese los excesos de los Trece, amenazándoles con recios castigos; á Micer Garcés, condenando los alborotos y repitiendo la misma amenaza; y á los Diputados, Gobernador, Infante D. Enrique y Conde de Oliva y otros nobles, ordenándoles que ayudasen al Virrey .

1 Colección Salazar.-A. 18, fol. 162.-V. Documento núm. 20.

2 Colección Salazar.-A. 18, fol. 159.

3 Colección Salazar.- A. 18, pág. 161 vuelta.

4 Colección Salazar.-A. 18, pág. 162.

3 Colección Salazar.

6 Colección Salazar.-A. 18, fol. 162.-V. Documento núm. 21.

7 Colección Salazar, fol. 168.-V. Documento núm. 22.

8

Colección Salazar.-A. 18. fol. 167 al 172 vuelto.-V. Documentos núms. 23, 24 y 25.

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