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A las anteriores órdenes siguieron otras más enérgicas firmadas en Bruselas á 3 de julio, inculpando al Maestre Racional el haber sido causa y principio de poner en armas al pueblo de Valencia, y mandando se depositasen en poder de terceras personas por todas las vías y medios'. Al Capitán General, Conde de Mélito, le prevenía, que no estaba satisfecho de Micer Garcés, y le anunciaba haber enviado la plática de la negociación al Maestre de Montesa, por ser persona grata al pueblo, que averiguaría la verdad é intención de cuanto el pueblo escribía al Emperador 2. Al Maestre de Montesa le enviaba la carta que le habían escrito los Síndicos y los prohombres de la Ciudad y le daba instrucciones. Y con la misma fecha expedía una circular á todas las villas donde se había establecido la Germanía, para que renunciasen á ella y entregaran las armas y efectos de guerra al Virrey y Capitán General bajo ciertas penas

No termina aquí esta correspondencia, hasta ahora inédita, porque con la misma fecha de 3 de julio de 1520 3, escribió el Emperador á los Síndicos y prohombres de Valencia para que diesen crédito al Maestre de Montesa, y sus obras fuesen testigo de su disculpa y entera fidelidad. Al Gobernador le reveló las gestiones del pueblo, excusándose de lo hecho contra su voluntad, por hombres vagamundos que no tienen que perder, y le ordenó se atajasen los escándalos, aunque por su indispo sición no pudiese hacer todo lo que quería y acostumbraba. En esta carta se mostró satisfecho del subrogado Mossen Eixarch. A los Brazos militar y eclesiástico y á los Diputados, les dió las gracias, rogándoles ayudaran al Virrey, y lo mismo hizo con el Conde de Cocentaina 6 y otros nobles, con el Gobernador de la Plana y con los vecinos de Játiva 3.

Finalmente, en carta reservada de la misma fecha que el Emperador escribió á D. Diego de Mendoza, le indicaba, que aun cuando entre las cartas remitidas existía cierta diversidad, él usaría de ellas según conviniese, sin poner su persona y autoridad en más peligro ni afrenta. Se oponía á que por cosa del mundo se fuese á su casa ni á otra parte hasta que las cosas se asentasen de otra manera ó tuviese mandamiento en contrario. Declarábale la imposibilidad de que le socorriera la armada de D. Ugo de Moncada, y le encomendaba que no desdeñase á Micer Garcés para que no dañase los negocios. También le autorizaba para dar algún perdón particular, no siendo á las cabezas y procuradores de los delitos; pues por ser el daño tan general, como habría sabi

1 Colección Salazar.-A. 18, fol. 173 -V. Documento núm. 27.

2 Colección Salazar, fol. 173 vuelto.-V. Documento núm. 26.

3 Colección Salazar, fol. 174.

4 Colección Salazar, fol. 176 vuelto.-V. Documento núm. 30.

5 Colección Salazar.-A. 18, fol. 178.-V. Documentos núms. 29 y 31.

b

Colección Salazar, fol. 178 vuelto.

7 Colección Salazar, fol. 177 vuelto. -Idem, fol. 178.

S Colección Salazar, fol. 177 y 177 vuelto.

do de lo de Castilla, convenía que el castigo fuese igual á todos y esperar tiempo y sazón para ello '. El Canciller quedaba autorizado para censurar las provisiones reales antes de darles curso.

XII

Tan pronto como el pueblo armado quedó materialmente dueño de la Ciudad, como antes se había apoderado de su gobierno, corrió la nueva de que algunos perdidos y malhechores se habían concertado para saquear durante la noche las casas de los caballeros, y fué necesario que los Jurados y otros seis representantes del pueblo, entre los que estaba Juan Lorenzo, guardasen y rondasen las calles. A la par, y asustados de su propia obra, escribieron al Emperador, disculpando su responsabilidad, y buscaron la cooperación del Maestre de Montesa, Duque de Gandía, Conde de Oliva, D. Pedro Maça, D. Alonso de Cardona y otros caballeros, para que procurasen la pacificación y reposo de la Ciudad. Estos excusaron su regreso á Valencia mientras «por obra» no se acreditase la fidelidad al Rey, que tanto repetían, excepto el Maestre de Montesa, que aceptando la invitación en 13 de junio, fué á la capital y nada alcanzó de los Trece.

Bien pronto desmintieron con los hechos la lealtad que suponían sus palabras, pues á 15 del indicado mes 2, cuando los agermanados supieron que el Virrey insistía en desarmar al pueblo, comenzaron á visitar las casas de los caballeros, rompiendo las puertas, con pretexto de recoger las armas y robando cuanto en ellas se guardaba. En esta oportunidad acertó á pasar por la calle de Gracia, á las once de la mañana del 15 de junio, un tal Mateo, negro esclavo de D. Ramón Ladrón, Señor de Castalla, y al hallarse frente á la casa de Martín, maestro tornero, le disparó éste un tiro con un chiribeque, de que el negro se sintió mucho, y como dijese que los caballeros volverían pronto y nadie se burlaría de sus criados ni de sus esclavos, salió el tornero gritando: «Muera el perro negro, y con efecto, huyendo, en la plaza de Pellejeros le salió al través el carpintero Cristóbal, y con media espada le atravesó, dándole muerte, después de lo cual la multitud le hizo pedazos.

Para desventura suya, otro día Francín el Salinero cometió la imprudencia de decir que pues los caballeros estaban ausentes, con cuatro pelotas de fuego de alquitrán debían quemar Valencia, y alborotado el pue

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Colección Salazar.-A. 18, fol. 179 vuelto V. Documentɔ núm. 26. 139 Ms. de Catalá, pár. 60.

blo por estas palabras, fué á su casa, que la tenía en la calle de las Salinas, gritando: «Muera el traidor de Francín.» Creyó éste escapar saltando de su casa á otra y saliendo á la calle; pero fué perseguido por la de Caballeros, hasta la casa del espartero Jerónimo Sancho, donde se refugió. Los alborotadores allanaron la casa y el tendero Domenec le encontró, poniéndole á disposición de la multitud. Apiadóse de él un clérigo llamado Mossen Ballester y rogó no lo matasen sin confesión, enviando al mismo tiempo por los sacramentos á la inmediata parroquia de San Nicolás. Llegó el Vicario y otros clérigos con la Divina Forma, y aunque por ella imploraron clemencia para Francín, á quien pusieron en las manos un crucifijo y guardaron con sus cuerpos, llevándolo bajo del palio, no la obtuvo, pues al llegar á la casa de D. Claudio Grillet, después de los herederos de Mauro Comín, la multitud, que había dado la vuelta por la calle de Caballeros, se lanzó impetuosamente sobre el sacerdote que llevaba el Santísimo Sacramento, derribóle en el suelo, hiriéndole en el brazo derecho y en la frente, y allí mató y destrozó á Francín. Juan Lorenzo había trabajado para evitar esta catástrofe, y cuando presenció lo ocurrido, exclamó 1: No por cierto fué inventada la Germanía ni hecha para hacer cosas tan escandalosas y tan abominables, sino para castigar los malos y hacer justicia y poner en paz y sosiego la tierra, y pues la gente sin orden se desmanda á hacer y emprender toda cosa mala, veo claramente que éstos serán causadores de la perdición y desolación de la Ciudad, porque no tienen vergüenza, ni temen á Dios, ni al Rey, ni quieren obedecer á los oficiales, ni creen á los ancianos que los aconsejan;» y diciendo estas y otras palabras, se acongojó tanto, que al llevarle á su casa en una silla, murió súbitamente. Juan Lorenzo, inventor de la Germanía, era un iluso, pero hombre honrado, porque sólo los que lo son mueren como él, y sus últimos momentos sintetizan de la manera más exacta la anarquía que se había enseñoreado de Valencia y parte de su Reino.

Pero era urgente acabar de apoderarse de todo el Gobierno de la ciudad, y resulta, que mientras el Emperador desde Alemania revocaba la elección de Jurados y dictaba la serie de disposiciones anteriormente enumeradas, los Jurados y el Consejo se reunieron el 23 de julio, comenzaron por suprimir el juramento de los Capítulos y Ordenanzas del Quitamiento de los censales de la ciudad. Luego nombraron seis asistentes para intervenir la administración del Almudín. En 11 de julio acordaron que el Síndico instara y pidiera justicia á los oficiales del Rey contra los inobedientes á la Ciudad, y al efecto le designaron cuatro asociados. Los abogados de la Sala habían sido removidos en 23 de junio, y en su lugar fué puesto Micer Monfort. En 12 de julio, como en 6 de setiembre, fueron robados los papeles del Consejo 2. En 21 del mismo

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mes se eligió una comisión de doce ciudadanos con el exclusivo objeto de organizar el armamento popular. En 14 de agosto se removió al Síndico Tomás Dassio y á Gaspar y Jaime Ximeno, escribanos de Sala, y este oficio lo ocupó García Ugard, partidario de la Germanía. A 10 de setiembre, el Consejo, por fallecimiento de Vicente Çahera, eligió para el oficio de Racional á Juan Caro, confitero, varon justificado y riguroso para poner en razón y ejecución las deudas á la Ciudad. En este Consejo hubo grandes divisiones, porque los Jurados y parte de los Consejeros, querían que la elección se hiciese entre los ciudadanos como de antiguo se hacía, y la mayor parte del Consejo propuso que se eligiese un menestral ó artista. No aviniéndose el primer día, se reunieron el lunes, lo cual explica la diferencia de fechas en que se supone este suceso, y elegidos doce Consejeros, éstos designaron seis menestrales, y de entre ellos fué nombrado Juan Caro.

Aun tenía mayor gravedad el acuerdo tomado por los Trece y trasmitido á la villa de Elig 2 por uno de sus partidarios, de que todos los Señores, Barones y caballeros y otras personas que poseían ciudades, villas, castillos, lugares, heredamientos y derechos en el Reino, compareciesen dentro cierto término ante los Trece de Valencia y los trajesen é hicieran manifestación de sus títulos, para guardarles razón y justicia, pues si no parecieren ó no mostraren los títulos, ó los títulos no fuesen bastantes, se mandaría hacer restitución y entrega á la Corona real de lo injustamente poseído. Este acuerdo de que da cuenta Viciana, prueba que los agermanados, no satisfechos con haberse apoderado de los cargos públicos y disponer de la vida de sus conciudadanos, aspiraban á realizar una verdadera liquidación del patrimonio ajeno.

Pero era necesario llegar al cúmulo de los excesos, y en 27 de noviembre de 1520 se removieron un caballero y cinco ciudadanos de los catorce del Quitamiento, y se sustituyeron, con general asombro, por artistas y menestrales. Hecho esto, que fué apoderarse de la hacienda común, como digno fin y remate de la Germanía, pusieron los ojos en los derechos de la Iglesia, del Rey y de la ciudad, y á mano armada, el día 21 de febrero de 1521, rompieron la tabla del General y de la Sisa del corte de sedas y paños, los sellos, libros, mesas y asientos, los derechos de la quema y del portugués y del pescado seco, el derecho del quinto, el del almudín y la tabla de la imposición del vino; y hasta fueron á la casa de la Diputación para decir á los Diputados y oficiales, que aunque allí no se cobraban derechos, no se ocupasen en adelante más de ellos, porque ya estaban alzados. El 23 derribaron la barraca del carbón que había en el Mercado.

Los canónigos de la Iglesia Mayor, al verse privados de sus derechos

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propios, trataron de abandonar la Ciudad; pero todas las autoridades les rogaron no lo realizaran, porque sin el divino don de la Eucaristía, pronto perecería por las maldades y pecados de que tan llena estaba Valencia con la venida de los extranjeros, que todo lo ocupaban. Los canónigos accedieron, pero desde entonces cesaron los oficios divinos, y en cada iglesia sólo se rezaron los salmos de David, rogando á Dios por la paz y reposo de la Ciudad.

XIII

D. Diego de Mendoza salió de Valencia el 6 de junio de 1520, y llegado que fué á Cocentaina, donde se reunió con su mujer, recibió el 12 á los embajadores de los Brazos eclesiástico, militar y real y Jurados que protestaron del desacato cometido y de la impunidad que reinaba en Valencia, y reiteraron su fidelidad y su deseo de que el Virrey no se ausentara del Reino. En respuesta á tal ruego, ofreció el Conde no salir del Reino ni desampararles hasta recobrar la paz y sosiego perdido, con cuya promesa la comisión regresó á Valencia.

El Justicia y Jurados de Játiva se apresuraron en 6 de junio á recordar su fidelidad, y rogando al Virrey fuese á dicha población, donde se le recibiría con el mayor placer y contento, cuyo mensaje reprodujeron al tener aviso de que se hallaba en Cocentaina. Aceptó la invitación D. Diego de Mendoza, y por provisión del 8 de junio trasladó á Játiva la Audiencia de Valencia, entrando el 16 de junio en la primera de dichas ciudades, á donde acudieron presurosos todos los caballeros que habían continuado en la capital, y los veinte electos del Brazo militar.

Los Trece de Valencia no cejaban en su propósito de extender la propaganda revolucionaria por todo el Reino y perturbar la paz que se disfrutaba en Játiva. Cuentan las crónicas de la época, que en 1519, por haber matado D. Pedro Sanz á Francisco Tordera y Martín Tallada á Diego Blanes, y no dispensar justicia el Gobernador, se reunieron en secreto seis menestrales y acordaron pedirle permiso para ir á tratar con los adecenados de Valencia y traerse las ordenanzas y conciertos de aquéllos. Como la organización de los valencianos se había hecho con el beneplácito real, y hasta entonces sin escándalo alguno, el Gobernador, de acuerdon con su asesor Juan Borrell, les concedió el permiso que deseaban, y de Valencia llevaron los comisionados las instrucciones y santos propósitos de que alardeaban. Játiva se dividió en tres partes: la del cuerpo ó Centro, la del Mercado y la de las Barreras, fijando respectivamente como punto de reunión las iglesias del monasterio de Predicadores, de San Pedro y San Miguel. Alistados todos los de la Ciudad, juraron en manos del

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