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calurosamente abogan por la vuelta del Sr. Ruiz Zorrilla. El Cronista, que es entre los eonservadores el periódico de batalla, el arma de ataque, el órgano más genuino del jefe activo, del Sr. Romero Robledo ha dicho:

Los que gozan de alguna intimidad con el Sr. Ruiz Zorrilla, y simpatizan con todos sus pensamientos, se muestran desesperados, juzgando cuanto anoche oimos, porque consideran que ninguna ocasion tan propicia como la presente, en la que el Sr. Sagasta se encuentra desprestigiado, y evidenciando cada vez más su ineptitud para el Gobierno y la jefatura de un partido, para que aquel hombre público, que disfruta de una grande popularidad entre numerosas clases sociales, por haber borrado con su poderosa accion el tiempo el recuerdo de sus principales actos de gobierno, se aproveche, y dé organizacion y vida á un partido que, con algo ménos de intransigencia, fácilmente haria caer en olvido á los desdichados fusioneros.

Es, pues, evidente, que los conservadores, á pesar de su ruda campaña parlamentaria, á pesar de la eminencia del Sr. Cánovas, de la actividad é ingenio del Sr. Romero Robledo, de la acometividad del Sr. Cos-Gayon para con el ministro de Hacienda y de los belicosos ímpetus de la minoría del Senado, el partido conservador, á pesar de sus decantados elementos, no puede con el Gobierno; ha puesto en la pasada pelea todas sus fuerzas, ha hablado en el Parlamento, sembrado la semilla de la discordia en el salon de conferencias, agitado en Cataluña, ha esgrimido como arma la cuestion libre-cambista, ha fingido benevolencia, ha hecho, en fin, cuanto ha podido contra la situacion, y el Gobierno, sin embargo, continúa en pié. Necesitan, por lo tanto, los hombres de órden nuevos auxiliares, y los tomarán donde quiera que se hallen; que venga, pues, que venga el Sr. Ruiz Zorrilla á derribar al Gobierno..

Cuando, al principiar esta crónica, nos fijábamos en la actividad respetuosa y legal de los partidos avanzados, para deducir de ella adelanto en nuestras costumbres políticas, debíamos haber exceptuado de este progreso general á los conservadores; su pesimismo les ciega, el ódio á la situacion liberal, que ha venido á enmendar sus errores, les domina y les hace olvidar sagrados intereses. La caida del Gobierno es para ellos el más importante de los asuntos, y poco les importaria realizar su ardiente desco, aunque el país se perturbase.

Esta actividad de los conservadores no puede engañar á los demócratas; así es que, á pesar de los diarios anuncios de la ruptura de la benevolencia democrática, como si esta fuera un contrato, y no una imposicion de las circunstancias y una consecuencia natural y lógica de la política del Gobierno, á pesar de esos anuncios, decimos, esa benevolencia se vé cada dia más robustecida, ya porlas declaraciones del Norte y del Globo, ya por la actitud de la minoría democrática de la Alta Címara, ya por la última carta 'del señor Mártos al Sr. Albareda, ya por las declaraciones del Sr. Aguilera en el Congreso, ya, en fin, por todos los actos de esos partidos.

Con los síntomas de disgusto surgidos en la antígua familia progresista contra la jefatura del Sr. Ruiz Zorrilla, ha coincidido el movimiento concentrador de la democracia progresista hícia la situacion, movimiento que

ha preocupado, con razon, por su innegable importancia, á la opinion pública. La democracia sensata, aleccionada por una triste y dolorosa experiencia, sabe bien que las exageraciones no producen más que trastornos, que son al fin y al cabo la negacion de la libertad; por el camino de las violencias sólo se llega al triunfo de las reacciones, y nunca están los derechos mís postergados que en esos dias en que brilla por un momento la llami de la exageracion, para desvanecerse en seguida y dejar lugar á las tinieblas; y los demócratas, que saben esto, saben tambien que dentro de la legalidad es donde tienen ancho campo para desenvolver sus ideales. Ea una memorable sesion de las gloriosas é inolvidables Constituyentes, que consolidaron la obra de la revolucion de Setiembre, fué interpelado el Sr. Mirtos, á la sazon ministro de Estado, por un republicano intransigente que le mɔtejaba porque le habia visto ir al Real Alcázar con el uniforme de ministro. Todavía resuenan en nuestros oidos los nobles acentos con que contestó á la interpelacion el insigne orador demócrata; todavía nos parece escuchar la demostracion de que con el uniforme de ministro de un rey habia hecho mís por la libertad y por la democracia, que todos los intransigentes con sus actos á la libertad nocivos. El artículo de El Norte apreciando las declaraciones de El Liberal, que ponian de relieve unas palabras del Sr. Mirtos, segun las cuales él no tendria inconveniente en ser ministerial de un gabinete presidido por nuestro ilustre amigo el duque de la Torre; las declaraciones de La Correspondencia, obedeciendo á una carta del Sr. Moret; todo esto, ya se limite á un movimiento latente, ya sea un hecho consumido, reviste verdadera importancia y constituye un triunfo in disputable para la política dominante.

Hombres como los Sres. Mártos y Montero Rios, que si han reñido grandes batallas en favor de la democracia, no las han reñido menores ni ménos rudas contra los conservadores que contra los intransigentes, no pueden vivir separados de situaciones que enseñan lealmente la práctica de la libertad más ámplia unida al órden mis perfecto. Esos ilustres repúblicos, que á la realizacion de este ideal han consagrado su claro talento, su profundo saber y su elocuente palabra, no se hallan, ni pɔr principios, ni pɔr tradicion, ni por su historia, separados de situaciones como la actual. Aun en períodos de tanta agitacion política como los que precedieron á la Revolucion de Setiembre, cuando los hombres liberales condenadɔs á muerte vivian separados de su pátria, en las reuniones de Bruselas, de Bayona y de París, se distinguió el Sr. Mirtos por su temperamento templado; y sin que nadie le pudiese motejar con justicia de inconsecuente, pudo vestir cɔn hɔnra suya y para bien de la nacion el uniforme de ministro del rey D. Anideo de Saboya. Tampoco el ilustre jurisconsulto que es gloria de nuestro foro ha turbado la serena tranquilidad de sus arraigadas creencias con actos de intransigencia, y los dos están perfectamente dentro de los senderos que la nacion regida por la libertad recorre en estos momentos, y los dos corresponderán, es indudable, á lo que pueden exigir de ellos la libertad y la pítria.

En todos los países regidos por instituciones parlamentarias, suelen aprovechar los hombres públicos las vacaciones que la clausura de las Cámaras les concede para ponerse en inmediato contacto con el país. Entre nosotros se sigue hace tiempo esta costumbre, y no será, por lo tanto, aventurado suponer que han de fijar la atencion en el paréntesis que ahora comienza los discursos de los Sres. Romero Robledo y Moret, y quizá de Laurizan nos lleguen este año, como el pasado, importantes declaraciones. El señor Ministro de Fomento, dando prueba del interés que le merecen las obras públicas, ha salido á visitar las de las provincias del Noroeste, que tanto necesitan activarse para poner en comunicacion á las comarcas de Leon, Astúrias y Galicia con el resto de España. El Ministro de Gracia y Justicia continuará en el estudio de sus importantes reformas, y el de Hacienda no abandonará ni un solo instante su departamento.

El Gobierno no ha suspendido las tareas parlamentarias sin dejar vivos reflejos de su espíritu liberal en un notable documento: el discurso con que el señor Ministro de la Gobernacion contestó en el Senado al voto particular del señor conde de Torreanaz al proyecto de ley provincial.

El señor conde de Torreanaz, muy versado en estos asuntos, y de gran práctica y de reconocida competencia en cuestiones administrativas, presentó el criterio de la escuela conservadora, que fué combatido por el señor Ministro, que decia, haciendo la historia de las leyes provinciales de este país:

«En ésta, como en muchas otras cosas, nuestro desdichado país ha ido de la revolucion á la reaccion, y de la reacción á la revolucion. Así hemos pasado por la ley del año 1823, que era una ley verdaderamente cantonal, porque en el momento en que se hizo, las ideas liberales tenian que abrirse camino con dificultad inmensa, y se encontró en las Diputaciones provin-ciales un elemento político poderoso para el desarrollo de la libertad: de aquí facultades que se concedieron á las Diputaciones, que á pesar de aquella ley tropezaron con muchos obstáculos. Yo, que he desempeñado el cargo de diputado provincial rigiendo aquella ley, puedo decir que, á pesar de estar revestidas las Diputaciones de muchas facultades á costa de los gobernadores, habia llegado á crearse cierta atmósfera de descrédito contra el engrandecimiento de aquellas corporaciones, y fué preciso adoptar ciertas medidas de parte del Gobierno y de los mismos gobernadores.

Vinimos despues desde aquella exageracion á la de 1845, y el doctrinarismo francés se planteó aquí de tal manera, que no se pensó más que en robustecer el principio de autoridad, si bien se planteó en una forma hipócrita, para que no resultára reaccion, como realmente era.

Así se crearon unas Diputaciones, cuyas atribuciones estaban reducidas simplemente al reparto de los quintos y de las contribuciones.

Tambien he sido diputado provincial bastantes años bajo el régimen de la ley de 1845, y recuerdo la humildad con que los diputados, cuando teníamos necesidad de hacer una gestion en favor de la provincia ó del distrito, nos presentábamos, sombrero en mano, á los consejeros provinciales, que con aquella legislacion eran los verdaderos dueños de la provincia.

Esta ley llegó á desacreditarse entre las gentes, y con este descrédito se llegó á la revolucion de 1868. Entonces, mi amigo, el señor Presidente del Consejo de Ministros, ministro que era de la Gobernacion, á quien tuve el honor de ayudar algo como subalterno, dió los decretos-leyes de 1868, inspirados en un espírítu descentralizador y reformista de las leyes de 1845. Creo que si aquellos decretos-leyes se hubieran ensayado y no se hubiesen dictado las leyes de 1870, habrian dado un resultado bastante satisfactorio para la administracion de los pueblos, porque sin amenguar las facultades que correspondian á los gobernadores, dejaban suficiente amplitud á las diputaciones.

Vinieron luego las leyes de 1870, liberales y descentralizadoras hasta cierto punto, leyes que tenian en su favor el hábito de ser cumplidas y obedecidas, y de las cuales el proyecto actual conserva una porcion de artículos, todos los que era posible conservar, salvo los que convenia modificar, dados el nuevo sistema de organizacion de las diputaciones provinciales, el censo y la eleccion colectiva, en vez de la unipersonal que existe actual

mente. »

El ministro, que tenía en estos asuntos tal experiencia, y que está además animado de un claro y ámplio criterio liberal, no podia ménos de hacer, como el Sr. Gonzalez (D. Venancio) ha hecho, una ley más descentralizadora que la del período más culminante de la revolucion de Setiembre. Con esa ley, puede contestarse á muchas quejas disidentes que en este período lleguen de afuera.

EXTERIOR

Se impone á todas las cuestiones en estos momentos, por su trascendencia y por su interés, la cuestion egipcia. Cuando este número llegue á mano de nuestros lectores, los fuertes de Alejandría estarán destruidos: el almirante inglés habia intimado la suspension de las obras; y como éstas continuasen, el Alexandre, el Sultan, el Supero, los acorazados de la escuadra de la Gran Bretaña, se han encargado de conseguir, con sns terribles lenguas de fuego, lo que no habia podido conseguir la persuacion. ¡Terrible destino al que parece sujeta Europa! Cada diez años han de sonar con espantoso estruendo, difundiendo la muerte, los cañones de alguna de sus poderosas potencias; la guerra se cierne sobre la civilizacion, como si quisiera recordar contínuamente las imperfecciones humanas, en medio del concierto del progreso.

El bombardeo de Alejandría, ó más bien la destruccion de sus fuertes, no es, sin embargo, más que un incidente de la cuestion, que no afecta, directamente al ménos, al fondo del asunto que es objeto de las Conferencias diplomáticas. Sin embargo, este hecho pone más en claro las dos acciones distintas que de esta cuestion nacen: es la una la accion militar de Inglaterra, y es la otra la accion diplomática de la Conferencia, ó para hablar con más propiedad, de la mayoría de la Conferencia, formada por las cuatro potèncias que reciben directamente las inspiraciones del gabinete de Berlin.

Los cañones ingleses que truenan en Alejandría, son el resultado de la resolucion que adoptó, de intervenir en la política exterior, aquel dia de 1875 en que compró la mitad del canal de Suez. Hasta entonces, nada anunciaba el propósito por parte de Inglaterra de tomar parte en una política internacional; nada habia hecho en los conflictos entre Polonia y Rusia; nada, como ha notado un insigne escritor español que sigue lentamente el desarrollo de las cuestiones europeas, nada en las diferencias entre Dinamarca y Alemania, ni entre Turquía y Creta. Dinamarca, Austria y Francia fueron sacrificadas, sin que Inglaterra se conmoviese, y hasta se humilló ante América en las cuestiones del Mahoma. El influjo preponderante de la escuela de Manchester, que sólo mira las cosas por el lado económico, era el origen de esta indiferencia, que cesó con la compra de la gran cantidad de acciones que obraba en poder del virey de Egipto, y que constituia más de la mitad del capital social de Suez. Esta compra arrancó grandes lamentaciones á la

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