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XXI.

Tendido sobre el blando lecho, débilmente iluminado por el resplandor de una moribunda lamparilla, abiertos los ojos desmesuradamente, el rostro estenuado por el cansancio, del mismo modo en que le vimos por vez primera al comenzar nuestro relato, hallábase el. hijo del banquero, teniendo pendientes de un sólo movimiento de su cuerpo á las personas que solícitas y cariñosas velaban en torno suyo por su existencia.

-¿Qué tienes? ¿Padeces mucho?-le preguntaba tristemente la madre de Marianela.

-¡Sufrir, sufrir!-contestaba Pepe Garcés delirando.-Ya no sufriré, señora. ¿Qué valen los padecimientos del alma, comparados con la cruda hiel del excepticismo que me conduce al sepulcro? Tened entendido, y esto desmienta pronto á los incautos, que la vida sólo sirve de carga horrible y pesada á las criaturas.

Yo sé lo que me digo. Vuestros semejantes se complacen en atormentaros y se rien de vosotros, si os mostrais débiles en su presencia, derramando ese llanto que he deseado inútilmente tantas veces. Confieso, y en estos momentos hablo á los que me escuchan con natural franqueza, que jamás he tendido mi mano al infeliz que demandaba mi auxilio. He sido indiferente. La caridad es una farsa. Cuantos pudieron hacerme daño, me lo hicieron. Con la sonrisa y la hipócrita adulacion en los lábios, hundieron sin compasion en mi pecho el infame puñal de la calumnia; hoy no tengo lástima á nadie; todos mis amigos morirán como yo muero. El hombre, por su condicion, tiende á la tiranía cuando sacude la cabeza por encima de las grandes muchedumbres, Ꭹ al servilismo cuando encuentra en su camino al más fuerte. Sí, sí, repito que no me compadezco de nadie; si yo volviera otra vez al mundo, sería implacable con los aduladores; en vez de tenderles la mano, machacaria fuertemente la argolla que llevan al cuello, grabándoles en la piel, como al bruto, las iniciales de mi nombre. Cuando tantos declamadores vulgares hablan de libertad y tiranía, me divierto considerablemente. Esa libertad no es posible; los hombres se devoran los unos á los otros; no hay peor tirano que aquel que arrastró en otros tiempos la cadena. ¡Bah! Tarde se llegan

á conocer estas verdades; pero cuando la realidad se aparece desnuda á nuestros ojos, deseamos dejar para siempre esta vida estúpida y miserable.

Pepe Garcés calló al fin; y despues de algunos suspiros prolongados, quedó iumóvil como si le faltaran fuerzas para continuar su mal hilvanado discurso.

Pronto reinó en la estancia del desgraciado jóven la confusion más horrible y desordenada.

El hijo del senador habia muerto.

Marianela apareció al poco rato por una puertecilla oculta entre blancos y ricos cortinajes de seda, y viendo sólo el cadáver de su primo, corrió hácia él, abrazándose á su cuello, delirante y estampando un sólo beso en los lábios del difunto, como si hubiera querido darle animacion y vida.

Despues golpeó frenética su rostro con el del cadáver, hasta que, rendida y sin fuerzas, se desplomó sobre el lecho, murmurando estas palabras:

-¡Mio, mio para siempre!

XXII

A los pocos dias de los acontecimientos que acabamos de referir, Eduardo participaba á D. Pedro su resolucion de vivir oscuro y olvidado en los solitarios campos de Rivalta.

El senador habia caido en una tristeza al parecer desconsoladora. Don Rodrigo yacía entre tanto en un manicomio, clamando siempre contra los autores de su infortunio y de su deshonra.

¡Pobre hombre! ¡Extraño porvenir le aguardaba!

El senador, entre tanto, recibia los pésames de la sociedad entera por la muerte de su hijo, á la vez que la prensa se ocupaba de su nombre para enaltecerlo, con motivo de un asunto de vital interés entónces para todo el mundo.

Don Pedro habia realizado al fin los deseos de toda su vida.

¡Era ministro!

JOSÉ ALCÁZAR HERNANDEZ.

LAS ISLAS FILIPINAS

(Estudios históricos.)

(Continuacion.

XXXIII

No existe en Filipinas para el europeo ese período crítico de aclimatacion, que en América es causa de muchas enfermedades, por las que todos pasan con peligro de la vida, y esta es una ventaja más, que debe tenerse en cuenta para los que no conozcan el país. La aclimatacion en Filipinas consiste sólo en el acondicionamiento de la naturaleza al cambio de temperatura, que se efectúa gradual y regularmente, sin causar, por lo comun, graves perturbaciones en la economía. Piérdese, desde luego, parte de la gran actividad digestiva y respiratoria, propia de los países más frios, y el organismo pasa del estado sanguíneo al linfático y nervioso, por lo que siempre son convenientes las precauciones, evitando toda clase de abusos, interin la naturaleza va entrando en las condiciones regulares del clima. Los alimentos, mucho más ligeros, y, por lo tanto, no tan nutritivos como en España, van preparando el estómago en las circunstancias más propias al país, acostumbrando el sistema á la accion ardorosa sin enervar el organismo, que nunca se iguala al indígena, por más de que con los años se le vaya aproximando, y este cambio causa en algunos temperamentos varias enfermedades que, si no tienen importancia,

TOMO LXXXVII

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son, en cambio, lo suficientemente molestas para imponer un buen método de vida, único medio de precaverlas.

La naturaleza de los españoles es, entre las de todos los europeos, la que mejores aptitudes presenta para la permanencia en los países tropicales; los holandeses y los ingleses se aclimatan con muchísima dificultad en sus colonias, y lo propio sucede á los franceses, siendo un ejemplo la poblacion de la Martinica, donde la vida se hace con todo desahogo y comodidad, y en la que, no obstante, tiene que renovarse frecuentemente la raza europea, que por momentos disminuye. Autores de reconocida competencia atribuyen la facilidad de aclimatacion en los españoles á la mezcla de sangre siria y africana. que corre por sus venas, y nosotros creemos, además, que las condiciones cálidas de nuestra Península han de ser la principal causa de la buena disposicion en que se halla nuestra naturaleza para sufrir las altas temperaturas de los países tropicales.

Se ha notado en Filipinas que la permanencia de los europeos es ménos funesta en las personas de edad madura que en los jóvenes, lo que se comprende muy bien, pues estando en los primeros desarrollada por completo la naturaleza, los efectos del clima no impiden, en modo alguno, las funciones vitales, que en los otros se debilitan, impidiendo su desarrollo, observándose que la aclimatacion se efectúa por el sistema llamado de seleccion, por el cual los mejor dispuestos para la vida tropical prosperan y se desarrollan en más favorables circunstancias que en la Península.

Los indios en Filipinas disfrutan, por lo general, de buena salud, y alcanzan edades avanzadas, siendo comun ver hombres de setenta y ochenta años dedicados á las faenas más penosas, con la misma desenvoltura que hombres de treinta, y hombres de ciento y más años en el pleno uso de sus facultades. Entre los casos notables de longevidad, se cuenta el de un individuo que falleció en Bacon (Albay), el 23 de Noviembre de 1877, á la edad de ciento treinta años; el de un matrimonio que en Enero de 1879 vivia en la Concepcion (Tarlae), contando el marido ciento diez y nueve años y la mujer ciento veinte y tres, y el de un anciano que en el mismo año vivia en la isla del Corregidor, contando ciento veinte años, el cual desde muy

jóven habia servido en la marina real y asistido al célebre combate de Trafalgar, y cobraba de retiro la cantidad de 50 reales de vellon mensuales.

Tambien son notables en el país los casos de fecundidad en las mujeres. Es frecuente contar al año diez ó doce partos de tres y cuatro niños, y uno de los que recordamos fué en la Laguna, el 17 de Diciembre de 1879, en cuyo dia dió á luz una india cuatro niñas con la mayor felicidad. En las familias más numerosas figura la de D. Estanislao Campaña, capitan que fué del pueblo de Imus (Cavite), que nació el 7 de Mayo de 1801, se casó á los veinte años, y contaba en 20 de Setiembre de 1879 76 personas de familia, en la forma siguiente: 10 hijos, 43 nietos, sin contar 14 muertos; 14 biznietos y nueve hijos políticos.

XXXIV

Entre las enfermedades más comunes en Filipinas, y á las que está expuesto el europeo, figuran la disentería, el traspaso del hambre, el berbú y la sífilis. Son especiales del país las tres primeras, y por eso fijaremos en ellas nuestra atencion.

La disentería consiste, no como muchos creen, en una necesidad constante de deponer, sinó por el contrario, en un estreñimiento completo, con ansias de deposicion, que obliga á las secreciones mucosas en primer lugar, y á las sanguíneas últimamente, no cesando la gravedad hasta que se presentan las evacuaciones fecales, que son el primer síntoma de alivio. Esta enfermedad proviene de la inflamacion del intestino grueso, y se adquiere por todos los abusos, como la bebida, la vénus, etc., y tambien por los enfriamientos, en la época de los calores, por lo que se recomienda el uso de una sencilla faja de lana, la abstinencia del agua helada cuando uno se halla excitado, y la de sentarse en el suelo ú otro sitio caldeado. Cuando es epidémica, puede adquirirse por las pocas precauciónes del indivíduo, y, por lo general, no estando la naturaleza gastada, puede, con método y constancia, conseguirse la curacion, pues afortunadamente está bajo el dominio de la medicina.

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