Imágenes de páginas
PDF
EPUB

RÉGIMEN PARLAMENTARIO DE ESPAÑA

EN EL SIGLO XIX

APUNTES Y DOCUMENTOS PARA SU HISTORIA

. (Continuacion.)

PARTE SEGUNDA (1)

CAPÍTULO PRIMERO

Instalacion de las Córtes.—Declaracion de la soberanía nacional.— Negativa del obispo de Orense á prestar el juramento de obediencia al nuevo poder soberano, y primeras discusiones sobre asuntos de América.

Con el glorioso, unánime y legítimo levantamiento nacional iniciado de un modo tan imponente y majestuoso por el pueblo de Madrid el 2 de Mayo de 1808, quedó España sin autoridad soberana y sin la forma de gobierno hasta entonces co

(1) Nuestros lectores deben tener muy presente al leer estos artículos, para que no les extrañe la brevedad con que tratamos los asuntos y el silencio que guardamos sobre otros, que nuestro propósito ha sido exclusivamente el de reunir el mayor número de documentos, poco ó nada conocidos, señalando los que por su extension nos hemos podido publicar, y al propio tiempo apuntar algunos de los hechos más principales relativos al régimen parlamentario, para que, utilizándolos el historiador, pueda aclarar los puntos dudosos de nuestra historia parlamentaria ó demostrar el error allí donde los hechos no hubieran sido expuestos tan exactamente como resultasen de la documentacion y noticias que damos, fáciles de comprobar.

nocida. Creáronse, como hemos visto, las Juntas provinciales, llamadas de armamento y defensa; de éstas nació la Central, que resignó su soberanía más tarde en la Regencia. Ninguno de estos tres poderes se formó con arreglo á las leyes, por más que su legitimidad esté fuera de toda duda, porque las circunstancias excepcionales de la Nacion y la necesidad de salvar su independencia así lo exigieron: Salux populi suprema lex esto.

[ocr errors]

Todos esos gobiernos fueron creados por la voluntad nacional, pero no podian ser considerados constantemente como legítimos representantes de ella; era preciso crear uno que reuniera estas condiciones tan necesarias, y mucho más entonces, si no se habia de precipitar á la Nacion en los horrores de la anarquia. Para impedir que ésta llegase, se convocaron las Cortes de bien distinto modo y con fines bien opuestos á las convocadas y celebradas hasta entonces: no por merced y mandato de un indivíduo, sino por la voluntad nacional; puesto que no iba á tratarse en ellas del provecho de uno sólo, sino del bien y felicidad de todos.

La trasformacion iba á ser completa; de ella esperaban los españoles la salvacion de la pátria y las libertades que para lo futuro habrian de labrar su bienestar y su engrandecimiento; no es, por tanto, de extrañar el anhelo con que esperaban llegase el dia fijado para la apertura del soberano Congreso nacional.

Amanece, por fin, aquel deseado y para siempre glorioso y memorable dia 24 de Setiembre de 1810, notándose en la Real Isla, desde las primeras horas, ese movimiento precursor de las grandes solemnidades, que contrastaba visiblemente con el profundo y general silencio de las baterías y puestos avanzados 'de la extensa línea de tropas que corria desde Santi Petri á Cádiz. La mayor parte de los vecinos de esta poblacion se preparan á presenciar la ceremonia precursora de felices dias; todo era satisfaccion en los ánimos, alegría en los semblantes, esperanza en el corazon.de los españoles, y era, por el contrario, de desanimacion y tristeza en el enemigo que, silencioso y atónito, contemplaba lleno de admiracion, desde las próximas posi-" ciones que ocupaba, el valor y la confianza que tenian en la justicia de su causa los que, sin temor á las constantes amena

zas, siguen sin vacilar el camino que se trazaran para salvar la nacion y regenerar la pátria, ó perecer en la demanda, antes que ser esclavos del verdugo de la Europa.

Hé aquí cómo explica el insigne patricio D. Manuel José. Quintana el estado de ánimo de los españoles y los sentimientos que entonces experimentaban los verdaderos amantes de la libertad:

«Cargado el pecho con el rencor de tres siglos, donde apenas se presentan en los actos públicos de los usurpadores de la autoridad sino actos de violencia, ignorancia, supersticion y barbárie; indignado el ánimo con la degradacion en que nos tenian sumergidos estos veinte años de infamia y de demencia; haber visto encenderse la antorcha de la libertad en una nacion vecina que, al parecer, iba á comunicarla á las otras, para verla al instante ahogada por las manos furiosas del despotismo; sufrir en su pátria esta agresion sin exemplo, con la que la tiranía ha dado al universo la prueba más completa del horror que se la debe; ver despuntar en el sacudimiento nacional un rayo de esperanza hacia el bien, y temer de dia en dia, de un moménto en otro, que se desvaneciese esta esperanza; acordarse . de los ultrajes recibidos en su propia persona y la de sus amigos; representarse el insolente fasto de los principales agentes del poder, que se lo permitian todo, porque no eran responsables de nada, y la impudencia todavía más ofensiva de sus últimos sirvientes; contemplar el sistema tan bien combinado y tan atroz á un tiempo con que se habian puesto cadenas á la verdad para que no se comunicase, á la justicia para que se torciese, á la afliccion para que no gimiese, à la virtud para que desalentase, al valor, en fin, y á la nobleza de ánimo para que, comprimidos, pereciesen; y de repente verse quitar de en-cima esta montaña de pensamientos tristes y de memorias amargas; caer al suelo las puertas de hierro que cerraban la mazmorra tenebrosa en que antes suspirábamos, y saltar fieramente á respirar el aire, ver la luz, y andar el campo de la libertad: ¡ah! la sensacion que ocupó nuestro ánimo en el momento de tan gran mudanza, los que no la han sentido no sabrán imaginarla, y los que la sintieron no la expresarán jamás.»

[ocr errors]
[ocr errors]

Ahora vamos á detallar, tan minuciosamente como se merece, el ceremonial seguido en el acto de la instalacion de la primera Asamblea popular en España, que tuvo lugar en esta forma:

Colocados los Sres. Diputados en las Casas Consistoriales de la Real Isla de Leon, para donde hemos dicho fueron convocados, por el órden en que habia tenido lugar el reconocimiento de sus poderes, se presentó el Consejo de Regencia, saliendo despues todos á las nueve y media de la mañana para la iglesia formados de dos en dos, y cerrando la procesion el Consejo. Las tropas, tendidas de antemano en la carrera, hicieron los honores correspondientes al Rey, y el pueblo no cesó en sus aclamaciones durante el tránsito de la comitiva.

Una vez en la iglesia, se fueron sentando por el mismo órden en bancos preparados al efecto, y el Consejo al lado del Evangelio, bajo dosel, con una mesa delante, teniendo á sus costados dos secretarios del despacho (1). Dióse principio á la ceremonia por la misa, y luego que se hubo cantado el Evangelio, el obispo presidente hizo una breve exhortacion á los Diputados y al pueblo. Acto seguido, el secretario de Gracia y Justicia leyó por dos veces en alta voz la fórmula del juramento (2), que fué contestada afirmativamente por todos los Diputados, y en seguida el maestro de ceremonias fúé llamándolos

(1) Presenciaron el acto desde unas tribunas que se habian preparado de antemano el cuerpo diplomático, jefes militares y altos empleados civiles. (2) Héla aquí:

[ocr errors]

«¿Jurais la santa religion católica apostólica romaną, sin admitir otra al»guna en estos reinos? ¿Jurais conservar en su integridad la nacion española »y no omitir medio alguno para libertarla de sus injustos opresores? ¿Jurais > conservar á nuestro amado Soberano el Sr. D. Fernando VII todos sus > dominios, y en su defecto å sus legítimos sucesores, y hacer cuantos es»fuerzos sean posibles para sacarle del cautiverio y colocarle en el trono? ¿Jurais desempeñar fiel y lealmente el encargo que la Nacion ha puesto á vuestro cuidado, guardando las leyes de España, sin perjuicio de alterar, > moderar y variar aquellas que exigiese el bien de la Nacion?-Si así lo hi»ciéreis, Dios os lo premie; y si no, os lo demande. »>

Y todos por aclamacion contestaron: «Sí juramos. »>

D

Posteriormente, en la primera sesion secreta celebrada por aquellas Córtes el 25 de Setiembre, se pidió que se ampliase con la siguiente cláusula:

de dos en dos por el órden que se hallaban colocados, y acercándose á la mesa presidencial se arrodillaban y ponian la mano sobre los Evangelios en ella colocados.

Cantóse, por último, el himno del Espíritu-Santo y el TeDeum, regresando despues á la sala de Córtes (1) en la misma forma que se habian dirigido á la iglesia. El Consejo de Regencia, una vez en el salon de sesiones, se colocó en el trono, y cuando su presidente el Obispo de Orense hubo pronunciado un discurso alusivo al acto y al estado de la Nacion en aquellos momentos, comparándolo con el que tenia al encargarse de la direccion de los negocios públicos, se retiró despues de haber declarado instaladas las Córtes, á las que dejó sobre la mesa esta declaracion ó Memoria:

<«<Señor: Los cinco indivíduos que componen el Supremo >>Consejo de Regencia de España é Indias recibieron este dificil >>encargo, realmente superior á su mérito y á sus fuerzas, en »ocasion tal, que cualquiera excusa ó dilacion en admitirle hu>>biera traido perjuicios á la pátria; pero sólo lo admitieron, y »juraron desempeñarlo segun sus alcances, ínterin que, junto >>el solemne Congreso de las Córtes, establecia un gobierno ci>>mentado sobre el voto general de la Nacion. Ha llegado este >>feliz momento, tan deseado de todos los buenos españoles, y >>los indivíduos del Consejo de Regencia no pueden menos de >>hacerlo presente á la generalidad de sus conciudadanos para >>que, tomándolo en consideracion, se sirvan elegir el gobierno >>que juzguen más adecuado al crítico estado actual de la mo

Jurais guardar secreto en todos aquellos casos en que las Córtes manaden observarlo?»

Fué aprobada, y acto contínuo repitieron el juramento con esta nueva cláusula todos los diputados entonces presentes, acercándose de dos en dos á la mesa del presidente y poniendo la mano en el libro de los Evangelios. Los diputados que, por hallarse ausentes, no lo renovaron este dia, así como los que nuevamente iban llegando, lo prestaron despues con esta adicion.

(1) Destinóse para este objeto el espacioso teatro de la Isla, donde se habian verificado algunas obras para adaptarle en lo posible al objeto á que se destinaba. Los palcos se habian convertido en galerías; el primer piso, á la derecha, se habia preparado para el cuerpo diplomático, y las señoras de distincion á la izquierda; los pisos altos estaban destinados para el público sin distincion de sexos.

TOMO LXXXVII

15

« AnteriorContinuar »