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los hombres? Esto es lo que inmediatamente se desprende de las cifras consignadas; pero si se relacionan éstas con la poblacion respectiva, es decir, si tenemos en cuenta que por cada viudo hay dos viudas en España, y que por lo mismo no es extraño que mueran más de las segundas que de los primeros, resultará lo que debe resultar, y es que, en el estado de viudez, como en todos, la mortalidad de los varones es superior á la de las hembras. Como este ejemplo pudiéramos citar otros muchos; pero no se necesitan más para demostrar lo que con tanta facilidad se comprende.

Es, pues, evidente la necesidad de fijar el valor relativo de las cifras por medio de relaciones ó proporciones; pero en esto precisamente consiste la explicacion de los grandes y frecuentes absurdos en que suelen incurrir en este punto los que publican ó manejan datos estadísticos. Penetrados éstos de que el sentido y utilidad de las cifras estriba en su valor relativo, pretenden fijarlo á toda costa; y no disponiendo muchas veces de los indispensables elementos, establecen relaciones que, ó no dicen nada, ó constituyen un absurdo. En ocasiones tambien, y no obstante tener á mano todos los datos necesarios para obtener resultados completamente satisfactorios, se equivocan los términos, bien por no haberlos meditado antes, bien por seguir la rutina, que en Estadística, como en todo, ejerce perniciosísima influencia, y las cifras proporcionales obtenidas son todo lo inútiles ó absurdas que debe esperarse de un raciocinio en que se ha prescindido de la lógica. Nada más frecuente, por ejemplo, cuando se trata de comparar las fuerzas navales de distintos países, que relacionarlas, bien con la marina mercante de las naciones respectivas, bien con la extension de las costas que éstas tienen, y se procede así teniendo en cuenta que la marina de guerra está llamada á proteger los buques particulares y á defender las fronteras marítimas de cada Estado. Verdaderamente que convendria mucho encontrar un término de comparacion para fijar la importancia relativa de las fuerzas navales; porque el mismo número de buques con idéntico número de cañones é igual fuerza en caballos, puede ser muy suficiente para unos Estados y muy poco para otros: es tambien cierto que uno de los objetos de la marina de

guerra es el indicado; pero no es el único, porque á más de defender las costas y proteger la marina mercante, los buques de guerra tienen que acudir á cualquier punto del globo donde necesitan amparo las personas ó intereses de los súbditos de la nacion cuyo pabellon llevan; su esfera de accion puede decirse que no tiene limites, porque comprende todos los mares conocidos; y cuando los países comparados poseen colonias, es preciso tener muy en cuenta, para apreciar sus respectivas fuerzas navales, la situacion, importancia y demás condiciones de aquellas posesiones; porque segun sean éstas, así tambien será mayor ó menor el número de buques de guerra que se necesiten. Ahora bien: como es imposible reducir á cifras todos estos distintos elementos, antes que relacionar las cifras expresivas de las fuerzas navales de un Estado con otras, que por ningun concepto pueden conducirnos al resultado que se busca, debe optarse por consignar aquéllas y abandonar á otro género de consideraciones la demostracion de si el país de que se trata dispone ó no de la marina de guerra que necesita para tener debidamente protegidos los intereses nacionales. Que con frecuencia se consignan en las publicaciones estadísticas relaciones perfectamente inútiles, pruébalo el ejemplo que ya en otro lugar pusimos de la relacion entre la longitud de las vías férreas de un país y el número de sus habitantes. Si de dos naciones que posean igual territorio é igual número de kilómetros de ferro-carril no puede decirse que esté mejor servida bajo este punto de vista la que tenga más ni la que tenga ménos habitantes, porque ambas lo estarán en igual grado, y la mayor poblacion sólo podrá indicar mayor movimiento de viajeros, dato que más directamente pueden poner de manifiesto los recogidos por las empresas concesionarias, es evidente que la relacion de que nos ocupamos no puede obedecer sino á una costumbre introducida por el deseo de aumentar detalles, aunque sean completamente inútiles por no prestarse á ninguna deduccion provechosa. Tan inútil como la relacion entre la longitud de los ferro-carriles y el número de habitantes es la clasificacion, tan frecuente en algunas estadísticas penitenciarias, de los indivíduos existentes en esta clase de establecimientos segun la provincia de donde son naturales y la pro

porcion con relacion á 100 en que se encuentran los diferentes grupos obtenidos; porque claro es que cuanto más poblada esté una localidad, mayor contingente de hombres puede suministrar á los presidios; y no diremos que se encuentre en igual caso la relacion entre el número de delitos y la extension superficial del territorio, porque semejante cálculo, que jamás hubiéramos creido hubiese llegado á hacerse si no lo hubiésemos visto citado en un artículo firmado por persona digna del mayor crédito, es más que inútil, raya en lo ridículo por lo absurdo, y si de algo ha podido servir, habrá sido para dar la razon á los que consideran la Estadística como cosa fútil ó risible.

Hemos dicho que en muchas ocasiones la rutina es causa de que, pudiendo emplearse procedimientos muy racionales para fijar el valor relativo de las cifras, se eche mano de otros evidentemente imperfectos, y de esto podemos citar numerosos ejemplos. Y en otro lugar manifestamos que ha sido práctica muy admitida la de relacionar el número de casamientos contraidos en un año con los nacimientos legítimos registrados en el mismo período de tiempo, para deducir la fecundidad de los matrimonios. Hoy ya muy pocos la siguen; pero como todavía recurren algunos á este procedimiento, debemos aconsejar el que en sustitucion suya va introduciéndose, y es el de distribuir los nacimientos legítimos entre las mujeres casadas y aptas por edad para la procreacion; porque los hijos legítimos registrados en un determinado período de tiempo, no son producto esclusivo de los casamientos celebrados en el mismo, sino de todas las mujeres casadas que no han cumplido la edad en que por regla general dejan de concebir, por ejemplo, los cuarenta y cinco años; y si la falta de datos no permite proceder en los términos indicados, antes que relacionar los hijos legítimos con los casamientos contraidos, deben distribuirse sobre el número de matrimonios existentes en el país, que puede considerarse igual al total de varones casados, por ser muy raros los hombres que, residiendo en su pátria, tienen sus mujeres en el extranjero.

Reconocido el absurdo en que antes se incurria relacionando los hijos ilegítimos de un país con la poblacion, para deducir la mayor ó menor moralidad de ésta bajo aquel especial punto de

vista, la práctica generalmente seguida con este objeto consisie en referir á cien nacimientos de todas clases los ocurridos fuera de matrimonio; y no hay inconveniente en hacerlo así á falta de otros datos, con tanto más motivo, cuanto que los resultados obtenidos por este medio apénas se diferencian cuando se comparan entre sí con los alcanzados relacionando hijos ilegítimos con mujeres no casadas y aptas por su edad para la procreacion; pero indudablemente es mucho más racional este último procedimiento, razon por la que cada dia va ganando más en la práctica.

La clasificacion, tanto de los nacimientos como de las defunciones, segun los meses en que ocurrieron, ha inducido á averiguar la influencia de las estaciones en la natalidad y mortalidad de cada país, y el cálculo que al efecto suele hacerse es el de tomar por base un total de 12.000 nacidos ó muertos, segun el caso, suponer todos los meses compuestos del mismo número de dias, y relacionar á aquella cifra la correspondiente á cada mes. En nuestro concepto, es preferible calcular el número de nacimientos ó defunciones ocurridas diariamente en cada mes, esto es, dividir el total de nacidos y muertos por el número efectivo de dias de que cada mes consta, y esto por dos razones: 1.", porque de este modo se respeta la verdad en vez de adoptar una base falsa, cual es la de suponer todos los meses compuestos de igual número de dias; y 2.a, porque puede conducir á resultados inexactos, por cuanto á igual número de defunciones registradas en la totalidad del mes, debe resultar ménos favorecido, esto es, con mayor mortalidad, el mes más corto; y asignándoles el mismo número de dias, resultarán hallarse en el mismo caso, lo cual no es verdad. Un ejemplo pondrá más de manifiesto lo que decimos. Si tanto en Marzo como en Febrero se hubiesen registrado 3.000 defunciones, y se relacionaran éstas á 12.000, resultaria lo mismo la mortalidad de ambos meses, y sin embargo, esto no sería cierto, puesto que en Marzo habian ocurrido sólo 97 defunciones diarias y en Febrero 107. Si, empleando otro ejemplo, hubiesen muerto 3.083 personas en Marzo y 3.000 en Febrero, y se relacionasen estas cantidades con la indicada cifra de 12.000, Marzo apareceria en lugar más desfavorable que Febrero, y, no obstante, su mor

talidad habria sido menor, porque sólo habian ocurrido en él 99 defunciones diarias, y en Febrero habian llegado éstas á 107. Es, pues, defectuoso el cálculo admitido en la práctica; y puesto que los que lo emplean no vacilarian, sin duda, en desecharlo si fuese mayor la diferencia entre el número de dias correspondientes á cada mes, no deben insistir en aplicarlo, porque varía muy poco la duracion de cada mes.

Es tambien frecuentísimo relacionar el número de casamientos con la poblacion, para fijar la mayor ó menor falicidad con que los habitantes de cada país contraen matrimonio; tan admitido se halla este procedimiento, que no deja de figurar en ninguna estadística del movimiento de la poblacion, y, sin embargo, es defectuoso. Podria aceptarse sin inconveniente alguno si en la poblacion de todos los países guardaran las edades la misma proporcion entre sí; pero como no sucede esto, sino que presentan en este punto muy notables diferencias, es evidente que, en igualdad de circunstancias, se celebrarán más ó ménos matrimonios en un país segun sea mayor ó menor el número de personas aptas por su edad para tomar estado. Este dato, por consiguiente, y no la poblacion total, es el que debe servir de término de comparacion para determinar la mayor ó menor tendencia al casamiento en los habitantes de cada país. Segun nuestras noticias, nadie lo ha hecho así hasta el presente; pero esto no es razon para que no se adopte por todos los estadísticos, sabiendo éstos perfectamente lo mucho que varía, segun las naciones, la proporcion entre los habitantes de cada edad y la poblacion total.

Tampoco encontramos aceptable el cálculo generalmente admitido de relacionar el importe de la Deuda pública de cada Estado con la poblacion respectiva. La carga que aquélla representa será mayor ó menor, no segun el número de habitantes, que pueden ser muy ricos ó muy pobres, sino segun los recursos de que la nacion dispone para pagar el capital é intereses de la Deuda pública; y como el presupuesto es lo que mejor puede indicarnos la cuantía de estos recursos, con el presupuesto y no con la poblacion debe relacionarse el pasivo de cada Estado.

La falta de una buena clasificacion de los habitantes segun

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