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operaciones de las inteligencias y los movimientos de los corazones, trazándoles una órbita de la cual ni á los indivíduos ni á los pueblos les era dado desviarse. En una palabra, ni la tradicion ni la autoridad eran controvertidas por las generaciones que se iban sucediendo, encerradas en el cáuce trazado por los siglos, por el cual se deslizaban con un poder de inércia que ninguna fuerza humana parecia capaz de vencer ni contrarrestar.

Y no obstante esta fuerza apareció en el seno mismo de Europa, suscitada por el dedo de la Providencia que gobierna el mundo, en una forma primero imperceptible, pero que luego fué creciendo y agigantándose en proporciones tan colosales que invadió la religion, la filosofía, la literatura, el arte, la política, todas las manifestaciones, en fin, de la vida humana, causando la revolucion ó trasformacion más profunda que hayan visto los siglos. Este nuevo poder fué la critica.

Su primera aparicion fué en el terreno religioso, y su primera encarnacion la Reforma.

Efectivamente, el protestantismo empezó levantando al aire la bandera en cuyos pliegues por primera vez estaba escrita la palabra libre exámen. Tomando en sus manos los libros sagrados, cuya interpretacion la Iglesia habia, durante siglos, monopolizado, con un derecho que en estos momentos nos guardaremos de defender ni impugnar; les aplicó osadamente el escalpelo de la critica, buscando en sus oscuros, enigmáticos ó contradictorios textos armas para combatir los dogmas, las instituciones y las prácticas de la Iglesia romana; escudriñando sentidos que sus antecesores no habian siquiera sospechado, y logrando como resultado real y efectivo, si no oponer un cre o invariable ó una masa compacta á las huestes y doctrinas que venia á combatir, á lo ménos el reconocimiento de un derecho para la personalidad humana, la reivindicacion de los fueros que la Europa tenia desconocidos ú olvidados desde el principio de la Edad Media.

El progreso no detuvo aquí su marcha, sino que fué recor riendo por etapas su nuevo camino, cuya única garantía y poderoso talisman, tan vigorosamente ensayado en el mundo religioso, fué siempre el mismo: la crítica. Cuando los entendi

mientos empezaron á cansarse de las sangrientas luchas teológicas y del inútil pugilato de las escuelas sobre motivos de religion, apareció Descartes, nuevo Lutero de la filosofia, que llegando atrevido al campo cientifico donde imperaba sin resis tencia la autoridad del Maestro, ora se llamase éste Aristóteles, ora Scoto ó Santo Tomás, hizo resonar en todos los oidos la palabra relelion, declarando franca y paladinamente que todos los principios, todas las doctrinas hasta entónces reconocidas debian caer ante el poder y la autoridad de la critica, que les llamaba á residencia ante su tribunal inapelable, para continuar subsistiendo y dominando si eran fundados sus títulos, ó desaparecer olvidadas en el polvo de los siglos si la razon no sancionaba y consolidaba nuevamente sus afirmaciones.

Todo el mundo conoce esta nueva forma del espíritu critico condensada en la inmortal fórmula de la duda metódica. A su voz cayeron los ídolos de las escuelas y temblaron en sus cátedras los maestros de la tradicion, viéndose aparecer do quier jóvenes escuelas animadas de una nueva sávia y de un vigor desconocido, que empezaron á luchar con gloria y éxito con las antiguas, arrollándolas en casi todas las regiones de Europa y alcanzando el triunfo más envidiable, que era ingertar sus principios y procedimientos en el campo contrario; con lo cual quedaba reconocida la superioridad del método al cual rendia párias y honroso tributo génios ortodoxos como Bossuet, MaHlebranche, Fenelon y otros nombres no ménos ilustres.

La crítica fué haciendo su camino, amontonando ruinas y sembrando tambien su paso de grandiosas construcciones, hasta encontrar un nuevo paladion y héroe en el filósofo Bacon, que. con el mismo valor y franqueza de sus antecesores, aplicó esta palanca, más poderosa que la de Arquímedes, al mundo de las ciencias naturales, que hasta entonces yacian enervadas é inmóviles como las mómias del Egipto, por faltarles el contacto de la naturaleza y la atmósfera de la libertad. Aquí tambien el nuevo procedimiento dió por resultado destruir todos los principios, todas las rutinas y falsas teorías que se habian ido amontonando desde Aristóteles hasta Averroes y Avicenna, á través de todos los astrólogos y alquimistas de la Edad Media. Bacon sustituyó el imperio de la autoridad por el de la experien

cia, y á la aplicacion de este nuevo criterio nacieron, como por ensalmo, esta multitud de ciencias naturales que son la gloria más legítima de los tiempos modernos.

Robustecido el espíritu humano con tan colosales ejercicios, y animado con tan gloriosos éxitos, no podia ménos de intentar la redencion suprema; la que habia de romper las cadenas de los cuerpos, como se habian, en parte, roto las de las almas; la que habia de hacer efectivos y prácticos los progresos que ya se habian realizado, consagrando la dignidad de la personalidad humana, levantando los hechos que se habian consumado á la categoría de derechos del hombre; en una palabra: la redencion politica. Tambien fué la crítica quien se encargó de llevar á cabo esta descomunal empresa, encomendada particularmente á la revolucion francesa.

Aunque los héroes y fautores de aquel acontecimiento histórico, sin ejemplo en los anales del mundo, fueron Marat, Danton, Robespierre y otros hombres no ménos célebres, es bien sabido que éstos fueron sólo el brazo destinado á ejecutar lo que habian concebido, popularizado y hecho prevalecer en los espíritus Rousseau, Voltaire, D'Alambert y todos los enciclopedistas, que durante cincuenta años no cesaron de minar en los corazones los sentimientos de respeto y ciega adoracion á los idolos á que las otras generaciones habian rendido culto. Fueron aquellos filósofos como la fuerza oculta que condensa la nube y la carga de electricidad, que luego cae en forma de rayo, troncha árboles y desmorona torres gigantescas. Mas, ¿no fué, por ventura, el secreto agente de aquellos génios revolucionarios el espíritu critico, que no se detuvo ni amedrentó ante ninguna majestad, aplicando su alcance destructor, lo mismo á la nobleza que á los Reyes, á la Biblia que al sacerdocio?

Con estos precedentes llegó á la vida nuestro siglo, desembarazado el camino de tradicionales obstáculos en el órden de las ideas, aunque no completamente en el de los hechos, y continuó la obra demoledora, desplegando en batalla todas sus huestes á la vez, poniendo en juego todos los recursos amontonados por sus predecesores, centuplicados por los nuevos elementos que ponian á su disposicion los adelantos materiales.

La filosofía alemana continuó la obra de Descartes, agotando sus fuerzas en la crítica de la razon, comenzada por Kant y proseguida con obstinacion por Fichte, Hegel y Krause. El protestantismo sacó las últimas consecuencias del libre exámen, no deteniéndose ya ante la inspiracion sagrada de la Biblia, ni ante la divinidad de Jesucristo, como los primeros reformadores; pues Strauss y la escuela de Jubinga atacaron de frente estos últimos baluartes de la religion positiva de Europa, no dejando incólume ninguno de los dogmas que formaban el monumento religioso tradicional. El positivismo de Compte, Spencer y Littré hizo llegar la oleada revolucionaria hasta los dogmas de la razon, que habian respetado Rousseau y los enciclo pedistas franceses. El arte acabó de romper todos los moldes. así clásicos como románticos, y la política, rebasando ya sus límites naturales, que son los derechos del hombre, proclamados por la Constitucion del 89, invadió los dominios de la propiedad y de la familia, sentando como negacion suprema en Occidente el socialismo y en Oriente el nihilismo.

Hé aquí el proceso histórico de la crítica en la Edad Moderna, fuerza la más poderosa y vasta que haya aparecido en la historia. Al considerar la magnitud de sus demoliciones; al reflexionar que ella ha podido vencer al catolicismo, delante de quien muda se postró la tierra; al absolutismo, que monopolizaba la Europa; á la aristocracia feudal de la Edad Media; á las escuelas poderosas de los ergotistas, servidas por legiones innumerables y bien disciplinadas que se albergaban en los conventos y Universidades pontificias; á la autoridad de los inmortales génios de Grecia y del Lacio; en una palabra, romper, como el huracan, todos los obstáculos que se oponian á su paso, ó, como el fuego subterráneo, abrirse camino á través de los inmensos sedimentos depositados por los siglos: queda el entendimiento anonadado ante el poder incomparable de la crítica, que ha realizado en la historia una mision tan vasta, la más trascendental que á ninguna fuerza humana jamás se hubiera confiado.

Pero ocurre preguntar: esta mision, ¿es igualmente gloriosa que grande? La crítica, al operar con su escalpelo en el organismo social, ¿no ha herido ninguna de sus fibras vitales? Al

derribarlo todo, ¿no ha destruido tambien los criterios, negándose, por consiguiente, á sí misma?

II

El entendimiento humano ha nacido para la verdad, como el ojo para la luz, ó para el calor los organismos. Cuando aquel misterioso agente no lo vivifica, se enerva tambien, se extingue y muere; quedando absorbida su vida por las agitaciones inconscientes de la vida material.

Para realizar sus altísimas funciones se le han concedido al pensamiento humano los criterios, que vienen á ser como instrumentos, mediante los cuales consigue y aprehende su objeto, como los cuerpos alcanzan el suyo por medio de los órganos materiales. Mas como la vida del espíritu es vasta, casi infinita, por esto el alcance de sus criterios se extiende á todos los mundos donde puede encontrar elementos vivificantes de verdad: al invisible ó absoluto por el ministerio de la razon, al de su propio sér por medio de la conciencia, al del mundo exterior por el órgano de los sentidos.

Además de estos criterios, se pone en comunicacion el alma con la verdad por otros conductores accidentales ó históricos que suplen ó completan los primeros, como son el testimonio de los hombres y el prestigio de la tradicion. Fijar hasta qué punto todos estos criterios son legítimos y merecen respeto sus oráculos; trazar la línea divisoria ó los mojones de su respectivo imperio; distinguir, en fin, los límites de su autoridad y de su tiranía, esta es la empresa en que han fracasado las escuelas y los sábios, y de cuya confusion ha procedido el estado de incertidumbre y excepticismo en que se encuentran actualmente las inteligencias.

Es un hecho que la crítica ha destruido todos los criterios, ó, como decia un célebre orador contemporáneo, ha roto todos los moldes, así los que habia labrado la razon como la revelacion, la Edad Moderna como la venerable antigüedad. Ya lo hemos dicho: de la Biblia, que respetó la revolucion religiosa de Lutero, no ha dejado la moderna crítica ni la inspiracion;

TOMO LXXXVII

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