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les y hechuras del cardenal; lo cual, aunque se hizo con sosiego y sin resistencia, dió ocasion á que em pezára á manifestarse en la córte cierto espíritu de oposicion al nuevo gobierno.

En estas medidas, y señaladamente en la deferencia á los consejos de Portocarrero, no hacia Felipe sino seguir las instrucciones que de Luis XIV., su abuelo, habia recibido, y en que le decia: «Tened gran confianza en el cardenal Portocarrero, y mostradle la buena voluntad que le teneis por la conducta que ha observado (1).»

(1) Primeras instrucciones de Luis XIV. á su nieto:

«No falteis jamás á vuestros deberes, en especial con respecto á Dios; conservad la pureza de las costumbres en que habeis sido educado; honrad al Señor siempre que podais, dando vos mismo ejemplo; haced cuanto sea posible para ensalzar su gloria; lo cual es uno de los primeros bienes que pueden hacer los reyes.

>>Declaraos en todas las ocasiones defensor de la virtud, y enemigo del vicio.

»No tengais jamás afecto decidido á nadie.

>> Amad á los españoles y á todos los súbditos que amen vuestro trono y vuestra persona: no deis la preferencia á los que mas os adulen; estimad á aquellos que no teman desagradaros á fin de inclinaros al bien, pues que estos son vuestros amigos verdaderos.

>>Haced la felicidad de vuestros súbditos, y con este intento no emprendereis guerra alguna

sino cuando os veais obligado á ello, y que hayais considerado bien y pesado en vuestro consejo los motivos.

>>Procurad poner concierto en la hacienda; cuidad de las Indias y de vuestras flotas, y pensad en el comercio.

»Vivid en estrecha union con Francia, no siendo nada tan úti! para ambas potencias como esta union, á la cual nada podrá resistir.

>> Si os veis obligado á emprender una guerra cualquiera ponéos al frente de vuestros ejércitos, con cuyo fin procurad regularizar vuestras tropas, empezando por las de Flandes.

>>Jamás abandoneis los negocios para entregaros al placer, pero estableced un método tal que os dé tiempo para el recreo y la diversion.

«Nada bay mas inocente que la caza y la aficcion á las cosas del campo, con tal que no os ocasione esto gastos excesivos.

»Prestad grande atencion á los

Una vez lanzados los dos ministros Portocarrero y
Arias en el camino de las reformas, no perdonaron
ni á los establecimientos de beneficencia, ni á las mi-

serables viudas, y, lo que fué peor para ellos y les

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»Tened gran confianza en el
cardenal Portocarrero, etc.

No olvideis á Bedmar, go-
bernador de los Paises Bajos, que
es persona de mérito, y capaz de
serviros bien.

>>Dad entero crédito al duque
de Harcourt, pues es hombre há-
bil, que os dará consejos desinte-
resados, no teniendo en cuenta
mas que vuestro interés.

»Procurad que los franceses no
salgan jamás de los límites del
respeto, y que no falten á lo que
os deben.

>> Tratad bien á vuestros servi-
dores, pero no useis con ellos de
familiaridad estremada; que no
sean confidentes vuestros, pero
servíos de ellos mientras sean
prudentes, y despedidlos á la me-
nor falta, no apoyándolos jamás
contra los españoles.

»No tengais mas trato con la
reina viuda que aquel de que no
podais dispensaros: haced de mo-
do que salga de Madrid, pero pro-
curad que no salga de España.
Observad su conducta, y no con-
sintais que se mezcla en negocio
alguno: mirad con recelo á los que
tengan con ella trato demasiado
frecuente.

»Amad siempre à vuestros deu-
dos, recordando el dolor que han

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tenido al separarse de vos. Con-
servad con ellos contínuas rela-
ciones, sobre todo en los negocios
importantes; en cuanto á los pe-
queños, pedidnos todo aquello que
necesiteís y no se halle en vues-
tro reino, que lo mismo haremos
nosotros,

» No olvideis jamás que sois
francés por lo que pueda aconte-
cer. Cuando tengais asegurada la
sucesion de España en hijos que
os conceda el cielo, id á Nápoles,
á Sicilia, á Milan y á Flandes, lo
cual nos dará ocasion de volver á
vernos: mientras tanto visitad la
Cataluña, Aragon y otras provin-
cias; no descuidando lo que con-
venga hacer en Ceuta.

»Arrojad algun dinero al pue-
blo cuando os halleis en España,
y especialmente al entrar en Ma-
drid.

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»Evitad cuanto podais el con-
ceder gracias á los que dan dinero
para alcanzarlas.

» Dad oportuna y liberalmente,
y no acepteis regalos, á menos
que no sean bagatelas; y cuando
no pudiéreis evitarlos, haced otros
de mas valor que los que recibié-
reis, pero con intérvalo de algu-
nos dias.

» Tened una caja en que con-
serveis lo que merezca estar mas
reservado, y cuya llave guarda-
reis vos mismo.

>> Concluyo dándoos un consejo
de los mas importantes: no os de
jeis gobernar: sed siempre amo,
no tengais favorito ni primer mi-
nistro. Escuchad y consultad á los

atrajo mas enemigos, ni á los militares, cuyos sueldos se rebajaron, en ocasion que ellos esperaban iban á llover las gracias, como suele ser costumbre al advenimiento de un nuevo soberano. A estos motivos de descontento para una gran parte del pueblo y de familias respetables se agregó una medida que hirió en lo mas vivo el orgullo nacional, á saber, la de dar á los pares de Francia los mismos honores y consideracion que á los grandes de España ("). Sucedió

de vuestro consejo, pero decidid, Dios que os hace rey os dará todas las luces necesarias, mientras abrigueis buenas intenciones.» William Coxe, España bajo el reinado de la casa de Borbon, cap. 1.

(1) El duque de Arcos, como grande de España, elevó al rey una enérgica y sentida representacion en queja de esta providencia, haciéndole ver por la historia que ningun monarca se habia atrevido á conceder tales honores y prerogativas á los estrangeros, por elevada que fuese su calidad, como no fuesen príncipes de la sangre. Al final de ella se lee el siguiente curioso párrafo, que nos da idea de los privilegios que entonces gozaban los grandes de España.

Y si V. M. fuese servido de mandar examinar todos los archivos, y consultar nuestras verdaderas historias, hallará en ellas lo que fuimos y lo que somos. Y que las mismas casas y familias, extintas muchas ya, las cuales se decian ricos-hombres entonces, son las que hoy se llaman grandes, con los mismos derechos y los mismos privilegios de cubrirse, de sentarse, de ser tratados cen gra

.

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do de primos, de presidir en las Córtes á todos los del gremio de nuestra nobleza, de tomarse las armas cuando entran por la posesion de grandeza á besar la mano, ponérseles guardas en los ejércitos donde residen ó por donde pasan; y cuando entren en las metrópolis de Aragon, Navarra y Cataluña, visitarlos las ciudades y los reinos, y si iban á los de Italia, los vireyes, como en Nápoles, Milan, etc., dándoles preferencía en su casa y en la calle que no estilan con otro alguno; no pueden sin cédula especial rendirse a prision, que es lo mismo que no estar sujetos á la justicia ordinaria, con los mas privilegios que sonnotorios: demostraciones todas que en cualquier estado monárquico arguyen ser los primeros y mas cercanos al príncipe, y que no manteniéndolos éste, se sigue un grave perjuicio al mas autorizado brazo de la nacion española, etc.>>

Poco debió agradar al rey esta representacion, hecha en julio de 1704, cuando el 19 de agosto le pasó el real decreto siguiente.«Excmo. Señor.-El rey N. S. »>(Dlos le guarde) me manda decir »á V. E. será muy conforme á las »grandes obligaciones de V. E. y

tambien (y esto era de esperar, porque es una consecuencia casi natural de la venida de un monarca estrangero), que la córte se fué inundando de franceses de todas las clases, de los cuales unos, pertenecientes á la plebe, desacreditaban su pais con sus vicios é insultaban á los naturales con sus escesos, otros de mas elevada esfera, envanecidos con habernos dado un monarca de su nacion, aspiraban á introducir sus trages, uniformes, usos y costumbres, y hasta las salsas. francesas en la real cocina; innovaciones que no podian dejar de ser de muy mal efecto en un pueblo el mas apegado á sus antiguos hábitos.

Distaban mucho Portocarrero y Arias, por su carácter, por su talento y por su política, de ser á propósito para captarse las voluntades y hacerse partido, ni para acreditar su gobierno y administracion, ni menos para atraer y afianzar el cariño del pueblo hácia el nuevo soberano. Engreido Portocarrero con los servicios que habia hecho á la casa de Borbon; avaro de influencia y de poder; pareciéndole poca toda rècompensa á sus merecimientos; mañoso para inspirar mútuas desconfianzas entre el monarca y los grandes, y para alejar á éstos de palacio, so color de preservar al rey de la esclavitud en que habian tenido á Cár

»á la representacion de su digni» dad el pasar luego á Flandes á »dar ejemplo con su persona y » valor en el ejército de S. M., co>>mo se lo ordeno, de que aviso á «V. E. para que lo tenga entendi

»do. Dios guarde á V. E. muchos »años como yo deseo. Palacio, 19 » de agosto de 1701.-Don Antonio »Ubilla.-Sr. duque de Arcos.»MS. del archivo de la Real Academia de la Historia, Leg. 9, v. 15.

los II. los favoritos; dando el dictado de austriacos á todos los que queria desacreditar, ó que le inspiraban celos; lento y nada lince en el despacho de los negocios; reservado, adusto y terco con los inferiores; flexible, acomodaticio y agasajador con los que calculaba que podian serle útiles; adulador hasta la bajeza con Luis XIV., cuyos deseos quisiera adivinar, y cuyas indicaciones eran para él como leyes, que hacía ejecutar sin exámen, y sin mirar si eran útiles ó perniciosas á los intereses de España; imprudente en las reformas é inconsiderado con las familias que quedaban arruinadas, ni siquiera sabia ser político con el monarca francés á quien se habia propuesto servir; por que egoista antes que todo, cuando observaba que una medida producia gran descontento y excitaba antipatías, apresurábase á culpar de ella á la córte de Versalles, y hacer recaer el ódio popular sobre el mismo á quien él servilmente la habia propuesto.

Aunque de mas talento y mas apto para los negocios don Manuel Arias, presidente del consejo y cámara de Castilla, no era ni mas tratable y espansivo, ni menos áspero que el cardenal, y acaso le excedia en el servilismo y humillacion con los que necesitaba. Veía con envidia la púrpura que adornaba á su compañero, y con la esperanza de vestirla y de llegar á ser inquisidor general y primado de España, se acogió á la Iglesia y se hizo sacerdote á los cincuenta años, y obtuvo la mitra de Sevilla. De sus ideas po

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