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ño que provecho, y dar ocasion á los enemigos á que ellos pusieran la mano en lo mas sagrado. Y asi era de parecer que se limitase á los depósitos y rentas de los espolios y vacantes; con el cual se conformó S. M., y por real decreto mandó á don Francisco Ronquillo, gabernador del Consejo de Castilla, que diera desde luego las providencias necesarias para que se recogiesen los frutos del arzobispado de Toledo y de otros que se hallaban en igual caso.

Verdad es que despues de la salida de los reyes representó el Consejo que S. M. no podia poner la mano en tales frutos y rentas, y que asi sería mejor dejarlo al cuidado de la iglesia de Toledo, que ella sabria dar las providencias que conviniesen. Pero indignado el rey, contestó á aquella representacion: «Lo >>que he mandado al Consejo es que ejecute mi reso>>lucion, no que dé dictámen; y cuando no tuviese > mi conciencia bien asegurada, nunca pediria dictá» men sobre ello al Consejo, por no ser de su inspec»cion. Y extraño mucho que sabiendo vos el gober>>nador, y vuestro hermano don Antonio Ronquillo, y » no ignorando los demas de ese Cousejo el dictámen >>que para este valimiento he tenido, y las demas pro>>videncias que hasta aqui he dado sobre las materias >>eclesiásticas, con parecer de ministros de Estado y » de Justicia, y de teólogos, ahora se me pretenda em>> barazar todo, en ocasion que por no haberse hecho >> en tiempo lo que he mandado se hallan ya los ene

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>>migos en parage donde han ocupado la mayor parte » de los frutos y rentas de esta vacante, y que muy en >> breve las ocuparán del todo, siendo este el fruto que » se saca de uo haberse obedecido, y el cuidado que >> el Consejo parece que pone para embarazarme á mí » los medios, y franqueárselos á mis enemigos; de mo»do, que á no estar persuadido de vuestra fidelidad, >> creeria que ésta no era inadvertencia ni ignorancia, »sí una malicia muy perjudicial á los intereses de la >> corona y de mis vasallos; y asi lo tendreis entendido, >> para que por cuantos medios fueren posibles se pro>>cure por ese Consejo remediar el daño que se ha seguido de la inobediencia.» Hubo, pues, que hacer lo que el rey mandaba, aunque luchando con algunas dificultades, si bien lo que entonces se sacó de aqueIlas rentas fué de corto socorro.

Salieron los reyes de Madrid la mañana del 9 de setiembre (1710), con el llanto en los ojos la reina, con pena y amargura en los corazones todo el pueblo, dejando el gobierno de la poblacion á cargo del ayuntamiento, y por corregidor interino á don Antonio Sanguinetto, con órden de que cuando los enemigos pidiesen la obediencia se la dieran sin dilacion, á fin de evitar el saqueo y demas estragos que pudiera traer la resistencia; y asi se verificó cuando á nombre del archiduque la pidió lord Stanhope, saliendo cuatro regidores á recibirle en representacion de la villa (21 de setiembre, 1710). Al siguiente dia de la entrada

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del general inglés se sacaron por mandato suyo de la iglesia de Nuestra Señora de Atocha todas las banderas y estandartes que en aquel templo se conservaban como gloriosos trofeos de los triunfos de las armas españolas, y despues de pasearlas por las calles de Madrid las llevaron á su ejército. El 26 llegó el grueso de las tropas aliadas á Canillejas, donde fueron á prestar homenage á su rey algunos grandes y prelados adictos á su causa, entre ellos el arzobispo de Valencia y el auxiliar de Toledo. Hasta el 28 no hizo su entrada el archiduque en Madrid, quedando muy poco satisfecho del frio recibimiento que se le hizo, guardando el pueblo un silencio profundo y desdeñoso, cerrando puertas y balcones, mostrando en la pobreza y escasez de las luminarias el disgusto y la violencia con que cumplian el bando, y aun oyéndose por la noche vivas á Felipe V. De modo que herido en su amor propio se volvió á su quinta, donde tuvo besamanos el 1.° de octubre para celebrar el aniversario de su natalicio, que aquel dia cumplia los veinte y cinco años de su edad.

Fué ciertamente cosa estraña, y que parece inesplicable, que habiendo el archiduque salido de Zaragoza el 26 de agosto, hallándose con un ejército victorioso y fuerte, derrotado y disperso el del rey, absortos los ánimos, y resuelto Felipe á abandonar la córte por no considerarse seguro en ella, cosa que el austriaco no podia ignorar, tardára mas de un mes en

venir á Madrid; sobre cuya injustificable lentitud se escribieron papeles y se publicaron escritos satíricos que ponian en ridículo la imperdonable calma de quien se mostraba tan afanoso por conquistar el trono español; asi como sobre las cualidades de las personas que nombró para los consejos y tribunales (").

Hízose notable el gobierno del archiduque en Madrid, ó sea del titulado rey de España Cárlos III., por algunas de sus medidas. Mandó bajo pena de la vida que le fueran presentados cuantos caballos hubiese, los cuales fueron destinados, sin pagarlos á sus dueños, á la formacion de un regimiento titulado de Ma

(4) Entre estas publicaciones podemos citar una Carta que se suponia escrita por el marqués de las Minas al general Staremberg, para demostrar la diferencia entre la actividad de aquel cuando ocupó la capital del reino en 1706, y la tardanza de éste, gastando un mes en llegar á Madrid, cuando no habia nada que se lo estorbase.-Una relación ó consulta hecha á Su Beatitud sobre lo sucedido en la córte y sus contornos con las tropas de los aliados mandadas por el conde de Staremberg bajo las órdenes del archiduque don Cárlos de Austria. En el párrafo 3.° de este escrito, que firmaba el licenciado don Luis Antonio Velazquez, se hacia una descripcion del aspecto melancólico que presentaba el pueblo de Madrid á la entrada del archiduque, y se decia que los ministros puestos por él habian sido todos castigados por traiciones y otros delitos, y que los principales eran tres, uno a quien el almirante sa

có la toga porque supo disponer una corrida de toros, otro que habia dejado el hábito de San Francisco, y otro á quien un clérigo habia dado una bofetada en palacio delante de toda la córte por ser un traidor; y que los alguaciles eran todos gente condenada á pena de muerte por sus crímenes.

Por este órden se publicaban multitud de escritos, con títulos muchos de ellos estravagantes y del gusto de aquel tiempo, como Gaceta de Gacetas, Noticia de Noticias y Cuento de Cuentos, etc.: los Memoriales del Pobre de las Covachuelas al Doctor Bullon; Historia del Calesero en verso; Luces del Desengaño y destierro de tinieblas, etc.-Tenemos á la vista un grueso volúmen en que se recopilaron los escritos de este género de aquel año, los cuales dan á un mismo tiempo idea del espíritu público que dominaba y del gusto literario de la época.

drid, cuyo mando se confirió á don Bonifacio Manrique de Lara, asi como se formaron otros con los nombres de Guadalajara y Toledo. Dióse un bando para que todas las señoras, madres, esposas, hijas ó hermanas de los grandes que habian seguido al rey á Valladolid, saliesen inmediatamente de la córte y pasasen á Toledo en el término de cuatro dias, lo cual ejecutaron desde luego algunas. Hizo esta medida grande y profunda sensacion en la córte y en toda España. El general francés duque de Vendôme (que por los motivos que luego dirémos habia sido enviado por Luis XIV. á su nieto Felipe) escribió desde Casa-Tejada, donde se hallaba el cuartel real, una enérgica carta al conde Guido Staremberg quejándose de tan inaudita tropelía. Contestóle el general del archiduque esplicándole el motivo de aquella providencia, que habia sido, decia, para que estuviesen mas res petadas y seguras, y para librarlas de los desórdenes, escesos y desacatos á que suelen entregarse asi los soldados como la plebe en las grandes poblaciones en novedades y circunstancias como la entrada de un ejército estrangero, y que asi la medida, lejos de haber sido de rigor, lo era de consideracion, respeto y galantería á aquellas señoras. Y para acreditarlo asi, hallándose el archiduque en Cien pozuelos, espidió un decreto ordenando que las que en cumplimiento del anterior edicto habian pasado á Toledo pudieran regresar á la córte, ó establecerse en el punTOMO XVIII.

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