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Dicese que D. Cárlos es de limitado talento porque no posee todas las dotes militares que constituyen un consumado jeneral; pero los que le han tratado de cerca atestiguan lo contrario, pues si bien es cierto que carece de algunas cualidades guerreras, su espiritu es recto y su razon despejada, como lo comprueba su habilidad en SObreponerse a las dificiles circunstancias de que se ha visto estrechado tantas veces. Táchasele de fanático porque, dotado de una sólida piedad, cumple escrupulosamente, y si se quiere con minuciosidad, los deberes del cristiano; pero bien se deja conocer que de ser minucioso en las prácticas relijiosas á ser fanático hay una distancia inmensa. Por último, se le trata de sanguinario porque sus partidarios asesinaban, saqueaban y cometian otras atrocidades que él no autorizaba ni podia evitar, porque son calamidades inherentes á las guerras, y mucho mas á las guerras civiles: ademas, ¿podian acaso evitar los jenerales de Isabel II los crímenes y tropelias de la soldadesca desenfrenada cuando entraba en una poblacion enemiga? Esto era imposible.

Léanse los periódicos publicados en Madrid en aquella época fatal, y se hallarán fusilamientos, incendios, y otros atentados cometidos por soldados que no eran los de D. Carlos, y de cuyos crímenes se lamentaban aquellos periodistas. Véase, pues, como el confinado de Bourges no merece las odiosas calificaciones con que gratuitamente se le ha querido denigrar.

Nosotros, á fuer de historiadores verídicos, nos proponemos referir en esta obra algunos sucesos desconocidos y aclarar otros oscurecidos ó desfigurados; pero sin comentarios de ninguna especie; porque únicamente de esta manera podremos cumplir con el deber que nos imponemos al tomar la pluma, y librarnos de los inconvenientes que hemos espuesto al principio. Los hechos, por sí solos, dirán lo suficiente.

DE

DON CARLOS.

CAPITULO PRIMERO.

Nacimiento de D. Cárlos.-Sus estudios.-Su cautiverio en Francia.Firmeza de D. Carlos en el consejo de Marrac.-Su oposicion á la constitucion de 4842.-Casamiento de D. Carlos con la princesa de Portugal Doña Francisca de Asís.-Principios políticos de D. Carlos.Epoca de 1820 à 1825.-Carácter de D. Carlos.-Levantamiento carlista en Cataluña, atribuido á D. Cárlos.-La corte dividida en dos partidos.-Manejo de los partidarios de la reina para escluir á D Cárlos de la sucesion à la corona.-Grijalba y Calomarde.-Abolicion de la ley Salica.-Protesta de los reyes de Francia, Nápoles y Cerdeña.-Nacimiento de la infanta Doña Maria Isabel.

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ON CARLOS MARIA ISIDRO DE BONBON, hijo segundo de Cárlos IV rey de España, y de la reina Maria Luisa, nació el 29 de marzo de 1788, en el real sitio de Aranjuez. Desde sus mas tiernos años manifestó estraordinarias disposiciones para el estudio, y el rey su padre confió los cuidados de su educacion á los sábios padres Scio y Bencomo. La filosofía, sobre todo, fué lo que pareció interesar de un modo particular á D. CARLOS; aplicó á ella todos sus instantes, y con grande satisfaccion de sus venerables preceptores, hizo en esta ciencia admirables progresos. No sabia entonces el jóven príncipe cuánto le habia de

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servir algun dia esta filosofía cristiana que bebia en el senɔ de la relijion, para apreciar en su justo valor los bienes y los males de esta miserable vida. Tampoco sabia que desterrado por dos veces en una tierra estranjera, no tendria otro consuelo que la fuerza de su espíritu, esa fuerza que la razon sujiere, que la relijion confirma, que la fé hace invencible, y que el justo mira como el único bien que le resta despues del naufrajio, porque ella le enseña á sobreponerse á su desgracia, le afirma en sus esperanzas y le proporciona consuelos en la adversidad.

El jeneral D. Vicente Maturana fué el encargado de enseñar al jóven príncipe el arte militar, hasta completar su educacion, y entonces le dieron por directores al marqués de Santa Cruz y al duque de la Roca.

D. CARLOS no manifestó menos aptitud para esta nueva ciencia, que la que habia mostrado en los estudios literarios y en la filosofía; parecia que un noble presentimiento le anunciaba que no tardaria en tener necesidad de servirse de los conocimientos que adquiriese en sus estudios. En efecto, apenas salió D. CARLOS de la tutela y dejó los maestros, sobrevino aquella gran catástrofe que privó á la España de sus lejítimos reyes.

Napoleon, que no atendia á la justicia ni á la buena fé cuando se trataba de satisfacer su ambicion y sus intereses, se precipitó repentinamente sobre la España su aliada, y con pretestos especiosos consiguió que la familia real fuese à Bayona (1808), donde quedó cautiva. La conducta que D. CARLOS observó en esta ciudad en vista de las órdenes tiránicas de Napoleon, y á pesar de los recuerdos todavía recientes de los sangrientos fosos de Vincennes, manifestó claramente su valor y su firmeza. Esta fué la primera ocasion en que tomó parte en la política, pues habia permanecido estraño á los acontecimientos de Aranjuez que ocasionaron la abdicacion de su padre. En el consejo celebrado en el castillo de Marrac para proponer á los infantes, de parte del emperador de los franceses,

que renunciasen sus derechos á la corona de España, y aceptasen en cambio el reino de Etruria, solo D. CARLOS conservó su dignidad de principe. El tímido Fernando estaba atemorizado con las amenazas de Napoleon; Escoiquiz opinaba que se cediese à aquella voluntad de hierro; pero D. CARLOS, que apenas rayaba en los veinte años, se pronunció abiertamente contra toda condicion deshonrosa para su nacimiento, protestó altamente contra la violacion de sus derechos, y con un acento de dignidad que produjo grande efecto, esclamó: Mas vale morir que vivir sin honor; yo no consiento.

Napoleon, en desprecio de la majestad real, de la fé de los tratados, y del derecho de jentes, hizo trasladar al rey Fernando VII y á los infantes á Valencey, donde debian permanecer prisioneros.

Los leales españoles, aunque deploraron la suerte de sus príncipes, no se limitaron à los sentimientos de un estéril dolor; bien pronto estalló por todas partes el fuego de la venganza; en pocos dias se cubrió la España de combatientes, que juraron esterminar á sus falaces enemigos, y sabido es con qué valor y constancia supieron llevar a cabo esta resolucion que tan fatal fué á la Francia, porque el heroismo de los que peleaban por su rey y por la independencia de su patria, obligó á los franceses á abandonar un suelo que ya se habia tragado seiscientos mil hombres de las mejores tropas del imperio. Esta guerra de esterminio agotó los recursos de la Francia.

Por último, el héroe que supo convertir en su propio provecho todas las ventajas de la revolucion francesa, que por un instante llenó de espanto á los reyes, aterró á sus enemigos, inundó el mundo de un torrente de gloria, y reanimó el abatido orgullo de la nacion francesa, acabó su mision. Este temible coloso, este jigante esterminador,: fué relegado á un punto del globo, donde algunos hombres solamente bastaron para contener los terribles efectos de aquel jenio, tan vasto como el universo que humilló á sus pies.

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D. CARLOS participó de la larga cautividad de su hermano en Valencey, y no volvió á su patria hasta el año de 1814. A su vuelta á España, tuvo una parte en el entusiasmo con que los españoles recibieron á sus príncipes despues de seis años de ausencia. El gobierno que rejía entonces á la nacion era constitucional, y las cortes resolvieron que no se permitiese ejercer la autoridad real á Fernando hasta que hubiese jurado la constitucion de 1812 en el seno de la representacion nacional. D. CARLOS fué uno de los primeros que se opusieron á que el rey aceptase esta ley fundamental, y hé aquí el orijen de ese odio inveterado que el partido liberal ha manifestado constantemente á D. CARLOS, haciéndole aparecer como el mas intolerante representante del absolutismo.

El 29 de setiembre de 1816 se efectuó el casamiento de D. CARLOS Con doña María Francisca de Asís, hija de D. Juan VI, rey de Portugal. Esta ilustre princesa, mas recomendable por sus virtudes que por el esplendor de su nacimiento, trajo á la corte de España esa dulce humildad, tan rara en los palacios de los soberanos, esa paciencia esa moderacion y caridad que saben conciliarse todos los afectos. El cielo bendijo semejante union, y de ella nacieron tres hijos, D. Cárlos Luis, D. Juan Carlos D. Fernando. El primero de estos fué al principio educado por su misma madre, que, á ejemplo de Blanca de Castilla, creyó que el primer deber de una princesa es el de instruir á sus hijos en los principios de la relijion y formar su corazon para la virtud.

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Entretanto se ocupaba D. CARLOS del gobierno del Estado, cuyo importante cuidado le habia confiado Fernando, que en todo descansaba en él, porque miraba á su hermano como el alma de sus consejos y como el mas firme apoyo de su trono. Comunmente presidia D. CARLOS, en ausencia del rey, el consejo de la Guerra y el de Estado: al mismo tiempo era coronel del escojido cuerpo de caballería conocido con el titulo de carabineros reales.

Fiel á los principios que deben formar la base de todo

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