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fatales habian sido á la España cuantas veces se habian ensayado, trató de inspirarle confianza y ganarse su afecto con la publicacion del célebre manifiesto de 4 de octubre, en el cual anunciaba la marcha política que seguiria su gobierno, y se mostraba tan apegada á la monarquía pura, como pudiera estarlo el mismo D. CARLOS. Decia así el manifiesto:

«Sumerjida en el mas profundo dolor por la súbita pérdida de mi augusto esposo y soberano, solo una obligacion sagrada á que deben ceder todos los sentimientos del corazon, pudiera hacerme interrumpir el silencio que ecsijen la sorpresa cruel y la intensidad de mi pesar. La espectacion que escita siempre un nuevo reinado, crece mas con la incertidumbre sobre la administracion pública en la menor edad del monarca: para disipar esa incertidumbre y precaver la inquietud y estravio que produce en los ánimos, he creido de mi deber anticipar á conjeturas y adivinaciones infundadas la firme y franca manifestacion de los principios que he de seguir constantemente en el gobierno de que estoy encargada por la última voluntad del rey, mi augusto esposo, durante la menoría de la reina, mi muy cara y amada hija Doña Isabel.

>>> La relijion y la monarquía, primeros elementos de vida para la España, serán respetadas, protejidas, y mantenidas por mí en todo su vigor y pureza. El pueblo español tiene en su innato celo por la fe y el culto de sus padres la mas completa seguridad de que nadie osará mandarle sin respetar los objetos sacrosantos de su creencial

adoracion: mi corazon se complace en cooperar, en presidir á este celo de una nacion eminentemente católica, en asegurarla de que la relijion inmaculada que profesamos, su doctrina, sus templos y sus ministros serán el primero y mas grato cuidado de mi gobierno.

>>Tengo la mas íntima satisfaccion de que sea un deber para mí conservar intacto el depósito de la autoridad real que se me ha confiado. Yo mantendré relijiosamente

la forma y las leyes fundamentales de la monarquía, sin admitir innovaciones peligrosas, aunque halagüeñas en su principio, probadas ya sobradamente por nuestra desgracia. La mejor forma de gobierno para un pais es aquella á que está acostumbrado. Un poder estable y compacto, fundado en las leyes antiguas, respetado por la costumbre, consagrado por los siglos, es el instrumento mas poderoso para obrar el bien de los pueblos, que no se consigue debilitando la autoridad, combatiendo las ideas, las habitudes y las instituciones establecidas, contrariando los intereses y las esperanzas actuales para crear nuevas ambiciones y ecsijencias, concitando las pasiones del pueblo, poniendo en lucha ó en sobresalto á los individuos, Y á la sociedad entera en convulsion. Yo trasladaré el cetro de la España á manos de la reina, á quien le ha dado la ley, intrego, sin menoscabo ni detrimento, como la ley misma se le ha dado,

>>Mas no por eso dejaré estadiza y sin cultivo esta preciosa posesion que le espera. Conozco los males que ha traido al pueblo la série de nuestras calamidades, y me afanaré por aliviarlos: no ignoro, y procuraré estudiar mejor, los vicios que el tiempo y los hombres han introducido en los varios ramos de la administracion pública, y me esforzaré para correjirlos. Las reformas administrativas, únicas que producen inmediatamente la prosperidad y la dicha, que son el solo bien de valor positivo para el pueblo, serán la materia permanente de mis desvelos. Yo los dedicaré muy especialmente á la disminucion de las cargas que sea compatible con la seguridad del estado y las urjencias del servicio; á la recta y pronta administracion de la justicia; á la seguridad de las personas y de los bienes, al fomento de todos los orijenes de la riqueza.

>>Para esta grande empresa de hacer la ventura de España, necesito y espero la cooperacion unánime, la union de voluntad y conatos de los españoles. Todos son hijos de la patria, interesados igualmente en su bien. No quiero sa

ber opiniones pasadas, no quiero oir detracciones y susurros presentes, no admito como servicios ni merecimientos imprudencias y manejos oscuros, ni alardes interesados de fidelidad y adhesion. Ni el nombre de la reina ni el mio, son la divisa de una parcialidad, sino la bandera tutelar de la nacion: mi amor, mi proteccion, ini cuidado son todo de todos los españoles.

>>Guardaré inviolablemente los pactos contraidos con otros estados, y respetaré la independencia de todos: solo reclamaré de ellos la reciproca fidelidad y respeto que se debe á la España por justicia y por correspondencia.

>>Si los españoles unidos concurren al logro de mis propósitos, y el cielo bendice nuestros esfuerzos, yo entregaré un dia esta gran nacion, recobrada de sus dolencias, á mi augusta hija, para que complete la obra de su felicidad, y estienda y perpetue el aura de gloria y de amor que circunda en los fastos de España el ilustre nombre de Isabel. Firmado. Yo la reina rejente. En palacio à 4 de octubre de 1833.»

Este manifiesto, produccion del ministro Cea, fué un trabajo inútil, porque no tranquilizó á los realistas, que recordaban la circular-manifiesto de este mismo ministro, y ecsasperó á los liberales, como era de suponer.

Mientras Cristina prometia en su manifiesto seguir una marcha enteramente realista en la administracion del reino, las provincias setentrionales se sublevaban contra su autoridad y el trono de Isabel. La muerte de Fernando habia sido como la señal del levantamiento en favor de D. CARLOS, pero sus partidarios no habian tomado medida alguna ni puéstose de acuerdo.

D. Manuel María Gonzalez, administrador de correos de Talavera de la Reina, fué el primero que levantó el grito en dicha villa el 2 de octubre: tan luego como alli se supo la noticia de la muerte del rey, reunió unos pocos de sus amigos, se apoderó de las autoridades, é invitó al pueblo á que siguiese su movimiento; pero los habitantes, sorprendidos con la repentina noticia del

fallecimiento del monarca, y temerosos de que cargasen sobre Talavera las tropas de la reina, pues no habia combinacion con otros pueblos, no se atrevieron á secundar los esfuerzos de Gonzalez. Este, al ver la poca jente con que podia contar determinó evacuar la poblacion, y salió de ella con los sublevados; pero al llegar á Puente del Arzobispo fué disuelta esta partida y presos por la justicia de dicho pueblo cuatro de los que la componian.

Sin embargo, el pronunciamiento de Talavera tuvo eco en las provincias vascongadas. En la villa de Bilbao principió la sublevacion del dia 5, dirijida per el marqués de Valdespina, el brigadier Zabala, y Batis, que fueron nombrados poco despues diputados del señorío de Vizcaya. El movimiento se propagó rápidamente en las provincias de Alava, Guipúzcua y Navarra. En Vitoria fué proclamado D. CARLOS por los voluntarios realistas, dirijidos por su coronel Verástegui y el brigadier Uranga: las autoridades se fugaron, y en su lugar se nombraron

otras nuevas.

La provincia de Guipúzcua tambien se apresuró á reconocer á D. CARLOS: el movimiento principió en Oñate, cuyos voluntarios realistas, mandados por su comandante D. José Alsaa y el brigadier Lardizabal, salieron á campaña tan luego como tuvieron noticia de la muerte del monarca, è hicieron proclamar á D. CARLOS en todos los pueblos de la provincia.

El mariscal de campo D. Santos Ladron, que se hallaba de cuartel en Valladolid, el mismo dia que se supo en dicha ciudad la muerte del rey, huyó secretamente y se dirijió á Navarra, su pais natal. Todos sus paisanos le apreciaban, porque habian tenido ocasion de admirar su valor durante la guerra de la independencia y en tiempo de la constitucion; por lo mismo gozaba de la mayor influencia en esta provincia. Llegó pues à Los Arcos, donde fue recibido con entusiasmo por todos los habitantes, y en el mismo dia proclamaron á D. CARLOS con grandes muestras de alegría, echando à vuelo todas las campanas. El canó

nigo D. Juan Echavarria, que despues fué nombrado presidente de la junta carlista de Navarra, secundó poderosamente los intentos de D. Santos Ladron, y reunió en poco tiempo dos mil voluntarios.

El jeneral D. Antonio Sola, virey de Navarra, envió contra Ladron al brigadier D. Manuel Lorenzo, coronel del rejimiento de Córdoba, 10.° de línea, con dos batallones y unos sesenta caballos. El 11 de octubre encontró á los carlistas cerca de Los Arcos y los atacó inmediatamente. Los carlistas resistieron con denuedo el ímpetu de sus contrarios, pero en lo mas fuerte de la accion encontráronse separados de sus respectivas fuerzas los dos jefes enemigos. D. Santos Ladron hubiera podido escapar facilmente apelando á la fuga; este era el partido que dictaba la prudencia, mas solo escuchó el que le aconsejaba su valor, y embistió contra Lorenzo. Este tuvo la suerte de matar el caballo de su contrario en el primer choque, con lo que quedó dueño de su persona y del campo, porque los carlistas se desanimaron al ver prisionero á su jefe, y huyeron en todas direcciones.

Habia publicado el gobierno varios decretos imponiendo la pena de muerte á todos los carlistas que fuesen cojidos con las armas en la mano; de consiguiente conducido don Santos Ladron á Pamplona, fué fusilado el 14 de dicho mes y con él su compañero D. Luis Iribarren, teniente de voluntarios realistas. D. Santos Ladron tenia cuarenta y cinco años: en su juventud habia emprendido la carrera del foro, pero despues la abandonó para hacer la guerra, bajo las órdenes de Mina, á las huestes de Napoleon.

Los voluntarios realistas, que hasta entonces se habian mostrado muy moderados despues de la victoria, en los diferentes choques que habian tenido con las tropas de Isabel, se decidieron á usar de represalias luego que supieron la muerte de D. Santos Ladron. Esta ejecucion irritó de tal manera á la poblacion de Pamplona, que casi produjo un levantamiento jeneral, pues al siguiente dia salieron de la ciudad mas de setecientos jóvenes, y fueron á reunirse con

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