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Zumalacarregui pasa el Ebro-Derrota al coronel Amor y se apodera del convoy que este conducia.-Zumalacarregui repasa el Ebro.-Jornadas del 27 y 28 de octubre.-Llegada del jeneral Min á Navarra. -Proclama de Mina á sus tropas.-Comparacion de la conducta de los jenerales cristinos con la de D. Carlos.-Campaña de Mina.-Accion del puente de Arquijas.-Fin del año de 1834.

L jeneral Zumalacarregui, como jefe hábil, supo aprovecharse del desórden que necesariamente debia causar la destitucion de Rodil. Desde este momento principió la serie de derrotas que esperimentaron las tropas de la reina. Mucho tiempo hacia que Zumalacarregui proyectaba una espedicion á Castilla, y la caida del jeneral Rodil le pareció una ocasion favorable.

En la mañana del 21 de octubre pasó el Ebro Zumalacarregui por cerca de Tronago, con un batallon de guias, dos de Guipúzcoa, el primero y segundo de Na

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una

varra, y el rejimiento de lanceros de la misma provincia. Habiendo sabido que el coronel Amor escoltaba un convoy, compuesto de siete carros, se dirijió hacia Logroño, y dio órden á su vanguardia para que marchase en esta direccion á marchas forzadas. Llegado Zumalacarregui al pueblo de Fuenmayor, divisó á sus contrarios en la altura que domina la poblacion. Sin vacilar un momento se puso á la cabeza de un escuadron de lanceros y compañía de infantería, y se precipitó al encuentro de la columna de Amor, que se componia de doscientos cabaHos del rejimiento de Isabel II, todos soldados escojidos, y una compañía de infantería de la guardia real. Zumalacarregui solo contaba en aquel momento con ciento veinte caballos y sesenta infantes; sin embargo embistió á sus contrarios con tal impetu, que la caballeria de la reina apeló a la fuga abandonando el convoy, y la infantería se rindió á discrecion.

En las circunstancias dificiles era donde mas particularmente manifestaba Zumalacarregui su serenidad y arrojo, y la casualidad le proporcionó la ocasion de dar á sus tropas una nueva prueba de su valor. La caballería contraria despues de haber huido de las tropas carlistas, inferiores en una mitad á las de la reina, se habian reunido á cierta distancia en la llanura, y parecia que provocaban á la jente de Zumalacarregui á un nuevo combate. Este jeneral ocupado enteramente en la presa que acababa de hacer, dió órden á los suyos para que atacasen de nuevo. Los cristinos, que llevaban la ventaja de su mayor número, se mantuvieron firmes y obligaron á retroceder á los lanceros navarros. Furioso Zumalacarregui por el descalabro que acababan de sufrir sus valientes lanceros, se puso á su cabeza, y les juró conducirles á la victoria ó á la muerte. No se hizo esperar mucho tiempo el resultado de este juramento: al primer choque se desbandaron los soldados de Isabel, de los cuales quedaron tendidos en el campo unos cincuenta, entre ellos un oficial.

Al dia siguiente, despues de haber desarmado á los urbanos de los pueblos inmediatos, los carlistas volvieron á pasar el rio, llevando consigo mas de dos mil fusiles, la mayor parte pertenecientes al convoy tomado el dia anterior al coronel Amor. Este jefe entró en Logroño con el resto de su columna.

Otro triunfo no menos señalado consiguieron los defensores de D. CARLOS en los dias 27 y 28 del propio mes. Informado Zumalacarregui por sus confidentes, de que una columna al mando del brigadier Odoyle, se hallaba en observacion de Alegría, pueblo de Alava, determinó sorprenderla por medio de una marcha secreta á traves de las montañas. Desde Zúñiga, donde á la sazon se hallaba, se trasladó en pocas horas hasta cerca de Salvatierra. Algunos tiros de fusil, disparados al intento contra los soldados de la guarnicion, debieron advertir á la columna que ocupaba á Alegría, de la presencia de los carlistas. Conforme lo habia previsto el astuto jeneral, la accion se empeñó inmediatamente, y la derrota de Las tropas de la reina fue tan pronta, que ni aun tuvieron tiempo para hacer uso de su artillería. En este momento Iturralde, con el sesto batallon de Navarra, el tercero de Alava y el segundo de Guipúzcoa, hizo uo movimiento por la espalda de sus enemigos, consiguien do cortarles la retirada hácia Vitoria; de este modo, fué completa su destruccion. No obstante, trescientos de los fujitivos lograron encerrarse en unas casas del lugar de Arrieta, en donde los cercaron los carlistas; pero el libertar á dichos soldados del conflicto en que se hallaban, costó un nuevo descalabro al partido á que pertenecian.

El resultado de la accion del 27, fué perder los de la reina seiscientos muertos, cincuenta prisioneros, entre ellos el mismo Odoyle y gran número de oficiales; dos piezas de artillería, la bandera del 6.° de línea, y porcion considerable de armas y municiones.

No fué menos glorioso para las tropas de Zumalacarregui el dia siguiente 28. El jeneral Osma habia salido

de Vitoria á la madrugada con una division de tres mil hombres, para libertar á los restos que habian podido escapar de la derrota de la víspera, y que parapetados en las casas del pueblo de Arrieta, continuaban defendiéndose desesperadamente. Luego que Zumalacarregui supo la aprocsimacion de Osma, abandonó los que tenia cercados y voló al encuentro de los que marchaban á libertarlos.

Algunos minutos bastaron para decidir la victoria: á las primeras embestidas cedieron los de la reina, y principiaron su retirada. En vano el jeneral Osma, avergonzado de su derrota, trató de hacerles volver al combate, pues huyeron apresuradamente, arrastrándole en su derrota hasta Vitoria, adonde llegaron en el mayor desórden. Perseguidos vivamente por los voluntarios navarros, cayeron muchos prisioneros, y todo el camino, hasta tiro de cañon de la plaza, quedó cubierto de cadáveres. Durante la accion, los trescientos soldados atrincherados en las casas de Arrieta, viéndose ya libres de los enemigos que los habian tenido cercados, se apresuraron á refujiarse en Salvatierra.

Si la caballeria carlista hubiese cargado sobre los fujitivos, dificilmente habria podido escapar ni uno solo, y toda la artillería hubiera caido en su poder. Sin embargo, el jeneral Osma perdió mas de seiscientos soldados muertos, y cuatrocientos prisioneros. Los carlistas haIlaron en el campo de batalla considerable número de bagajes, armas, municiones y equipos militares. Zumalacarregui pasó el 29 á Oñate para dar cuenta á D. CARLOS de las dos señaladas victorias que acababa de conseguir. En recompensa recibió Zumalacarregui la gran Cruz de San Fernando, de manos de D. CARLOS, que le ciñó al cuello la cinta de la órden, y le concedió la pension correspondiente á esta dignidad.

El jeneral Iturralde, que se habia distinguido mucho en esta accion, y contribuido poderosamente al buen écsito de sus armas, fué nombrado por D. CARLOS mariscal

de campo, en recompensa de su valor y de sus talentos militares, y recibió tambien la cruz de comendador de San Fernando. Iturralde, oficial valiente y de mérito, habia sido el segundo de D. Santos Ladron; y muerto este jeneral, tomó el mando en jefe, organizó los primeros batallones de Navarra, y en seguida cedió el mando á Zumalacarregui, del cual era digno émulo y amigo.

y

Inmensos fueron los resultados de la acciones del 27 28; ademas de las ventajas reales que debia reportar de ellas la causa de D. CARLOS, probaban á la Europa entera que el gobierno de Cristina no tenia ya que habérselas con bandas indisciplinadas, sino con un ejército regular, capaz de resistir en cualquier encuentro á sus enemigos.

Mina acababa de remplazar á Rodil', que como ya hemos dicho fué destituido por sus derrotas y por su incapacidad ó poca fortuna: diósele por sucesor el célebre guerrillero que en la guerra de la independencia adquirió tanta reputacion, la cual iba á perder á presencia de D. CARLOS; pues solo dió á la atenta Europa el espectáculo de su impotencia, de sus enfermedades, de su vacilamiento de sus crueldades.

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Luego que Mina se presentó en Navarra, dirijió una proclama al ejército de su mando y otra á los habitantes, en particular á los del campo. La primera estaba concebida en estos términos:

«Soldados: Vuelvo á colocarme entre vosotros para combatir en nombre de la patria, contra iguales elementos á los que desde el año de 1820 al de 23 se opusieron, en el mismo centro de ella, á la marcha del gobierno representativo, reconocido, despues de dolorosas esperiencias, como indispensablemente necesario para asegurar la independencia de la nacion, sus fueros y libertades, y la estabilidad y esplendor del trono.

»Restablecido aquel gobierno en nombre de nuestra escelsa reina Isabel II, por su augusta madre la reina go

TOMO I.

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