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Córdoba nombrado jeneral en jefe del ejército de la reina.-Accion de Mendigorria-Guergué marcha con su division à Cataluña.-El gobierno de Isabel solicita la cooperacion de sus aliados.-Caida del ministerio de Martinez de la Rosa.-Es remplazado por el conde de Toreno.-Supresion de los jesuitas y de otras órdenes relijiosas.-Sublevacion de las provincias contra el ministerio, y horrorosos atentados comepor los revoltosos.-Mendizabal remplaza en el ministerio al conde

tidos

de Toreno.

L levantar el sitio de Bilbao no contaron los jenerales de la reina con las dificultades que habian de sobrevenir, pues al retirarse los carlistas ocuparon las montañas y desfiladeros por donde podian salir las tropas cristinas, que quedaron como encerradas en el hondo de Vizcaya, y en una posicion sumamente peligrosa. D. Luis Fernandez de Córdoba, que á la sazon se hallaba en Madrid comisionado por el jeneral Valdes, fué nombrado para remplazarle en el mando del ejército, y partió en posta, llegando á Bilbao cuando los carlistas acababan

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de levantar el sitio. Conociendo Córdobà la malà situacion de su ejército trató de sacarle de ella por medio de una marcha rápida y atrevida por el camino de Orduña á Vitoria.

A una legua de Bilbao trataron de interceptarle el paso seis batallones carlistas, mas no pudierou conseguirlo, ni evitar que se apoderase de la Peña de Orduña. Los carlistas, viendo frustrado su plan, dirijieron la mayor parte de sus fuerzas á Navarra, y sitiaron á Puente la Reina. Córdoba se dirijió á Peñacerrada, y despues de dejarla bien guarnecida y aprovisionada, atravesó todo el pais hasta Logroño. En seguida pasó á los pueblos de Lerin y Sesma, y el 15 de julio se trasladó á Lárraga, desde donde fué avanzando hasta los puntos que ocupaban los carlistas. Estos, en número de catorce batallones, se replegaron sobre el pueblo de Mendigorría, adonde aguardaron á sus contrarios. El espresado dia 15 se pasó en maniobras que ejecutaron por ambas partes en una legua de estension, cuyos movimientos obligaron á las tropas de D. CARLOS á levantar el sitio de Puente la Reina, en el cual se haHaba el mismo principe en persona, los jenerales Eraso y Villareal, y todos los caudillos carlistas que desde el principio de la guerra se habian distinguido por su valor é intrepidez.

En la madrugada del dia 16 practicó el jeneral Córdoba un reconocimiento con la brigada de Gurrea, la cual tomó posiciones y sostuvo algunos encuentros parciales con la izquierda de los carlistas. El jeneral Espartero, que la noche anterior habia pernoctado en Lárraga, recibió la órden de atacar la derecha de sus contrarios, y Córdoba se reservó acometer el centro, para poder comunicar mas facilmente sus órdenes á los estremos de la línea que se estendia casi una legua.

La batalla principió á las doce del dia. Los carlistas combatieron con la tenacidad Y brio que acostumbraban, principalmente en el centro de sus posiciones; pero la suerte les fué adversa, y á pesar de todos sus esfuerzos

hubieron de ceder á la fortuna de sus contrarios, que los arrojaron de todas sus posiciones, y quedaron dueños del campo.

La pérdida de D. CARLOS fué de unos mil y quinientos hombres, no siendo mucho menor la de la reina, pues solo los muertos del ejército de Córdoba ascendieron á quinientos.

Las ventajas que este caudillo consiguió en la accion de Mendigorria, que le valieron el ascenso á teniente jeneral, estuvieron muy lejos de recompensar las grandes pérdidas que le costaron. No obstante, queriendo hacer el último esfuerzo, mandó el gobierno reconcentrar todas las fuerzas en un punto, é hizo pasar al Norte las que se hallaban en Cataluña, dejando casi desguarnecido el principado, en el cual contaba D. CARLOS muchos pueblos adictos. Sabedor de estas disposiciones el jeneral Moreno, dispuso inmediatamente que el jeneral Guergué marchase á tomar posesion de Cataluña en nombre de D. CARLOS. Guergué partió con una pequeña division, y fué recibido por los catalanes con aclamaciones de alegría, llegando á reunir en poco tiempo cerca de dieziseis mil hombres, de los cuales formó cuatro divisiones. Los progresos de Guergué en Cataluña, y el espíritu carlista que se mantenia constante en las provincias esentas, á pesar de la ambicion y discordia que reinaba entre algunos de sus jefes, obligaron al gobierno de la reina á recurrir á las potencias aliadas suyas pidiendo el cumplimiento del tratado de la cuádruple alianza, esperando que reforzado el ejército cristino con las huestes estranjeras, acabaria en poco tiempo con los partidarios de D. CARLOS; pero no fué así, aunque este príncipe no contaba con otras fuerzas para defender su causa que con las españolas, esceptuándose unos pocos oficiales franceses, constantes defensores de los principios monárquicos, que peleaban en sus filas.

Creia el gobierno de Madrid que el levantamiento del sitio de Bilbao y la victoria de Mendigorría debian convencer á sus aliados de que la causa de D. CARLOS iba perdiendo mucho prestijio en España, y que decidirian á aque

TOMO I.

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llas naciones á terminar brevemente una lucha que parecia perjudicar á sus intereses; pero al contrario, las potencias aliadas se mostraban poco dispuestas á cooperar directamente à favor de la causa de la reina, porque creian amenazada de muerte la ecsistencia política de los españoles á causa del espíritu revolucionario que cundia de dia en dia entre los defensores de Isabel..

Como los ausilios de la Francia podian ser los mas prontos y numerosos, á pesar de las razones que habia para presumir que el gobierno de Luis Felipe rehusaria acceder á la intervencion, y de que el tratado de la cuádruple alianza estaba concebido en términos tan vagos con respecto á lo que el gabinete de las Tullerías se comprometia a hacer en favor de Isabel, el gobierno de Madrid esperaba no salir desairado en su peticion. La primera tentativa para el efecto la hizo Martinez de la Rosa, en mayo de este año, por medio del embajador español en la corte de Francia, duque de Frias, el cual presentó la solicitud, y el gabinete francés le contestó, que debiendo conformarse con las resoluciones de la Gran Bretaña, habia determinado el consejo no intervenir ni cooperar en los asuntos de España. Efectivamente: el gabinete de San James se habia evadido de todo compromiso al contestar á las cuestiones que acerca del particular le habia propuesto el de las Tullerias, el cual estaba dividido en dos partidos, uno el de Mr. Thiers, favorable á la intervencion, y otro opuesto á ella, al que pertenecia la mayoría del consejo. No obstante, para hacer menos amarga la negativa, ofreció Luis Felipe á la reina rejente el ausilio de una lejion alistada en Francia y algunas fuerzas navales.

El gobierno español hubo de contentarse con este ausilio, y en su consecuencia concluyó un tratado con fecha 28 de junio, en el cual el gobierno frances cedia para el servicio de Isabel seis batallones, cuatro de ellos pertenecientes á la antigua espedicion de Arjel, y los otros dos compuestos en su mayor parte de italianos y polacos, todos al mando del jeneral Bernelle.

La Inglaterra, ademas de los víveres, armas y municiones que proporciono al gobierno de Madrid, y de haber puesto á su disposicion siempre que fue necesario los buques y cruceros ingleses, suspendió la ley que prohibia el alistamiento de sus súbditos para servir á otra nacion, y dió permiso para que se formase una lejion de diez mil hombres, que al mando del jeneral Lacy Evans, no tardó en presentarse en España.

Por último, el gobierno portugues, en retribucion del ausilio que el de Madrid le prestára anteriormente para derribar á D. Miguel, envió una division á Zamora, á las órdenes del baron das Antas, aunque esta fuerza no permaneció constantemente en España, porque tuvo que acudir mas de una vez à defender su propio territorio.

Poco tiempo despues, los mismos que habian aplaudido la ascension de Martinez de la Rosa al poder, trabajaron' ahora para derribarle, porque no impelia con la violencia que ellos deseaban el carro de la revolucion.

Martinez de la Rosa salió del ministerio y le sucedió el conde de Toreno, cuya administracion agradó mucho menos á los bullangueros que la de su antecesor. Toreno, que no inoraba los medios de adquirir popularidad, trató de conseguirla adoptando varias resoluciones, que debian halagar á los revolucionarios. Una de aquellas fué Ja abolicion de la Compañía de Jesus, la cual por decreto del 4 de julio quedaba suprimida para siempre en todo el territorio de la monarquía española. Mandábase en el citado decreto que los individuos de la compañía no pudiesen volver á reunirse en cuerpo de comunidad, que se ocupasen inmediatamente sus temporalidades, señalando para alimentos cinco reales diarios á los sacerdotes durante su vida, y tres á los legos; y por último que sus bienes, rentas y efectos se aplicasen á la estincion de la deuda ó pago de sus réditos, esceptuándose los efectos que pudiesen ser útiles á los establecimientos de ciencias y artes.

Igual providencia se tomó con las casas de las demas órdenes relijiosas que no contaban doce individuos profesos,

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