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Los espedicionarios emprendieron la direccion por Estremadura, llegando á la Sierra por Villarta y prosiguiendo á Pozo Blanco, en cuyo punto dió Gomez libertad á los prisioneros que llevaba. El 16 siguió á Villanueva de la Jara, el 17 á Fuencaliente y por último llegaron á Santa Eufemia el 22. Desde aquí enviaron un oficio al alcalde de la villa de Almaden, pidiendo doce mil raciones, y el gobernador Puente contestó que en Almaden no se daban raciones si no se conquistaban á balazos. La villa estaba regularmente fortificada, y ademas de la guarnicion hallábase en ella el comandante jeneral de la columna de Estremadura, D. Jorje Flinter, con algunas fuerzas.

En vista de la contestacion del gobernador, determinaron los carlistas apoderarse de Almaden, y á las siete de la mañana del 23 atacaron la poblacion, cuya defensa dirijieron los brigadieres Flinter y Puente. A las tres horas de fuego les invitó Gomez à que se rindiesen, en atencion á que no podian ser socorridos; pero habiendo contestado dichos jefes negativamente, continuó el ataque con mayor empeño. Ya llevaban veinte horas de un fuego sostenido, cuando Cabrera á la cabeza de los valencianos, y Quilez de los aragoneses, se decidieron á dar el asalto, mientras los navarros de Gomez llamaban por el frente la atencion de los sitiados.

Las compañías valencianas llegaron á las tapias, y escalándolas con arrojo, consiguieron introducirse en la poblacion, aunque á costa de muchas bajas. Entonces los soldados de Flinter y de Puente se replegaron á los fuertes, y Gomez ocupó la villa, estrechando cada vez mas el único punto en que aun se mantenian las tropas de la reina. Por último, despues de otras nueve horas de fuego, se rindieron prisioneros de guerra los citados brigadieres con sus respectivas fuerzas, que reunidas ascendian á unos mil ochocientos hombres, la mayor parte nacionales de Estremadura y de la Mancha. A muchos soldados de la guarnicion que se alistaron voluntariamente en las filas carlistas, se les conservaron las armas; y los otros des

pues de desarmados continuaron presos hasta Cáceres. El 25 á las tres de la madrugada salieron los espedicionarios de Almaden con un rico botin, dirijiéndose á ChiIlon: el 26 pernoctaron en Navalvillar de Pela, el 27 en Guadalupe, el 30 en Trujillo y el 31 en Cáceres. En esta ciudad dió Gomez libertad á los prisioneros de Almaden, ecsijiéndoles antes el juramento de que no volverian á tomar las armas contra D. CARLOS.

Cuando salieron de Cáceres los espedicionarios hizo Gomez que se separasen de él los caudillos aragoneses con quienes no estaba en muy buena armonia; pero se quedó con los batallones que aquellos mandaban, escepto una pequeña escolta que les dió para que los acompañase hasta Aragon. Cabrera, Quilez y el Serrador tuvieron que obedecer á pesar suyo, y Gomez se encaminó á la Serranía de Ronda, en cuya ciudad entró el dia 16 de noviembre, y permaneciendo en ella hasta el 19, en que tuvo aviso de hallarse prócsimo el jeneral Ribero con su division. Renunciando, pues, á su proyecto de sublevar la Serranía en favor de D. CARLos, emprendió la marcha hácia Atajate, Gausin y San Roque. El 22 se trasladó á Aljeciras, y al pasar por la playa los espedicionarios les hicieron fuego una fragata inglesa, una corbeta portuguesa y varios guardacostas españoles; pero no pudieron causarles daño alguno. El 23 se dirijió la espedicion á Alcalá de los Gazules, donde supo que la division Ribero se hallaba hácia Jimena; la de Alaix por la costa de Málaga; la de Narvaez en Arcos, y los nacionales de Cádiz y batallones de marina en Chiclana y Medina-Sidonia. En esta situacion era imposible que Gomez escapase sin venir á las manos con las tropas de la reina; y en efecto, el 25 sostuvo un encuentro con Narvaez cerca de Arcos, que le causó alguna pérdida. Los espedicionarios se retiraron precipitadamente, y fueron á pernoctar á Villamartin; al otro dia á Estepa, desde donde se trasladaron á Cabra por Puente de Don Gonzalo, y á la siguiente noche entraron en Alcaudete. Se alojaron muy contentos, porque iban rendidos de sueño y de cansancio; pero disfrutaron poco tiem

TOMO I.

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po del reposo, pues los despertó repentinamente el toque de llamada, y acudieron á las armas. Causaba esta alarma la llegada de la division Alaix que cayó repentinamente sobre Alcaudete. En la confusion de la sorpresa, aunque muchos conservaron serenidad y se defendieron denodadamente, fueron completamente arrollados y huyeron con precipitacion. La pérdida de hombres de los espedicionarios no fué de mucha consideracion ; pero quedaron privados de su brigada, de los equipajes y de los caudales.

Este fué el golpe que acabó de desanimar á los espedicionarios, y sus jefes no pensaron ya sino en regresar á las provincias, donde estarian mas á cubierto de aquellas tormentas y peligros. Desde entonces encaminaron sus pasos al término de tantos afanes, y atravesando el dilatado territorio que los separaba del Ebro, seguidos de cerca por las tropas de la reina, aunque sin poderles dar alcance, pasaron el rio por el puente de Horadada y llegaron á Orduña el 20 de diciembre, á los cinco meses y veinticuatro dias de su salida, pero con infinitas bajas, y perdidas las halagüeñas esperanzas que concibieron, cuando emprendieron la espedicion.

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Córdoba hace dimision del mando del ejército y es remplazado por Espartero. Segundo y memorable sitio de Bilbao.-Accion del puente de Luchana y levantamiento del sitio.-El infante D. Sebastian remplaza á Villareal en el mando superior del ejército de D. Cárlos. -Paralizacion de las operaciones militares.-Vuelven estas á principiar á mediados de marzo-Diferentes acciones-Estado de la guerra en Aragon.

A es tiempo de que volvamos á los sucesos de las provincias del norte, cuya relacion interrumpimos para seguir paso a paso la espedicion de Gomez. A consecuencia de los acontecimientos de la Granja y del cambio que produjeron en las instituciones de la monarquía, hubo asimismo variacion no solo en las personas que

tenian á su cargo los negocios políticos, sino tambien en los encargados de dirijir las operaciones militares. El partido constitucional tenia por poco afecto á las nuevas instituciones al jeneral Córdoba, y le dirijia por medio de la imprenta severos cargos, asi por la inaccion en que hacia algun tiempo se hallaban los asuntos de la guerra, como por los sucesos poco favorables á las armas de la reina que últimamente habian acaecido. Córdoba hizo dimision del mando repetidas veces, y por último le fué admitida, porque se tenia su permanencia en el ejército como contraria. á los principios restablecidos. Nombróse para sucederle al jeneral Rodil por decreto de 20 de agosto, al mismo tiempo que se le concedia de nuevo el ministerio de la Guerra; pero el 16 de setiembre fué elejido para el mando en jefe del ejército el teniente jeneral D. Baldomero Espartero.

A mediados de octubre, penetrado D. CARLOS de las desgracias de su jeneral Gomez, reunió todos los jefes del ejército carlista en Durango y despues de haber oido el parecer de cada uno de ellos, resolvió atacar vigorosamente la ciudad de Bilbao, con la esperanza de que el resultado de estas operaciones sería ó la toma de dicha ciudad, ó la cesacion de las persecuciones contra Gomez, pues llamaria hácia aquel punto la atencion de todas las fuerzas contrarias.

La rendicion de Bilbao se consideraba como de la mayor importancia por ambos partidos, porque debia abrir á los carlistas una entrada libre al interior de España; por eso unos y otros pelearon con tanto encarnizamiento y vigor. El 26 de octubre la artillería carlista despedia ya sus proyectiles contra la plaza, y á las seis horas de fuego estaban desmanteladas y desmontadas dos de las principales baterías de Bilbao, sus artilleros fuera de combate, la brecha abierta y todo dispuesto para el asalto. Efectivamente, le dieron los carlistas á las once de la noche, llegando hasta el parapeto. Pero si el ataque fué impetuoso y porfiado, no lo fué menos la resistencia de los sitiados, pues agolpándose al sitio acometido, pelearon con la mayor intrepidez, y consiguieron al fin rechazar á los sitiadores, que

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