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CAPÍTULO X.

Espiritu de la guardia real de D. CARLOS. -Acontecimientos del 29 de agosto en Iraizos.-Idem del 30 en Vera. -Consejo celebrado en Villafranca el 26.-D. CARLOS se decide á trasladarse á Aragon.-Reunion de otro consejo, que declara la imposibi lidad de efectuar la marcha á Aragon que deseaba D. CARLOS.Tratado acordado en Oñate cutie Maroto y Espartero, conocido con el nombre de convenio de Vergara.-Proclama de D. CARLOS del 30 de agosto.-Otrae de Maroto con la misma fecha, anunciendo que al dia siguienta se publicaria la paz.-Otra firmada por el ministro de Gracia y Justicia de órden de D. CARLOS, declarando traidor á Maroto.

i la insurreccion se hubiese limitado á los batallones 5., 11.° y 12.", se hubiera podido creer con razon que solo representaba la opinion de una parte muy corta del ejército; pero no era así, porque ademas de la adhesion que enviaron á don Juan Echeverría la mayor parte de los batallones navar

ros, la guardia real, compuesta de jóvenes de las familias mas influyentes de las provincias vascongadas y de Navarra, profesaba los mismos principios que los sublevados, y estaba dispuesta á tomar las medidas mas activas contra los marotistas, si D. CARLOS se lo hubiese mandado; en términos de que las personas empleadas en el cuartel real llegaron á tener tal miedo de las disposiciones hostiles que la guardia manifestaba contra ellas, que nada omitieron para ver si podian disolverla, ó por lo menos mudar todos sus comandantes.

El 28 llegó D. CARLOS á Iraizos, y aquella misma tarde se supo que les oficiales y sarje tos de los batallones sublevados habian manifestado á Echeverría su intencion de marchar contra el cuartel real, y que le habia costado muchísimo trabajo el disuadirles de su intent o.

A las siete de la tarde del 29 se reunió la guardia real de infantería y caballería en frente de palacio, y se presentó D. CARLOS, acompañado de su hijo, del P. Cirilo, de los jenerales Eguía, Villareal y Valdespina, y de los señores Erro, Otal y Juras Reales, y dirijiéndose á los soldados de la guardia, les dijo: «He sabido con estremo sentimiento que mi guardia, que debe dar á todo el ejército el ejemplo de obediencia y subordinacion, pues que le está confiada la seguridad de mi real persona, se manifiesta enemiga de los que me rodean, y propala contra ellos amenazas muy criminales. Vuestro rey os pregunta si puede contar con vosotros para su defensa y la de sus servidores, en caso que los batallones sublevados viniesen al cuartel real.» La guardia real contestó que siempre estaba dispuesta á morir en defensa de su rey.

Al retirarse D. CARLOS mandó á los comaudantes Arellano y Zárate que se presentasen en palacio á las ocho y que les daria audiencia. Presentáronse con efecto, y hallaron á D. CARLOS rodeado por las mismas personas que antes, delante de las cuales les reprendió vivamente, diciéndoles que les hacia responsables con su cabeza de cualquiera desorden que pudiera ocurrir en el cuartel real.

Villareal, que no podia disimular su odio á la guardia, se dirijió á los comandantes, y sin respetar la presencia de D. CARLOS y de la princesa de Beira, les dijo: «Sé de una manera positiva que la guardia real amenaza con la muerte á diferentes personas del cuartel real: y aconsejo á VV. que vijilen sobre sus soldados, porque si oigo decir la cosa mas mínima, los haré fusilar á entrambos.»-«Nuestra conducta ha sido siempre honrada, respondieron los dos comandantes; somos militares y conocemos los deberes que este título nos impone. Jamas hemos faltado á la obediencia que se debe al rey, y á los jefes á quienes honra con su confianza; pero V. no ignora, mi jeneral, que hay individuos en el cuartel real, á quienes incomoda la fidelidad de la guardia, porque es un obstáculo para sus proyectos, Y por consiguiente desearian verla disuelta y á nosotros fusilados. Saben que conocemos sus malas intenciones, nos tienen miedo y temen que quiera vengarse la guardia real; y por eso tratan de desconceptuarnos en el ánimo del rey; pero S. M. debe saber que la guardia le ha sido y le es siempre afecta, y que está dispuesta á verter hasta la última gota de sangre en su defensa.»

Aquel mismo dia recibió Echeverria una carta autógrafa de D. CARLOS, con fecha del 26, en que le mandaba que obedeciese las órdenes que se le comunicáran por el comandante jeneral y el secretario del despacho, al propio tiempo que le hacia responsable de cualquiera atentado que pudieran cometer los batallones sublevados contra la real familia ó contra cualquiera persona del cuartel real. Echeverria respondió que el odio que los batallones habian concebido contra los hombres conocidos por sus opiniones marotistas, era tal, que de ningun modo podia constituirse responsable de la conducta que los soldados observasen con respecto á ellos; mas en cuanto á su persona, serian siempre inalterables su obediencia y sumision á las órdenes de su rey.

Los soldados de los batallones sublevados recorrieron el dia 30 las calles de Vera, gritando que querian marchar

al cuartel real para acabar con los marotistas; pero D. Basilio Garcia, metiéndose entre ellos, consiguió tranquilizarlos haciéndoles conocer que con semejante conducta desobedecian las órdenes de su rey. Aunque los soldados cedieron á las ecsortaciones del jeneral Garcia, se volvieron á sus cuarteles gritando: viva el rey; mueran los traidores.

No dejaba de ser fundada la desconfianza y antipatia que estos soldados tenian contra algunas de las personas que rodeaban á D. CARLOS, porque veian que casi todas las resoluciones de la corte tendian á facilitar á Maroto la ejecucion de sus planes.

El dia 26 se celebró un consejo en Villafranca, al cual asistieron el P. Cirilo, el marqués de Valdespina, el baron de Juras Reales, el ministro de la guerra Montenegro, el de negocios estranjeros Ramirez de la Piscina, y los señores Erro y Otal. En este consejo se decidió que D. CARLOS debia retirarse hacia la frontera, para pasarse á Francia, como el único medio de salvacion que le quedaba. Cuando D. CARLOS Supo esta resolucion no se mostró convencido de la necesidad de abandonar á sus fieles voluntarios. «Suponeis, dijo, que la mayor parte del ejército se ha pasado al enemigo, y que el resto se halla completamente desorganizado: sin embargo, me parece que los batallones alaveses y navarros me han permanecido fieles; y si estas tropas no son suficientes para resistir á Espartero, lo serán por lo menos para escoltarme hasta el campo de Ca

brera.»

Tan decidido estaba D, CARLOS á trasladarse á Aragon, que al llegar á Lecumberri Marcó del Pont tuvo una conversacion sobre esto con Elio, que aprobó el proyecto, y aun añadió: «Con ocho batallones me comprometo á conducir al rey hasta el ejército de Aragon.» Inmediatamente que D. CARLOS supo esta contestacion de Elio, mandó reunir un nuevo consejo, que presidió, y al cual asistieron los ministros de la guerra, hacienda y negocios estranjeros, los jenerales Egaia, Villareal, Elio y Valdespina, el arzobispo de Cuba, el baron de Juras Reales, Erro y Otal.

Despues de una larga deliberacion, declaró el consejo que era imposible la marcha de D. CARLOS á Aragon.

En esta reunion fue nombrado Elio comandante en jefe del ejército, y recibió instrucciones para cubrir la retirada. de D. CARLOS.

Luego que se levantó la sesion del consejo, D. CARLOS se mostró sorprendido de la decision que se habia adoptado, y sobre todo de la mudanza que se observaba en las resoluciones de Elio. Marcó del Pont preguntó á este jeneral cuál era la causa de semejante variacion, y le contestó que habia reflecsionado la gran dificultad de aquella empresa, y que ademas no habia tenido antes presente que los navarros jamas consentirian en salir de su pais para ir á Aragon.

D. CARLOS tuvo que renunciar por entonces á su proyecto, aunque conservaba tales esperanzas de poder llevarle á cabo mas adelante, que á todos los oficiales que despues solicitaban pasar á Francia se les entregaba esta orden:

«Primera secretaria de estado.-El rey N. S. satisfecho de la adhesion de V. á su augusta persona y á su justa causa, y de sus buenos y fieles servicios, ha tenido á bien autorizar á V. en vista de las circunstancias críticas de la época actual, para que se traslade á pais estranjero ó á cualquiera punto del reino, cuidando de dar noticia del sitio de su residencia, á fin de que cuando convenga se le pueda avisar para que se presente à ejercer de nuevo las funciones de su empleo, sin que esta ausencia le ocasione ninguna especie de perjuicio.

»Se lo comunico á V. para su intelijencia y efectos convenientes. Dios guarde á V., etc. Cuartel real de Lecumberri, 1.o de setiembre de 1839.»

Entretanto Maroto no permanecia ocioso, sino que trabajaba en atraer cuantos batallones podia á la consecucion de sus planes; mas habiendo principiado á murmurar los batallones guipuzcoauos contra Iturbe, uno de los mas activos instrumentos de Meroto, y á manifestar los de

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