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No quedaban ya tropas carlistas en Urdax y llegaban los cristinos; el comandante de la guardia vió el peligro en que se encontraba, y no permitió á sus soldados que dejasen las armas; pero no sabiendo de quién recibir ór denes, y viendo ademas que no habia otra tropa que le sostuviese, y que los de la reina se acercaban en gran número, abandonó el puesto, y pasando el canal se atrincheró detras de una pared, desde la cual hizo un fuego vivísimo que contuvo un poco á los cristinos. Al ruido del fuego llegaron por detras del pueblo Elio y Villareal y mandaron á la guardia que se retirase, lo cual verificó sin obstáculo hasta el fuerte de Urdax. Alli formé Villareal la guardia, y continuó el fuego hasta que se presentaron los cristinos con bastante fuerza, sobre todo de caballeria. La guardia continuó su retirada, y habiendo formado en batalla cerca del puente que forma el límite entre los dos paises, permaneció allí hasta que pasaron todos; entonces Villareal mandó que connuase [su marcha y todos entraron en el territorio francés,

El mismo dia lo verificaron D. Juan Echeverria, el jeneral García, Velasco y los batallones sublevados, terminando así la insurreccion de Vera, que principió con la intencion de salvar la causa carlista y la persona de D. CARLOS, cuya retirada á Francia realizó los justos temores de los desterrados y de los verdaderos realistas.

Las autoridades francesas les obligaron á que deja sen las armas, segun iban llegando, y en la mañana del 15 entregaron á los comisionados, enviados al efecto por Espartero, los armamentos y fornituras, hasta el número de cuatro á cinco mil,

El subprefecto de Bayona y un coronel francés pasaron á Urdax á informar á Espartero de que D. CARLOS. había sido conducido á San Pée, y que aquel mismo dia, pasaria à Bayona á esperar las órdenes del gobierno francés respecto á su destino futuro: los oficiales y sol

dados fueron reunidos en depósitos en los pueblos inmediatos, interin se daban los pasaportes à los que quisieran volver á sus casas.

Espartero resolvió permanecer todavía algun tien.po en Narvarra hasta la total estincion de las partidas carlistas que restaban en el pais, y entrega de los puntos que aun poscian, con objeto de pasar despues á Aragon contra el ejército del valiente Cabrera.

El espresado dia 15 entró en Francia, pasando por Roncesvalles, el jeneral Zariátegui con alguna caballería, despues de haber evacuado el fuerte de la Borda de Iñigo, que ocupó el mismo dia el jeneral D. Diego Leon. Los batallones 8.° y 10.° de Navarra que estaban á las órdenes de Zariátegui, se disolvieron por sí mismos y se retiraron á sus casas.

El cuartel jeneral de Espartero salió de Urdax el 18 para Elizondo, y el 20 llegó á Pamplona. En la tarde de este dia se presentó en dicha plaza el primer bataIlon de Navarra, compuesto de unos cuatrocientos hombres, y entregó las armas. Al mismo tiempo recibió Espartero la noticia de que el brigadier carlista Ortigosa habia entregado la plaza de Estella y los fuertes inmediatos á las tropas que mandaba Castañeda. Rendida Estella, solo quedaban ya en poder de los carlistas la ermita fortificada de San Gregorio, cerca de los Arcos, en Navarra, y el castillo de Guevara en Alava.

El 22 salió Espartero de Pamplona para Estella, y desde esta plaza marchó el 23 á Logroño: en el camino se le presentó la guarnicion de la ermita fortificada de S. Gregorio, compuesta de unos cincuenta hombres, habiendo entregado el fuerte á las tropas de la reina la noche anterior, y el dia 26 se rindió el castillo de Guevara; de modo que no quedó en las provincias ni un solo punto fortificado en poder de los carlistas, y Espartero se preparó para marchar con su ejército á Aragon, Valencia y Cataluña, en cuyos puntos, à pesar de cuanto habia ocurrido en Navarra, aun se defendia con en

á

tusiasmo la causa de D. CARLOS, y se disponían para hacer frente a las numerosas fuerzas que iban á caer sobre aquellas provincias, último baluarte de los amigos de la monarquía pura,

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Pormenores de la entrada de D. Carlos y su familia en el territorio francés.-Opinion de los periódicos de Francia contra la arbitrariedad cometida por el gobierno de Luis Felipe contra D. Cárlos, reteniendo á este príncipe como á un prisionero.-Paso de D. Carlos por Limojes.-Recibimiento que le hace el clero de Chateauroux.-Llegada de Dou Carlos á Bourges.

ay quien dice, aunque nosotros no podemos asegurarlo, que cuando D. CARLOS conoció la falsa posicion en que se hallaba, por la defeccion de Maroto, pensó refujiarse en Francia; que los ingleses le enviaron comisionados para hacerle proposiciones de parte de su gobierno, con objeto de decidirle à que

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se refujiase en la Gran Bretaña; pero que D. CARLOS mostró siempre repugnancia á poner su destino en manos de una potencia que entregó á Napoleon á los aliados cuando este emperador fué á pedirle un asilo contra sus enemigos.

Todos los amigos de D. CARLOS le aconsejaban que dejase el ejército y se refujiase en Francia, para librarse del peligro; D. CARLOS les contestó que solo abandonaria su puesto cuando ya no le quedase un soldado, y lo hubiera cumplido; pero fueron tan vivas y repetidas las instancias de sus fieles servidores, rogándole que no les espusiese á todos à tan eminentes peligros, arriesgando su persona, que al fin consiguieron que el príncipe se decidiese á pasar á Francia.

El 14 de setiembre, como ya dijimos, á la una de la tarde, atravesaron la frontera D. CARLOS, su esposa la princesa de Beira, y sus hijos, acompañados de un numeroso estado mayor. Era un espectáculo tierno y digno de admiracion el ver á aquellos valientes entrar en el territorio francés acompañando á su rey. La mayor parte de aquellos guerreros estaban cubiertos de gloriosas cicatrices: los navarros sobre todo, en medio de la desgracia conservaban aun aquella franca alegría que les es habitual. Contaban sus hazañas, referian en sus canciones las calamidades de la guerra, y deploraban la traicion de que habian sido víctimas. Y así como Napoleon al volver de la isla de Elva en 1815, dijo en la proclama que dirijió á su ejército: «Nosotros no hemos sido vencidos: dos hombres salidos de nuestras filas han vendido nuestros laureles, su principe y su bienhechor;» así tambien decian los navarros que ellos no habian sido vencidos; sino que un hombre salido de sus filas habia, vendido sus laureles, su príncipe y la gloria del grande Zum»lacarregui.

El marqués de Lalande, este valiente y decidido realista que tantos servicios prestó á la causa de D. CARLOS, se presentó á recibir al principe en la frontera pa

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