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cias ecsijen emprender una larga espedicion: si en este tiempo fuese atacado por los enemigos el fuerte que tienc V. á sus órdenes, tratará de sacar todas las garantías posibles a fin de salvar la guarnicion que se le tiene confiada y dejar con honor las armas de la lejitimidad.—El segundo comandante jeneral, MANUEL SALVADOR Y PalaClos.-3r. gobernador de...»

Este oficio acabó de desanimar á las guarniciones de los fuertes, que los abandonaron o entregaron sin resistencia. Reconcentradas en la montaña las fuerzas que mandaba Palacios, que ascendian a siete batallones y mil doscientos caballos, principiaron la marcha por los pinares de Soria. Por este tiempo emprendió la reina el viaje de Madrid á Barcelona; al llegar á Medinaceli supo la real comitiva lo prócsimas que estaban las fuerzas carlistas al mando de Palacios; y creyendo que trataban de apoderarse de S. M., la division del jeneral Concha, que protejia la marcha de la reina, cayó sobre los carlistas el dia 15, hallándose estos en el pueblo de Orra, sin pensar en otra cosa que en su retirada; pero al verse Palacios acometido por las tropas de la reina, dispuso inmediatamente sus fuerzas y se empeñó una accion muy reñida en que ambos partidos pelearon con el mayor valor y encarnizamiento: despues de considerables pérdidas de una y otra parte, tuvieron que retirarse los carlistas dejando en poder de los vencedores novecientos prisioneros.

La columna de Palacios se rehizo en Macazobel: continuó su retirada, atravesó el Duero, y fué á reunirse con Balmaseda en Ontoria del Pinar. Ambas fuerzas juntas emprendieron la marcha para las provincias, y al llegar á la Rioja se dividieron otra vez. Tuvieron algunos choques con las tropas de la reina, siendo el resultado que Balmaseda se internó en Francia con solos cuatrocientos hombres; y Palacios, no quedándole de toda su columna mas que 50 hombres, fué sorprendido y hecho prisionero en el valle de Ulzama.

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Paso del Ebro por el ejército de Cabrera.-Llegada de Cabrera á Berga. Segarra se pasa á los cristinos.-Prisiones ejecutadas en Berga de órden de Cabrera. -Alocucion de este jeneral á los carlistas catalanes.-Proclama de Segarra despues de su defeccion.-Marcha del ejército de Espartero á Cataluña. -Ataque de Berga y ocupacion de esta plaza por las tropas de la reina.-Retirada de los carlistas á Francia, y conclusion de la guerra civil.

A es tiempo de que volvamos a hablar del grueso del ejército carlista de Aragon y de su principal caudillo, de quien no hemos hecho mencion.

desde la accion de la Cenia. Despues de esta derro ta se retiró Cabrera á Cherta, en donde reunió un consejo compuesto de todos los oficiales que allí se hallaban,

y les hizo presente el estado deplorable en que estaba la causa que defendian, porque perdida Morella y los mejores fuertes que tenian, estaba ya el pais enteramente en poder de los cristinos. El consejo resolvió por unanimidad la traslacion á Cataluña, y en su consecuencia al dia siguiente determinó Cabrera emprender la marcha hácia Flix, por la ribera izquierda del Ebro. Las fuerzas que llevaba este jeneral carlista ascendian á diez mil hombres; pero iban embarazados con multitud de familias de los comprometidos por la causa de D. CARLOS, que querian correr la suerte del ejército.

La division de Odonell, que segnia las huellas del ejército de Cabrera, principié á picarle la retaguardia al llegar á Flix. El jefe carlista trató de poner el rio entre sus tropas y las de Odonell, y aun cuando solo contaba con cuatro barcas viejas para efectuarlo, dispuso que inmediatamente se principiase el paso del Ebro; de manera que mientras una parte de sus fuerzas practicaban esta operacion, la otra hacia frente à las fuerzas de la reina, con un sostenido fuego de guerrillas, logrando asi contener al enemigo. Cabrera atendia à todas partes: tan pronto se le veia dirijiendo la accion, como en la orilla del rio apresurando el paso de su jente. Dos dias tardaron los carlistas en esta operacion, y Cabrera pasó el último con una pequeña escolta, dejando inutilizadas las barcas para que el enemigo no pudiera seguirle.

Llegado Cabrera á Berga, principal punto fortificado de los carlistas de Cataluña, halló que el ejército catalan, mandado por Segarra, estaba poco disciplinado y los espiritus muy desunidos, particularmente despues del asesinato del conde de España. Cabrera tomé el mando superior de ambos ejércitos y trabajó para la union de los ánimos. Segarra, que segun hemos dicho, maudaba en jefe las fuerzas carlistas de Cataluña, temeroso de que Cabrera le ecsijiese cuentas, o bien por tener que entregarle el mando y quedar como subalterno suyo, al dia siguiente de entrar en Berga el caudillo tortosino, salió de la ciudad acompañado de dos

ordenanzas y se dirijió al campo de los cristinos. Desconfiando los ordenanzas de la intencion de Segarra al ver que cada vez se acercaba mas á los enemigos, le pidieron esplicaciones; mas como ninguna contestacion satisfactoria podia darles, metió espuelas á su caballo y se alejó de ellos á escape. Los dos ordenanzas se volvieron solos á Berga y refirieron á Cabrera lo sucedido, añadiendo que se les habia escapado por la ventaja que les llevaba su caballo, pero que le habian herido como lo comprobaba la sangre que llevaban en las lanzas.

Cabrera, que trataba de indagar quiénes habian sido los cómplices en el asesinato del conde de España, ecsasperado con la defeccion de Segarra, hizo prender el dia 12 á cuatro individuos de la junta de Berga, al brigadier Vall y al comandante Grau; mandándolos conducir al santuario de Queralt. Tambien prendió al comandante D. Luis Castañola, que fué puesto inmediatamente en capilla y fusilado á las cinco de la tarde. Aquella noche se hicieron eu la ciudad otras muchas prisiones, y los carlistas catalanes que habian tenido alguna parte directa á indirecta en el desastroso fin del conde de España, estaba aterrorizados.

Aldia siguiente publicó Cabrera una alocucion dirijida á los carlistas catalanes, que decia:

«Voluntarios: vuestro jeneral en jefe os dirije la palabra, no para hacer ostentacion de sus principios, pues los deja ya marcados en los campos de batalla. Vuestro jeneral os habla, no para aumentar vuestro valor, porque en los pechos de los valientes jamas halla cabida el desmayo. Os dirijo, sí, mi voz para que quedeis enterados de la verdadera urjencia que me ha impulsado á pasar el Ebro con una parte de mis fuerzas que se hallaban reunidas en Aragon y Valencia. Comunicaciones oficiales interceptadas al enemigo, llegaron á convencerme de que en este principado corria inminente riesgo la causa de la relijion y del monarca lejitimo, Manejos de la revolucion ocultos, á la par que combinados, iban á enarbolar entre vosotros el negro y asqueroso pendou

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