Imágenes de páginas
PDF
EPUB

El 23 de dicho mes dieron los soldados en Logroño señales de insurreccion, haciendo temer los sangrientos escesos de otros puntos; y para sosegarlos fué preciso vender las alhajas de las iglesias y distribuir su producto entre la tropa. No sucedió así en Pamplona, donde los batallones de tiradores sublevados bañaron sus manos en la sangre del jeneral Sarsfield y del coronel Mendivil. Iguales escenas de horror hubieran acontecido en Viana poco tiempo despues, á no ser por la firmeza del gobernador militar D. Ramon Corres, el cual se apoderó de los sediciosos y los hizo ajusticiar, para que sirviesen de escarmiento, y evitar que en lo sucesivo se repitiesen tan criminales escesos.

Tantas insurrecciones, tan atroces atentados cometidos por los mismos que tenian obligacion de evitarlos, amenazaban una completa disolucion social, y dieron márjen á que los periódicos estranjeros se espresáran en términos poco satisfactorios para el partido que dominaba en España. Véase cómo referia estos sucesos el Monitor en su número del 2 de setiembre.

[ocr errors]

«Los furores del partido revolucionario ya no conocen »límites, y parece que proceden con arreglo á un plan >>preparado de antemano. Es evidente que los asesinos que »>envilecen el ejército español, tienen por objeto amedren>>tar las poblaciones y alejar á la parte sana de los habitantes >>de las elecciones prócsimas. Es preciso notar en las insur>>recciones militares que se suceden en España de dos me>>ses á esta parte, un conjunto de horrores que solo puede »pertenecer a un sistema de desorganizacion ideado por los >> clubs revolucionarios. En efecto, á los gritos de Nos falta »el sueldo y Mueran los traidores, es como los desgraciados >>instrumentos de estas instigaciones, cometen los mas infa

>>mes asesinatos.

»A principios del mes último ha estallado la insurreccion >>en Hernani, Bilbao, Castro-Urdiales y otros muchos pun>>tos de España: lo mismo ha sucedido el 15 de este mes en >>Miranda de Ebro, donde fué asesinado el jeneral Escalera. »Dos dias despues estallaron iguales escenas de horror en

>> Vitoria, en cuya ciudad fueron sacrificados por los asesi»nos el gobernador, su jefe de estado mayor, un individuo » de la diputacion provincial, el redactor del Boletin de Alava »y otros, hasta trece personas. A consecuencia de esta in>>surrecion, en la cual han desempeñado el principal papel >>dos compañias del rejimiento de Almansa, y apoderados » de la ciudad los revoltosos, han nombrado una junta que >>>ha elejido por gobernador de Vitoria à un tal Echa>>luce.

>> Ademas de este espantoso acontecimiento, cuya no>>ticia circula hace muchos dias, tenemos que dar cuenta á >>nuestros lectores de un hecho del mismo jénero, que ha te»nido lugar en Pamplona el sábado último: hé aquí la rela>>cion que nos ha trasmitido un testigo ocular:

po

«Pamplona 26 de agosto, á las cinco de la tarde.-Esta mañana, entre nueve y diez, los batallones primero y segundo de tiradores de Isabel II, y un escuadron, que entre todos compondrán de siete á ochocientos hombres, han dejado sus acantonamientos de Zizur Mayor y Zizur Menor, bajo las órdenes del coronel D. Leon Iriarte, y se han presentado con el mayor órden en una de las puertas de Pamplona, forzando y arrestando la guardia. En seguida, tomando sesion de todos los puestos, se han establecido militarmente en el interior de la ciudad. Las autoridades se han reunido al momento en la casa de ayuntamiento, y enviado á llamar al coronel Iriarte, á los oficiales superiores de los tiradores á los jefes de los cuerpos de la guarnicion, para pedirles esplicaciones sobre lo que acababa de ocurrir. El coronel Iriarte, asi como los dos jefes de batallon de los tiradores, han contestado que de ningun modo eran ellos responsables de los hechos. «Esta mañana, han dicho, al tiempo de tomar las a! armas nos intimaron los sarjentos y cabos, lo mismo que á los demas oficiales del cuerpo, que nos hallábamos arrestados; pero que nos devolverian el mando á condicion de que los condujésemos á Pamplona, para hacer que se les pagasen los sueldos atrasados. En tal estado de cosas, y para evitar mayores desórderes, hemos vuelto á tomar el mando y con

y

7

ducido los batallones á Pamplona. Si VV. necesitan otras esplicaciones, diríjanse á los sarjentos y cabos, y se las darán mas detalladas. »

>>Han llamado pues, á los sarjentos que se han presentado en masa ante las autoridades, con una arrogancia inconcebible. Interrogados sobre aquellos hechos, han contestado unánimemente que este movimiento ha sido producido por el estado apurado en que se hallan; y que si de los tres meses que se les debian se les pagaba al menos uno, se comprometian á mantener la tranquilidad. Las autoridades han accedido á esta proposicion; pero como no llenaba el objeto de los instigadores, algunos instantes despues volvieron á entrar los sarjentos, y manifestaron que no teniendo confianza en las autoridades de Pamplona, querian destituirlas y nombrar otras á gusto suyo. Mientras esto sucedia en las casas consistoriales, varias patrullas de tiradores iban prendiendo en sus mismas casas á varias notabilidades de la ciudad, entre ellas al jeneral Sarsfield. Pocos momentos despues, habiendo tomado sobre si el nuevo gobernador el empeño de satisfacer las ecsijencias de los revoltosos, obtuvo de ellos que pusieran en libertad á los individuos que acababan de arrestar; mas al tiempo de volver à sus cosas muchos fueron asesinados, entre ellos el jeneral Sarsfield, en medio de la plaza del Castillo, y el coronel Mendivil, en su propia casa.

»En el intervalo de esta horrible escena, otra nueva diputacion de los sarjentos de tiradores se presentó ante las autoridades, que permanecian reunidas en la casa del ayuntamiento, para intimarles que ecsijian otras condiciones mas que el pago del sueldo, y que habian encargado á una comision que redactase las bases de un nuevo sistema de gobierno; pero como el desórden era ya jeneral, una parte de las autoridades, temiendo sufrir la misma suerte que las desgraciadas víctimas de los revolucionarios, han apelado á la fuga, dejando el campo libre á los revoltosos.

>>He aquí el estado de las cosas en este momento: Vitoria se hallaba en poder de los sarjentos: doce personas han

sido asesinadas, y la ciudad es presa de los tiradores de Isabel II.»

>>Despues de leer semejante hecho, recuerda uno las >> correrías de los emisarios de los clubs de Madrid, que se >>han notado repetidas veces en el trascurso del mes último, »y viene á la memoria el viaje de Aviraneta á la costa de >>Cantabria, su paso por Francia á Cataluña, y su retorno á >>Madrid, donde ha procurado, solo en la forma, disculpar»se de su participacion indirecta en la insurreccion de Her>>nani. Desde entonces ha circulado la voz de que este per»sonaje tenia la mision de ir á instruir á los instigadores del »ejército, de la conducta que habian de observar para ase»gurar al partido ecsaltado la mayoría en las elecciones.

>>Por lo demas, los medios empleados al efecto son muy >>dignos de los miserables que ya anteriormente habian hecho >>asesinar á los jenerales Canterac, Bassa, Quesada y otros >>muchos infortunados que tuvieron la desgracia de disgus>>tarles queriendo hacerles entrar en el órden.

>>En este momento la desercion deja grandes vacíos en >>la guarnicion de Pamplona y en los cuerpos acantonados >>alrededor de la ciudad. Los soldados que abandonan de es>>te modo sus banderas, se dirijen hácia el Carrascal, pais >> montañoso situado al sudoeste de Pamplona, que es el an>>tiguo teatro de las hazañas del célebre Mina durante la >> guerra de la independencia. Al llegar allí se organizan >>en bandas independientes, que no reconocen ni la autori»dad de la reina ni la de D. CARLOS, y que se apoderan in»diferentemente de cuanto cae en sus manos.»

Véase, pues, aquí la verdadera causa de las depredaciones, asesinatos y robos cometidos durante esta guerra fatal; pues desde el principio de ella hubo desertores que se aprovecharon de la desorganizacion de España, para cometer impunemente toda clase de crímenes. Los enemigos de D. CARLOS atribuian, como ya dijimos, todas estas atrocidades á los carlistas, y cuando un jefe de la reina encontraba una partida de quince ó veinte de estos salteadores y les mataba uno o dos hombres ponia un parte estenso y deta¬

llado en que se gloriaba de haber atacado á un cuerpo carlista, al cual habia muerto un número considerable de hombres y herido muchos mas. De aqui tantos encuentros y victorias que dieron márjen á multitud de fábulas que escitaron la risa de los mas graves lejisladores. El noble lord Mahon, despues de haber protestado en la Cámara alta contra la interven cion de la Inglaterra en los asuntos de la península, esclamó:

«Esa España, por la cual se nos imponen tantos gastos, en ninguna otra época de su historia se ha visto sumerjida en situacion mas deplorable. Escuchad! Es necesario, ya que se ha rehusado contestarme, que yo reitere una pregunta que, en otra ocasion, dirijí á lord Palmerston; pero yo quisiera una respuesta categórica: ¿estamos en guerra con la España? ¿sí, ó no? ¿seré esta vez mas afortunado? Quisiera que asi fuese; pero el sistema politico de lord Palmerston ha colocado al pais en tan funesta posicion, que es muy dificil determinar si estamos en paz ó en guerra con la España; mas bien puede decirse que es la paz sin reposo, y la guerra sin honor. Sin duda alguna, los tratados firmados en nombre del pais deben ejecutarse fielmente; pero la Inglaterra no tiene derecho para intervenir tau ámpliamente como lo ha hecho.

En el estado actual de degradacion del pueblo español, la cuestion de la sucesion à la corona no es de importancia alguna en el equilibrio de las potencias europeas. Hubiera sido cien veces mejor dejar á la nacion española arreglar por sí misma esta cuestion interior, y abstenerse de suministrarle hombres y dinero. Pero lord Palmerston está lejos de pen. sar asi: no contento con las disposiciones de la cuádruple alianza, ha hecho añadir á este documento artículos adicionales, y ha intervenido del modo menos escusable en los asuntos de España. La revocacion, por su influencia, del acta de alistamiento para el estranjero, ha sido la señal de reunion para diez mil ingleses, bajo las banderas de la reina de España; desgraciados reclutas, que han sufrido, desde su enganche, todas las privaciones mas penosas, esperando el dia, probablemente prócsimo, de su completa destruccion. ¿Será

TOMO II.

2

« AnteriorContinuar »