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Bajaba la vía desde las márgenes del Pisuerga a las del Océano, y cerraba por Oriente el anillo en que cogía la indomable tierra Roma, señora del mar, apostada sobre los páramos de Castilla, y segura de los asturianos, enervados por su codicia, despierta al golpe del legón mi.ero (1). Subsisten sus hitos terminales en Castro y en Herrera, mas desaparecieron los intermedios, los que pudieran ayudarnos al cabo de siglos a plantear de nuevo el curso y desarrollo de la estratégica vía. Maestra en las artes de ocupación y de conquista, la terrible invasora sabía que después de quebrantada por el valor militar la virgen energía del salvaje, su fiereza se amansa a vista de otro modo de vivir más concertado y con la experiencia de sus beneficios; aislado el cántabro, fiaba su reducción completa a la acción de la corriente civilizadora establecida por trajineros, caminantes y soldados a lo largo de la nueva arteria.

Pocos años después daban los Flavios nombre a una colonia establecida a inmediación de aquella carretera, y un siglo más adelante restablecía sus murallas, o las levantaba de raíz Castro, que acaso no es otra que la misma Flaviobriga (2).

Los que esto creen, alegan en su apoyo otros datos fuera del millar de Nerón. Con él se descubrieron y en un mismo paraje, en Otañez, cerca de Castro, sobre el camino de Castilla, piedras e inscripciones; de ellas un millar labrado, en el cual no llegaron a esculpirse las acostumbradas letras, porque quizás las gentes que en la obra se ocupaban, hubieron de abandonar la tierra sin poner remate a su civilizador trabajo.

(1) Sic astures, dice Floro al referir los medios empleados por Augusto para la completa pacificación de los pueblos del Norte de España, et latentes in profundo opes suas atque divitias, dum aliis cuærunt, nosse cœperunt, libro IV, cap. XII.

(2) Fué autorizada opinión de los insignes académicos de la Historia, P. la Canal y Cean Bermúdez, que con su compañero señor Sabau, al ser comisionados para emitir dictamen sobre la Memoria remitida por los correspondientes señores Murga y la Presilla, en 1826, acerca de antigüedades romanas descubiertas en Castro, asintieron al parecer de éstos.

Las medallas de que hicimos mención en la pág 20, y se guardan en el salón municipal, atestiguan la fábrica posterior, parcial o general de los muros.

No lejos de aquellos sitios había sido hallada una alhaja de labor singular, un plato argentino de forma circular, esculpido en relieve, supuesto voto o memoria de algún enfermo al manantial de aguas que le dieron medicina y remedio. Así lo describe en sus memorias la Academia de la Historia: «En la parte superior se ve una ninfa, que vierte de una urna el agua que cae por entre peñas. Un joven coge de ella para llenar una vasija; otro la da con un vaso a un enfermo; otro está llenando una cuba colocada en un carro de cuatro ruedas, a que están uncidas dos mulas. A los dos lados de la fuente hay dos aras en que se ofrecen libaciones y sacrificios, y en el contorno la inscripción: SALVS VMERITANA».

El hábil orfebre, queriendo acaso indicar la fisonomía y vegetación del terreno donde el celebrado manantial brotaba, dibujó a uno y otro lado de la personificada fuente dos troncos. con hojas de castaño. El indicio convendría a la comarca donde sucedió el hallazgo; pero ¿cuál de los varios lugares de ella donde corren salutíferas aguas, da cabida en su etimología a la raíz umeritana?

¿Y quién sabe si en el lugar donde fué el plato hallado le depositaron manos precavidas o manos criminales? ¿Quién sabe si alli quedó enterrado en la confusión y sangre de militar sorpresa?

IV

LA IGLESIA

No sé de qué enemigos recelaban, qué acometidas de herejes o paganos temían los fundadores de Santa María de Castro, para erigir su templo en el centro de una fortaleza, sobre un áspero escollo, cuya entrada cerraron con muro y cava. Sin duda eran en su tiempo frescas memorias las de aquellas correrías que la intrépida marina de los árabes andaluces había

dilatado por las costas lusitanas y gallegas, hasta los confines marítimos de Asturias y tierra de Santillana, como la Historia compostelana refiere en el año 1115 de Jesucristo (1).

Probablemente le dieron asiento en el de otro santuario, en suelo ya santificado, y acaso en este uso antiguo de fortalecer la casa de Dios y almenar sus cercas no era todo desconfianza o marciales exigencias, sino propósito de ensalzarla rodeándola de atributos de poder, majestad y soberanía.

Quiere la tradición que dentro de este recinto murado y a par del rey del cielo, tuvieran palacio los reyes de la tierra. Autorízase de las reliquias viejas que aún subsisten; dice que Alfonso el Sabio le habitó en ocasiones, que en sus aposentos se ordenó el trabajo de alguna de las Siete Partidas, y hasta señala una angosta y misteriosa puerta, ya tapiada, por donde aquel príncipe glorioso, asombro de su era, afligido en medio de sus prosperidades y merecimientos por la aguda pena de la rebelión y desobediencia de su hijo Don Sancho, pasó alguna vez y se recogió a sagrado, fugitivo si no del hierro, de la insolencia de conjurados y descontentos.

¿Sería a vista de este mar proceloso de Cantabria, donde soltando el freno del cortesano disimulo, ahogada en llanto el alma del rey poeta de Las Querellas,

gritaba doliente con fabla mortal?

Pocos pasos necesitaba andar para poner su trémula mano en los cerrojos ungidos. Frente al dintel por donde salía, levanta los suyos la puerta principal del templo, la que los arquitectos de la Edad Media solían llamar puerta del Perdón, y era ahora para el Monarca puerta del Refugio. Es, al parecer, de lo más añejo del edificio, pertenece al estilo de transición con que el arte salía del siglo Xи y de la tradición románica, para entrar en el siglo XIII y en el brioso desenvolvimiento del

(1) Iisden temporibus Hispalenses..., ceterique Sarraceni..., maritima a Colimbria usque ad Pyrenaeos... Naviam, ceterosque maritimos asturum fines, terramque S. Juliana depopulando vastabant. (Historia compost.: lib. I, capítulo CIII.)

gusto ojival. La ojiva apunta en su abocinado ingreso, cuyas arquivoltas concéntricas descansan en columnas de fuste corto, capitel historiado con figuras de animales y basas unidas sobre un plinto igual, alto y corrido.

Pero la edificación fué lenta, y años no pocos y generaciones pasaron desde que los fieles entraron a orar por estos primeros umbrales a Santa María, hasta que vieron cerrarse las bóvedas, y acudieron al clamor de las campanas volteadas dentro del alto cuerpo de su cuadrada torre. Porque el calado pretil que rodea la cornisa, la crestería de los remates que recortan sobre el cielo la seca línea del tejado, la airosa torre, acardenalada a ocaso por el azote permanente de la lluvia y el vendaval, enrojecida a Oriente por el vívido sol de cada mañana, maltratados frente y pecho por las balas que mellaron sus sillares, quebraron sus perfiles y borraron sus limpias aristas, pertenecen a tiempos más adelantados.

Bien andaría la cronología castellana entre los fines del siglo XIV y comienzos del xv y por los reyes de la dinastía de Trastamara, cuando terminó la obra. No era rica la comarca, ni sus magnates y corporaciones poseyeron nunca caudal bastante para emprender suntuosas edificaciones. Opulentos eran los príncipes y prelados de León y de Castilla, y sus fundaciones atestiguan las largas treguas que discordias y escaseces imponían el trabajo útil y pacífico, pero dispendioso, del escultor y el arquitecto; eran tiempos de grandes necesidades públicas; éranlo también de fe, y la fe inducía a menudo a comenzar empresas sin la cabal posesión de medios para terminarlas, y fiando siempre en lo eventual y probable.

Por eso se ayudaban y convenían para sus devotos fines todos los estados y jerarquías sociales, el clérigo y el burgués, el mercader y el artesano; los populares pedían de sus rentas al obispo, el obispo sus limosnas al pueblo; quien no podía aprontar maravedises, prestaba su persona para el trabajo corporal, y esta limosna del bracero, la más alta y sublime que la caridad inspira, engrandeciéndole a los propios y ajenos ojos, era pagada en gracias espirituales, indulgencias y sufragios que

Roma a veces, a veces el diocesano, publicaba y concedía a la fábrica y a sus partícipes gratuitos.

Conciertos parecidos solían hacer reyes y concejos, y por tal camino participó quizás en la fundación de la iglesia de Castro el santo rey Fernando, a quien la voz común atribuye la restauración y auge de las iglesias de Cantabria; y apoyan esa voz en algún modo ciertas partes de su arquitectura, la semejanza en traza y no pocos detalles, y la advocación común a Nuestra Señora del Tránsito, que liga a las tres iglesias de Castro, de Laredo y de Santander.

La que ahora visitamos tiene tres naves, sostenidas por columinas arrimadas a un pilarón poligonal; la planta de los sillares que forman el fuste de la columna es ésta: dos tercios forman el cilindro de la columna; el restante entra con talla diversa a hacer el macizo del pilarón central, cuya superficie asoma desahogadamente entre fuste y fuste; en los capiteles triunfa la hoja de yedra, colosal en proporción, pero fielmente copiada de la naturaleza en los detalles; las ojivas son anchas, y su arco, formado por cuatro boceles, con filetes interpuestos y un aristón achaflanado que adelgaza el perfil de la ojiva, aumenta su luz y realza su elegancia. Una gala tiene que no tienen sus compañeras: galerías fingidas en los machones de la nave mayor, que la visten y aligeran con sus columnas empotradas y trilóbeas ojivas.

El arqueólogo, a luz de su criterio, examinando cada detalle, define su procedencia, señala la era de su advenimiento a la vida del arte, el porqué de su empleo en la construcción, el oficio que desempeña en el monumento; pero el arqueólogo lleva consigo el auxilio de su idioma y el archivo de su erudición, que le ayudan a establecer su opinión y a comunicarla con recíproco deleite a sus lectores.

Careciendo de ambas armas el curioso al pretender describir una construcción cualquiera, sólo consigue amontonar inarmónicas y extrañas voces que, aparte de no realizar su fin, lastiman el oído y ahuyentan el interés. La forma ojival tiene, sin embargo, tan cumplida elegancia, se asocia tan manifiestamen

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