Imágenes de páginas
PDF
EPUB

rapadas las barbas, conservaba los arranques de ellas entre ojo y oreja, suficientes para mostrar lo cerrado y negro del varonil adorno: busto de granito, semblante sereno, que si el fuego interno de las ideas ani.na y dilata pocas veces, tampoco palidece y se contrae al amago de riesgos exteriores. ¡Cuántos vendavales han azotado su piel curtida! ¡Cuántos rociones del mar ha secado el sol sobre ella!

Leyéronse en voz alta los nombres de los buques y de sus patrones, y la cifra de la carga de cada uno de ellos; levantóse a la izquierda del presidente otro marinero de parecido tipo, más desaliñado en traje y persona; asemejábanse en los sombreros echados atrás, como para dejar frescura a la frente y al pensamiento amplia libertad y desahogo, y en el rollo de tabaco, apurado casi, pero encendido todavía, que uno y otro revolvían entre dientes; se diferenciaban en las facciones acusadoras de mayor severidad y entereza en el alcalde; las de su subalterno, con una condición más blanda y flexible, anunciaban en la jerarquía moral una distancia entre ambos sujetos, equivalente a la que los distinguía en el orden social.

Delante de la mesa, en medio de la grada, se levantaba hasta la cinta de un hombre una urna prismática, cuya base superior parecía partida en divisiones convergentes, e inclinadas hacia su centro; el mecanismo de esta máquina extraña se reveló luego.

Cantó el alguacil con voz hueca y perezosa: «¡cuarenta!» y el ruido se apagó suavemente en un silencio general; gritó luego: «¡treinta y nueve!» y tuvo igual resultado; y así, sustrayendo unidades, corrió la numeración descendente hasta gritar: <<¡treinta y seis!», a cuya voz respondió súbitamente un ruido extraño, y una bola blanca saltando sobre la base de la mesa rodó al centro.

Tomó la bola el centinela de la urna, y leyó un número impreso en ella; todos se volvieron hacia la silla señalada con el mismo número, y el que la ocupaba, cuyo nombre pronunciaron varias voces y él mismo, añadió: «¡veinticuatro!» Esta cifra indicaba los quintales de pescado que tomaba para sí el rema

tante, y la gritada por el alguacil el precio que a la marea ponía el tribunal. Cesó pronto el murmullo excitado por aquel primer lance, apuntáronse los números, y la subasta continuó por tan ordenada y sencilla manera, terminando en poco tiempo.

Sencilla es asimismo la explicación de la invisible máquina. Por bajo del entarimado que cubre el suelo, corren sistemas de palancas aislados, cada uno de los cuales remata por un extremo en una de las sillas arrimadas a la pared, por donde el que la ocupa dispone del movimiento del sistema; el otro extremo va a empujar dentro de la urna un tope vertical sobre que descansa la bola numerada.

Aquella Asamblea popular, ordenada y pacífica, aquel comicio donde con fecunda mesura se agitaban intereses del común e intereses de los particulares, sin torcidos propósitos ni recíprocos recelos, sin violencias de lenguaje, indicio de personal sentimiento, sin destemplanzas de voz, señal de interno desorden del espíritu, contagioso desorden las más veces, recordaban otros tiempos, otras costumbres, otras necesidades, a cuya previsión y remedio acudían nuestros costeños, cuando emancipados de sus reyes castellanos u olvidados por éstos, organizados en potencia marítima, pequeña pero animosa, proveían por sí a la independencia de sus aguas, al libre rumbo de sus naves, al desahogo y extensión de su tráfico.

Era Castro-Urdiales centro de la confederación que abarcaba los puertos y villas desde Santander hasta Fuenterrabía; en ella entraban Laredo, Bermeo, Guetaria, San Sebastián con Vitoria, que aunque internada y no marinera se asociaba a los que podían franquearla fronteras menos cerradas que las que por todas partes la envolvían. En Castro se celebraban las juntas, se discutían los pactos, se custodiaba el archivo y se guardaba el sello de la hermandad (1), signo de su poder, san

(1) Representaba un castillo con ondas debajo, según consta de un pergamino original conservado en Guetaria, cuyo traslado inserta con el núm. 57 la Colección diplomática que acompaña a la crónica de Fernando IV, ordenada por el Excmo. Sr. D. Antonio Benavides y publicada por la Real Academia de la Historia.

ción de sus acuerdos, fe que legitimaba sus providencias y las hacía aceptables, obligatorias y cumplideras para todo vecino de cada uno de los ocho concejos asociados. Este emblema de autoridad y soberanía tenía diputados para su conservación tres hombres buenos de la villa, que en 1236 eran los llamados don Pascual Ochanarren, don Bernalt, el joven (hidalgos), y Lope Pérez, el joven.

En el citado año, y a 4 de Mayo, se pactó la confederación y alianza de los ocho concejos, extendiéndose su carta de hermandad, que aún se conserva (1).

La férrea disciplina que establecía, condenando a pena capital a contraventores y desobedientes, a cuantos validos de extraño fuero pretendieran alzarse contra lo prescrito en la carta común, a cuantos movidos de codicia personal no curasen de las limitaciones impuestas a la navegación y al comercio, en beneficio de todos, negándoles a éstos toda forma de proceso, todo derecho de asilo, salvo el del aposento real (2), fué sin duda fundamento y principio de tan sólida constitución, que robustecida la hermandad y creciendo en bríos, llegó a hombrearse con los soberanos. Así en el año de gracia de 1351, envía a Londres sus mensajeros y procuradores Juan López de Salcedo, Diego Sánchez de Lupar y Martín Pérez de Golindan, los cuales derechamente y de poder a poder conciertan con el rey Eduardo III de Inglaterra un tratado de paz y comercio valedero para veinte años, y lo firman y sellan a 1.o de Agosto monarca y diputados (3).

Este es el acto culminante de soberanía ejercido por las gentes marítimas de Castilla y de Vizcaya. Antes y después, celebran convenios, pactan treguas con sus eternos enemigos

(1) Documento citado. En él aparecen los agujeros correspondientes para nueve sellos de plomo: sin duda los ocho de los concejos y el de la hermandad ya descrito.

...

(2) vala menos por ello, e toda la hermandat en uno, e cada uno de nos quel podamos co.rer, e matar sin calonna do quier que le fallemos, salvo en la casa do fuer el Rey... doc cit.

(3) Lo traduce e inserta el Sr. D. Manuel de Assas, en su Crónica de la provincia de Santander.

y rivales los de la costa de Gascuña, territorio entonces de los ingleses: unas veces, como en 1306 y 1309, se ven en Westminster los diputados de la hermandad y los de Bayona, para entender en el recíproco desagravio y restitución de presas (1); otras, en 1353 (2), se juntan en Fuenterrabía y acuerdan gobernarse según el más humano derecho de gentes, poniendo término a la vida de invasiones piráticas y marítimos asaltos que unos y otros llevaban. Castellanos y gascones, cuantos por ambas partes negocian, tienen comisión y título de sus respectivos soberanos, y en su nombre y bajo su amparo discuten y resuelven; mas en el tratado de Londres, la hermandad aparece ejerciendo por sí propia uno de los atributos característicos, el más levantado acaso de la potestad suprema, el de pacificación y tregua, el de sobreponerse a las iras y venganzas que arman el brazo del pueblo, de súbditos y gobernados, porque la suma considerable de fuerza que la común acepción concede al poder y le reconoce, más es para regir y enfrenar pasiones de sangre que para excitarlas y moverlas.

Esta independencia y soltura de los pueblos marítimos se explayaba y vivía merced a lo apocada y floja que andaba la autoridad de los reyes castellanos. Se afirma y establece durante la minoridad de Fernando IV (1296), y toca su apogeo y vigor sumo (1351) al inaugurar su reinado el tan desventurado como cruel Don Pedro. Alfonso XI, que sucedió entre ambos, hijo de Fernando, padre del Justiciero, necesitaba de todos sus vasallos, grandes y pequeños, especialmente de los que supiesen armar una flota, regir un barco y marinear, para que le fuesen de auxilio en sus repetidas y arricsgadas empresas navales sobre el Guadalquivir y la costa de Andalucía, y si hacía sentir su cetro a sus villas de la costa septentrional, era para ganar su adhesión con mercedes, franqueándoles la industria pescadora, o, lo que más agradecen los pueblos, acudiendo en buena hora al remedio de sus calamidades. Pruébanlo con otros documentos tres cartas reales concedidas a Laredo, una (1) Colección dip. cit., números 368-438.

(2) Rymer: tom. III, pág. I.

para poder pescar y salar en todos los puertos de la marina de Castilla (1); otra para remediar la desgracia de un incendio acaecido en 1346, que destruyó la villa, eximiéndola de tributos, servicios pedidos é yantar (2), y la tercera para librar a sus vecinos del diezmo del pescado que pescaran... nin de las ballenas que matasen (3).

Curioso fuera saber la cifra de naves, marineros y soldados en que la hermandad apoyaba sus pretensiones y su arrogante derecho. Hacia aquellos tiempos, en los confines de los siglos XIII y XIV, cada una de las villas de la costa servían al rey en guerra con una galera armada de sesenta remos, guarnecida de sesenta combatientes, y bien abastecida con espadas, dardos, lanzas y ballestas, armas todas que con el casco del buque quedaban por el rey, terminado el servicio de los hombres, que duraba tres meses, al cabo de los cuales eran libres y quitas las villas que los alistaran (4). De esta noticia sacarán los versados en estadística la proporción de naos, galeas, ballineres y leños de vario tonelaje con que los marinos cántabros corrían las costas y mares del norte, desafiando temporales, riñendo sangrientas peleas con el inglés, su constante enemigo, acometiendo hazañas que ahogadas con sus perpetradores en los abismos misteriosos del Océano y de la noche, sólo fueron visibles para aquel a cuya mirada no hay sombra densa ni confin inaccesible, y que las escribió y conserva en el inescrutable libro de sus justicias; acaso en el capítulo de las recompensas, acaso en el capítulo de los castigos.

(1) En Madrid a 22 de Diciembre del año de 1339 (era del mil e trescientos e setenta e siete annos).

(2) En Avila a 13 de Agosto de 1346 (era de mil e trescientos e ochenta e quatro annos).

(3) En Villarreal a quatro de Diciembre de 1346 (era de mil e trescientos e ochenta e quatro annos).

(4) Becerro de las behetrías de Castilla, merindat de Castilla Vieja. Laredo, Castro, Santander.

« AnteriorContinuar »