Poetas de los siglos XVI y XVII

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Pedro Blanco Suárez
Instituto-escuela, 1923 - 354 páginas

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Página 46 - Y como codiciosa de ver y acrecentar su hermosura, desde la cumbre airosa una fontana pura hasta llegar corriendo se apresura. Y luego sosegada el paso entre los árboles torciendo, el suelo de pasada de verdura vistiendo, y con diversas flores va esparciendo. El aire el huerto orea, y ofrece mil olores al sentido, los árboles menea con un manso ruido, que del oro y del cetro pone olvido.
Página 118 - No me mueve, mi Dios, para quererte, el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temido para dejar por eso de ofenderte.
Página 109 - Mi Amado, las montañas, los valles solitarios nemorosos, las ínsulas extrañas, los ríos sonorosos, el. silbo de los aires amorosos. La noche sosegada en par de los levantes de la aurora, la música callada, la soledad sonora, la cena, que recrea y enamora.
Página 217 - ... lejos. Ni estoy bien ni mal conmigo, mas dice mi entendimiento que un hombre que todo es alma está cautivo en su cuerpo. Entiendo lo que me basta, y solamente no entiendo cómo se sufre a sí mismo un ignorante soberbio.
Página 164 - Dime, Padre común, pues eres justo, ¿Por qué ha de permitir tu providencia Que, arrastrando prisiones la inocencia, Suba la fraude a tribunal augusto? ¿Quién da fuerzas al brazo que robusto Hace a tus leyes firme resistencia, Y que el celo, que más la reverencia, Gima a los pies del vencedor injusto? Vemos que vibran victoriosas palmas Manos inicuas, la virtud gimiendo Del triunfo en el injusto regocijo; Esto decía yo, cuando riendo Celestial ninfa apareció, y me dijo: "¡Ciego!
Página 7 - ... él, con canto acordado al rumor que sonaba del agua que pasaba, se quejaba tan dulce y blandamente...
Página 44 - Qué descansada vida la del que huye el mundanal ruido, y sigue la escondida senda por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido...
Página 9 - Por ti el silencio de la selva umbrosa, por ti la esquividad y apartamiento del solitario monte me agradaba; por ti la verde hierba, el fresco viento, el blanco lirio y colorada rosa y dulce primavera deseaba.
Página 50 - Cuando contemplo el cielo de innumerables luces adornado, y miro hacia el suelo de noche rodeado, V en sueño y en olvido sepultado ; el amor y la pena despiertan en mi pecho un ansia ardiente...
Página 286 - La casa para el César fabricada ¡ay! yace de lagartos vil morada. Casas, jardines, césares murieron y aun las piedras que de ellos se escribieron.

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