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provincia entera y sus condados con todas sus prerrogativas (X).

Ya poco antes, á 25 de Abril, hallándose en Zaragoza, había mandado el rey expedir un edicto por el cual prometía á los catalanes olvidar todo lo pasado, mantenerles en sus haciendas, privilegios, usajes, fueros, pragmáticas, capítulos de corte, leyes y constituciones, y ofrecía á todos perdón general, exceptuando á D. José Margarit, al Dr. Fontanella, D. José Rocabruna, D. Francisco Vergós y los que hubiesen puesto mano en la muerte del conde de Santa Coloma. También se mandaba por este edicto á D. Felipe de Silva y á los demás generales que no se hiciese el menor daño á cuantos lugares se redujesen voluntariamente, siendo respetadas las personas y haciendas (XI).

Cuando Felipe IV, al cabo de poco tiempo, partió de Lérida para la corte, encargó asimismo de palabra, y muy particularmente, que se tratase bien á los catalanes y se tuviese con ellos todas las consideraciones debidas á súbditos «á quienes tanto debía la monarquía. » Mientras era ésta la política cuerda y prudente que seguía Felipe IV, los franceses, por su parte, iban enajenándose voluntades, y no tardó en estallar un conflicto con el virrey Lamotte.

Habíase éste encaminado á Tarragona para ponerle sitio con su ejército, á fin de enmendar con la toma de esta ciudad los daños de la pérdida de Lérida. Formó sus líneas y fortificóse en la circunferencia de la plaza, á la cual batió vigorosamente hasta 22 de Agosto,

1 Son rarísimos los ejemplares que de este edicto quedan, y ésta es otra de las razones porque se inserta en los apéndices á este libro. La escasez de ejemplares es tal, que ua escritor que debió hacer investigaciones en el archivo para historiar esta época, no habiendo encontrado este edicto, dudó de su existencia y creyó que sólo Margarit había sido exceptuado del perdón general. (Véase Tió en su «Conclusión,» 31.)

día en que, haciendo una repentina salida los de la ciudad, penetraron en las líneas enemigas, clavaron cuatro cañones y mataron á muchos franceses, quienes, recobrados de su primera sorpresa, defendieron sus fuertes haciendo retirar á los de la plaza.

En desagravio, Lamotte ordenó dar un asalto general el día 24 por las brechas que había abierto su artillería, defendiéndose los cercados con tanto empeño como fueron atacados. Las relaciones de aquel tiempo citan, como modelos de valor, á los cabos catalanes Jaime Portoles, José Bacedas, Ponce de Foix, Jaime Gorchs y José Torrell. Sitiados y sitiadores rivalizaron en bravura y arrojo, pero hubieron de retirarse los últimos á su campo sin haber conseguido otra cosa que compartir el lauro de la jornada con sus enemigos 1.

Convencido por fin el mariscal francés de que no era posible entrar en Tarragona, decidióse á levantar el sitio á 14 de Setiembre, por lo cual se alzaron contra él fuertes enojos, sin que le valiera decir que había hecho esto para ir á ocupar los lugares que hay desde Urgel á Cervera á fin de impedir que entrasen víveres en Lérida. La indignación creció de punto cuando se supo que Balaguer, Agramunt y Ager se habían entregado á los castellanos, voluntariamente las dos primeras plazas y la tercera á la fuerza, después de haber opuesto empeñada resistencia su gobernador, D. Felipe de Erill.

Estas pérdidas, la rendición de Lérida, la batalla desgraciada ante sus muros, la caída de Monzón y el abandono del sitio de Tarragona fueron el menguante de la fortuna de Lamotte, contra quien se pronunció airada la opinión pública, haciéndosele á más graves cargos de fraudes y depredaciones sobre los bienes secuestrados y mayormente sobre los del duque de Cardona, con

1 Relación de los sitios de Tarragona, impresa en aquel mismo año.

cuyo solo título no se contentaba. Cataluña creyó necesario enviar una embajada á la regencia de Francia, y fueron elegidos para el desempeño de esta misión el abad Montpalau y D. Francisco Solá. Partieron estos dos embajadores y expusieron: que la flojedad de los que mandaban en nombre de la Francia y su descuido en no impedir con tiempo los planes del enemigo, hacían inútiles los esfuerzos del país; que se cometían excesos en la distribución de las haciendas secuestradas, empleándose sus productos en lo que no se debiera; que se sacaban de sus casas con incierto destino á hombres respetables; que si bien la Francia gastaba el oro de sus arcas y prodigaba la sangre de sus hijos para sostener la guerra, no le iba en zaga Cataluña, pues tenía sus erarios apurados y exhaustos, habiéndose gastado hasta el último sueldo de las fortunas particulares, prodigando asimismo la sangre de sus hijos, que combatían al lado de los franceses y muchas veces solos; que se estaban haciendo levas de naturales una tras otra; que la Francia había ofrecido mucho, pero dado muy poco; que la conducta seguida por sus representantes en el país no era la más conveniente para atraerse simpatías y captarse voluntades; y por fin, que era preciso enviar pronto socorro y quitarle el mando al mariscal Lamotte, no haciéndose lo cual la diputación catalana protestaba buscar otro expediente á sus intereses 1.

La reina regente contestó á los embajadores catalanes que se pondría remedio, y en efecto, fué llamado en seguida Lamotte para que diese cuenta del estado de Cataluña y sus negocios, encargándole confiase el mando á M. de Terrail durante su ausencia. Lamotte salió de Barcelona el 25 de Noviembre.

1 Archivo de la Corona de Aragón: instrucciones dadas á los embajadores y correspondencia de éstos.

Hubo en este año algunos encuentros de menos consideración que los citados, y gracias al gobernador de Cataluña D. José de Margarit, hombre activo, diligente y consagrado en cuerpo y alma á la causa catalana, alcanzó ésta algunas ventajas. Fué entre ellas la más notable la de haberse sostenido Tremp, y con esta plaza toda aquella comarca. Los castellanos habían intentado pasar al marquesado de Pallars y apoderarse de Tremp; pero esta población luchó valiente y se defendió heróica, viéndose obligadas las tropas reales á retirarse por lo crudo de la estación y para no esperar la llegada de los socorros enviados por el gobernador Margarit.

También en este año de 1644 se abrieron en Munster negociaciones para entablar la paz; y como para informar al plenipotenciario de Francia sobre los derechos, usos y leyes de Cataluña, se pidiera á este país un hombre docto y entendido, la diputación eligió al doctor Juan Pedro Fontanella, regente que era entonces de la audiencia de Barcelona, el mismo que el rey Felipe IV había exceptuádo del perdón concedido á los demás, el que había sido conceller en cap en tiempo de Pablo Clarís, persona de altos conocimientos, escritor y letrado distinguido y uno de los más firmes y enérgicos defensores que tenía la causa catalana 1.

1 Jaime Tió habla de haber sido enviado Fontanella á Munster, pero equivoca al hijo con el padre. Francisco Fontanella no fue el regente de la audiencia, sino uno de los poetas catalanes de aquel tiempo, panegirista de Pablo Clarís, pues ya en una nota anterior he citado su obra, y entusiasta de la revolución catalana como todos los talentos de la época, aunque figuró menos que su padre Juan Pedro. El Fontanella que partió á Munster no fué, pues, el poeta, como de la lectura de Tió se desprende, sino el letrado.

CAPITULO XXXII.

Llegada del conde de Harcourt, virrey.-Sitio y capitulación de Rosas. -Toma de Mollerusa.-Toma de Camarasa.-Batalla de Llorens.Sitio y capitulación de Balaguer.-Victoria en Flix.-Regresa Harcourt á Barcelona.- Conspiración en favor de Felipe IV.-Castigo de los conspiradores.-Martí en las conferencias de Munster.-Memorial al rey de Francia.—Sitio de Lérida.—Resolución de los leridanos. — Salidas de los sitiados. -Es nombrado de nuevo el marqués de Leganés.-Hambre en Lérida.-Batalla dada por el de Leganés.

(1645 y 1646.)

Con el año 1645 volvió á cobrar esperanza y crédito la causa catalana. Sucedió á Lamotte en el cargo de virrey y capitán general, el Sermo. Sr. Enrique de Lorena, conde de Harcourt, que fué después el mariscal de Villeroy, el cual juró á 13 de Marzo en Perpiñán y entró en Barcelona el miércoles 22 del mismo mes, siendo aceptado con grande alegría y haciéndosele un pomposo y fausto recibimiento 1. El de Harcourt, por su carácter y brillantes cualidades, se atrajo bien pronto las simpatías de los catalanes, quienes le vieron empuñar con mano firme las riendas del gobierno, correspondiendo el éxito más favorable á las esperanzas que su llegada hizo concebir.

La primera disposición que tomó el conde de Harcourt al pisar Cataluña, fué la de encargar á Du Plessis Praslin que se apoderara de la plaza de Rosas, sostenida hasta entonces contra todos los ataques y tentativas por su gobernador D. Diego Caballero. Du Ples

1

Dietario de la ciudad. Los dietarios y comunicaciones dan al conde de Harcourt tratamiento de Alteza Serenísima.

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