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los medios que podian suministrarle su carácter intrigante, sus tesoros y el poderio sin límites que ejercía en la córte de Cárlos IV, para perseguir á su hijo primojénito, para turbar y empon zoñar el curso de su vida. De aquí se orijinó una guerra doméstica de la que los españoles no podian permanecer espectadores indiferentes. Aunque no podamos decir con ecsactitud que el pais se dividió en dos partidos políticos, sin embargo ecsistian dos opiniones distintas que se manifestaban con señales claras: la una era favorable al príncipe de la Paz y la otra al príncipe de Asturia. En torno del primero habíanse colocado naturalmente el mayor número de los ambiciosos, los jefes del ejército, y algunos optimistas políticos que esperaban que el ministro obraría en las instituciones de la monarquía el cambio y las reformas necesarias para la ventura del pais: pero la masa de la nacion que por una parte veía el desórden y las desgracias de que era víctima el Estado desde que Godoy empuñaba sus riendas, y por otra parte se lastimaba con la suerte desventurada de un príncipe destinado á ocupar un dia el trono de España, cobrábale de dia en dia mayor afecto, y aglomerábanse poco á poco esos elementos de ecsasperacion y de odio que debian necesariamente producir pronto ó tarde una esplosion decisiva.

No desdice de nuestro objeto el echar una mirada rápida sobre el estado moral de la nacion española en la época de que tratamos. El hombre

que dirijía entonces sin opinion ni obstáculos los destinos de Iberia, habíase encumbrado al puesto brillante que ocupaba por unos medios que se oponian á los mas simples deberes del decoro público y á las obligaciones mas sagradas que imponen á la sociedad las leyes divinas y humanas. Este funesto gérmen de corrupcion produjo en poco tiempo las mas terribles consecuencias; y las altas clases de la sociedad olvidaron ó trastornaron las ideas de la moral. Arrastrados por el deseo desenfrenado de engrandecerse, y por el ansia de incensar al idolo del dia, sacrificaban los cortesanos todos los miramientos: y el soberano que parecía á los ojos de sus súbditos condenado á esa especie de desgracia que tan dificilmente soportan hasta los hombres de la mas infima clase, sancionaba con su tolerancia ó su neglijencia los desórdenes mas incompatibles con el bien del Estado. La corrupcion caminaba con pasos rápidos y detestables, y venia á ser el único medio de satisfacer la ambicion, y algunas veces tambien de conseguir justicia. El marido vendia á su mujer, el padre á su hija, el hermano á su hermana. Los empleos públicos, las riquezas del Estado, el favor del rey todo estaba en manos de un solo hombre, que disponía de ellos segun los caprichos de su imajinacion, ó el impulso de sus pasiones. Los tribunales no pronunciaban sentencia alguna sin haber consultado antes ó sus intereses ó sus inclinaciones, y el clero colocaba en el altar el retra

to de Godoy al lado de la imájen del hijo de Dios. El curso de los negocios públicos y la administracion de todos los ramos que componen el sistema de gobierno seguian la impulsion que recibian del centro de estos desórdenes. La confusion que reinaba en la hacienda, los actos arbitrarios de los que ejercian alguna autoridad, la necesidad de sostener un poder ilejítimo por medios violentos y pérfidos, el saqueo del tesoro nacional por un hombre insaciable de riquezas, y en fin las persecuciones crueles ejercidas contra las personas distinguidas que procuraban oponerse á los in. fortunios que abrumaban el reino, eran para un observador atento otras tantas señales ciertas que indicaban la procsimidad de una de aquellas crisis que rejeneran ó destruyen las naciones.

Iba á llegar una época que despertaba nuevas y consoladoras esperanzas, y que parecia debía derrocar sin violencia el poder inmenso levantado sobre las ruinas del honor y de los verdaderos intereses de la nacion. El matrimonio entre Fernando María Antonia de Borbon, hija del y rey de Nápoles, estaba á vísperas de concluirse; y España entera esperaba los mas felices resultados de esta union, deseándola ardientemente el príncipe mismo como que le presentaría ocasion favorable para libertarse de la penosa esclavitud en que jemía, y para tomar en fin entre los hombres el rango que hasta entonces le habian rehusado sus contrarios. Celebráronse en Barcelona con pompa y

con grandes demostraciones de alegría estas bo das, y las de la hermana de Fernando la princesa Isabel con el heredero presuntivo de la corona de Nápoles. No obstante que un acontecimiento de tanta importancia escitó naturalmente la atension jeneral, no bastó á eclipsar por un momento el esplendor de Godoy ni causó el menor detrimento á su omnipotente influencia. Llegaron los príncipes á la capital, y cuantos deseaban una mudanza en la direccion de los negocios públicos, fijaron sus observadoras miradas en la princesa de Asturias.

Hallábase adornada esta bella princesa de un espíritu brillante y de un carácter decidido: y la educacion que había recibido de su madre era al propósito para desarrollar y aumentar sus cualidades naturales. Poseía familiarmente las principales lenguas de Europa, y conocía la literatura antigua y moderna: ni tampoco ignoraba las teorías lejislativas y políticas que en el discurso de tantos años han fijado la atencion de los varones mas eminentes en el mundo filosófico. La independencia natural de su carácter habíase fortalecido y acrecentado con un corazon en que las reglas despóticas de la etiqueta habian sufrido modificaciones muy considerables: y los conocimientos que había adquirido de la situacion funesta de su esposo, le inspiraron la noble ambicion de restituirle á la dignidad de que hasta entonces le habian privado. La familia real de Nápoles, educada en la

escuela del infortunio, había luchado contra la suerte, y esperimentado todas las consecuencias de las vicisitudes humanas. Habíase pues despertado del letargo en que yacen ordinariamente los prín cipes mientras que sucesos estraordinarios no vienen á turbar su tranquilidad, y á disipar las ilusiones del poder y del esplendor que los rodean. La reina Carolina que había gobernado el Estado durante los peligros á que la revolucion francesa y la invasion de Italia habian espuesto su trono, preveyó claramente las humillaciones que amenazaban á su hija en una córte en que el solo título de esposa de Fernando bastaba para suscitarle muchos y poderosos enemigos: habíale pues dado to. dos los consejos que creia necesarios para que lograse destruir á sus contrarios y apoderarse de su caida.

Ningun efecto produjeron sin embargo los dones de la naturaleza y de la educacion y las previsiones de la política: porque la influencia y las intrigas. de Maria Luisa desvanecieron tan lisonjeras y bien fundadas esperanzas, y Antonia lejos de ser la libertadora de su esposo fue la compañera de su servidumbre y de su desgracia. Al cabo de algunos años quedó rota esta union desventurada bajo todos conceptos con la muerte prematura de la princesa, atribuida jeneralmente al odio de sus perseguidores. El suicidio cometido algunos meses despues de este suceso por el boticario de palacio, y el afan conque la policia hizo desaparecer

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