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Es pues muy cierto que si no hubiese destruido al gobierno de Fernando el espíritu de independencia que se manifestó en España á consecuencia de la insurreccion de las Cabezas de San Juan, el estado del tesoro hubiese bastado por sí solo para producir la catástrofe y ocasionar una esplosion tan jeneral y tan decisiva como la de 1.o de enero de 1820.

MINISTERIO DE GUERRA Y DE MARINA.

Aunque la guerra sostenida por la Península para

repeler la invasion de los estranjeros fué jeneralmente popular, sin embargo los actos de crueldad cometidos contra los franceses provenian mas bien de la sed de venganza y de la ecsaltacion del patriotismo, que de combinaciones regulares y estendidas, ejecutadas por tropas disciplinadas. No obstante al regreso de Fernando ecsistian todavía algunos rejimientos bien organizados, y notables por su disciplina y por el arrojo que habian acreditado en varias ocasiones. Las ideas liberales no

habian echado raices todavía entre las tropas, que acostumbradas á combatir por Fernando y por la independencia nacional, solamente tenian un deseo vago de reformas políticas concretadas á aquellos dos grandes objetos de su culto. De aquí es que sin encontrar diferencia alguna entre un monarca despótico y un rey constitucional, apenas divisaron á Fernando pasando la raya, lo acojieron con entusiasmo, destruyeron á su vista la lápida de la Constitucion, dándole á entender de este modo por las demostraciones menos equívocas de afecto á su persona, que podia contar con ellas para sostener su sistema político cualquiera que fuese. Hallábase entonces en Valencia una de las principales divisiones del ejército mandada por Elio, y que obedeciendo el impulso dado por aquel jeneral, abrazó vivamente sus opiniones y se declaró sin rebozo contra el sistema constitu. cional.

La conducta del conde del Abisbal en este caso merece particular atencion. Mandaba entonces una division del ejército, la única quizás que manifestaba síntomas de liberalismo y habiendo sabido la entrada del rey en España, pero no el partido á que se inclinaba S. M. de los dos que dividian la nacion, envió un coronel de toda su confianza con órden de seguir al rey por el camino que hubiese tomado, y de entregarle segun la opinion que hubiese seguido el monarca, una de las dos felicitaciones de que era portador, escritas en

sentido contrario. Si el rey se declaraba por la Constitucion, la felicitacion que debia entregarle contenia los elojios mas pomposos de este código político, y las promesas mas brillantes de contri. buir á la consolidacion del nuevo sistema. En el caso en que se resolviese por el bando opuesto, el conde en su segunda felicitacion se espresaba en los términos mas enérjicos contra las peligrosas novedades de los liberales; y ofrecia su persona y su ejército al rey para derrocar un órden de cosas tan incompatible con los intereses del reino, y para restablecer el trono en el libre ejercicio de sus antiguas prerogativas.

El coronel no menos diestro que su jefe cjecutó la comision con la mayor ecsactitud, y puso en manos de Fernando el segundo escrito, siendo ámpliamente recompensado por el celo que habia manifestado en tan espinosas circunstancias.

La disposicion jeneral de los soldados en favor del rey absoluto, y la larga série de combates glo. riosos en que habian tomado parte para librarle de su cautiverio, dió al ejército derechos incontestables á la benevolencia del monarca. Las primeras medidas de su nuevo gobierno respecto á las tropas, fueron pues seguridades reiteradas y públicas de su gratitud, espresadas en los términos mas pomposos, y acompañadas de las promesas mas magnificas. Propusiéronse los ministros reor ganizar completamente el ejército, con cuyo obje to nombraron una comision de oficiales jenerales.

Publicóse un decreto mandando erijir un edificio para los soldados inútiles, que en nada debia ceder al famoso cuartel de los inválidos de Paris. Al propio tiempo el monarca recibia á los militares del modo mas afable; concedíales pensiones, decoraciones y grados, tratando siempre con notable deferencia á los que habian permanecido fieles á los principios de la antigua monarquía, y á que habian aprobado las novedades en materia de gobierno recibia con mas agrado y colmaba de mas importantes favores á los primeros.

los

Mas al cabo de algunos meses, el ejército entero comenzó á resentirse de los efectos de un ministerio sin plan, y que en vez de las recompensas prometidas, solo enviaba órdenes dictadas por el espíritu de estravagancia, y propias para convertir en soldados fanáticos y afeminados á los que tanta gloria habian adquirido. Prohibiéronse los cantos bélicos que habian entonado con tanto en. tusiasmo en los pasados combates: mandóse resucitar la olvidada costumbre de reunirse á la caida del sol las compañias para rezar el rosario (1), y que las músicas militares cesasen de asistir á la

(1) Si Fernando hubiese hecho su ejército verdaderamente relijioso, no sería justo censurarle tales medidas: el trozo mas sublime del Tasso, es aquel en que pinta al ejército de los cristianos en oracion en el monte de los Olivos.

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