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misa de los rejimientos, como hasta entonces. Por otra parte, organizaron en el ejército un sistema de espionaje que indignó hasta á los mismos tan.bores.

Los oficiales que se habian distinguido en la última campaña quedaron olvidados en las provincias, mientras que colocaban á la cabeza de los rejimientos á sugetos enteramente desconocidos, que no habian tomado parte en la gloriosa lucha que acababa de decidirse, y que solo debian su elevacion á la intriga y al favor.

El jeneral Mina (!), que desde la promulgacion del código de Cádiz se habia mostrado su mas celoso defensor, habia observado atentamente la marcha de la opinion pública y la conducta de Fernando desde su vuelta á España. Hallábase en Navarra, á la cabeza de una division del ejér cito, cuando recibió el decreto dado en Valencia en 4 de Mayo. Arrebatado por la indignacion que sintió al leerlo, escribió en el acto á todos los ofi

(1) Es tan conocida la conducta heróica de Mina durante la guerra de la independencia, que los lecto res nos dispensarán el entrar en detalles sobre este punto. En 1814 pronuncióse en favor del gobierno libre y constitucional, y vióse obligado á buscar un asilo en la vecina Francia. El gobierno español puso en juego multiplicados resortes para conseguir su entrega, pero Francia que ha sido siempre el asilo de los proscritos no quiso dar oidos á aquellas bajas intrigas.

TOM. I.

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ciales superiores de los rejimientos que militaban bajo su mando, proponiéndoles un plan de resistencia á tales medidas, y respondiendo del écsito con su cabeza, si se le reunian francamente para ejecutar tan noble designio. El mal resultado de este paso le demostró que la fuerza armada en que fundaba sus esperanzas, iba á ser uno de los principales obstáculos de sus deseos. Mas cuando las medidas del gobierno llegaron al estremo de irritar á los mismos que habian contribuido á sostenerlas, Mina creyó que ecsistian motivos bastante poderosos para enarbolar el estandarte de la revolucion. Jefe del ejército de Navarra, aunque el ministro le habia quitado oficialmente el mando, puso se en comunicacion con la mayor parte de los rejimientos de que se componía, y trazó el plan de una vasta conspiracion que habia de estallar apoderándose de la ciudadela de Pamplona.

La vijilancia del partido contrario, ayudada por la influencia del clero y de los frailes, y por la destreza del conde de Ezpeleta, capitan jeneral de Navarra, descubrió la trama urdida, y Mina escapó de los peligros que le amenazaban, refujiándose en Francia.

El Empecinado (1) hizo otra tentativa para po

(1) El Empecinado es un sobrenombre dado á los del pueblo de que era natural; el distinguido guerrero se llamaba D. Juan Martin. Era hijo de un pobre la◄

ner un término á los infortunios que abrumaban la patria. Dirijió al rey una representacion corta, mas enérjica, llena de verdades severas y dictada por et mas noble patriotismo. Observaba en ella que los monarcas que habian merecido el reconocimiento de los hombres, eran los que habian escuchado los ruegos de sus súbditos con la firme resolucion de remediar las desgracias. Los españoles pensaban jeneralmente que S. M. abrigaba semejantes intenciones, y que así oiría favorablemente las súplicas que le dirijian con la intencion de po ner término á los abusos de su gobierno. S. M. estaba entonces á merced de los hombres que habian contribuido á las medidas opresivas de Godoy, y que en vez de tomar las armas en la última guerra, habian permanecido espectadores tranquilos de los sucesos, mientras mientras que miles de españoles morian en defensa de su independencia. No le movia por parte suya mira alguna de partido; ni pretendia

brador, y sirvió durante mucho tiempo en clase de simple soldado: en 1868 se puso á la cabeza de una guerrilla, y se dió á conocer por sus talentos para este jénero de guerra. Fernando le confirió en 1814 el grado de mariscal de campo, y le autorizó pára que firm mara con el sobrenombre de Empeciuado. Sa reputacion se habia estendido tanto, que hasta un pobre cura de las Islas Filipinas le envió en 1817 una cadena de bastante valor como un testimonio de su admiracion. Murió en el patíbulo por liberal.

acusar á los serviles ni defender á los liberales: su único objeto se reducia á dar á conocer al rey la necesidad de una amnistia jeneral, tanto mas urjente cuanto los partidos que dividian la nacion eran el resultado de las circunstancias en que aquella se habia encontrado. Acompañaba una minuta de proclama, que á su juicio debia dar el monarca á sus súbditos, y afirmaba que los que babian aconsejado á S. M. que siguiese el camino opuesto no habian logrado sino hacerle perder las colonias de América, cuya poblacion en masa, ecsasperada por la persecucion, habia resuelto perecer mil veces antes que perder su libertad. Si S. M. se dignaba dirijir una mirada sobre el estado de la hacienda, encontraría en ella un laberinto indifinible. Para cumplir la promesa solemne que habia becho al pueblo era necesario convocar las cortes, único medio de restablecer la confianza y el crédito del estado. Imposible parecia no conocer que el clero habia manifestado mucha ingratitud al pueblo, que con tanto arrojo habia defendido sus intereses, cuando la dominacion de los franceses amenazaba con una completa ruina. Multitud de procesos aflijian el pais: y la justicia parecia desterrada de España, porque habia desaparecido bajo las formas arbitrarias y los odios mas inveterados. Los abusos habian llegado á tal punto, que los que deseaban la ruina de un pariente, de un amigo ó de un vecino, no necesitaban hacer otra cosa que dirijirse á un juez y acusar al objeto de su odio de

un crimen supuesto. Al momento se mandaba la prision del acusado y se le privaba de comunicar con sa familia, y cuando trascurridos muchos meses se reconocia su inocencia, el acusador no tenia que temer castigo, y al contrario algunas veces el gobierno le recompensaba con un empleo.

Esta pintura atrevida de los males que desola. ban la España, se divulgó profusamente por el público el Empecinado permaneció en Madrid en presencia de sus enemigos, y cuando lo juzgó conveniente se retiró á su pueblo. Allí se consagró enteramente á la agricultura, viviendo como un simple particular, satisfecho de haber llenado su deher de una manera tan noble y tan distinguida, despues de haber heclio servicios tan eminentes á su patria.

Aunque esta leccion pareceria fuerte á Fernan, do y á sus consejeros, y aunque la aprobacion jenerai que tuvo el escrito del Empecinado demostró que ecsistia un gran número de descontentos, sin embargo en nada se varió el sistema que producia tantos padecimientos al ejército. El desórden de la hacienda se conocia principalmente entre los militares, pues los sueldos devengados que se debian hasta á los soldados mismos ascendian á una suma considerable. Los proveedores viendo que no se les cumplian las contratas, suspendian con frecuencia la entrega de sus provisiones. Los jefes del cuerpo y los comandantes que estaban de guarnicion se veian entonces obligados á implorar el

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