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FRUTOS PRIMAVERALES.

COLECCION DE ARTICULOS LITERARIOS,

ORIGINALES

DEI

Poro. 3. Emilio de los S. Fuentes y Betancourt.

LCDO. EN LA FACULTAD DE FILOSOFIA Y LETRAS

DE LA

UNIVERSIDAD DE MADRID,

con un prólogo del Sr. Pbro. D. Ricardo Arteaga y Montejo.

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Imprenta "EL TIEMPO," calle del Sol N. 66.

1875.

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MARTI

1

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A

267

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PRÓLOGO.

El árbol magestuoso que, plantado junto á las corrientes, forma una síntesis admirable de gracia y de fecundidad la cual se esparce y vigoriza por medio de la savia, las ramas, las hojas, las flores y los frutos; el rio que, descendiéndo de las altas cumbres, baña los prados, ofreciéndonos en el caudal de sus aguas, contenidas dentro de su cauce, un sistema completo, un órden admirable, que se descompone por la accion del sol y se eleva en ligeros vapores, volviendo á caer en lluvias y en rocíos y comunicándose despues por los mil canales de sus riberas; imágenes son del órden que debe presidir en las creaciones de la inteligencia para regular la armonía, el enlace, la unidad de miras y de esfuerzos, que contribuyen poderosamente á recrear é instruir el ánimo.

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La palabra reasume todos los dones que el hombre recibiera. Pensamiento vivo y animado es el eco del samiento divino, es el cántico por excelencia de la creacion. Ella esterioriza al hombre, le descubre y relaciona con sus semejantes, siendo el principal elemento de ese comercio inefable que, exhibiendo las riquezas y las galas del ser racional, fraterniza los corazones y coadyuva á su felicidad. Esa prerogativa augusta repite todos los tonos, gorgea con las aves, murmulla con las fuentes, susurra

con las brisas, zumba con el huracan, amedrenta con el trueno: cayendo la palabra en los labios tiernos del infante desde los de su madre con leche de su cariño y con los besos de su amor, ensaya el primer sonido, descubre la primera luz de la inteligencia, para confundirse despues con los himnos de l querubines y resolverse en el piélago inmensurable de la sabiduría divina.

Este don, que tanto engrandece al hombre, aunque es un sonido que lleva el viento, merced á un descubrimiento prodigioso ha podido conservarse, para mantener el comercio entre una y otra generacion; para reproducir al presente las ideas de ayer y revelar mañana los adelantos de hoy.

Tal es el fin principal de todo escrito destinado á instruir ó á moralizar. Y para lograr este objeto debe tener sus leyes y contenerse dentro de la órbita de la verdad. No basta escribir, ni tampoco la lira puede cantar todo cuanto piensa el alma. Todo escrito consagrado á la posteridad y si no quiere ser una profanacion del talento y un insulto á la dignidad,—debe adornarse con el triple esplendor de la verdad, de lo útil y de lo hermoso. No es la literatura,-decia Balzac,-ni una ramilletera ni una torneadora de periodos, para que se la violente y aun rebaje haciéndola valer únicamente para embriagar los espíritus con ruidos armoniosos y sonoras rimas. No debe, abandonando lo esencial, ocuparse con demasiada complacencia de las formas, ni ser excesivamente prolija en la eleccion de las frases. Con esta coqueteria del entendimiento el espíritu se contrae, pierde su vigor, se hace trivial y ligero, vuela pecho á tierra, y divaga sin cesar en un círculo estéril de palabras y de ideas, de donde ningun soplo generoso sale para inflamar sus alas ni elevar su vuelo hácia las regiones de los grandes pensamientos. Es verdad que la literatura es la palabra humana bruñida, adornada de gracias ó armada de rayos para impresionar mejor las almas é insinuarse mas fácilmente en las inteligencias; pero no es menos cierto que, falseando su naturaleza y vendida á la vanidad ó al error, se reviste de

brillantes matices que ofrecen un mayor encanto y atractivo á los espíritus livianos y á los corazones corrompidos. El veneno no es ménos mortífero por que se administre en una copa de oro cincelada; al contrario, el brillo del metal y la delicadeza de las molduras divierten la vista y aproximan los labios.

Nada perjudica tanto ni contribuye tan poderosamente á extraviar el espíritu como la literatura corrompida, cuando se consagra á celebrar todo aquello que debiera permanecer en silencio, sumergido para siempre en el mas profundo olvido. Los encantos y las seducciones del lenguaje son siempre peligrosos para todos; pero mucho mas para la juventud cuya inteligencia comienza á abrirse brotando algunas flores, primicias de una cosecha mas importante y sólida. Los perfumes literarios trastornan fácilmente las cabezas juveniles, cuya imaginacion despierta al contacto de una luz fogosa, y produce sus primeros frutos, como las primeras hojas de la risueña primavera. Frutos sazonados-si vale la expresion-por la influencia de las sensaciones que reciben, por la accion de los rayos que los fecundan. Frutos de honor y de gloria, si son debidos á nobles inspiraciones; de ignominia y desprecio si nacieron bajo el soplo ardiente de las pasiones.

Por esto saludamos siempre con entusiasmo y bendecimos la hora feliz en que aparece en el anchuroso estadio de las letras un nuevo campeon de esa literatura noble y elevada que, ensanchando el círculo de los conocimientos humanos, haciendo brillar las flores del saber, dilata los horizontes de la vida y propone ejemplos sublimes y poderosos estímulos para que el génio de cada cual desplegue sus alas y se remonte á las regiones purísimas donde impera la virtud y cuya atmósfera está embalsamada con el aroma deleitoso del bien.

Por esto recibimos con aplauso los Frutos Primaveralez donde, guiado su autor por el sentimiento delicado que lo distingue, y sin obedecer mas que á su inspiracion, creemos descubrir plenamente satisfechas todas las exigencias de los mas recelosos espíritus; y no dudamos reco

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