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en inquietud y cuidado á Cárlos de Inglaterra y á la misma república de Holanda. Ambas naciones se entendieron para atajar el engrandecimiento de una potencia que parecia ir en camino de hacerse mas temible que lo habia sido la España. Unióseles la Suecia, y las tres formaron alianza, conviniendo en hacerse mediadores entre Francia y España, á fin de obligar á la primera á que cesase en las hostilidades, que podian comprometer de nuevo la tranquilidad de Europa, y encargaron á sus representantes en París que hiciesen saber á Luis aquella resolucion. Luis accedia á firmar la paz, pero con tantas condiciones que era imposible las aceptase la córte de España siempre que conservara un resto de pundonor. Tales eran, la de que habia de cederle, en recompensa de los derechos de la reina, las plazas conquistadas, ú otras equi'valentes que él designaría; la de que en otro caso se le diera el Franco-Condado, y que se obligára la república holandesa á mediar con la córte de Madrid para que aceptara aquella alternativa. Desechadas, como era de esperar, tan humillantes condiciones, fué preciso continuar la guerra. Inmediatamente ordenó Luis al príncipe de Condé que penetrára con sus tropas en el Franco-Condado, y se apoderára de aquella provincia. Sin mucha dificultad rindió su capital, Besanzon (febrero, 1668), y tras ella se le fueron entregando, con mas ó menos resistencia, las demas plazas, en términos que en menos de un mes se halló el rey de Francia dueño de todo el Franco-Condado (4).

Estos sucesos justifican cumplidamente la necesidad y la conveniencia do la paz que en este tiempo se celebró entre España y Portugal, asi como esplican el interés que en realizarla y llevarla á cabo mostró Cárlos II. de Inglaterra.

Tan pronto como se vió Castilla desembarazada de la guerra de Portugal, dedicó toda su atencion á la de Flandes; y en tanto que se hacian levas de tropas en Galicia, Asturias y Castilla, y se enviaban órdenes á Cádiz para quo se armáran nueve bageles en que trasportarlas á Flandes desde la Coruña, se buscaban recursos y dinero. Alguno se junto de los donativos con que contribuyeron generosamente el marqués de Mortara, el almirante de Castilla, el arzobispo de Toledo, el cardenal, el duque de Montalto, el conde de Peñaranda yotros grandes y señores. Impúsose un tributo sobre los carruages y mulas; se rebajó un quince por ciento más á la deuda de juros reales, y se arbitraron otros medios de los que la pobreza del pais consentia. La reina regente nombró general de todas las fuerzas destinadas á Flandes á don Juan de Austria.

(4) Quincy, Hist. milit. del reinado de Luis XIV. El Franco-Condado despues de la paz de los Pirineos se mantenia en estado de neutralidad. Por eso se ballaba tambien

mas descuidado, y su conquista no necesitaba de las grandes precauciones militares que tomó Luis XIV., ni merecia que hubie ra ido, como fué, á celebraria ca persona.

La razon aparente de este nombramiento era la de necesitarse allá un hombre de su representacion, y que por otra parte conocia ya el carácter de aquellos habitantes y la situacion de aquellos paises, como gobernador que habia sido de ellos; pero el verdadero objeto era el de alejarle de España, y librar al P. Nithard de la inquietud que le causaba un hombre que le aborrecia de muerte. Don Juan lo comprendió, y sobre estar ya poco dispuesto á salir de España, sucesos de la córte que le indignaron mucho y que referirémos después le afirmaron en su resolucion. Y sin desobedecer abiertamente á la reina, despues de enviar los soldados en pequeñas partidas á Flandes, hízole presente que el estado de su salud no le permitia emprender la espedicion, que asi lo certificaban los médicos, y que la suplicaba por tanto le relevase del cargo y le dispensase del viage. Por mas que la reina y el confesor comprendieron que todo era pretesto y escusa para no alejarse, admitiósele la dimision de su empleo, mandándole que se retirára á Consuegra, y en su lugar fué nombrado general y gobernador de Flandes el condestable de Castilla (4).

Pero ya en este tiempo hacia meses que se hallaban reunidos en Aix-laChapelle los plenipotenciarios de las potencias de la triple alianza, junto co los de Francia, España, y algunas otras naciones, para tratar de la paz. Despues de muchas conferencias se concluyó y firmó un tratado (2 de mayo, 1668), por el cual Luis XIV. se obligaba á restituir á España el Franco-Condado que acababa de conquistar, pero conservando todas las plazas de que se habia apoderado en Flandes (2). Sacrificio grande para España, y error torpe y funesto, toda vez que si algo importaba conservar era lo de Flandes, y sobre ser imposible la conservacion del Franco-Condado, nada nos hubiera importado cederle. Pero todo pareció preferible á la continuacion de la guerra, y el marqués de Castel-Rodrigo tuvo órden de no poner gran reparo á ningun género de condiciones.

Lo peor era, que aun asi, nadie confiaba en la duracion de la paz de Aquiзgran: eran ya demasiado conocidos el carácter y los designios de Luis XIV. y sus poderosos elementos para hacerlos valer, y el tiempo acreditó que no habian sido infundados estos reçelos.

(1) Relacion de todo lo ocurrido en el asunto del P. Juan Everard y don Juan de Austria. MS. de la Biblioteca de la Real

Academia de Historia, Est. 25, grad. 2.
(2) Coleccion de Tratados de Paz.-Du-
mont, Corps Diplomat.

CAPITULO IL

DON JUAN DE AUSTRIA Y EL PADRE NITHARD.

De 1668 á 1670.

Causas de las desavenencias entre estos dos personages.-Prision y suplicio de Malladas. -Indignacion de don Juan contra el confesor de la reina.-Se intenta prender á don Juan.-Fúgase de Consuegra.-Carta que dejó escrita á S. M.-Consulta de la reina al Consejo sobre este asunto, y su respuesta.-Sátiras y libelos que se escribian y circulaban.-Partido austriaco y partido nithardista.-Don Juan de Austria en Barcelona.Contestaciones con la reina.-Acércase don Juan á Madrid con gente armada.-Alarma y confusion de la córte.-Enemiga contra el padre Nithard.-Carta notable de un jesuita.-Sale el confesor de la córte.-Insultos en las calles.-Nuevas exigencias de don Juan de Austria.-Transíjese con sus peticiones.-Creacion de la Guardia Chamberga en Madrid.-Oposicion que suscita.-Nuevas quejas de don Juan.-Agitacion en la córte.-Es nombrado el de Austria virey de Aragon y va á Zaragoza.-Estrañeza que causa el nombramiento.-El padre Nithard en Roma.-Obtiene el capelo.-Enfermedad peligrosa del rey.-Recobra su salud con general satisfaccion.

La enemiga que ya en vida de Felipe IV. se habia advertido entre la reina, su segunda esposa, y su hijo bastardo don Juan de Austria, y el aborrecimiento con que mútuamente se miraban don Juan y el Padre Everardo Nithard, confesor y privado de la reina; enemiga que habia costado ya al de Austria sérios disgustos, y aborrecimiento que creció desde la elevacion del confesor á inquisidor general y á individuo del consejo de regencia, tomó mayores proporciones con el nombramiento del austriaco para general y gobernador de Flandes, hecho á propósito de alejarle del reino, y con su resistencia á salir de España, y fué el principio de funestas discordias que alarmaron y escandalizaron la córte, y pusieron en perturbacion toda la monarquía.

«¿Por qué no se envia á Flandes al reverendo confesor, dijo un dia don

Juan en el Consejo con sangriento sarcasmo, puesto que siendo tan santo, no dejaria Dios de darle victorias sobre los franceses? Y de que sabe hacer milagros es harta prueba el puesto que ocupa.» Y como replicára el confesor que su profesion no era la milicia;-«de esas cosas, padre mio, repuso don Juan, os vemos hacer cada dia bien agenas de vuestro estado.» El confesor calló y disimuló, y don Juan se partió para Galicia. A poco tiempo de esto el duque de Pastrana era desterrado de la córte y condenado á pagar una gruesa multa por ciertos rumores que corrieron, y suponiéndole en connivencia con don Juan de Austria. El conde de Castrillo, afecto tambien á don Juan, se retiró misteriosamente de la presidencia del Consejo de Castilla despues de una conferencia secreta con la reina, y ocupó su lugar el obispo de Plasencia don Diego Sarmiento Valladares, gran amigo del P. Nithard: nuevo motivo de murmuracion en la córte. Pero el escándalo grande fué la prision ejecutada á las once de la noche en un hidalgo aragonés llamado don José de Malladas, muy del cariño de don Juan, y el suplicio de garrote que á las dos horas le dieron en la cárcel por órden escrita de la reina, sin que nadie supiera el delito que aquel hombre habia podido cometer. Sospechó acaso la reina que habia una conjuracion contra su confesor, y que el Mallacas era el encargado de asesinarle. De todos modos el procedimiento fué horrible, y el hecho llenó de indignacion á don Juan de Austria, que culpó del atentado al confesor, y este acontecimiento influyó mucho en su resolucion de no pasar á Flandes.

Por mas que don Juan se escusaba con la falta de salud, la refna lo tomó por desobediencia, y en un decreto, que trasmitió á t des los consejos, le mandaba que sin acercarse á distancia de veinte leguas de la corte pasase á Consuegra, y alli estuviese hasta recibir órden suya (4). Obedeció el príncipe; pero

(1) Decreto de 3 de agosto de 1668.Respecto del peligroso estado, decia es«te documento, á que se redujeron las cosas de los Paises Bajos por la invasion que en ael año pasado hicieron franceses en ellos, «mandé á don Juan de Austria que como es gobernador y capitan general propietario afuese á gobernarlos y cuidar de su defenasa...... y con tal conocimiento se hicieron alos últimos y mayores esfuerzos para ajusatar las asistencias necesarias de gente y dinero, que se dispusieron con el trabajo y «gasto que es notorio, en que se consumió todo el caudal que se pudo recoger; pues desde el tiempo del señor emperador Cáralos V. no se ha hecho hasta hoy tal esfuerazo, ni juntádose cerca de nueve mil espaañoles como ahora se hizo; y babiéndose don

«Juan encaminado à la Coruña á embarcars ase en los bageles que habian de llevar su «persona y los socorros prevenidos, despues «de la dilacion de algunos meses que se ba adetenido en aquella ciudad; finalmente,

cuando segun lo que consecutivamente ha«bia ido avisando, se juzgaba que ya se haabria hecho á la vela, y aguardaba por hoaras noticia de ello, se ba escusado de ejecu«tar su viage á Flandes representando que «el achaque de una destilacion se lo impide: «Y no teniendo yo esto por bastante causa «para determinacion tan intempestiva y no «pensada, y del mayor perjuicio que podia «recibir el real servicio y la conveniencia «pública en la conyuntura presente, le he cordenado que sin llegar en la distancia de veinte leguas á esta córte, pase luego á

á poto de hallarse en Consuegra vino á palacio el capitan don Pedro Pinilla, y solicitó y logró hablar largo rato á solas con la reina: lo que le diria de los planes de don Juan no se sabe, pero los efectos de aquella conferencia se vieron en la prision que se ejecutó de don Bernardo Patiño, hermano del primer secretario de don Juan, ocupándole los papeles y formándole proceso. Tomadas secretamente las declaraciones, salió de Madrid el capitan de la guardia española marqués de Salinas, con cincuenta oficiales de los llamados reformados, llevando órdenes reservadas para prender á don Juan de Austria. Mas cuando llegó el de Salinas á Consuegra, don Juan se habia fugado de la villa, dejando escrita una carta á la reina en que le decia (21 de octubre, 1668):` «La tiranía del Padre Everardo, y la execrable maldad que ha estendido y «forjado contra mí, habiendo preso á un hermano de mi secretario, y hecho cotras diligencias con ánimo de perderme, y esparcir en mi deshonra abo-` «minables voces, me obliga á poner en seguridad mi persona; y aunque esta ❝accion parezca á primera vista de culpado, no es sino de finísimo vasallo del «rey mi señor, por quien daré siempre toda la sangre de mis venas, como, <«<siendo Dios servido, conocerá V. M. y el mundo mas fundamentalmente de «la parte á donde me encamino; y en prueba de esto, declaro desde luego «á V. M. y á cuantos leveren esta carta, que el único motivo verdadero que «me detuvo de pasar á Flandes fué el apartar del lado de V. M. esta fiera tan aindigna por todas razones del lugar sagrado, habiéndome inspirado Dios á «ello con una fuerza mas que natural desde el punto que oi la horrible tira«nía de dar garrote á aquel inocente hombre con tan nefandas circunstan«cias.....>> Y añadia después: «Suplico á V. M. de rodillas, con lágrimas del «corazon, que no oiga V. M. ni se deje llevar de los perversos consejos de ese «emponzoñado basilisco, pues si peligra la vida del hermano de mi secreta«rio, ó de otra cualquier persona que me toque hácia mí, ó á mis amigos, ó «los que en adelante se declarasen mios, se intentare con escritos, órdenes ó «acciones hacer la menor violencia ở sinrazon, protesto á Dios, al rey mi se«ñor, á V. M. y al mundo entero, que no correrán por mi cuenta los daños «que podrán resultar á la quietud pública de la satisfaccion que me será preci«so tomar en semejantes casos, etc. (1).»

Déjase comprender la indignacion que produciria en la reina la lectura de esta carta, junto con la desaparicion del que buscaba como reo. La carta, y

Consuegra, y se detenga alli hasta otra ór<den mia: hélo querido participar al Consejo para que se halle enterado de mi resoluacion, y de los motivos que por ahora ha habido para ella. Madrid, etc.-Coleccion

general de córtes, leyes y cédulas reales: MS. SS. de la Real Academia de la Historia; t. XXX.

(1) Coleccion general de córtes, leyes y cédulas reales: tomo XXX. MS.

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