Imágenes de páginas
PDF
EPUB

Vendôme demolió después sus fortificaciones: hecho lo cuál, se retiraron á des. cansar unos y otros sin acometer otra empresa.

Al año siguiente (1696), fueron aun menos notables los accidente de la campaña. Hubo, si, entre varios encuentros y combates parciales, algunos mas generales y mas sérios, y en uno de ellos, dado orillas del Tordera, fué el ejército español desordenado, huyendo vergonzosamente, sin que los oficiales lográran detener á los soldados fugitivos; pereció casi toda la caballería walona con el comisario general conde de Tillí, y hubiera sido mayor el destrozo en este y en otros choques sin los esfuerzos vigorosos del príncipe de Darmstad. Los franceses demolian fuertes, exigian contribuciones, y vivian sobre el pais. Su ejército se habia aumentado mucho últimamente, y era ya muy superior al nuestro. Con esto y con el poco vigor y no mas aptitud del marqués de Gastañaga, era tanto el disgusto, y fueron tantas las quejas de los catalanes contra el virey y contra el maestre de campo general marqués de Villadarias, que la córte determinó relevar al uno y al otro, y nombró virey á don Francisco do Velasco, hombre de probado valor y hermano del condestable; maestre de campo general al conde de Corzana, y general de la caballería al de la Florida. Como habrán observado nuestros lectores, ni la famosa junta llamada de los Tenientes generales creada en Madrid, ni su monstruosa contribucion de un soldado por cada diez vecinos, ni los donativos forzosos impuestos á toda la nacion para atender á los gastos de la guerra, habian bastado á hacer mejorar el aspecto de la de Cataluña, antes iba empeorando cada dia visiblemente. Tiempo hacia que se andaba tratando de la paz general: mas como quiera que nunca suelen ser mayores los aprestos bélicos que cuando se andan negociando las paces, procurando cada cual mostrarse fuerte para sacar mejores condiciones de ellas, Luis XIV. quiso poner la España en la necesidad de aceptar las que él dictase, á cuyo fin mandó al de Vendôme que emprendiera el sitio y conquista de Barcelona, y al propio tiempo ordenó al conde de Estrées que con las flotas de Marsella y de Tolon fuera á cerrar la boca de aquel puerto. Todo se ejecutó asi, y casi simultáneamente se pusieron delante de aquella insigne ciudad (principios de junio, 4697), el de Vendôme con su ejército de veinte y cuatro mil hombres, y el de Estrées con ciento cincuenta velas y multitud de cañones, de los cuales puso en tierra setenta de grueso calibre con veinti.. cuatro morteros. El virey con una parte del ejército español se retiró detrás de Barcelona, dejando no obstante en la ciudad hasta once mil hombres al mando del maestre de campo conde de Corzana y del príncipe de Darmstad, y además otros cuatro mil hombres à que ascendia la milicia de los gremios, gente valerosa y resuelta, armada tambien una parte de la nobleza del pais, en la cual se contaba al marqués de Aytona.

Vergonzosa fué la facilidad con que se vió al de Vendôme, á presencia del virey Velasco, establecer sus cuarteles desde Sans hasta Esplugas, poner sosegadamente sus depósitos en Sarriá, plantar sus baterías y abrir trincheras, mientras los cañones y morteros de la escuadra arrojaban balas y bombas sobre la ciudad, y destruian y quemaban edificios. Como si tuviera al enemigo á cien leguas de distancia, asi se hallaba descuidado el virey Velasco en su cuartel general de Molins de Rey, cuando sus tropas se vieron sorprendidas por una columna francesa mandaba por el mismo Vendôme (14 de julio, 1697). En la cama estaba cuando supo la derrota de su gente por los que llegaron dispersos y azorados, y tan de prisa tuvo que andar él mismo, que á poco mas que se detuviera apoderárase de su persona el general francés, como se apoderó də su bajilla, de su baston y de su dinero. En esta ignominiosa accion portáronse cobardemente los nuestros desde el virey hasta el último soldado, á escepcion de una parte de la caballería que hizo frente y fué deteniendo y rechazando algo al enemigo.

Tanto como se advertia de flojedad y de inercia en la tropa y en los generales, se notaba de energía, de decision y de valor en los naturales del pais, asi fuera como dentro de la ciudad. Al terrible retumbar del caracol que llamaba á somaten aparecian las montañas coronadas de paisanos armados, conducidos por Bonéu, Agulló y otros de sus intrépidos caudillos. Dentro de Barcolona todos gritaban que morir antes de entregar al francés aquella poblacion invicta: clérigos, magistrados, mercaderes, artesanos, mugeres, todos partici paban de igual irritacion, y todos trabajaban á porfia. La guarnicion hizo diferentes salidas, y hubo dia en que sostuvo siete combates consecutivos. Mas al ver el poro fruto que de ello se sacaba, que se descuidaba de fortificar los puestos débiles, y que se negaban armas á los que las pedian, sospechábaso ya muy desfavorablemente del de Corzana, y más cuando ya andaban voces de capitulacion. Barcelona se ofrecia á defenderse sola, con tal que se saliera el de Corzana con todas las tropas, á escepcion de las que mandaba el principo de Darmstad. Mas justamente en aquellos dias llegó de Madrid el nombramiento de virey y general en gefe del ejército hecho en el conde de Ccrzana en reemplazo de Velasco (7 de agosto, 1697), con lo cual llevó aquél adolante su plan de capitulacion y de tregua, que se firmó á los tres dias (10 de agosto), á despecho y con llanto de todo el pueblo, y con disgusto y enojo del de Darmstad y de los mejores capitanes. El conseller en Cap de Barcelona murió de dolor de no haber podido salvar la ciudad. Los franceses se obligaron á no cometer insulto alguno contra los naturales, á conservarles todos sus privilegios, á que la guarnicion saliera por la brecha con todos los honores, como asi se verificó, y á que desde primero de setiembre habria

una suspension de armas, separando los dos ejércitos el rio Llobregat. Concluida la tregua, el general francés sorprendió de nuevo al de Corzana, el cual hubo de retirarse tan precipitadamente que dejó en el campo su propio coche, que el de Vendôme le devolvió con mucha atencion y cortesanía. La rendicion de Vich fue el último triunfo del francés en esta guerra. El de Vendôme fué recompensado por Luis XIV. aumentándole sus pensiones, y dándole además cien mil escudos para pagar sus deudas. Carlos II. de España desterró á don Franciasco de Velasco á sus tierras, con prohibicion de entrar en la córte y sitios reales hasta nueva órden, porque le culpaba de la pérdida de Barcelona. Al príncipe de Darmstad le nombró general del ejército de Cataluña, que se hallaba en Martorell, donde se le habia incorporado la guarnicion de Barcelona (1).

Indicamos antes que hacia mucho tiempo se habia tratado ya de hacer la paz general, pero con condiciones tales de parte de Luis XIV., que la córte de España las habia rechazado por deshonrosas é inadmisibles. Aunque victorioso en todas partes aquel soberano, deseaba poner término á tan larga lucha, ya por el estado de su tesoro, ya porque le convenia romper la gran liga europea, ya por las miras y proyectos que tenia de traer al trono de España un principe de su familia cuando Carlos muriera sin sucesion. En 1696 habia hecho ya un tratado particular con el duque de Saboya: el rey de Suecia habia ofrecido su mediacion para la paz general, y todas las potencias la habian aceptado. En su virtud se habian congregado los plenipotenciarios de todas las naciones beligerantes desde mayo de este año (1697) en Riswick, pueblo de la Holanda Meridional, á una legua de la Haya. Eran los representantes de España don Francisco Bernardo de Quirós y el conde de Tirlemont. Despues de algunas conferencias y debates, en que los enviados de Cárlos XII. de Suecia hicieron bien el oficio de mediadores, presentaron los de Francia los artículos sobre los cuales estaba Luis XIV. resuelto á concluir la paz, añadiendo después que si en un término dado no eran admitidos se apartaria del tratado y decidirian las armas sus pretensiones. En vista de esta declaracion, Inglaterra, España y Holanda, separándose del emperador, suscribieron á la paz con Francia (20 de setiembre, 1697). Pero viéndose solo el emperador Leopoldo, y odas las razones que á sus quejas dieron los plenipotenciarios de las demas potencias, ordenó á los suyos que se adhirieran al tratado, como lo hicieron (30 de octubre), cesando con esto la guerra en todas partes.

(1) Feliu de la Peña, Anales de Catalufa, cap. 14 al 19.-Entre los muchos por menores que este escritor refiere de la guerra de Cataluña y conquista de Barcelona,

se encuentran muchas cartas del rey y de la reina en contestacion á las de la ciudad, y se halla la lista nominal de los gefes y capitanes muertos y heridos durante el sitio,

Por la paz de Riswick reconoció Luis XIV. á Guillermo III. de Orange como rey de Inglaterra: se señalaron las aguas del Rhin por límites los dominios de Alemania y de Francia: devolvia Luis XIV. todas las conquistas hechas en la Holanda y Paises Bajos españoles despues de la paz de Nimega, á escepcion de algunos pueblos y plazas que decia haberle sido cedidos por tratados anteriores, y se obligaba tambien á restituir á España las plazas de Barcelona, Gerona, Rosas, y todo lo demas de Cataluña ocupado por las armas francesas, sin deterioro alguno, y en el mismo estado en que antes de la guerra se ha llaba cada fortaleza y cada pueblo (1).

Escusado es ponderar la alegría con que se recibió en todas partes la noticia de este tratado, y principalmente en los paises que habian sido teatro de tan prolongada guerra. En verdad no parecia que debia esperarse tanta generosidad de parte del poderoso monarca francés que habia sabido resistir por tantos años á toda la Europa confederada contra él, y cuando sus ejércitos habian alcanzado no pequeños triunfos en todas partes. Que algun pensamiento grande le impulsaba á obrar de aquella manera, era cosa que no podia ocultarse, y ciertamente no se ocultaba. Asi que en vano era esperar que la Europa reposára de las fatigas de una lucha tan larga y tan cruel, y en que tanta sangre se habia vertido, y que los estados y los príncipes se repusieran de tantas calamidades. El motivo que habia guiado á Luis XIV. á ajustar la paz de Riswick eran los planes que indicamos ya tenia sobre la sucesion al trono de España, objeto tambien de las aspiraciones de otros príncipes y de otras potencias, y cuestion que hacia años se estaba agitando dentro de la misma España, y que será la materia del siguiente capítulo.

(4) Este tratado, que consta de treinta y cinco articulos, se publicó é imprimió en Madrid el 10 de noviembre de 1697. Un

ejemplar de

@primera edicion se halla en el Archivo de Salazar, Est. 14, grad, 3.

CAPITULO XII.

CUESTION DE SUCESION.

De 1694 á 1699.

Fundados temores de que faltára sucesion directa al trono de España á la muerte de Carlos II.-Partidos que se formaron en la corte con motivo de la cuestion de sucesion. - Consultas é informes de los Consejos.-Dictámenes y votos particulares notables.Estado de la cuestion despues de la paz de Riswick.-Trabajos de los embajadores austriaco y francés en la córte de España.-Pretendientes á la corona de Castilla, y titulos y derechos que alegaba cada uno.-Cuáles eran los principales.-Partido dominante en Madrid en favor del austriaco.-Hábil política del embajador francés para deshacerle.-Dádivas y promesas.-Gana terreno el partido de Francia.-Vacilacion de la reina. Retirase disgustado el embajador aleman. -Muda de partido el cardenal Portocarrero. Es separado el confesor Matilla.-Reemplázale Fr. Froilan Diaz.-Vuelve el conde de Oropesa á la córte. - Declárase por el príncipe de Baviera.-Célebre tratado para el repartimiento de España entre varias potencias.-Enojo del emperador.-Indignacion de los españoles.-Protestas enérgicas.-Nombra Cárlos II. sucesor a príncipe de Baviera.-Muere el príncipe electo.-Nuevo aspecto de la cuestion. Motin en Madrid.-Peligro que corrió el de Oropesa.-Cómo se aplacó el tumulto.-Destierros do Oropesa y del almirante.-Quedan dominando Portocarrero y el partido francés

La circunstancia de no haber tenido Cárlos II. sucesion, ni de su primera ni de su segunda esposa; la ninguna esperanza que habia de que la tuviese, atendida su complexion débil; los pocos años que se suponia ó calculaba que podria ya vivir, y la consideracion de estar próxima á extinguirse con él la línea directa varonil de los reyes de la dinastía austriaca, que hacia cerca de dos siglos habian ocupado el trono de Castilla, habia hecho pensar dentro y fuera de España á todos los hombres que tenian alguna parte y manejo en la política, incluso al mismo rey, en la familia y persona que deberia heredar á su muerte la corona de los dominios españoles.

TOMO IX.

10

« AnteriorContinuar »