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en la administracion de justicia, de cuya junta seria él presidente: que seria restablecido en el gobierno de los Paises Bajos, no obstante haber renunciado este empleo: que el P. Nithard no volveria á España: que don Bernardo Patiño seria puesto en libertad: que el presidente de Castilla y marqués de Aytona, sus enemigos, no asistirian al consejo cuando se tratára de sus negocios: que su tropa seria pagada y se retiraría á sus casas ó á sus respectivos cuerpos: que se le permitiría entrar en la córte á besar la mano á los reyes; con algunos otros articulos menos importantes, que la reina aseguraba cumplir con la garantia del papa, y que abrazaban casi todas las pretensiones de don Juan. Con lo cual pareció deber sosegarse la tempestad por entonces.

Mas entretanto preveníase la reina; y sin perjuicio de las óràcies que cspidió llamando á la corte los pocos soldados que aun que 'aban en las fronteras dǝ Portugal, dispuso á toda prisa en Madrid mismo la formacion de un cuerpo militar, llamado entonces coronelía, con destino á la guarda y defensa de su persona, que con el nombre de Guardia de la Reina habia de mandar el marqués de Aytona, conocido enemigo de don Juan de Austria, con oficiales do las familias mas ilustres de la córte, tal como el conde de Melgar, el de Fuensalida, el marqués de Jarandilla, el de las Navas, el duque de Abrantes, y otros particulares y caballeros de distincion, que deseaban lucir sus galas y bizarría ante las bellas damas de la córte. Este regimiento se habia de vestir á la francesa como las tropas de Schomberg, de que le vino por corrupcion el nombrə de chambergos y de guardia chamberga. Aunque la reina creó este cuerpo con aprobacion de la junta de gobierno y del consejo de la guerra, oponíase á ello fuertemente la villa de Madrid, representando con energía los perjuicios que iban á originarse (1), y del mismo parecer fué el consejo de Castilla á quien se consultó; pero la regente, apoyada en el dictámen de las dos citadas corporaciones, llevó adelante su pensamiento, y tampoco quiso acceder á enviar aquel regimiento á la frontera, como el Consejo le proponia para calmar la inquietud y los temores del pueblo.

Nuevo motivo de enojo dió la creacion de esta fuerza á don Juan de Austria, que rebosando en ira se quejó altamente á la reina, diciendo que los reyes de España nunca habian necesitado ni querido otros guardadores de su persona que los habitantes de Madrid, añadiendo otras razones que su orgullo y su resentimiento le sujerian. La reina, que ya se consideraba mas fuerte, no contestó sino que se escusase de escribir y de entrometerse tanto en los negocios

(1) Poblicosé un escrito titulado: «Me- la córte.» Imprimióse, y de él hay un ejemmorial á S. M. sobre los daños é inconve- plar en la biblioteca de Salazar. Est. 4. granientes que resultan de la formacion de la da 5a k. 48. Coronelia y asistencia de tantos soldados en

de gobierno. Pero estas discordias alimentaban el disgusto popular, que era ya grande, y tal, que se temia que de un momento á otro se remitiera la cuestion á las armas; esperábase ver á don Juan venir sobre Madrid, y era tál el espanto y la turbacion que habia en la córte, que casi nadie se atrevia á entrar en ella de fuera, y llegaron á faltar los víveres y mantenimientos en el mercado.

De repente se vió desaparecer aquel estado de alarma. Y es que la reina, sintiéndose ya con bastante fuerza para contener las demasías de don Juan, y queriendo ademas alejarle con honroso pretesto de Guadalajara, le envió el nombramiento de virey de Aragon, y vicario ó vice-regente de los estados que dependian de aquella corona (4); y el de Austria, viendo satisfecha su vanidad, y esperando que aquel cargo robusteceria su poder y su influencia para sus ulteriores fines, le aceptó gustoso, y dió las gracias á la reina con palabras las mas lisonjeras y hasta humildes. Medió en esto el nuncio de S. S., y aprovechando el príncipe aquella circunstancia escribió al papa conjurandole á que obligase al P. Nithard (que ya se habia ido á Roma) á hacer dimision de todos sus empleos, que era todo su empeño y afan. Estrañaron y llevaron muy á mal muchos amigos del príncipe que por un empleo como el de virey de Aragon se semetiera tan dócilmente á la reina, dejando la actitud imponente que habia tomado, y el pueblo de Madrid le censuraba altamente de que asi le abandonara en la ocasion en que más podia contar con él; mientras otros criticaban á la reina calificando de imprudente el hecho de conferir á don Juan un cargo que podria servirle de pedestal para aspirar un dia á la realizacion del horóscopo de Flandes.

Pero es lo cierto que en la situación á que habian llegado las cosas, la reina por su parte apenas tenia otro medio de alejar á don Juan de la proximidad de la corte, con esto solo harto inquieta y alarmada, ni don Juan creyó contar todavía con elementos seguros de triunfo, y más despues de haber desaprovechado los primeros momentos de espanto y turbacion; y con su retirada á Zaragoza se calmó por entonces la tempestad que amenazaba á todo

(1) Temos visto el nombramiento original, que se conserva entre los manuscritos de la biblioteca del suprimido colegio mayor de Santa Cruz de Valladolid, hoy perteneciente á la universi lad.-El nombramiento era de 4 de junio, 1669, y decia: «Don Juan «de Austria, mi primo: Habiendo recibido «por mano del nuncio de S. S. la carta del 2 «de este, en que respondeis á lo que os amandé escribir, he dado luego órden para que se formen los despachos del cargo

de virey de Aragon, con el vicariato de los areinos que pen den le aquela corona, deescando que ejecuteis uego vuestra jorna«da..... etc.. Causó mucha novedad que la reini le diera el dictado de primo. Los titulos se expidieron luego, y don Juan pasó las comunicaciones respectivas, á la junta de Gobierno, al presidente de Castilla, al arzobispo de Toledo, al vice-canci ier de Aragon, etc.

el reino. Procuró don Juan en Aragon grangearse la estimacion del pueblo y de la nobleza. Las desconfianzas entre la reina y él, aunque ahora disimuladas, no se habian estinguido; y el objeto y blanco de sus ya mas ocultas disidencias siguió siendo, como por una especie de manía comun, el mismo Padre Nithard, que se hallaba en Roma, si no desairado, por lo menos poco atendido. Pretendia la reina que el papa le diera el capelo de cardenal, mientras don Juan de Austria instaba para que le obligára á hacer renuncia de todos sus empleos. El pontifice Clemente IX. no era muy adicto á la reina doña Mariana; el Consejo trabajaba en secreto contra ella en este asunto; el embajador, marqués de San Roman, á quien la reina habia encomendado la gestion de este negocio, contrariaba sus miras lejos de favorecerlas, y el general de los jesuitas se hallaba resentido del P. Nithard por lo poco que le debia la órden de cuando habia estado en favor. Con que lejos de vestir la púrpura el inquisidor general de España, fué destinado por el general de su órden á un colegio fuera de Roma, cosa que él llevó con ejemplar resignacion, de que se alegró el Consejo, que llenó de júbilo á don Juan de Austria, y que irritó á la reina, la cual afectada por el desaire que acababa de recibir, y no encontrando medio de vengarle, sufrió en su salud una alteracion que le duró mucho tiempo. La plaza de inquisidor general se dió á don Antonio Valladares, presidente del consejo de Castilla (26 de diciembre, 1669). Sin embargo, habiendo fallecido por este tiempo el papa Clemente IX. y sucedidole Clemente X., la reina envió en calidad de embajador extraordinario para felicitarle al P. Nithard, y renovando sus anteriores solicitudes consiguió que le nombrára arzobispo de Edessa y cardenal con el título de San Bartolomé de Insola. Contento él con el nuevo estado, satisfecha hasta cierto punto la reina, y conformándose don Juan con que no volviera á España, tuvieron asi menos funesto término que lo que se habia creido aquellas diferencias que escandalizaron el reino y pusieron en peligro la monarquía (4).

Otro suceso, grave, aunque felizmente de corta duracion, vino al poco tiempo á esparcir en toda la nacion el susto y el temor de mas terribles males, y á despertar la ambicion de los que aspiraban á convertirlos en provecho propio, á saber, la gravísima enfermedad que sufrió el rey, y que puso en inminente peligro su vida (4670). Niño como era todavía Cárlos II. y débil de complexion y de espíritu, su conservacion era lo único que podia ir conteniendo las ambiciones de los partidos, asi de dentro como de fuera de España, y preservando el pais de una guerra cruel que precipitára su ruina. Por fortuna esta agitacion

(1) Diario de los sucesos de este reinado, MS perteneciente á los papeles de je

suitas, de la coleccion que hoy posee la Real Academia de la Historia.

duró pocos dias; el rey salió del peligro en que habia estado, y aun al recobrar su salud se notó irse robusteciendo mas de lo que ántes estaba. Su restablecimiento fué celebrado con júbilo, y los poetas le cantaron como un suceso fausto (4).

(4) Noticias de la menor edad de Cárlos II. y del gobierno de su madre.-Poesías que á nombre de un labrador de Carabanchelse escribieron é imprimieron con oca

sion de haber recobrado su saiud el rey Cárlos II.-MM. SS, de la Biblioteca Nacional.

CAPITULO III.

GUERRA DE LUIS XIV. CONTRA ESPAÑA, HOLANDA Y EL IMPERIO.

De 1670 á 1678.

Consigue Luis XIV. disolver la triple alianza.-Proyecta subyugar la Holanda.-Busca la república otros aliados.-Declaracion de guerra del francés.-Manifiestos de Luis de Francia y de Carlos de Inglaterra.-Situacion de los holandeses.-Auxilios de España. -El principe de Orange y el conde de Monterrey.-Sitio de Maestrick.-Confederacion de España, Holanda y el Imperio contra la Francia.-Conferencias en Colonia para tratar de paz.-No tiene resultado.-Guerra en Flandes, en Alemania y en el Rosellon.Apodérase Luis XIV. del Franco-Condado.-Memorable batalla de Seneff entre los prin cipes de Condé y de Orange.-El mariscal de Turena en Alemania.-Campaña de 1674 en el Rosellon.-Triunfo del virey de Cataluña duque de San German sobre el francés Schomberg.-Hazañas de los miqueletes catalanes.-Desventajas de los españoles en la guerra de Cataluña de 1675.-Los franceses en el Ampurdan.-Toman parte en la guerra otras potencias.-Progresos de los franceses en los Paises Bajos.-Notable campaña de Turena y Montecuculli en Alemania.-Muerte de Turena.-Conferencias en Nimega para la paz.-Nuevos triunfos y conquistas de Luis XIV. en Flandes, 1676.-Guerra de Cataluña.-Los franceses en Figueras.-Empeño inútil por destruir los miqueletes.Pérdidas lamentables de nuestro ejército, 1667.-Apodéranse los franceses de Puigcerdá, 1678.-Bravura de don Sancho Miranda.-Inaccion del conde de Monterrey.-Conquista Luis XIV. las mejores plazas de Flandes.-Nuevo tratado entre Inglaterra, Holanda y España.-Misteriosa y formidable campaña de Luis XIV.-Ataca y toma muchas plazas simultáneamente.-Recibese la noticia de la paz en el sitio de Mons.

Que Luis XIV. no habia de respetar mucho tiempo la paz de Aquisgran, como no habia respetado la del Pirineo, cosa era que ya se temia, atendida su ambicion y los elementos de guerra con que contaba, segun al final del capítulo I. dejamos indicado. Hallábase irritado contra la Holanda, no pudiendo en su orgullo perdonar á aquella república, ya el haberle detenido en la

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