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pués ban salido del reino para no volver mas á él, darémos una breve noticia de su azarosa vida desde que salió desterrado de nuestra península.

Embarcado, como dijimos, en el pequeño puerto de Antibes en una fragata que le envió la república de Génova, tomó tierra en un pueblo de aquella señoría llamado Sestri á Levante. Alli se encontró ya con una carta del duque de Parma probibiéndole la entrada en sus estados, y con otra del cardenal Paulucci, secretario de Estado del papa Clemente XI., que no le permitia dudar del enojo que contra él abrigaba el pontifice, con cuyo motivo suspendió su viage, quedó se en Sestri, y receloso de todos puso en seguridad sus papeles y todo le de mas precio que tenia. Los reyes de España le culpaban de todos los desastres de la guerra, y con un encono que contrastaba con el estremado cariño de ántes, recomendaron á los ministros de la potencias aliadas escitáran al pontífice à que le despojára de la púrpura y le hiciera encerrar para siempre en una fortaleza. El papa por medio del cardenal Imperiali pidió á la república de Génova su arresto, diciendo que su prision importaba muchísimo á la Iglesia, á la Santa Sede, al Sacro Colegio á la religion católica, y á toda la república cristiana, cuyo efec to presentaba contra él diez capitulos de acusacion, á saber:-que habia engañado al papa, obligándole con malas artes á darle el capelo:-que habia atacado la autoridad de la Santa Sede de un modo inaudito:- que habia apartado la córte de España de la bediencia á la Santa Sede:-que habia turbado el reposo público de Europa:-que era el autor de una guerra impía:-que habia sido fautor del turco.-usurpador de bienes eclesiásticos:-violador de los breves pontificios:-enemigo implacable de Roma: y por último, que habia abusado inicuamente de la firma del rey de España.

El senado de la república, que antes de ver los capítulos habia determinado que Alberoni permaneciese arrestado en su casa de Sestri, vistos después los cargos, y no considerándolos bastante probados para violar la hospitalidad y el derecho de gentes, puso en libertad al cardenal, bien que no permitiéndole permanecer en sus estados, y escribiendo al pontifice una respetuosa car

ta, en que esplicaba los motives de esta resolucion. El marqués de San Felipe, embajador de España en Génova, y autor de los Comentarios que tantas veces hemos citado en nuestra Historia, trabajó cuanto pudo, aunque inútilmente, para que no se le restituyese la libertad, y Génova con esta generosa conducta se indispuso con Roma, con España, y con las potencias aliadas.

Alberoni, durante su permanencia en Sestri, escribió varias cartas en justificacion de los cargos que se le hacian; en ellas negaba haber sido el autor de la guerra, y probábalo con su carta escrita al duque de Pópoli, de que hemos hecho mérito en la Historia, y apelaba al testimonio del nuncio Aldobrandi y del mismo rey don Felipe, que decia haber sido el motor de la guerra, contra el dictámen, y aun con manifiesta desaprobacion del cardenal. Por este órden iba contestando á los demás capítulos. A estas cartas, que el secretario Paulucci presentó á S. S., respondió el pontifice, copiando párrafos de otras del rey Felipe y de su confesor Daubenton, enviadas indudablemente por éstos, de que resultaba que la expulsion del nuncio de España y la salida de los españoles de Roma habian sido mandadas sin órden ni noticia del rey; y con respecto á la guerra, habia una de Alberoni at marqués Beretti Landi, en que despues de escitarle á que concluyera cuanto antes las negociaciónes para que empezara la guerra sin dilacion, decia estas notables palabras: «por que ella nos ha de satisfacer de los agravios recibidos de la córte de Roma, que procede repitiéndolos cada dia con la mayor desenvoltura, etc.» No parecia fácil que pudiera Alberoni desenvolverse y sincerarse de estos y otros semejantes cargos; respondió no obstante, que todas las pruebas que S. S. aducia como incontestables no hacian mella en su ánimo tranquilo con su conciencia, aunque no pareciese asi á los ojos de las gentes, y que estaba escribiendo para confundir á sus enemigos, y hacer ver al mundo que las cosas que mas ciertas parecen son las mal falsas. Escribió en efecto otras Cartas á Paulucci, sus Alegaciones, y su Apologia, que publicó mas adelante.

Pero estos escritos le atrajeron mas ruda persecucion. La corte de Madrid ordenó

al inquisidor general que le formase proceso por comision del pontifice. El duque de Parma, en union con España, exigia que fuese degradado. Alberoni, no contemplándose seguro, abandonó la mansion de Sestri, embarcose para Spezia, y desde alli se ocultó á los ojos del mundo, sin que pudiera nadie saber su paradero. De esta fuga pidieron satisfaccion el Santo Padre y el rey de España á losgenoveses, no obstante que, como declara el mismo embajador de Génova, San Felipe, «acerca de los crímenes que se le imputaban no nos consta del fundamento que la acusacion tenia, ó si todo era calumnias;» y mas adelante: acuyas culpas abultaba el vulgo de los españoles mas de la verdad, por el ódio que á su persona tenia.» Súpose después que se habia refugiado en Lugano, ciudad de Suiza, que algunos confunden con Lugnano, pequeña aldea de Italia, donde permaneció en tanto que sus perseguidores bacian diligencias para apoderarse de su persona.

La muerte del papa Clemente XI (1721) produjo un cambio completamente favorable en la vida del ilustre proscrito El colegio de cardenales, en que siempre habia tenido amigos y protectores, le convocó al cónclave que habia de celebrarse para la eleccion de pontífice. Entonces dejó Alberoni su retiro: mas como supiese ó sospechase que las cortes de Parma y de España le buscaban todavía para prenderle, hizo el viage por caminos estraviados y llegó á la capital del orbe catolico, donde el pueblo se agolpó, ávido de curiosidad por conocer á tan célebre personage, en términos que la muchedumbre le embarazaba el tránsito por todas las calles que tenia que atravesar. Tomó Alberoni parte en el cónclave, y el nuevo papa, Inocencio XIII., le permitió vivir retirado en Roma. Pero por halagar á las córtes de Francia y España nombro una comision de cardenales para que viesen y fallasen su causa, con cuyo motivo escribió otro papel titulado: Carta de un hidalgo romano á un amigo suyo, que alcanzó mucha boga, y al que por lo mismo el partido español se vió precisado á replicar. Condenado por la comision à tres años de retiro en un convento, el papa conmutó los tres en uno. Habiendo muerto su encarnizado perseguidor el duque de Orleans, Inocen

cio XIII. le absolvió de todo, y le confirió con toda ceremonia el capelo. Benedicto XIII. que sucedió á aquel papa, y á cuya elevacion habia contribuido Alberoni, le consagró obispo de Málaga, y le dió la pension de que gozan los cardenales, y el cardenal Polignac, enemigo del difunto duque regente de Francia, consiguió que su gobierno le señalára otra pension de diez y siete mil libras tornesas.

Ni faltó mucho para que por empeño de Polignac y del mariscal Tessé se le viera nombrado embajador de España en Roma, é indemnizado con los honorarios de catorce mil escudos de la pension que habia tenido sobre la mitra de Málaga, si no lo hubiera estorbado la interposicion de Inglaterra, que se mostró celosa de la consideracion que iba recobrando su antiguo enemigo. Pero de tal modo se habia ido reponiendo en la opinion de los españoles, que cuando el príncipe Cárlos tomó posesion de los ducados de Parma y Plasencia, no tuvo reparo en permitir á Alberoni que residiese en su ciudad natal, donde fundó y dotó un seminario. Mas adelante el papa Benedicto XIV. le nombró vicelegado suyo en la Romanía. Alli dió una prueba de que la edad no habia acabado de estinguir su inclinacion á la intriga, intentando poner bajo la dependencia de la Santa Sede la pequeña república de San Marino; proyecto diminuto como aquella república, y que se miró como una especie de paro ia que tuvo la flaqueza de hacer en sus últimos años de los grandes planes con que admiró á Europa cuando gobernaba la España.

Este hombre estraordinario acabó sus dias en Roma (26 de junio 1752), á los ochenta y ocho años de edad, con la reputacion de un ministro mas intrigante que politico,. con fama de ser tan ambicioso como Richelieu, tan astuto como Mazarino, pero mas imprevisor y menos profundo que el uno y el otro. Despues de su muerte se publicó el Testamento politico de Alberoni, de quien nadie, sin embargo, le cree autor, y se ha atribuido con mas verosimilitud á Mauberto de Gouvert.-Vida de Alberoni, por Rous set.-Historia de Alberoni, impresa en la Haya.-Memorias de San Simon.-Idem de Polignac.-G. Moore, Disertacion sobre Alberoni.-San Felipe, Comentarios.

CAPITULO XII.

EL CONGRESO DE CAMBRAY,

ABDICACION DE FELIPE V.

De 1720 á 1724.

Da Felipe su adhesion al tratado de la cuádruple alianza.-Artículos concernientes à Espa ña y al Imperio.-Evacuacion de Sicília y de Cerdeña por las tropas españolas.-Pasa el ejército español á Africa.-Combates y triunfos contra los moros.-Esquiva la córte de Viena el cumplimiento del tratado de la cuádruple alianza.-Union de España con Inglaterra y Francia.-Reclamaciones y tratos sobre la restitucion de Gibraltar á la corona de Castilla. Enlaces reciprocos entre principes y princesas de España y Franc a — El congreso de Cambray.-Plenipotenciarios.-Dificultades por parte del emperador.Cuestion de la sucesion española á los duca los de Parma y Toscana.-Vida retirada y estado melancólico de Felipe V.-Intrigas del duque de Orleans en la córte de Madrid.Muerte súbita del padre Daubenton, confesor del rey don Felipe.-Muerte repentina dei duque de Orleans.-El duque de Borbon, primer ministro de Luis XV.-Instrucciones apremiantes á los plenipotenciarios franceses en Cambray.-Despacha el emperador las Cartas eventuales sobre los ducados de Parma y Toscana.-No satisfacen al rey don Felipe.-Transaccion de las potencias.-Ruidosa y sorprendente abdicacion de Felipe V. en su bijo Luis.-Causas á que se atribuyó, y juicios que acerca de esta resolucion se formaron.-Retiranse Felipe y la reina al palacio de la Granja.-Proclamacion de

Luis I.

Parecia que con la salida de Alberoni de España quedaba removido el único, ó por lo menos el principal obstáculo para la realizacion de la paz. Pero todavía anduvo reacio el rey don Felipe para venir al acomodamiento que le proponian; lo bastante para que pudiera decir con alguna razon el desterrado cardenal que no era él ni el autor ni el solo sostenedor de la guerra, si

no que en ella se hallaba empeñado y acalorado el rey. En la primera contestacion de Felipe á los Estados generales de las Provincias Unidas (4 do enero, 1720), en que le invitaban á adherirse á la cuádruple alianza, no se mostró mas conciliador ni menos exigente que el ministro caido: puesto que pretendia, entre otras cosas, quedarse con Cerdeña, no ceder la Sicilia al emperador sino con el derecho de reversion á España, como la tenia el duque de Saboya, y que le fueran restituidas Gibraltar y Menorca, sobre lo cual habian mediado ya tantos tratos y promesas de los ingleses. Era evidente que no habian de admitir las potencias tales condiciones; y no fué poco que enviáran á Madrid ministros especiales para ver de reducir y convencer á Felipe antes que espirára el plazo de tres meses que para su resolucion le habian dado. Y fué menester ademas de esto que se empleáran para acabar.de vencerle las persuasiones y las instancias del confesor Daubenton, del mar. qués Scotti y de la reina misma.

Al fin, dió Felipe su accesion al tratado de la cuádruple alianza en un documento solemne (26 de enero, 1720), en el cual todavía manifestaba que sacrificaba á la paz de Europa sus propios intereses, y la posesion y derechos que cedia en ella (4). Envió este instrumento á su embajador en Holanda el marqués de Beretti Landi, con la plenipotencia para que le firmase con los ministros de los aliados, como asi se verificó (17 de febrero, 1720). Los artículos concernientes á las córtes de Viena y de Madrid, en que consistian todas las dificultades, eran ocho, á saber:-la renuncia del rey Católico al reino de Cerdeña: ratificacion de la renuncia por parte de Felipe á la corona de Francia, y por parte del emperador á sus pretensiones á la monarquía de España y de las Indias:-que el emperador Cárlos reconoceria á Felipe de Borbon y á sus sucesores por reyes legítimos de España.-que Felipe renunciaria por si y por sus descendientes á toda pretension sobre los Paises Bajos, y estados que el emperador poseia en Italia, incluso el reino de Sicilia:-que faltando el sucesor varon de los ducados de Parma y Toscana, entrarian á suceder los hijos de la reina de España:-que el derecho de reversion del reino de Sicilia, que Felipe se reservó en el tratado de 1713 respecto al duque de Saboya, se trasferiria al reino de Cerdeña:-que Cárlos y Felipe se comprometian á manteuer lo convenido en este tratado:-que todo se cumpliria dentro de dos meses, y que ambos designarian lugar y sugetos para establecer

(1) Deseando abora contribuir por mi parte (eran sus palabras) á los deseos de las referidas Magestades los serenísimos reyes de Francia é Inglaterra, y dar á la Europa el beneficio de la paz, á costa de mis propios

intereses, y de la posesion y derechos que he de ceder en ella, he resuelto aceptar el referido tratado, etc.»-Tomo de Varios de la Real Academia de la Historia, Est. 13, grada 3.

definitivamente la paz. En su virtud hizo Felipe la correspondiente solemne renuncia en el Escorial á 22 de junio de aquel mismo año

Mientras se hacian estos arreglos diplomáticos, las armas no habian estado ociosas. En medio de las nieves y los hielos y de todas las injurias de un invierno crudo, y en tanto que el príncipe Pio perseguia y sujetaba á mas de dos mil catalanes que se rebelaron á la entrada de los franceses en el Principado, el marqués de Castel-Rodrigo, encargado de lanzar á los franceses de Urgel, de la Conca de Tremp y de otros puntos que ocupaban en Cataluña mandados por el marqués de Bonás, emprendiendo sus operaciones con una actividad y un arrojo admirables, los fué atacando, venciendo y arrojando sucesivamente de Urgel, de Castellciutat, de la Conca de Tremp y de todos los lugares que habian ocupado, hasta internarlos en Francia, y quedar nuestras tropas dominando, no solo la Cerdaña española sino tambien la francesa, y alli permanecieron hasta que se arreglaron las diferencias entre los monarcas (4).

La adhesion de Felipe al tratado de la cuádruple alianza produjo tambien, como era de suponer, la cesacion de hostilidades en Sicilia. El marqués de Lede recibió poder de su soberano para acordar la evacuacion de ambos reimos, Sicilia y Cerdeña. En su virtud púsose de acuerdo con los generales inglés y aleman, Byng y Merci, y entre los tres estipularon el tratado y la forma de la evacuacion de Sicilia (6 de mayo, 1720); concluido el cual, hicieron otro semejante para el de Cerdeña (8 de mayo). Este último fué á los pocos meses (agosto) entregado por los españoles al principe Octaviano de Médicis, que sin dilacion hizo lo mismo en manos del conde de Saint Remy, comisario general del duque de Saboya, á quien los sardos reconocieron por sobe rano (2).

Evacuadas la Sicilia y la Cerdeña por las tropas españolas, y no queriendo el genio animoso de Felipe dejar de tentar alguna otra empresa, alarmáronse otra vez las potencias limítrofes, Francia, Portugal, y aun Inglaterra, al observar los armamentos navales que se hacian en Cádiz, Málaga, y otros puntos de la costa de Andalucía, impulsados por el activo é inteligente don José Patiño, y al ver concurrir á aquellos puertos fuerzas respetables de infantería, caballería y artillería, cuyo mando se confió al mismo marqués de Lede, gefe de la espedicion à Sicilia. Mostráronse otra vez recelosas las potencias, y no cesaban de inquirir sobre el destino y objeto de estos nuevos aprestos

(1) Belando, Historia civil, P. IV. capitu- ticulos, y el segundo de veinte y cuatro. El los 37 y 38. marqués de San Felipe espresa el contenido de cada uno.

(2) Belando, P. II., c. 53 y último.-El primer tratado constaba de veinte y ocho ar

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