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aceptada por el príncipe, se publicó al dia siguiente (15 de enero, 1724) con toda solemnidad (4).

Habia llevado tambien el de Grimaldo una carta escrita del propio puño de Felipe á su hijo, á imitacion de las que Cárlos V. y Luis XI. de Francia escribieron en análogos casos á sus hijos Felipe II. y Carlos VIII., dándoles consejos cristianos, pero tan piadosa y mística, que, como dice un escritor de aquellos dias, «<el mas penitente anacoreta no la podria escribir mas espresiva y ajustada á los preceptos evangélicos; tanto que los críticos desearon se entretejiesen en ella documentos políticos entre los morales (2).»

No faltó quien propusiera la convocacion de Córtes para dar con su eonsentimiento la debida legalidad y validez al acto de la renuncia, y era en efecto lo que correspondia para resolucion tan grave, conforme á las antiguas leyes de Castilla. Pero temió acaso Felipe que una asamblea tan numerosa pudiera negarle su asentimiento, ó que una vez reunida quisiera recobrar el poder que en otro tiempo habia tenido. En su defecto se espidieron circulares para obtener la aprobacion de las ciudades de voto en córtes, y se tomó por consentimiento la aquiescencia de los grandes y prelados que en la córte residian. La nacion lo toleró, como habia tolerado ántes el testamento de Cárlos II. y la variacion de dinastía sin contar con el reino unido en Córtes. Mas no dejaba de ser estraño en Felipe, que aun habia creido necesaria su intervencion para el reconocimiento y jura de sus hijos y para alterar la ley de sucesion á la corona.

Fué tal la sorpresa y el asombro que causó en todas partes una abdicacion tan inesperada, de parte de un monarca de treinta y nueve años, con el consentimiento de una reina que solo contaba treinta y uno, que se resignaba á dejar los goces del trono por el silencio del retiro, que la estrañeza misma de un acontecimiento tan estraordinario dió ocasion á que se formaran mil cálculos y conjeturas sobre los móviles y los fines de una resolucion que á mu

(1) Aquel mismo dia se hizo merced del Toison de Oro al marqués de Grimaldo, al de Valoux, al marqués Anibal Scotti, al de Santisteban, al de Santa Cruz, al duque de Medinaceli, y á otros varios personages; con justicia á algunos, sin justicia y por puro favor á otros.-San Felipe, Comentarios, tomo II.-Macanáz, Memorias para el gobierno de España, MS., tom. II., p. 307.

(2) San Felipe, Comentarios.-En efecto, de ello son una prueba los párrafos siguientes de la carta: «Evitad en cuanto fuese posible las ofensas de Dios en vuestros rei anos, y emplead todo vuestro poder en que

«sea servido, honrado y respetado en todo alo que estuviese sujeto á vuestro dominio. «Tened siempre gran devocion à la Santisi«ma Virgen, y ponéos bajo de su protec«cion, como tambien vuestros reinos, pues «por ningun medio podreis conseguir me«jor lo que para vos y para ello necesitareis. «Sed siempre, como lo debeis ser, obediente á la Santa Sede, y al papa como vicario de «Jesucristo. Amparad y mantened siempre «el tribunal de la Inquisicion, que puede allamarse el baluarte de la fé, y al cual se adebe su conservacion en toda pureza en los estados de España...... etc,»

chos parecia incomprensible. Supúsose pues que lo hacia con la mira de habilitarse para heredar el trono de Francia despues de la muerte de Luis XV., que se calculaba no tardaria en suceder atendida su débil salud; que este pensamiento se le avivó con la muerte del duque de Orleans, único rival peligroso con que tropezaba para ceñir aquella corona, y que contaba para ello con la cooperacion del duque de Borbon, enemigo de la casa de Orleans. Fundábanse para este juicio en la predileccion que siempre habia mostrado Felipe hácia su pais natal, y en que no era verosímil que una reina de la ambicion de Isabel de Farnesio se resignára á descender del sólio para ocultarse en las soledades de una montaña sino con la esperanza de subir á otro, saliendo de un pais en que no era amada. Hubo tambien quien atribuyera á Felipe remordimientos sobre la legalidad y justicia del testamento do Cárlos II., y no ha faltado quien le supusiera convencido de que su renuncia á la corona de Francia adolecia de un vicio radical de nulidad.

En cambio discurren otros, en nuestro entender con menos apasionamien to y mejor sentido, que no era probable que un hombre de maduro juicio dejára lo que con seguridad poseia por la incierta esperanza de suceder á un niño de catorce años, con la declarada oposicion de tantas potencias que le harian la guerra inmediatamente, y despues de tan esplicitas, repetidas y solemnes renuncias como habia hecho. Que dentro de la misma Francia habia de hallar fuerte contradiccion, especialmente por parte de los principes de la sangre. Que un rey á quien censuraban por su aversion á los negocios públicos no era probable aspirára á emplear toda la aplicacion y todos los esfuerzos que exigia el gobierno de una nueva monarquía. Y lo que à juicio de éstos hubo de cierto fué, que las contrariedades, disgustos y trabajos que le ocasionaron tantas y tan continuadas guerras, y las graves enfermedades que años atrás habia padecido, engendraron en Felipe un fondo de melancolía, que le hacia mirar con tedio el falso brillo del poder y de las grandezas mundanas, У desear la quietud y el descanso; y que cierta mezcla de supersticion

y

de desengaño, de indolencia y de egoismo, le indujo á buscar en el reposo de la soledad y en los consuelos de la religion la tranquilidad que apetecia y que no podia encontrar en las agitadas regiones del poder; lo cual está de acuerdo con los sentimientos y las razones que él mismo expuso en la carta á su hijo (1).

(1) «Habiéndose servido la Magestad Diavina, le decia, por su infinita misericoradia, hijo mio muy amado, de hacerme conoacer de algunos días acá la nada del mundo øy la vanidad de sus grandezas, y darme al

mismo tiempo un deseo ardiente de los bieanes eternos que deben sin comparacion alaguna ser preferidos á todos los de la tierra, alos cuales no nos los dió Su Magestad sino «para este único fin, me ha parecido que no

Si, como dicen los primeros, hubiera abrigado la idea de que el testamento de Carlos II. que le elevó al trono de España cra injusto é ilegal, mal medio escogia para descargar su conciencia dejando este mismo trono á su hijo, que habia de ocuparle en virtud del propio testamento. Y si la renuncia á la corona de Francia adolecia de un vicio esencial de nulidad, y en ello fundaba sus aspiraciones á reclamar su antiguo derecho, mas elementos tendria para vencer la oposicion de las demas potencias estando en posesion de un trono, que aislado del mundo y escondido entre rocas (1).

Sin perjuicio, pues, de juzgar á su tiempo su conducta ulterior, en la parte que con esta resolucion pudiera estar en mas o menos desacuerdo, parécenos que es escusado buscar los motivos de esta determinacion en otro parte que en la profunda melancolía, en cierta debilidad de cerebro, y no poca flojedad y desapego al trabajo que le habian producido sus enfermedades, unido esto al cansancio consiguiente á las incesantes contrariedades y fatigas do veinte y tres años de reinado, de todo lo cual pudo muy bien, atendido el corazon y la naturaleza humana, arrepentirse y recobrarse después (2).

podia corresponder mejor á los favores de un padre tan bueno que me llama para «que le sirva, y me ha dado en toda mi viada tantas señales de una visible proteccion, «con que me ha librado, asi de las enferme«dades con que ha sido servido de visitarme, «como de las ocurrencias dificultosas de mi «reinado, en el cual me ba protegido, y con«servado la corona contra tantas potencias eunidas que la pretendian arrancar, sino «sacrificándole y poniendo á sus pies esta misma corona...... etc »

tarse para heredar el trono de Francia. Mas no advierte este ilustrado escritor, que al afirmar esto se descuida en decir él mismo: «La causa principal era sin disputa aquella mezcla singular de supersticion y egoismo, de indolencia y ambicion, que formaba el carácter de Felipe.» Y mas abajo: «En la quietud que siguió á la caida de aquel ministro (Alberoni) se desarrolló la enfermedad hipocondriaca del monarca, llevando consigo la idea añeja de la abdicacion.»>Coxe, España bajo el reinado de la casa de Borbon, cap. 33.

(4) Entre los escritos que se publicaron sobre la nulidad de la renuncia de Felipe V. Aduce después, como comprobante de á la corona de Francia, merece notarse el su juicio, que Felipe mantenia desde San tratado qne escribió en latin el Dr. don Juan Ildefonso relaciones con el duque de Borbon Bautista Palermo, titulado: Tractatus de y con el partido español de Francia, y que succesione Regni Galliæ ad tenorem legis tuvo ya preparado su viage á aquel reino so Salicæ. De nullitate renunciationis Srmi pretesto de restablecer su salud, pero con Regis Philippi V.-Está dividido en siete el verdadero fin de alentar á sus partidacapitulos: los seis primeros forman la historios. Cita para esto del viage las Memoria de la ley Sálica, y el sexto contiene en once párrafos todas las razones en que el autor funda la nulidad de la renuncia de Felipe V.-Es un manuscrito en fólio de 553 páginas, y se halla en la Biblioteca Nacional, señalado S. 29.

(2) El historiador inglés William Coxe es uno de los que suponen en la abdicacion de Felipe el interesado designio de habili

rias de San Simon, el amigo de las anécdotas curiosas: nosotros no hallamos noticia de él en ningun documento ni historiador español. Y en cuanto á mantener relaciones con el duque de Borbon y el partido español de Francia, veremos después lo que sobre ello hubo de cierto, y la conducta de los dos reyes de España, padre e hijo, en este asunto.

Aceptada la abdicacion por el príncipe de Asturias, por mas que muchos consejeros y letrados dudáran de la validez de la renuncia, como hecha sin acuerdo del reino, nadie se opuso á ella; y contentos al parecer grandeza y pueblo con tener un rey español á quien amaban, por sus buenas prendas y por su aficion y apego á los usos y costumbres del pais, saludaron con aclamaciones de júbilo su advenimiento al trono; y habiéndose dispuesto la proclamacion solemne para el 9 de febrero (1734), verificóse ésta en Madrid con todo el ceremonial, y toda la pompa y aparato que se habia usado en la de Cárlos II., llevando el pendon real el conde de Altamira, el cual, á la voz del rey de armas mas antiguo: «¡Silencio! ¡Oid! tremoló el estandarte de Castilla, diciendo. ¡Castilla, Castilla, Castilla por el rey nuestro Señor don Luis Primero!» A que contestó la regocijada muchedumbre con entusiastas y multiplicados vivas.

Quedó, pues Luis I. de Borbon instalado en el trono de Castilla, que la Providencia en sus altos juicios quiso que ocupára por un plazo imperceptible en el inmenso espacio de los tiempos.

Macanáz esplica del modo siguiente los motivos de la abdicación: «El rey se mantenia en el empeño de renunciar la corona, lo que procedia de su gran conocimiento, pues veia el daño y no tenia arbitrio para el remedio: reconocia que el confesor, y por él el de Orleans, y la reina por ellos. por el duque de Parma y los italianos, le engañaban; veía que éstos tenian todo el gobierno de la monarquía en manos de sus criaturas; echaba menos que no se le diese cuenta mas que de algunas cosas, y que aun en ellas se le oponian siempre que se apartaba de lo que elios querian; sobrábale conocimiento, y faltábale resolucion, de aqui venia el ser su escrúpulo mayor cada dia, y el deseo de dejar la corona; y de que hablaba de esto le tenían por loco; y asi vive quince años en un contínuo martirio.» Memorias para el gobierno de España, MS. tom. II., página 276 v.

Y el marqués de San Felipe, replicando á los que atribuian la renuncia al propósito de habilitarse para suceder á la corona de Francia, dice «Ni conocian bien el genio del rey los que esto discurrian, porque ni su

delicada escrupulosa conciencia era capaz de faltar á lo prometido, ni su aversion á los negocios, ni la falta de sus fuerzas para grande aplicacion le podian estimular á los inmensos trabajos de regir una para él nueva monarquía de franceses, dividida precisamente en facciones en caso de faltar el actual dominante; pues aunque los parlamentos y los mas ancianos padres de la patria estuviesen por la ley Sálica que favorecia al rey Felipe, los príncipes de la sangre y sus adheridos estarian por el inmediato al trono entre ellos, que era el duque de Orleans, mozo y soltero, por lo cual los que le seguian miraban mas vecina la posibilidad del solio que si le ocupase el rey Felipe, que á mas del príncipe de Asturias tenia otros tres varones, sin los que podian tener dos individuos conocidamente fecundos. Estas razones, que convencian á los mas reflexivos, avivaron el ingenio para discurrir otras que hubiesen dado impulso á tan grande hecho.... pero los hombres píos y de docil corazon lo atribuían á sólida virtud y temor de errar en el gobierno.»-Comentarios, tomall., p. 899.

CAPITULO XIII.

DISIDENCIAS ENTRE ESPAÑA Y ROMA.

De 1708 á 1720.

Causa y principio de las desavenencias.-Reconoce el pontifice al archidùque Cárlos de Austria como rey de España.-Protesta de los embajadores españoles.-Estrañamiento del nuncio.-Se cierra el tribunal de la nunciatura.- Se prohibe todo comercio con Roma.-Circular á las iglesias y prelados.-Relacion impresa de órden del rey.— Oposicion de algunos obispos.-Son reconvenidos y amonestados.-Breve del papa conSu denando las medidas del rey.-Enérgica y vigorosa respuesta del rey don Felipe Santidad.-Instrucciones al auditor de España en Roma.-Cuestion de las dispensas matrimoniales.-Dictámen del Consejo de Castilla.- Firmeza del rey en este asunto.-Procedimientos en Roma contra los agentes de España.-Indignacion y decreto terrible del rey.-Fuerte consulta del Consejo de Estado sobre los agravios recibidos de Roma. -Desapruébase un ajuste hecho por el auditor Molines.-Invoca el pontifice la mediacion de Luis XIV. de Francia.-Conferencias en París para el arreglo de las discordias entre España y Roma.-Amenazante actitud de la córte romana.-Consulta del rey al Consejo de Castilla.-Célebre respuesta del fiscal don Melchor de Macanáz.-Condena el inquisidor general cardenal Giudice desde París el pedimento fiscal.- Manda el rey que se recoja el edicto del inquisidor y llama al cardenal á Madrid.-Falla el Consejo de Castilla contra el inquisidor, y se le prohibe la entrada en España.-Nuevo giro que toma este asunto por influencia de Alberoni.-Vuelve Giúdice à Madrid y retirase Macanáz á Francia.-Proyectos y maniobras de Alberoni.-Edicto del inquisidor contra Macanáz, y conducta de éste.-Alberoni se deshace del cardenal Giúdice. y le obliga á salir de España.-Negocia Alberoni el ajuste con Roma á trueque de alcanzar el capelo.-Concordia entre España y la Santa Sede.-Quéjase el papa por haber sido engañado por Alberoni, y le niega las bulas del arzobispado de Sevilla.-Nuevo rompimiento entre las córtes de España y Roma.-Revoca el pontifice las gracias apostólicas.-Conducta de los obispos españoles en el asunto de la suspension de la bula de la Cruzada.-Témplanse los resentimientos.-Devuelve Roma las gracias.-Se admite al nuncio, y se restablece el tribunal de la nunciatura en Madrid.

La necesidad de dar cierta conveniente hilacion á los sucesos que caracterizaron más la marcha y la fisonomía política de esta primera mitad del rei. nado de Felipe V., no interrumpiéndola con la narracion de otros, que aun

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