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respondiera ni con mucho á la riqueza y á los tesoros que se le atribuia haber acumulado (4).

La infeliz doña María fué desterrada á Toledo, donde se vió presa, y pasó mil tribulaciones; y cuando se le permitió fijar su residencia en Talavera, perdió el juicio y murió demente despues de haberse visto reducida al estremo de pedir limosna de puerta en puerta. En cuanto á don Fernando su esposo, despues de su prision en Consuegra, y de terribles padecimientos, fue desterrado á Filipinas, de donde pasado algun tiempo volvió á Méjico, en cuyas cercanías murió maltratado por un potro que estaba domando (2). ¡A tál punto llevó don Juan de Austria su vengativo encono! ¡Y tál fué la miserable caida de don Fernando Valenzuela, que tan rápida y monstruosamente se habia encumbrado en alas del favor y de la fortuna! Pero si merecia la caida como todo valido, y como todos se sirvió de reprobados medios para elevarse, convengamos en que no mereció que á tal estremo se ensañaran sus enem gos con él y con su familia, pues ni abusó tanto del poder, ni de él se contaban los crímenes con que otros habian manchado su privanza, y el pueblo no tardó en esperimentar que nada habia ganado con el que vino á ocupar su puesto al lado del soberano.

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Si en el curso de este suceso se vió la falta de carácter y de dignidad del rey, en el hecho de haber permitido que se fuera con tanto aparato y estré◄ pito á prender un hombre que se hallaba confiado bajo el seguro de la palabra y firma real, con todo lo demas que contribuyó á dar ruido y escándalo, tambien se puso de manifiesto la supersticiosa incapacidad de Cárlos II, en un diálogo que al siguiente dia de la prision tuvo con el prior del monasterio fray

(4) En treinta y dos mil doblones fué tasado todo lo que se encontró perteneciente á Valenzuela. Pareciéndole poco á don Juan de Austria, y sospechando que habria habido ocultacion, requirió al prior del Escorial para que le presentára el tesoro que el preso habia llevado alli. La digna respuesta que le dió el religioso le valió amenazas y persecuciones. Se hicieron algunas prisiones en el monasterio; se reconoció escrupulosamente la casa del Nuevo Rezado en Madrid; se giró otra nueva visita al Escorial, se registraron todas las celdas, papeles y muebles, en busca de mas dinero y mas alhajas, pero todo fué inútil, no se encontró más. La prueba mas evidente de que no lo habia, es que la desgraciada esposa de don Fernando se vió después reduci da á vivir de la caridad pública. -Quevedo, Historia y des:.ipcion

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(2) En Manila fué encerrado en la fortaleza de San Felipe; al principio fué tratado con mucha severidad, mas luego logró alcanzar el favor del gobernador, el cual le permitió salir y representar sus propias comedias. En 1689 obtuvo licencia para trasladarse á Méjico, donde fué bien recibido por el virey, conde de Galvez, hermano del duque del Infantado, su primer protector; alli obtuvo una pension de 1,200 duros, con la cual vivia. Murió, como hemos dicho, de una coz que recibió de un potro que domaba, lo cual ha hecho creer á algunos que era una ocupacion y un recurso, pero nos otros creemos que lo hacia solo por aficion y recreo.-Gemilli, Viage á las Islas Filipinas.

Marcos de Herrera. Habiendo venido á Madrid este religioso, al presentarse al rey, poseido de cierta emocion, le preguntó sonriéndose: «¿Con que le cogieron?-Le cogieron, Señor;» le contestó el prior avergonzado; y le refirió las circunstancias del suceso.-¿Y su esposa? preguntó Cárlos.-Su esposa, respondió el monge, ha venido à Madrid, y yo me atrevo á suplicar á V. M. se digne ampararla á ella, y á su desgraciado marido.—A su muger sí, á él nó. -Señor, ¿y strá posible que se olvide V. M. de su desgraciado ministro?— ¿Creerás, dijo el rey, que ha habido unc revelacion de una sierva de Dios, en que daba á entender que habían de prender à Valenzuela en el Escorial?— Mas bien será, repuso el padre un tanto amostazado, una revelacion del demonio; y no crea V. M. que defiendo á Valenzuela por interés, pues jamás he recibido de él sino esta pastilla de benjuí.—Aparta........... aparta..... esclamó Cárlos dando dos pasos atrás y santiguándose; no la traigas contigo, que será un hechizo ó un veneno.» Trabajo costó al buen padre, al oir tal simplicidad, no faltar al respeto de su soberano dando suelta á la risa. Contentóse con besarle la mano y despedirse, llevando un triste concepto del hombre que acababa de empuñar las riendas de la gobernacion del Estado (4).

(1) Este diálogo, asi como las demás circunstancias que mediaron en esta ruidosa prision, igualmente que otros pormenores de que no hemos creido necesario hacer mérito, se hallan minuciosamente referidos en una Relacion manuscrita que existe en la Biblioteca del Escorial, y que escribió sin duda en aquellos dias un monge testigo de los sucesos. El ilustrado bibliotecario y exmonge del mismo monasterio, don José de Quevedo, en su Historia y Descripcion del Escorial, que publicó en 1849, en la parte que arriba hemos citado, nos ha dado á conocer muchos de estos curiosos porme

nores.

En este mismo libro se hace un relato de las consecuencias que produjo la escomunion lanzada por el prior contra los profanadores del templo y violadores del sagrado asilo, que manifiesta las costumbres y las ideas que sobre estas materias dominaban en aquel tiempo. Muchas fueron las diligen cias y gestiones, muchos los esfuerzos y recursos que emplearon para que el prior los absolviera de la terrible censura. Mas como el sumo pontifice, noticioso del hecho, aprobara y ensalzara la conducta del prelado en la defensa de la inmunidad eclesiásica, y escribiera en este propio sentido á don Juan

de Austria y al mismo Cárlos II., fué menester que el rey suplicara á Su Santidad por tres veces el perdon de los sentenciados. Al fin el papa expidió un breve cometiendo. al nuncio la facultad de la absolucion, pero imponiendo á los incursos la obligacion de edificar á sus espensas en la iglesia del Escor al una capilla correspondiente á la magestad y grandeza del templo que habian profanado, en la cual se les daria la absolucion en cuanto estuviera concluida.

Largo era el plazo y mucho el coste que la condicion les imponía. Pero ellos lograron que el monarca propusiera al pontifice suplirlo con una alhaja tan rica que sobrepujara el valor de aquella obra. Era aquel'a la caja de un reloj que le había regalado su tio el emperador Leopoldo, de plata sobredorada, guarnecido de delicadísima filigrana, de turquesas, amatistas, granates, y otras piedras preciosas, con colgantes, festones otros adornos riquísimos y de esquisito gus¬ to y labor. Aceptado el cambio y recibida. por el nuncio la alhaja (que con otras muchas fué llevada por los franceses en 1840), se designó la iglesia de San Isidro el Real de Madrid para que los escomulgados recibieran en ella la absolucion. E dia y hora señalados, en medio de un tumenso gentio, se

nates.

presentó á la puerta esterior el nuucio cho tiempo la enemiga y la persecucion de S S. vestido de pontifical y con grande de aquellos resentidos y poderosos magacompañamiento. A poco comparecieron el duque de Medinasidonia, don Antonio de Toledo y los demás comprendidos en las censu as, todos descalzos y puesta una camisa sobre la ropilla: postráronse á los pies del nuncio, el cual los iba hiriendo en las espaldas con una varita, y luego los tomaba del brazo y los introducia en la iglesia, y con esto y las demás ceremonias de costumbre en casos tales se concluyó aquella ruidosa causa, pero no los disgustos para el prior y otros monges, que tuvieron que sufrir mu

Entre los preciosos documentos del archivo de Salazar, referentes á esta materia, se encuentra el «Alegato que hizo el monasterio de San Lorenzo del Escorial en la causa sobre la estraccion violenta que de su iglesia se hizo de la persona de don Fernando Valenzuela (impreso en treinta folios, Est. 8.o; grad. 6.);» y el Breve del papa Inocencio XI. dirigido á Cárlos II. sobre lo mismo MS. en dos folios, Est. 7.o, grada 1.o),

CAPITULO VII.

GOBIERNO DE DON JUAN DE AUSTRIA.

De 1637 à 1680.

Esperanzas desvanecidas-Altivez del príncipe.-Su cspíritu de venganza.-Destierros. -Desórden en la administracion.-Disgusto del pueblo.-Ocúpase don Juan en cosas frivolas.-Descontento de los grandes.-Tratan éstos con la reina madre.-Recelos é inquietud de don Juan.-Lleva al rey á las Cortes de Zaragoza.-Descuida don Juan los negocios de la guerra.-Sátiras y pasquines contra el ministro.-Trátase de casar al rey Cárlos.-Miras que se atribuían á don Juan.-Conciértase el matrimonio del rey con la princesa Maria Luisa de Borbon.-Decaimiento de la privanza de dou Juan de Austria. -Pierde la salud.-Muerte de don Juan.-Vuelve la reina á Madrid.—Preparativos para las bodas reales.-Recibimiento de la reina en el Bidasoa.-Va el rey á Burgos à esperar á su esposa.-Ratificase el matrimonio en Quintanapalla.-Viage de los reyes.Llegan al Buen Retiro.—Entrada solemne en Madrid.-Alegría del pueblo.-Fiestas y regocijos públicos.

Si no es caso raro, antes bien lo es por desgracia harto frecuente, que los pueblos vean defraudadas las esperanzas que tenian puestas en un hombre, cuando á éste se le prueba en la piedra de toque de la direccion y gobierno de un estado, no por eso deja de ser reparable que una persona de tantas y tan antiguas aspiraciones y de tan larga carrera como don Juan de Austria, tan conocido como debia ser de todos los españoles por los papeles y por los puestos que habia desempeñado en Madrid, en Flandes, en Italia, en Portugal, en Cataluña y en Aragon, en cuyas altas cualidades y prendas el pueblo creia y fiaba tanto, por cuya elevacion los grandes y nobles habian hecho tantos esfuerzos y tan repetidas y solemnes confederaciones, á quien el reino de Aragon habia protegido y aclamado con tanto entusiasmo, y á quien todos en una pa

labra consideraban como el único capaz de curar los males y remediar los daños que se lamentaban, y de restituir la felicidad y el bienestar á esta monarquía; es bien reparable, decimos, que el hombre en quien hacia tantos años se cifraban tan universales esperanzas, desvaneciera tan pronto tantas y tan antiguas ilusiones.

Pero es lo cierto que se observó muy pronto que el tan aclamado príncipe, luego que se vió árbitro y dueño absoluto del poder codiciado, en vez de la capacidad, del talento y de la prudencia que se le suponia para la direccion de los negocios, no mostró sino altivez y soberbia, ni parecia cuidar de otra cosa que de satisfacer un espíritu mezquino de venganza contra todos los que se habian opuesto á sus ambiciosos planes, ó disfrutado a'gun favor en el anterior valimiento, ó no habian firmado el compromiso ó pleito-homenage de los grandes para traerle al lado del rey. Asi que, fueron sintiendo los golpes de sus iras y saliendo sucesivamente desterrados de la córte el almirante de Castilla, el conde de Aguilar, coronel del regimiento de la Chamberga, don Pedro de Rivera, conductor de embajadores, el caballerizo mayor marqués de la Algava, el conde de Montijo, el de Aranda y varios otros grandes señores, como el principe de Stigliano, el marqués de Mondéjar y el conde de Humanes, ó por no haber suscrito la confederacion, ó por haber conservado cierta fidelidad á la reina madre, ó simplemente por no ser sus partidarios y adeptos. Señalóse contra el respetable vice-canciller de Aragon, don Melchor de Navarra, porque con su prudencia habia desviado á los aragoneses de las reclamaciones que el año anterior habian entablado en su favor, le exoneró del cargo, y dió al cardenal Aragon el puesto de vice-canciller de aquel reino (1). Ni respetó al digno presidente de Castilla conde de Villaumbrosa, el mas integro y el mejor magistrado de aquel tiempo, sin otra razon que la de no haber firmado el pleito-homenage de los grandes, dándole por sucesor en la presidencia á don Juan de la Puente, á quien ni el nacimiento, ni el talento, ni las letras recomendaban para tan elevado puesto. Y aun pareciéndole que el conde de Monterrey divertia demasiado al monarca, lo cual era bastante para mirarle con recelo y sospecha, le alejó tambien de la córte, enviándole de capitan general á Cataluña; y por cierto le hizo residenciar después severamente por su conducta en el negocio de Puigcerdá (2).

Fijos constantemente los recelosos ojos del hermano bastardo del rey en el alcázar de Toledo, residencia que se habia señalado á la reina madre, y don de la acompañaban el embajador de Alemania, el marqués de Mancera, el car

(1) Real decreto espedido en el Buen Re- ra de Cataluña, de que hablamos en el catiro, á 10 de febrero, 1677. pítulo 3.o

(2) Aquel suceso desgraciado de la gucr

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