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VI.

La historia en España en los siglos XVI y XVII. - Ambrosio de Morales y Mariana.- Por qué no eran impugnados los falsos cronicones.- Lupian Zapata. Cronicón de Hauberto Hispalense. - Martirologio de san Gregorio Bético.- Episcopologios de las iglesias de España.-Walabonso Merio, continuador de Hauberto.-Fray Gregorio de Argaiz. Los falsos cronicones comienzan á ser combatidos. El doctor Juan de Aguas y fray Hermenegildo de San Pablo.- Don Nicolas Antonio. El Marqués de Agrópoli.- Cuestion de san Hieroteo.- Pellicer de Ossau.― Cronicón de don Servando. — Fray Alonso Vazquez.- Roig y Yalpi.-Cronicón de Liberato.-Cuestion de la patria de san Lorenzo.

Escritos de Donato Servitano.- Publicase la Bibliotheca Vetus de don Nicolas Antonio.

La historia política de la nacion, que hasta ahora ha aparecido en segundo término tras de la eclesiástica y religiosa, va á igualar á éstas en importancia en los futuros cronicones. Gracias á Annio de Viterbo, que tan viva luz habia derramado sobre nuestras edades primitivas, todo español podia leer en Florian de Ocampo la historia de su patria desde la creacion del mundo. Escribiendo Annio en la época de la constitucion de las grandes monarquías, ésta no podia ménos de ser la forma de gobierno de aquellas sociedades desconocidas, y hecha ya y acreditada así la historia, habia que aceptarla, pues ó se dejaba un inmenso vacío, ó se recurria á inventar nuevas fábulas, y fábulas por fábulas, más valian las ya re

cibidas y arraigadas. Así Garibay tomó resueltamente su partido de seguir la corriente; Zurita, más serio y concienzudo, comenzó en la invasion sarracénica, y Ambrosio de Morales se felicitaba de que Ocampo le hubiese dejado la historia sacada á puerto de claridad. Morales es el verdadero padre de nuestra historia; él fué el primero á proclamar que habia que estudiarla en los monumentos originales, y uniendo el ejemplo al precepto, emprendió un viaje literario por iglesias y monasterios, como en el siglo pasado los jesuitas franceses Marténe y Durand, y á imitacion suya nuestro Villanueva; él se entregó á las más perseverantes investigaciones é hizo pedir relacion á todos los pueblos de la monarquía de cuanto podia interesar á la historia y á las costumbres. La crítica histórica toma bajo su pluma un vuelo inesperado. No es esto decir que en la crítica de los documentos se haya elevado á buscar en los textos, en el estilo, en las nociones que forman el horizonte intelectual del escritor, en las indicaciones que se le escapan, noticias sobre el autor, la época ó el fin de la obra; ni que, como los críticos alemanes de nuestros dias, interprete de tal modo un documento, que en él se halle la psicología de un alma, frecuentemente la de un siglo, algunas veces la de una raza; ni que en la crítica de los hechos se proponga por la comparacion de los datos, por el exámen de la verosimilitud y del contexto de las

relaciones, determinar el grado de confianza que éstas merecen, y separar en ellas la verdad de la ficcion; pero se atreve á pesar el valor de los testimonios antiguos, á discutir su autenticidad, y sobre todo se adhiere á los textos, á las inscripciones, á los códices, á los monumentos, que publica, analiza y comenta. El pagar tributo á muchas de las preocupaciones dominantes, y el contemporizar por estado con otras, no le libró de que se le acusara de que trataba de desacreditar las historias; acusacion fundada, aunque tal no era su objeto, y de que él se dolia y se esforzaba por justificarse. Todo esto necesita Morales para que se le perdone el afan con que procuraba que se raspasen los adornos é inscripciones de las aras y piedras tumulares que encontraba sirviendo de altares ó aplicadas á usos religiosos.

Por patriotismo tomó Mariana la pluma, que la ancianidad dejaba escapar de manos de Ambrosio de Morales. Mariana, en cualidades de historiador no inferior á ninguno, sagaz observador de las cosas y de los hombres, de sentido recto, versado en los negocios y poseyendo el fuego que engendra la elocuencia, maestro en el arte de retratar los personajes históricos con toque firme y sólido, y en el de narrar con frase sencilla, clara, precisa, fácil y con esa felicidad de expresion que constituye el sello de la originalidad, emprendió escribir la historia general

de España, primero en latin, para gente docta, y despues en castellano, para la vulgar. Aunque Mariana entendia que de diferente manera hay que escribir la historia para los doctos y para el vulgo, y así se propuso hacerlo, sistema que pudiera añadirse á los varios que se citan de escribir la historia, entre las versiones de la suya no hay la diferencia que tan opuestos fines lleva á suponer. Hace sus reservas, diciendo más de una vez como Quinto Curcio, «traslado más que creo»; deja adivinar al lector inteligente opiniones que no sería conveniente manifestar á las claras; admite la tradicion siempre que la encuentra establecida, hasta el punto de incomodarse con los que disputan la venida de Santiago porque alteraban la devocion del pueblo; rechaza unos cuantos reyes fabulosos y acepta los demas, y era concesion bastante á la crítica para lo que conllevaban los tiempos, en que no se toleraba historia que no arrancase por lo menos de Noé; trata con desprecio á Beroso, y se apoya en los cronicones de Dextro, Máximo, Luitprando y Julian Perez, si bien ordinariamente los cita como en descargo de responsabilidad. Ni podia hacer Mariana otra cosa. ¿Desecharia los cronicones? ¿se emboscaria en la enmarañada selva de nuestras crónicas, armado de segur y podadera? Triste destino habria tenido su obra; un grito de reprobacion la habria saludado, y nuevos disgustos, sobre los que ya le ocasionaba la

independencia de su carácter, habrian venido sobre él, aumentando el sentimiento de desvío con que le miraba su misma Compañía, para quien por aquella causa habia venido á ser un socio molesto. Él habia eludido informar sobre los plomos de Granada, probablemente por no ponerse en contradiccion con sus consocios de aquella ciudad, que apoyaban al arzobispo y se plegaban al entusiasmo popular. Transigió, pues, con las ideas recibidas, y de esta transaccion resultó la historia más nacional que tenga ninguna literatura, más española que es romana la de Tito Livio, la más verdadera que hasta ahora poseemos; verdadera, no en el sentido de exacta, sino en el de reproduccion fiel de los sentimientos, de las pasiones, de las creencias, de los instintos, de los amores y de los odios que marcan enérgicamente en la historia del mundo la individualidad de nuestra nacion; todo ello esmaltado de un estilo encantador que le asegura duracion eterna, como á las momias egipcias las fajas embalsamadas que las envuelven.

Morales y Mariana fueron excepciones; se les olvidaba cuando no se les injuriaba; la historia siguió escribiéndose en la manera de Ocampo y Garibay. La vanidad nobiliaria de las familias pasó á las ciudades, y todas quisieron tener historia particular, porque sobre la general bastaban los conocimientos que suministraban los enchiridiones y repertorios de los tiempos, los valerios y mares de historias.

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