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D. Alonso para que Aragon ayudase con armas y dinero á su hermano el de Navarra y á los caballeros foragidos y descontentos de Castilla. Convocadas Córtes, los Grandes de Aragon negaron el auxilio de armas, pero concedieron dineros; con lo cual el navarro y el Almirante trabaron nuevas alianzas con el conde de Haro y el marqués de Santillana, y otros muchos caballeros de Castilla y áun de Aragon para hacer entrada y libertar á los presos, todo con voz de que no iban contra el Rey, sino contra el Maestre; el cual en este tiempo reconcilió al Príncipe con sus privados el marqués de Villena y D. Pedro Giron, maestre de Calatrava, queriendo atraerse á éstos que, recelándose de su señor por un desman que cometieron, habian huido de él. En seguida el Príncipe, teniendo entendido cómo algunos de los de Toledo trataban de dar la ciudad al Rey, prendió á los canónigos Juan Alonso y Pedro Galvez y al teniente de alcalde Márcos García, llamado Marquillos de Mazarambroz, principales atizadores de todos aquellos males. Marquillos y un Hernando de Ávila fueron arrastrados; los canónigos puestos á buen recaudo. Esto fué el año de 50.

Los Grandes, entrado ya el siguiente, se juntaron en Coruña, cerca de Soria: allí acudieron los marqueses de Villena y Santillana, el conde de Haro, el Almirante, Rodrigo Manrique y otros muchos. Trataban nueva liga contra D. Álvaro; solicitaron la alianza del portugues, quien aseguraba al de Benavente no tener hecha ninguna con el Condestable (1); pero les quitó hacer nada de importancia la memoria de que otras veces les salieron vanos sus intentos, el temor de la inconstancia del Príncipe, y el verse en aquellos dias el rey de Navarra impedido en sus estados con otros alborotos que le suscitó la industria y la sagacidad del Condestable, y que al fin terminaron en una reñida batalla, fatal al malogrado príncipe de Viana. A más de esto el Condestable, para apartar mayormente al partido del navarro del que seguia al Príncipe, hizo que el Rey

(1) V. Coleccion diplomática á las Décadas latinas de Alonso de Palencia,

que ha impreso la Real Academia de la Historia.

se concertase con el Almirante y el de Castro de esta suerte: podrian estos dos volver á Castilla, donde se les devolverian sus bienes; haríase lo mismo con D. Enrique, hermano del Almirante, y con Juan de Tovar; restituiríase el maestrazgo de Calatrava á D. Alonso, hijo natural de D. Juan de Navarra. El cual, como vino á Castilla para este efecto, no siendo acudido de los de la Orden, y hallando ser más poderoso que él D. Pedro Giron, hubo de volverse atras. El no poder concertarse la liga indujo al Príncipe á buscar la reconciliacion con su padre y con el maestre de Santiago. Lo primero se despidió la gente, y los Grandes se fueron á sus tierras, á excepcion del de Benavente que siguió en su rebelion; despues quedó asentado que el Príncipe entregaria á Toledo al Rey, y el Rey la ciudadela de Búrgos al conde de Plasencia en nombre del Príncipe. Éste quitó luégo la alcaldía de Toledo á Sarmiento, que fué desterrado de allí, y que se salió de la ciudad llevándose, con harta vergüenza del Príncipe que lo vió, todo lo mucho que habia hurtado. Robáronselo despues ciertos malhechores, con que se quedó pobre, y al fin, perdonado ya por el Rey, pero sin volver á la córte, murió perlático: á sus compañeros de maldades no faltó tampoco el castigo.

Uno á uno habian sido soltados los caballeros que estaban presos; y con la entrega de Toledo y de Pero Sarmiento, se restableció la concordia entre el Rey y el Príncipe y los partidarios de uno y otro. Para ello precedieron vistas en Tordesillas, dada que fué en seguridad al arzobispo toledano. En el monasterio de Santa Clara juróse la paz sobre la hostia, y valiéndose de toda la posible solemnidad. Los principales que se hallaron presentes fueron el Rey, su hijo, D. Álvaro de Luna, D. Juan Pacheco, su hermano el maestre de Calatrava y Alfonso Perez de Vivero. La demas gente obstruia el templo (1).

(1) Este año de 51 se reunieron Córtes en Valladolid. Las reclamaciones de siempre para que se pusieran en vigor leyes que no lograban ejecutarse, encaminadas á corregir abusos

de que ya he hecho mencion otras veces, llenaron casi todas las 51 peticiones de que se compone su ordenamiento. Lo más notable de entre todo fué que en la 24 solicitaron los procu

Tras esto, el Rey dió la tenencia del alcázar de Toledo al Maestre, quien la trasmitió á D. Luis de la Cerda. El Príncipe se fué á la guerra de Navarra que se habia encendido por arte del almirante D. Fadrique, que sosegar no sabía. El rey Don Juan II fué en ayuda de su hijo, y con él el Condestable. Sitiaron á Estella; y al fin, á suplicacion del príncipe D. Cárlos, cesadas las hostilidades, volviéronse á Castilla. Quedaban en Palenzuela desde las pasadas revueltas civiles, haciendo no despreciable daño, D. Enrique, hijo del Almirante, y Juan de Tovar. El Rey, á pesar que su Condestable se lo quisiera impedir y acabar él solo esta hazaña, como tambien lo intentó ántes en la guerra de Navarra, quiso ir en persona á someter aquella poblacion. Púsose el cerco; y principiando el año 1452, trabóse una escaramuza, en que el Rey y el Maestre corrieron algun riesgo por no hallarse armados á la sazon. Don Álvaro, puesto á caballo, armado de solo su estoque y rodeado al brazo el manto que llevaba, defendióse con grande ánimo. El Rey no consintió retraerse á lugar seguro: sólo accedió á quedarse algo apartado de la pelea. Aquel dia Gonzalo Chacon, camarero del Maestre, de quien ya se hizo memoria en el sitio de Atienza, ganó prez de buen caballero, y á él más que á ningun otro se debió el rechazar á los contrarios con buena pérdida. De allí á algunos dias en el asalto de un baluarte avanzado, fué herido el Condestable de un pasador que le atravesó el brazo. A esta herida escribió despues Juan de Mena aquellos sabidos versos que dicen:

Pues por fazañas buenas

Se vos debe mucha gloria,
Rescibid vos la historia
De vos mismo por estrenas,
Que es bien digna de memoria.

radores que se sancionasen, y el Rey sancionó, las hermandades hechas entre los pueblos para libertarse de robos, insultos y muertes, institucion que tan útil fué luego en manos de la Reina Católica. Estas Córtes votaron, con generoso y patriótico desprendi

miento, dos millones de maravedis para reparacion de los fuertes fronterizos del Andalucía, que se hallaban en muy mal estado, pero á condicion que no se entregára la suma á los contadores y recaudadores del Rey, y que se invirtiese sólo en aquel objeto.

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JUICIO CRÍTICO DE D. ÁLVARO DE LUNA.

La cual en toda Castilla

Durará fasta la fin,

Sin comerse de polilla

Nin gastarse de orin;

Ca los dias nin la muerte
Nunca pueden facer ménos,
Nin otro caso más fuerte
La grand fama de los buenos.
En fechos de vos fallastes
Aver quedado sangriento,
Si; pero nunca sacastes
Feridas sin vencimiento;

Ca tomastes por oficio
De vos dar con grand bondad
A virtud é lealtad

Vuestro cuerpo en sacrificio.

Devos Dios, pues que vos ama,
Conservando la persona,
Mucha gloria con grand fama,
E en el cielo la corona:

Animo siempre derecho;

Porque vos pueda ser
Mas notable que lo fecho
Lo que queda por facer.

Todos los más de los poetas del tiempo escribieron versos al mismo asunto; solos aquellos se han conservado (1). Poco tiempo despues Palenzuela se rindió al rey D. Juan por trato, el cual habia comenzado ya entre el Maestre y Juan de Tovar miéntras andaban revueltos uno y otro en la escaramuza anteriormente referida.

(1) De los bienes del Condestable, que se repartieron á su muerte, tocó

alguna parte á Juan de Mena. ¿Querrian tapar la boca al historiador?

CAPITULO VI.

Traicion de Vivero. -Asechanzas contra el Condestable.-Proyectos de éste.-Nuevas y repetidas asechanzas contra su vida.-Muerte de Alfonso Perez de Vivero.-Despide el Rey á su Condestable.-Prision de D. Álvaro.-Su muerte.-Muerte del Rey.

Lo que no pudieron los políticos manejos, ni la reunion de los Grandes, ni la fuerza de sus armas, logró al cabo la traicion de un fementido, la ingratitud de una mujer, la veleidosa debilidad de un Rey vanidoso, avaro. ¡ Tan deleznable es el poder, tan mentida la grandeza de este mundo, tan inconstante y vária la fortuna, para cuyo rigor son nada las intenciones, el mérito, el ánimo varonil, la justicia! Fió el de Luna en quien habia nacido ántes para afrentosa esclavitud que para el cetro. Mas ¿qué no podrán los halagos de una mujer? ¿qué fuertes ni duraderos fundamentos no derrocará el riachuelo manso y despreciable que les lame sin cesar los piés? ¿á qué no llegó un pecho desconocido y un alma de baja ralea? Ya se ha nombrado várias veces en la relacion presente á un Alfonso Perez de Vivero. Don Álvaro de Luna habia sacado á este tal del polvo de la nada, y, como dice el cronista del Maestre, «hízole pasar de »zapato á lazo; de hombre de á pié y de poco valor, á tan alto »estado que por su mano le nombró el Rey señor de la villa de »Vivero y de otros lugares y castillos, y su contador mayor y »el principal de su Consejo despues del mismo Maestre, y le »colmó de riquezas.» Mas á nadie trajo cuenta abrigar reptiles en su seno. Cuando conoció Vivero que el aura del favor Real soplaba ménos amiga para el Condestable, pensó luégo en su ingrato pecho arrimar el hombro para ayudar á derribarle del

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