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Y SIGNIFICACION POLITICA

DE D. ÁLVARO DE LUNA.

INTRODUCCION.

Propósito. Historiadores principales que han escrito de D. Álvaro de Luna. — Civilizacion, constitucion política, ciencias, artes y letras en España durante la primera mitad del siglo xv.

Á empresa difícil me atrevo escribiendo del condestable de Castilla y maestre de Santiago D. Álvaro de Luna y de su siglo; extraordinario varon aquél, calamitosa edad la suya, y ambos enigma en la historia. Tráeme á hablar de ellos la ocasion, y me convida más á dejarme guiar de mi audacia que no de suficiencia y del conocimiento de las cosas y de mí mismo. Mas como sea que de pequeños principios muchas veces toma pié lo que despues llega á causarnos admiracion, tal vez con la piedra deleznable que arroje sea yo tambien parte, como lo van siendo algunos en los presentes tiempos, á que con esto que aquí digo, más que con mi obra, amontonándose sobre aquella otras de más fuerte trabazon, formen los nuevos cimientos de nuestro edificio histórico, pobre en verdad y más vistoso y aparente que sólido y real hasta ahora, si se mira á la grandeza de la nacion cuyos hechos imponderables ha de registrar en sus archivos, cuyas proezas deben enumerarse, á cuyos héroes, no sé si mayores por el número que por la valía, urge levantar merecido monumento.

Propóngome juzgar á D. Álvaro de Luna y establecer lo que significó, segun mi modo de ver, en la política española. Bastarian pocas páginas para ello, pocas pinceladas darian hecho el cuadro y poca obra levantaria la estatua, porque las cosas no han menester decirse de más de una sola manera para entenderse, y ésta no dilatada y desleida, sino concisa y concreta; y lo que con pocas razones y buenas no puede sustentarse, mal se logrará aderezar y hacer creible por muchos y prolijos discursos, ni por una enmarañada dialéctica, en quien los sofismas sean los nudos, lo verosímil y no lo verdadero los hilos, la vanidad, por lo harta, el todo. Pero se funda mi escasa dicha en que miro y examino y rebusco, y no hallo estantería donde poner mi obra, sea cual fuere; fáltame la galería donde colgar el cuadro; nadie me ha labrado el pedestal para el busto. Veo piedras y maderas, pero esparcidas aquí y allí; arrojadas las más de las primeras y cortadas las segundas por mano enemiga; por amigos exagerados algunas; por justos apreciadores de la bondad y del mérito las ménos, casi ninguna. En una palabra, no he hallado la verdadera historia de D. Álvaro de Luna, sobre la cual forjar el juicio de este hombre notable. Tengo, pues, que entresacar el grano de la paja, los maderos de la broza, la piedra labrada del monton informe de la cantera; y de lo que más visos de verdad muestre, de aquello que esté más comprobado y más conforme á la razon, levantar primero, aunque sea en resúmen y deprisa y mal, la historia de mi héroe. Á más de la poca esperanza que abrigo de hacerlo como el asunto lo exige, me queda un pesar: el de que por mucho que quiera recoger á mi afan las riendas, y ser conciso y parco, treinta y cuatro años de una privanza y de un reinado preñados de revueltas y de acontecimientos, y una época de las más congojosas que ha tenido España, no me lo podrán consentir. Supla, por lo tanto, con el buen deseo la necesidad, donde, á mi juicio, no hay lugar para hacerlo de diferente manera. Lo que, al citar las fuentes en que pienso apagar mi sed, diré aquí de aquellos más importantes autores que han escrito del Condestable, apoyará, si no yerro, eso que estimo y

aseguro.

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