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sentimiento personal, les ruego que no sea contrario al dictámen de la comision.>>

Solemnes fueron aquellos instantes: mayor esfuerzo hizo el Señor Corradi por su enmienda al rectificar ideas equivocadas por el Señor Olózaga, y al exponer calorosamente que tampoco habian llegado manifestaciones relativas á ciertas bases constitucionales, como la de que hubiera diputacion permanente de cortes y de que de ellas dependiera el tribunal de Cuentas; y que los legítimos representantes de la opinion del país eran los diputados de las córtes constituyentes, no debiéndose olvidar que de la opinion pública era tambien órgano una parte de la prensa que abogaba asimismo por la tolerancia de cultos. A causa de la votacion reciente de la enmienda del Señor Montesino, sobremanera se temia que la del Señor Corradi obtuviera mayoría de votos. Indispensable juzgó ya el gobierno que su voz se oyera en el importantísimo debate, y el ministro de Estado, levantóse á hacer uso de la palabra. Don Claudio Anton de Luzuriaga éralo por entonces: con la triple autoridad de las canas, de la consecuencia política y del saber profundo no pudo impedir las interrupciones frecuentes: sereno de ánimo sostuvo la causa que pareció mejor á su práctica de estadista; y frases brotaron de sus autorizados lábios que hay que transcribir á la letra, por la circunstancia de pintar muy al vivo lo crítico de aquellos momentos angustiosos.

-«Habia pensado reservarse para cuando se discuta la base; pero el peligro que corrió ayer esta de no verse discutida, el peligro que puede correr todavía, obliga al gobierno á anticiparse á decir muy pocas palabras .... No puedo hablar como filósofo, y algunos ratos lo siento, porque filosóficamente quisiera yo tratar del culto; porque no he oido todavía explicar lo que es culto; porque el culto en último resultado, tal como viene á quedar en la base y despues de las explicaciones, el culto no es más que simplemente una regla de policía pública; y lo siento tambien, Señores, porque en mis principios la filosofía y la religion no son incompatibles, como se ha creido. El mismo Dios, que con su bondad dió facultad al hombre para adquirir la ciencia, puso tambien en el corazon humano el sentimiento religioso, y no pueden ser enemigos..... Hace, pues, Señores, un ultraje á la civilizacion de nuestro país el que recuerda aquí los horrores de la Inquisicion. En aquel tiempo, Señores, la conciencia era espiada, sus arcanos eran arrancados con tormentos, y ese sentimiento religioso era reprimido con las últimas penas; y esa memoria obra aquí en el ánimo de muchos señores diputados, que no digo yo que confunden, pero que se olvidan de una diferencia esencial, que ya ha tocado bien el Señor Olózaga, pero que es necesario repetir, porque yo creo que induce á errores. Señores, ni la comision, ni el gobierno, ni las leyes ordinarias penales, ni na

die pone trabas; hace ya mucho tiempo que á nadie se ha ocurrido aquí poner trabas á la libertad de conciencia. ¿A quién le ha ocurrido eso? ¿Cómo se ultraja así á nuestro país? ¿Cómo decia ayer el Señor Montesino que ni los católicos se atreven á venir entre nosotros? No, Señores, ni la ley ni nadie penetra ni penetrará despues de la base aprobada en ese santuario de la conciencia. Pero, Señores, el sentimiento religioso es comunicativo; se comunica á los que han recibido una misma educacion y se han educado en la misma creencia; se llega á formar un sentimiento comun y este necesita una manifestacion exterior, y esta manifestacion es el culto, y ese culto es el vínculo más fuerte entre los hombres, es el vínculo más resistente, es el vínculo que no puede romper el hacha del martirio, que no puede romper una ley. El politeismo y el monoteismo, todas las religiones conocidas, todas han encontrado adhesion hasta el martirio. Pero, Señores, ¿cuál es la primera condicion de una ley que ha de nacer con vida, que no ha de nacer muerta? Es la conformidad con la voluntad general, con la opinion general. Y se equivoca el Señor Corradi cuando dice que la opinion pública, la opinion general está aquí..... Se equivoca, Señores, se equivoca..... Se me puede contestar; pero tengo derecho á que no se me interrumpa; jamás interrumpo yo á nadie. Señores, el producto de las mayorías no es la opinion pública, cuando no está conforme

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con la opinion general del país. Este es un hecho ¿y saben los señores diputados el modo de averiguar este hecho? Es muy fácil; que cada uno se retire á su casa; que lo pregunte á su padre, á su madre, á su esposa. Y cuidado, Señores, que en esta materia las mujeres son muy dignas de ser consultadas; son las que más influyen en la opinion pública, las que forman nuestras opiniones particulares........... Señores, un poco de indulgencia merecemos los que tenemos bastante abnegacion porque pasar para acomodarnos, porque sentimos la necesidad de acomodarnos á esa opinion general del país, que es nuestra ley. Y Señores, si alguna cosa falta que averiguar, si hay algun hecho social que pueda demostrarse, es este; no sólo remitiendo á los diputados á sus casas, sino extendiendo un poco la pesquisa, que vayan á sus familias, á sus pueblos; que inquieran bien la opinion. Y se me apuntaba aquí una cosa, que es verdad; no he visto entre los infinitos programas electorales, que se han presentado, no he visto más que uno en que se hablaba de tolerancia de cultos, y le tuvieron que recoger á las veinticuatro horas y no obtuvo un voto.» Sobre el verdadero sentido de la base y el de nuestra legislación actual en la materia hizo una explicacion breve y oportuna, patentizando que lo de no perseguir á nadie por sus opiniones religiosas ya tenia el asentimiento de nuestros prelados, desde que autorizaron la publicacion del código penal vigente

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como senadores, pues allí se consigna lo mismo que en la base tan impugnada con enmiendas; y tambien le interrumpieron significativos rumores, á pesar de exponer cosas tan importantes. Sólo obtuvo aplausos al afirmar que el gobierno propendia á que los extranjeros tuvieran sepultura religiosa, aun cuando no fueran católicos y tuvieran la desgracia de morir en España. De esta suerte acabó su discurso notable:-«Señores, el congreso está fatigado; yo soy muy viejo, y mi voz muy débil para dominar los rumores de los señores diputados á quienes no tengo el gusto de agradar..... Por consiguiente, uniendo mi súplica á la del Señor Olózaga, yo rogaré á los señores diputados que han firmado enmiendas y que las han firmado en el error de que se podria impedir la inhumacion de las personas de otros cultos que mueren en nuestro país, ó de que esta base se opone para que en adelante, cuando llegue á haber una necesidad, ese hecho social se tome en consideracion; yo me tomo la libertad de advertirles que se equivocan, que depongan ese error, y que depuesto se unan á la comision para votar su base, porque, votándola, yo les aseguro que conjuran un grave peligro para nuestro país. Antes habia manifestado que se veia muy tentada la lealtad de algunas provincias, y que flaquearia acaso, si á los instigadores se les daba motivo para divulgar que al lado del altar de sus mayores se iba á erigir otro.

TOMO XXX.

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