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los gobiernos. Señores, el símbolo de este gobierno, como he dicho antes, era el símbolo de la union liberal. De qué manera este gobierno haya respondido á su mision, de qué manera este gobierno ha cumplido con sus antecedentes, con sus compromisos, con su programa, vosotros lo habeis visto; vosotros lo discutís todos los dias, y no necesitais que yo os lo demuestre de nuevo..... El ministerio presidido por el general O'Donnell, que, examinando sus actos, se vé no tiene una política, examinando sus ele mentos, su mayoría, se encuentra que no tiene valor político. Tiene, sí, tiene la importancia personal del conde de Lucena, del duque de Tetuan, del general O'Donnell; la importancia militar de ese hombre, la importancia que adquirió en los campos de Navarra; y luego en el año 54 en aquella revolucion que hizo; la importancia que adquirió el año 56 en aquel conflicto que venció; esa es su importancia. Tiene una importancia individual, una importancia militar, una importancia personal, no representa una política, no tiene un verdadero poder político. Pero si el general O'Donnell, que es presidente del consejo de ministros, no tiene una política, si no tiene un verdadero valor político, ¿por qué está en el poder? ¿Cómo se explica que esté en el poder? Se explicaria enhorabuena en el primer año de su administracion, en que representaba una política; en el segundo, en que con dudas y vacilaciones representaba una esperanza; en

que

el tercero, en que todavía habia quien esperaba, aunfuesen pocos, aunque fuesen contados, pero cuyas esperanzas se han desvanecido cuando la realidad se ha manifestado, cuando ese ministerio no tiene una política propia, cuando la política que hace es unas veces de negacion, cuando otras es una política de reaccion. ¿Cómo está, pues, en el poder ese gobierno? Para explicar ciertos hechos no hay más que recurrir á la historia. En las contiendas civiles el elemento militar necesariamente adquiere importancia. Por consecuencia de esta importancia se manifiesta en la esfera política, obra en la esfera política, unas veces bien, otras mal, como todos los elementos que obran en esa esfera, y peor que todos los elementos, porque no es propiamente un elemento político..... Pasó el tiempo, ascendió nuevamente al poder el conde de Lucena, destruyó con su accion la union liberal, quedó solo en el poder, ¿qué hay hoy en el poder? El elemento solo militar, una situacion puramente militar en el poder, una dictadura, la dictadura de un hombre. Por fuerte que sea el elemento militar, paréceme á mí, y os parecerá tambien á vosotros, que no basta por sí solo para llevar en sus hombros la inmensa pesadumbre de la gobernacion del Estado, mayormente cuando ese elemento está subordinado al elemento constante, perpétuo y altísimo del trono constitucional. ¿Pues cómo el elemento militar por sí solo subsiste en el poder, no habien

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do en la situacion, no habiendo dentro de la situacion, ni en el gobierno, ni fuera de él, ni en la mayoría, ni en ninguna parte, ningun partido político que le ayude? Subsiste por el apoyo de un partido político, por el apoyo, por la proteccion que este partido le dispensa por su interés, por el apoyo de un partido político que el gobierno recibe, sépalo ó no lo sepa, yo creo que no lo sabe, por el apoyo de un partido político muy fuerte, por el apoyo del partido absolutista.» Poniendo esta aseveracion de relieve y pintando al tal partido con negros y exactos colores llegó al término de su discurso. Ya se verá más adelante por qué de su texto se ha hecho aquí mencion larga.

Un acontecimiento muy doloroso hizo que á los dos meses escasos vibráran acordes los sentimientos de la asamblea, donde habian sido tan empeñados los debates: en calidad de vicepresidente primero se hallaba á su cabeza el Señor Don Modesto Lafuente, y lo anunció con estas palabras:-Como supongo que el Congreso habia de oir con interés, sin excepcion de ningun individuo, y al mismo tiempo con sentimiento, lo que voy á tener el honor de manifestarle, me creo en el deber de decirle que nuestro dignísimo y respetabilísimo presidente se encuentra por desgracia gravemente enfermo: que la mesa ha pasado á su casa á enterarse de su salud, y ha sabido que se le han mandado administrar los Santos Sacramentos. Por consiguiente, si llegáre el caso de recibir el Santo

Viático, la mesa cuidará de avisar á los Señores diputados por si quieren tener, como es de esperar, el honor de asistir á esta augusta ceremonia. La mesa entretanto ha dispuesto que de hora en hora se envíen al Congreso noticias del estado de su salud. He querido poner en conocimiento de los Señores diputados el estado del enfermo, persuadido de que no pueden menos de oirlo con interés.» Muy breves frases pronunció el Señor Olózaga de seguida: gloria de España y constantemente de su tribuna llamó al Señor Martinez de la Rosa; y á peticion suya declaró el Congreso por unanimidad que habia oido con profundo sentimiento lo manifestado por su primer vicepresidente. Esto acontecia el 7 de Febrero de 1862 á media tarde; y el Señor Don Francisco Martinez de la Rosa exhaló el último suspiro á las seis menos diez minutos. Así lo supo el Congreso al dia siguiente por comunicacion de los albaceas del finado; y acto contínuo el Señor Lafuente pronunció desde la silla presidencial un sentidísimo discurso, que merece ser conocido á la letra:- «Señores diputados, la triste comunicacion que acabais de oir, la gasa que enluta esa tribuna, y el negro traje que hoy vestimos, todo anuncia y simboliza la gran pérdida que acaba de sufrir el Congreso, la pérdida lastimosa que acaba de sufrir la patria. Señores, la España ha perdido ayer uno de sus más ilustres y eminentes patricios; las letras uno de los ingenios más brillantes y fecundos; la

tribuna uno de sus más bellos ornamentos; el trono uno de sus más decididos apoyos, y el régimen constitucional uno de sus primeros apóstoles y de sus más infatigables propagadores. Diputado de las córtes españolas desde 1813, siempre consagrado al servicio del trono y del país, en su larga y gloriosa carrera de medio siglo, de este gran período de oscilaciones y vicisitudes, de regeneracion y de progreso para España, el Señor Don Francisco Martinez de la Rosa brilló constantemente como una de las antorchas más esplendentes de este mismo siglo, desde su juventud hasta su ancianidad, como literato, como escritor, como político, como filósofo, como hombre de Estado, así en las Academias como en el Parlamento, así en los Consejos como en el Gabinete, así dentro de nuestra misma nacion como en las córtes extranjeras. En todas las situaciones de su vida, en la prosperidad y en la desgracia, en las alturas del poder y en los padecimientos de un calabozo, dos ideas no abandonaron nunca á este hombre eminente; la idea monárquica y la idea liberal, el trono y la constitucion del Estado. Sencillo y modesto en su porte, como todos los hombres sábios, inofensivo y generoso, como todos los hombres de noble corazon, distinguíanle tambien estas virtudes, que tantos quilates añaden al mérito y al talento. Yo siento, Señores diputados, y muy especialmente en estos momentos, que no me haya aleanzado siquiera una mí

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