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cas, y aconsejar á S. M. el indulto del capitan Espinosa. A la par el hombre recien convencido de la virtud y eficacia de las soluciones liberales presentaba en nombre del gobierno dos proyectos de ley á las córtes, para restringir el derecho de reunion y la emision del pensamiento por medio de la imprenta. Si era llegado el momento de la política represiva, su aplicacion no tocaba á la union liberal de ningun modo, y sin dilaciones debió renunciar por entonces al mando. Así lo concibió el Señor Rios Rosas, y obrando con la dignidad de costumbre, se apresuró á dimitir la presidencia del Consejo de Estado, como años atrás habia dimitido la embajada de Roma, y naturalmente se puso otra vez á la cabeza de la disidencia. Ya de union liberal no quedó más que el nombre, pues á tal idea no correspondian ni de lejos el reto personal del Duque de Tetuan á los conspiradores, ni la dictadura, simbolizada en las siete autorizaciones famosas. Omnia pro dominatione serviliter es lo que significaron virtualmente á los ojos de las personas imparciales. Y sobrevino el fatal 22 de Junio antes de que las votára el Senado; y las votó luego, mientras se contaban por docenas los arcabuceados; y suspensas fueron de seguida las garantías constitucionales; y la union liberal dejó de ser poder á los pocos dias.

No quedaban ya muchos de existencia á nuestro Don Modesto Lafuente. Intercadentísimo de salud y

muy aviejado, no tanto por la edad como á causa del trabajo contínuo, se le veia dolorosamente avanzar á la tumba. De carácter independiente habia dado pruebas muy calificadas, y con menos debilitada fibra, su voluntad entera obrára en sentido muy contrario al de prestar á la llamada union liberal su apoyo, desde que empezó á seguir tan mal rumbo. No alcanzó á ver las consecuencias del estado en que el 10 de Julio de 1866 quedó España, pues el 25 de Octubre pasó de esta vida á la eterna de poco más de sesenta años, con honda afliccion de su familia, por ser `modelo de esposos, de padres y hermanos; con grave sentimiento de sus numerosos amigos, que siempre le hallaron consecuente, leal y bondadoso; y con justa pena de cuantos lloran la pérdida lamentable de todos los buenos servidores de la patria. A su muerte era otra vez consejero de Estado y próximo estaba á figurar como senador del reino, segun todas las verosimilitudes. Varias sociedades económicas de Amigos del País y Academias nacionales y extranjeras se honraron de contarle entre sus individuos; y en todas las Corporaciones administrativas y literarias, á que perteneció en el curso de su vida, siempre hizo gala de laborioso é infatigable, y no menos que por la expedicion brilló de contínuo por la inteligencia. Para su celebridad imperecedera le bastaria la coleccion voluminosa del Fray Gerundio, en donde aparece suelto versificador y fácil prosista, siempre agudo y

atento á ser fiel intérprete de la sana razon y el buen sentido. Pero su mayor lauro en la república de las letras será de juro el ganado legitimamente con la Historia general de España, sobre la cual voy por conclusion á decir algo.

Lleno de fé religiosa y política emprendió la obra magna, sin desconocer las gravísimas dificultades, pero con bríos para superarlas á fuerza de perseverancia, como hacen los espíritus muy levantados sobre el nivel de las gentes comunes. Mucho dista la Historia de ser una coleccion de áridos hechos; menester es que los dé vida su enlace y trabazon con las ideas, y presentada así como la palabra sucesiva con que Dios está perpétuamente hablando á los hombres. De una Historia con táles requisitos carecia España, al emprender Lafuente la suya, no poseyendo otra mejor que la del Padre Juan de Mariana, cuyo alto mérito pregona entusiasmado con decir que hizo cuanto se podia en su tiempo, y que hoy alcanzára sin duda á satisfacer las exigencias del siglo, si pudiera manejar la gallarda pluma. No concibe que el que trazó sus órbitas á los planetas dejára la humanidad abandonada al influjo del fatalismo, y bajo el de la Providencia cree de plano que se efectúa la marcha general de las sociedades y la tendencia progresiva de la humanidad hácia su perfeccionamiento en todo. A la luz de estos dos grandes y magníficos fanales vé clara la unidad de la historia, sin faltar á la de EuroΤΟΝΟ ΧΧΧ.

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pa la variedad inherente al compuesto sistemático de sus diversos territorios. Harto demostró desde el Discurso preliminar lo penetradísimo que estaba de su asunto, cuando escribió los siguientes pasajes.—«Y

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pesar de tener tan en relieve designados sus naturales límites, jamás pueblo alguno sufrió tantas invasiones. El Oriente, el Norte y el Mediodía, la Europa y el Africa, todos se conjuran contra él. Pero tampoco ninguno ha opuesto una resistencia tan perseverante y tenáz á la conquista. A fuerza de tenacidad y de paciencia acaba por gastarlos á todos y por vivir más que ellos. El valor, primera virtud de los españoles, la tendencia al aislamiento, el instinto conservador y el el apego á lo pasado, la confianza en su Dios y el amor á su religion, la constancia en los desastres y el sufrimiento en los infortunios, la bravura y la indisciplina, hija del orgullo y de la estima de sí mismo, esa especie de soberbia, que, sin dejar de aprovechar alguna vez á la independencia colectiva, le perjudica comunmente por arrastrar demasiado á la independencia individual, gérmen fecundo de acciones heróicas y temerarias, que así produce abundancia de intrépidos guerreros como ocasiona la escasez de hábiles y entendidos generales, la sobriedad Ꭹ la templanza, que conducen al desapego del trabajo, todas estas cualidades, que se conservan siempre, hacen de la España un pueblo singular que no puede ser juzgado por analogías..... Mas el á lo pa

apego

sado no impide á la España seguir, aunque lentamente, su marcha hácia la perfectibilidad; y cumpliendo con esta ley impuesta por la Providencia, vá recogiendo de cada dominacion y de cada época una herencia provechosa, aunque individualmente imperfecta, que se conserva en su idioma, en su religion, en su legislacion y en sus costumbres. Veremos á este pueblo hacerse semi-latino, semi-godo, semiárabe, templándose su rústica y genial independencia primitiva con la lengua, las leyes y las libertades comunales de los romanos, con las tradiciones monárquicas y el derecho canónico de los godos, con las escuelas y la poesía de los árabes. Verémosle entrar en la lucha de los poderes sociales, que en la edad media pugnan por dominar en la organizacion de los pueblos. Veremos combatir en él las simpatías de orígen con las antipatías de localidad; las inmunidades democráticas con los derechos señoriales; la teocracia y la influencia religiosa con la feudalidad y la monarquía. Verémosle sacudir el yugo extranjero y hacerse esclavo de un rey propio; conquistar la unidad material y perder las libertades civiles; ondear triunfante el estandarte combatido de la fé y dejar al fanatismo erigirse un trono. Verémosle más adelante aprender en sus propias calamidades y dar un paso avanzado en la carrera de la perfeccion social; amalgamar y fundir elementos y poderes, que se habian creido incompatibles, la intervencion po

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