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reforma del Estatuto: á ella aspiraba Mendizabal por medios legales, cuando á mediados de Mayo de 1836 cayó improvisamente del ministerio. Desgraciadamente vióse la irregularidad parlamentaria de salir otro de una minoría insignificante; y lo califico sin rodeos como desdicha, porque de faltar á las buenas prácticas y á las leyes se siguen consecuencias trascendentales: sin la nada plausible subida al poder de Don Francisco Javier Isturiz á manera de golpe de Estado, no se deplorára á los tres meses que dos sargentos y soldadesca tumultuada impusieran su voluntad en la Granja á la Reina Gobernadora. Pocos dias más adelante se iban a reunir las Córtes, para examinar una constitucion de nuevo cuño, que el ministerio del Señor Isturiz tenia formulada. Restablecida encontróse el Señor Calatrava la de 1812 al presidir su ministerio; y para su reforma se hizo la Real convocatoria á córtes constituyentes.

Aun tienen algunos por de buen tono ridiculizar á los doceañistas. ¡Ojalá puedan blasonar de su desinterés y patriotismo, de su buena fé y de su índole civilizadora cuantos ocupen los puestos que dejaron vacantes así en las regiones del mando como en la tribuna de las Córtes! Por de pronto de la manera más elocuente destruyeron la acusacion de no aprender ni olvidar nada, cuando á la Constitucion de 1812 sustituyeron otra, que aceptaron los moderados tan sin reserva que la dieron por fundada sobre sus doc

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trinas, ya celebradas nuevas elecciones y teniendo gran mayoría en el Congreso y en el Senado. Transitoriamente habia sucedido en el ministerio Don Eusebio de Bardají y Azara á Don José María Calatrava: aquel tenia antecedentes liberales, y aunque ya muy viejo, no debiera de ningun modo ser reemplazado por el absolutista y más que sexagenario conde de Ofalia. Un panegirista de este personaje se explica así respecto del mismo punto:-«Mucho se ha censurado este nombramiento, y le contrariaban en efecto circunstancias muy dignas de tenerse en cuenta. El conde habia servido leal y honradamente al monarca difunto, crímen imperdonable para la gente revolucionaria, por lo comun intolerante hasta la ceguedad y exclusiva hasta el absurdo. Si se estimaba que la elevacion al poder de los principales jefes del partido moderado haria nacer temores reales ó fingidos de un sistema reaccionario, no era de seguro modo de enmendarlo acudir á una persona respetable, que naturalmente debia estar y estaba en efecto más agena de la revolucion y más zaguera que ellos en las ideas llamadas liberales. La verdad es que en este nombramiento se atendió menos á la política interior que á la cuestion diplomática, se quiso conciliar á la España constitucional con los gabinetes europeos, atenuando sus enemistades y recelos á favor de un nombre íntimamente unido y enlazado á la estabilidad y el órden de la monarquía, y no se cuidó mucho de

el

que la susceptibilidad y los enconos domésticos robarian gran parte de su prestigio é importancia al nuevo Presidente del Consejo. Por eso, atendidas las circunstancias, creemos inoportuno el nombramiento. No así censurarémos sin reserva la aceptacion del conde. Comprometido á ella por una augusta voluntad, á la cual debia respeto y obediencia; apremiado por los sostenedores del espíritu monárquico en el círculo de la legitimidad; grabadas hondamente en su memoria las palabras solemnes de un padre y de un rey, encomendándole en el lecho del dolor y de la muerte que aconsejára y sirviese á su inocente hija; esperanzado por último de restablecer el órden y aplomo del Estado en vista de las nuevas elecciones, no debió vacilar, y tal vez vaciló, ante el sacrificio de su tranquilidad y de su nombre, que arrojaba al hambriento calumniar de los partidos como presa en que habian de cebarse encarnizadamente. Estaba seguro de sí mismo, seguro de no faltar en un ápice á su añeja lealtad. El Secretario del Consejo de Gobierno, el prócer que aceptó el Estatuto y votó la exclusion de la línea del príncipe Don Cárlos, el español que aceptó y juró la Constitucion de 1837, más que por afecto profundo á sus doctrinas, porque el carril de la legitimidad marchaba bien ó mal en esa direccion, y en ella sola, no podia rehusar á su soberana y á su patria la última prueba de adhesion, por áspera y dura que le fuese. El nombramiento pues, fué, de segu

ro inoportuno y malo; la aceptacion, aun para los ánimos mas rígidos, parécenos honrosamente disculpable.>

Contra el ministerio presidido por tal repúblico estrenó Don Modesto Lafuente sus armas periodísticas en la córte; y de su buen temple hizo insignes pruebas al censurar los estados de sitio, por aquellos dias muy en boga, y la esterilidad parlamentaria de una legislatura que prometia ser muy fructuosa: con recordar que los mismos amigos negaron apoyo al ministerio del conde de Ofalia, y que vino á ruina por influjo del general en jefe del ejército del Norte, que acababa de restablecer la disciplina militar con los fusilamientos de Miranda y Pamplona, y que ya descubria intencion de regir la política del país como las cosas de la guerra, dicho se está que Fray Gerundio tuvo materia muy de sobra para sus capilladas. No más que desde principios de Octubre hasta principios de Diciembre de 1838 se la dió el ministerio fugaz é incoloro del Duque de Frias, varon tan eminente por la alta prosapia como por las extensas luces, y que bajo las apariencias de distraido tenia valer grande, aunque por desaficion ó falta de estímulo no lo acreditára grandemente en la práctica de los negocios.

Bajo el ministerio presidido por don Evaristo Perez de Castro fué la gran campaña de Fray Gerundio. Antiguo constituyente de Cádiz y bien reputado era el sucesor del Duque de Frias en la presidencia del Con

sejo; mas ya contaba edad avanzada, y realmente no le corresponde la iniciativa del ministerio á que dió nombre por espacio de diez y nueve meses largos. Durante este período hubo tres ministros de la Guerra, otros tantos de Hacienda, cinco de Marina, igual número de la Gobernacion, y no mas que uno de Gracia y Justicia, como elemento primordial y sosten robusto de aquella administracion moderada. Ministro es hoy de Estado, y se llama Don Lorenzo Arrazola. De catedrático de Constitucion dió principio á su profesorado en el seminario de Valderas: luego le oyeron los alumnos de la Universidad vallisoletana ponderar las excelencias del gobierno absoluto: allí doctoróse como legista á presencia del rey Fernando; y capitan era de la milicia nacional de infantería, cuando allí le eligieron por diputado á Córtes. Sin rivalizar con los oradores de punta, desde luego acreditó sutileza extremada al tratar los asuntos mas espinosos, y dotes no comunes para sostener luchas parlamentarias; y natural fué su elevacion al ministerio. Escaso pasto proporcionára al ingenio de Fray Gerundio, si redujera á hechos el programa de gobernar sin espíritu de partido, de ser defensor firme de la Constitucion y del trono, de mantener el órden á todo trance y de atender preferentemente á la conclusion de la guerra. Pero á música celestial sonaban ya los programas de nuestros ministerios varios, y sobre la vaguedad estudiada con que este fué anunciado en el parlamento se

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