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explica así el mejor biógrafo del Señor Arrazola:«Presentőse á las Córtes el nuevo ministerio, manifestando el presidente que su propósito era acabar la guerra civil, contando para ello con la union de los liberales y la cooperacion de los cuerpos legisladores. Mas como la vaguedad de este concepto no diese ocasion al elogio ni motivo á la censura, fueron muy pocos los diputados que comprendieron desde un principio la índole y tendencias del gabinete; quien le consideraba progresista, que, no atreviéndose á confesar francamente su pensamiento, se anunciaba bajo las formas de la imparcialidad: quien, creyéndole apoyado exclusivamente por el general en jefe, pensaba que iba á fundar el imperio de la fuerza, echando un velo sobre la Constitucion é imponiendo silencio á todos los bandos: quien le juzgaba conservador moderado, diferente solo del que le precediera por su mayor fuerza y energía para acabar la guerra civil. En medio de esta contrariedad de opiniones, ni la mayoría ni la minoría del Congreso sabian como tratar al gabinete; porque, si le apoyaban, creábanse desde luego para el porvenir compromisos y dificultades, al paso que juzgaban desacertado é imprudente hacerle la oposicion, cuando ni conocian su sistema, ni habian tenido tiempo para observar su conducta. Si hubiera tenido la franqueza de confesar explícitamente su pensamiento, las Córtes habrian podido juzgarle y se habrian decidido desde luego en su contra ó en

su pró; mas, no habiendo obrado así, senadores y diputados anduvieron algun tiempo inquietos y dudosos, sin saber que temer ni que esperar de un poder que ni se ofrecia como amigo ni se declaraba por enemigo y adversario.»

Para los periódicos de oposicion era inagotable mina semejante perplejidad con visos de política habilidosa, que se atemperaba perfectamente al carácter del ministro de Gracia y Justicia, fecundísimo como na-die en evasivas y en argucias para salir de los más apurados lances. Así los progresistas como los moderados impugnaron á aquel ministerio por la disolucion del ejército de reserva, pacificador de la Mancha: ataques sufrió asimismo de índole varia de resultas de los acontecimientos de Sevilla, que obligaron á los generales Don Luis Fernandez de Córdoba y Don Ramou María Narvaez á emigrar uno á Portugal y otro á Francia: de los progresistas mereció elogios por su aversion á los estados de sitio y por la separacion de los generales Conde de Clonard y Don Juan Palarea de sus respectivos mandos en Andalucía; mas le abrumaron con censuras por aceptar la ley pendiente de Ayuntamientos, como de tendencias manifiestan ente reaccionarias. Suspendidas las córtes, por exigencia del conde de Luchana fueron disueltas; y los progresistas alcanzaron señalada victoria en los colegios electorales. Durante el interregno parlamentario celebróse el convenio de Vergara; acontecimiento de gran

bulto y del cual toca al general Don Baldomero Espartero la mayor gloria. Sobre la cuestion de fueros hubo empeñadísimos debates desde las primeras sesiones en el congreso de diputados: salva la unidad constitucional aprobáronse unánimemente con muestras de cordialidad entre los que se habian hostilizado sañudos. Aquella reconciliacion plausible fué transitoria por extremo, y el gabinete apeló á otra disolu cion de las córtes sin gran cordura. Notoria coaccion hubo en las elecciones: por entonces salió á luz el famoso manifiesto del Mas de las Matas, demostrativo de la ingerencia del general Espartero en la política y á la par del incontrastable ascendiente que sobre su ánimo ejercia el brigadier Linaje, muy favorable á los progresistas. Sus hombres mas importantes vinieron al congreso, donde la mayoría era de moderados: fogosos atacaron diversas actas por irregulares y viciosas: en Madrid alteróse el órden á las mismas puertas del santuario de las leyes: á punto estuvo tambien de trastorno en la solemnidad patriótica del Dos de Mayo, dia de la publicacion de la poesía conmemorativa de aquella jornada en El Labriego bajo la firma de Don José Espronceda, y de la alocucion calorosa del alcalde constitucional Don Joaquin María Ferrer con motivo de inaugurarse el monumento fúnebre del Campo de la Lealtad y de ser allí depositadas las cenizas de Daoiz y Velarde. Entretanto discutíase la ley de Ayuntamientos, y resuelto mostrábase el ministe

rio á salir airoso ó á perecer en la demanda, á la par que obstinadísimo en sostener la intervencion de la corona en la designacion de alcaldes, que en sentir del mismo biógrafo del ministro de Gracia y Justicia no fué oportuna, acertada ni provechosa. Aquí hicieron sumo hincapié los progresistas, ganando en la opinion popular aunque perdieran las votaciones. Cada vez sosteníalos el Duque de la Victoria más á las claras mientras atendia á pacificar el antiguo reino de Valencia y el principado de Cataluña. Sólo con designio de producir la caida del ministerio, se apresuró á pedir mil y más gracias para los que se distinguieron en la toma de Castellote, con la agravantísima circunstancia de que entre ellas contábase la faja para el brigadier Linaje, redactor del Manifiesto del Mas de las Matas. Propio de su decoro creyeron todos los ministros dejar sus puestos, sin más excepciones que las de los Señores Don Evaristo Perez de Castro y Don Lorenzo Arrazola: por segunda vez recompusieron el gabinete, ya tan quebrantado, y consiguieron la aprobacion de la malhadada ley de Ayuntamientos por la mayoría de los diputados y de los senadores A todo esto S. M. la Reina Gobernadora habia ido con sus augustas hijas á Barcelona, donde el general Espartero fué á descansar de sus fatigas, despues de ganar postrer baluarte de Berga á los parciales de don Cárlos. Allí se opuso desembozadamente á la sancion de la ley de Ayuntamientos por la corona, y hasta hizo

el

dimision de todos sus grados y condecoraciones, cuando fué su voz desoida, con lo cual dió pábulo eficacísimo al pronunciamiento del dia 1.o de Setiembre, que puso fin á la regencia de la augusta Gobernadora.

Reseñado queda así el período en que Don Modeslo Lafuente llevó al mayor auge su Fray Gerundio: para que á su popularidad no faltase ningun requisito, hasta sufrió breve destierro por disposicion arbitraria, con motivo de la publicacion de un grabado en que representaba á la mayoría del Congreso tragándose actas como ruedas de molino. Acerca de la naturaleza de su periódico famoso, poco hay que añadir al atinadísimo juicio del jefe político Don Miguel Antonio Camacho, pues sintetizóla á maravilla con expresar que defendia la legalidad y las economías, y atacaba los abusos con grande anhelo por reformas, y que á menudo clamaba por la feliz terminacion de la guerra. Siempre hizo gala de buen sentido: en ninguna de nuestras parcialidades políticas figuró de forma de sacrificar su criterio propio á los intereses de bandería: sin blasonar de independencia ruda, no estaba cortapara alinearse á cordel en fila ninguna como soldado de plomo: tan agudo ridiculizó el espíritu conservador á todo trance como el prurito de innovar á tontas y á locas: sus capiliadas están salpicadísimas de chistes que recaen alternadamente sobre progresistas y moderados. En su sátira no hay encono, y TOMO XXX.

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