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han avivado á la guerra, acaso han armado á los unos contra los otros para que se devoren entre sí, y acaso tienen ya concertado los despojos que ha de repartirse cada una. Esta es la caridad de los fuertes contra los débiles. Entretanto la Prusia calla, la Inglaterra ni habla ni obra, y Pio IX. no ha pronunciado la palabra que se esperaba de su boca. Los hijos de la Helvecia se degollarán entre sí. ¡Y quién sabe si los jesuitas se gozarán de su triunfo!

» Señor, me decia Tirabeque, hágame Vd. el favor de sacarine pronto de la Suiza, porque voy teniendo otra vez mucho frio.

-Pues bien, dirijámonos más hácia el Mediodía Veamos la Italia que es país más templado. Toma el anteojo, y díme qué es lo que alcanzas á ver en aquellos paises. Pónle más á la derecha..... ahí..... tente firme, ¿ves ya la Italia?

-»Sí señor; pero la veo muy revuelta: veo como una polvareda muy grande.

->Eso no es extraño: es la polvareda que han levantado en toda Italia las reformas liberales del papa Pio IX.; reformas cuyo espíritu ha cundido y propagádose con la velocidad del relámpago por todos los Estados de la península italiana, encontrando en unas partes apoyo y proteccion, en otras oposicion y resistencia, así en los príncipes como en los pueblos, poniéndolos en una especie de combustion, como es muy natural cuando las ideas nuevas, de mucho

las

tiempo comprimidas, encuentran una mano que ayude á romper la ligadura de las viejas doctrinas que las sujetaban, las cuales pugnan á su vez por conservar á toda costa un predominio de que estaban en añeja posesion, y de que temen verse privadas. Y esto es natural, Pelegrin, en unos Estados en que el principio del absolutismo y del derecho divino habia. echado tan hondas y fuertes raices, que creia que ningun poder humano bastaria ya á arrancar. De aquí esa polvareda que se ha levantado, no sólo en los Estados Pontificios, sino en Toscana, Módena, en Luca, en Cerdeña, en las Dos Sicilias.....

- Señor, encalabrinada veo la gente por allí. -Y no dices mal, encalabrinada, Tirabeque; porque precisamente en la Calabria es donde hasta ahora ha hecho más víctimas esta lucha, ó por mejor decir las ha hecho el rey de Nápoles, que á fuerza de sangre y de suplicios ha querido ahogar la voz de los liberales calabreses, que no pedian sino las mismas reformas que se están haciendo en otros puntos de Italia. Pero las ideas, Pelegrin, ya están sembradas en el pueblo, y ellas brotarán, y el rey de las Dos Sicilias debe temer que un dia broten con más lozanía

por lo mismo que las ha regado con sangre.

-»Señor, ahora tengo los puntos puestos enfrente de la misma Roma. Yo no lo conoceria si no fuera porque me he tropezado con el mismísimo Santo Padre, á quien ya conozco por el retrato, y que se ha

presentado aquí via recta del anteojo. ¡Válgame Dios, mi amo, y qué campechano está y qué bueno!....

Verdaderamente, Pelegrin, que necesita el pontífice Pio IX. de un valor cívico y de una perseverancia á toda prueba, para seguir inalterable en la carrera de las reformas que con tanta gloria suya ha iniciado, teniendo que luchar con tantas contrariedades y con tan poderosos elementos como fuera y dentro de su país se han levantado, y se conjurarán todavía contra él. Pero esto mismo, junto con la singularidad de ser el jefe de la Iglesia el que espontáneamente ha levantado sobre la cúpula del Vaticano el estandarte de las reformas religiosas y políticas, le dará el primer lugar entre los hombres grandes del siglo, si, como es de esperar, y de desear, prosigue su marcha con la madurez y el aplomo que se necesita, para no dejarse envolver por un lado en las asechanzas de los enemigos, y para no dejarse arrastrar por otro á exageradas y peligrosas innovaciones. Por lo demás, si grande es el pensamiento de que la Italia vaya saliendo de vergonzosas tutelas y recobrando el rango que debe ocupar entre las naciones de Europa, mayor es aún y más digno del jefe de la cristiandad hacer ver al mundo que, lejos de oponerse la verdadera religion á la libertad racional y justa de los pueblos, deben el contrario marchar unidas y hermanas, como lo estuvieron en los primeros y mejores tiempos del cristianismo. Y aun por esta misma razon, Pelegrin,

por

no encontrára yo tan grande al sumo Pontífice, si no viera que á la ilustracion del reformador político, reune la virtud del varon apostólico. Esto es lo que hallo de más grande en él.»

Otra vez dejó de estar en comunicacion frecuente con el público Don Modesto Lafuente, aplicado á las graves tareas literarias ya insinuadas; pero los muchos, rápidos y universales acontecimientos de 1848 le pusieron de nuevo la pluma en las manos para escribir la Revista Europea. De quince en quince dias la dió á la estampa con el mismo éxito que todas sus publicaciones y por espacio de un año justo. Así forma cuatro tomos: cada uno corresponde á un trimestre: al principio de cada número hay una reseña histórica de lo que á la sazon iba sucediendo en Europa, y el resto llénanlo oportunos artículos gerundianos en su mayoría de circunstancias, y que todavía son de muy interesante lectura. Con el número de 30 de Abril de 1849 puso término á la acreditada Revista Europea, anunciando que presto empezaria á publicar la obra grave que traia entre manos.

Hácia los años 1838 y 1839 Don Alberto Lista dirigia en Cádiz el colegio de San Felipe, que posteriormente estuvo á cargo de Don José Joaquin de Mora y de Don Antonio Alcalá Galiano: dedicado estaba á la enseñanza, como lo estuvo desde los trece años casi no cumplidos, y como lo habia de estar hasta descender de más de sesenta v tres al sepulcro.

Apóstol del saber, perseverante
en la santa mision, de paz modelo,
cercano escollo ó valladar distante
alas ponian á su activo celo:

sus singabores, cuanto más prolijos
mejor remuneraban su desvelo:
segunda vida numerosos hijos
á su enseñanza deben, pues oprime
vil rudeza al espíritu, y su fuego,
sin que soplo benéfico lo anime,
yace aterido como en seco prado
marchita planta que codicia riego.
Sol que disipa tétrico nublado
es el docto que instruye: no traslado
semeja nunca de lozana rosa,
en recóndito huerto cultivada,
descogiendo su pétalo aromosa,
si algun mancebo en hora fortunada
el seto salva que el pensil circunda,
sino halito de brisa embalsamada,
que, de perfumes opulenta, inunda

la choza humilde y la mansion dorada.

Tal pinté á aquel eclesiástico ilustre en la Corona fúnebre dedicada por la Academia de Buenas Letras de Sevilla á su digna memoria: así obraba en Cádiz ya sexagenario, y aun podia á menudo escribir artículos doctos en El Tiempo, cuya propiedad y direccion pertenecian á Don Alejandro Llorente. Bien coleccionados publicáronse despues en Sevilla bajo el epígrafe de Ensayos literarios y críticos y allí hay uno sobre El Padre Juan de Mariana. Indignado noblemente lo trazó con enérgica pluma, por haber leido las siguientes frases del prólogo de la Historia de

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