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porque, como él mismo dijo en la sesion del 24, estas son las condiciones de la vida, «y el que tiene dinero goza más que el pobre, pasea en coche, disfruta en fin de todas las ventajas que proporciona el dinero y de las que carece el pobre, y cada uno tiene que conformarse con la posicion que le han deparado su fortuna, sus estudios, su trabajo ó su nacimiento.» Y aún pudo haber añadido: «ó su intriga y su agibilibus, 6 el Gobierno que se la dá á quien menos suele merecerla.» Pero, aunque mis palabras gerundianas no se hayan cruzado nunca con las del hermano Don Ramon, como él habla muchas veces al público, del cual soy yo una parte, si no lo lleva á mal, suelo ir recogiendo sus palabras, como otras veces he recogido sus obras, no literarias, que de esta clase, si las tiene, no las conozco, sino ministeriales, para las cuales no se necesita ser hombre de muchas letras. Sin embargo, ó el hermano Don Ramon tiene mucha letra menuda, que así me inclino á pensarlo, ó el hombre de las palabras no es el hombre de las obras, que nada tiene de increible, ó no es lo que dicen, que tampoco lo extrañaré, ó no es lo que dice él mismo, que tampoco es inverosímil, ó no es lo mismo un dia que otro, ó no se sabe todavía lo que es y lo que puede dar de sí en cuanto hombre. Así es que, si fuéramos á juzgar á Don Ramon por la palabra, y pudiéramos olvidar aquello de operibus credite et non verbis, que dijo el que sabia más que nosotros, diriamos

pa

que Don Ramon queria entrar en el abandonado carril de la legalidad. Verdad es que, cuando á él le rece, corta, raja, hiende, trincha, sacude, y apalea á todo su sabor y talante; dispone, manda, ordena, mangonea, y se despacha á su gusto, y chiton que lo manda Don Ramon. Hasta aquí las obras. Pero luego viene la palabra. Se abren las Córtes, se discute, se cuestiona, le toca la palabra á Don Ramon, y por la palabra no hay hombre más parlamentario, más constitucional, más conciliador que Don Ramon. Yo deseo que desaparezca ese foso que separa á los progresistas de los moderados.....» «Yo deseo que haya amnistía, y la habrá muy pronto.» Y esta vez la obra correspondió á la palabra, que no se contarán muchos casos de estos. Viene la sesion del 24, y oigamos á Don Ramon.- «Creo, señores, que los partidos políticos, caso que los haya, que yo desearra que no existiesen, deben disputar el poder y hacer todos los esfuerzos legales que estén á su alcance para obtenerle. Pero solamente en estas ocasiones solemnes deben darse estas batallas, en las que deben patentizar, si para ello tienen datos suficientes, que el Gobierno no hace la felicidad del país, y en las que deben procurar inclinar al Parlamento y á la Corona para que condenen la conducta del Gobierno, á fin de que la gobernacion del Estado se encomiende al partido que hace la oposicion.» Perfectamente; no puede darse más constitucionalismo. Y dice Don Ra

mon: «La libertad, Señores, está identificada con la suerte de la augusta princesa que ocupa el trono, porque Doña Isabel II. sólo puede ser reina de España con gobierno representativo.» ¿Quién dirá que hasta aquí no vamos bien? «La libertad en España, continúa Don Ramon, es indestructible, así como la reina está segura en el trono, que heredó de sus mayores..... Es verdad que hay pretendientes. ¿Y qué importa que los haya.....? La causa de Don Carlos, que es la del absolutismo, fué vencida en Vergara, y causas de esta naturaleza, una vez vencidas, no basta un siglo para que resuciten.... ¿En toda la nacion no se observa que esa causa esté perdida para siempre?» Eso es para que digais que Don Ramon no es liberal. Y dice luego don Ramon. «La libertad podrá perecer: podrá haber, andando el tiempo, circunstancias que nos envuelvan en dificultades, que ahora no podemos prever; pero creo que, si como espero, los señores diputados de la minoría y de la mayoría siguen la conducta que ha marcado el Señor Infante, y si unidos nos mostramos tan fieles y leales defensores de la libertad y de la Reina, como podemos y debemos serlo, creo, repito, que así pasarémos nuestra vida, y que consolidaremos las instituciones y el trono, y podremos legar á la posteridad una nacion más feliz que lo que por desgracia es hoy la nacion española.¡Y que digan ahora, exclamaba mi paternidad que el hermano don Ramon no es concilia

dor! ¿A ver que hay que pedir á esto? No parece sino que quiere decir á los otros:-«Ea, vaya, seamos todos unos, ó venís vosotros á mí, que os recibiré con los brazos abiertos, 6 me voy yo con vosotros, si no me cerrais los vuestros.» En fin, decia yo, Fray Gerundio, en la sesion del 24, haciendo mis estudios sobre Don Ramon; no será la primera vez que Dios toque y dé un fuerte aldabonazo en el corazon de un hombre, comenzando por poner en la boca de este tal hombre buenas y dulces y saludables palabras, á las cuales siguen ó no las obras, segun que la aldabada ha sido más ó menos fuerte y la conversion más ó menos entera. Y á juzgar al hermano Narvaez por la palabra, deberiamos creer que no ha sido sordo á este santo llamamiento. Por otro lado, decia yo aquella noche, parece que Dios ha tocado tambien el corazon de los otros, puesto que él dice que cree y espera que la minoría y la mayoría seguirán la conducta de conciliacion y templanza marcada por uno de aquella, y que unidos se mostrarán todos fieles y leales defensores de la libertad y de la Reina, etc., etc. ¿Qué, falta, pues, añadia yo, para que todos se unan y se acaben esas discordias y rencillas de los partidos, que Don Ramon desearia que no existiesen y yo con él? No falta más sino que, ya que hoy ha quedado tan bien preparado el terreno, mañana den un pasito más unos y otros, y los unos entren resueltamente y con paso firme y marchen por la vereda de

la legalidad y de la justicia, y los otros los encuentren en el camino, echando pelillos á la mar sobre lo pasado, se abracen y se estrechen como buenos hermanos, con lo que tendrémos paz y concordia en esta vida, y gloria y bienaventuranza en la otra, que á ellos como á mí les deseo, quam mihi et vobis,

amen.»

Harto se demuestran aquí las tendencias políticas del muy popular Fray Gerundio, y atmósfera tal se respiraba por entonces: bajo su influjo el ministerio absolutista del conde de Clonard y del general Balboa fué comparado al relámpago en su duracion breve, y las veinte y cuatro horas que el Duque de Valencia estuvo fuera del mando, una especie de jubileo fué su casa, donde hombres de todos los matices. liberales se apresuraron á hacerle visitas ó á dejar tarjetas. De expansion relativa fué al siguiente año. Por Enero de 1851 levantó Don Juan Bravo Murillo la bandera de economías, y como Presidente del Consejo de ministros continuó al frente de la Hacienda. Su administracion fué bastante fecunda en algun sentido provechoso, como que entonces se regularizó la contabilidad y se arregló la deuda del Estado, inaugurándose las obras de la traida de aguas del Lozoya y empezando á tomar impulso los proyectos de ferrocarriles. Un acontecimiento lamentabilísimo puso de manifiesto la propension general á la concordia. Toda España clamó indignada contra el mal sacerdote que

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