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Y'á recobrarla las valientes manos

Al fin con fuerza indómita movieron.

No hay ya ¡ qué gloria! esclavos ni tiranos:
Que amor y paz el universo llenan,
Amor y paz por donde, quier respiran,,
Amor y paz sus ámbitos resuenan.

Y el Dios del bien sobre su trono de oro
El cetro eterno por los aires tiende;
Y la serenidad y la alegría

Al orbe que defiende

En raudales benéficos envia.

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No la veis? ¿No la veis? ¿La gran coluna, El magnífico y bello monumento

Que á mi atónita vista centellea?

No son, no, las pirámides que al viento
Levanta la miseria en la fortuna

Del que renombre entre opresion granjea.
Ante él por siempre humea

El perdurable incienso

Que grato el orbe á Guttemberg tributa ;
Breve homenaje á su favor inmenso.
¡Gloria á aquel que la estúpida violencia
De la fuerza aterró, sobre ella alzando
A la alma inteligencia!

¡ Gloria al que en triunfo la verdad llevando Su influjo eternizá libre y fecundo!

¡Himnos sin fin al bienhechor del mundo!

LIRICO MORAL Y SAGRADO.

Santa Teresa de Jesus.

A CRISTO CRUZIFICADO.

No me mueve, mi Dios, para quererte

El cielo que me tienes prometido,
Ni me mueve el infierno tan temido
Para dejar por eso de ofenderte.

Tá me mueves, mi Dios, muéveme el verte
Clavado en una cruz y escarnecido,
Muéveme ver tu cuerpo tan herido,
Muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, enfin, tu amor de tal manera,
Que aunque no hubiera cielo yo te amara,
Y aunque no hubiera infierno te temiera.
No me tienes que dar porqué te quiera;
Porque si cuanto espero no esperara,
Lo mismo que te quiero te quisiera.

Fr. Luis de Leon.

DE LA AVARICIA.

En vano el mar fatiga

La vela portuguesa, que ni el seno
De Persia, ni la amiga

Maluca da árbol bueno,

Que pueda hacer un ánimo sereno.

No da reposo al pecho,

Felipe, ni la India, ni la rara
Esmeralda provecho,

Que mas tuerce la cara,

Cuanto posee mas el alma avara.
Al Capitan Romano

La vida, y no la sed quitó el bebido
Tesoro persïano,

Y Tántalo metido

En medio de las aguas afligido,

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La suerte es del mezquino, que sin tasa
Se cansa así, y endura

El oro, y la mar pasa'

Osado, y no osa abrir la mano escasa. ¿Qué vale el no tocado

Tesoro, si corrompe el dulce sueño? ¿Si estrecha el ñudo dado?

¿Si mas enturbia el ceño,

Y deja en la riqueza pobre al dueño?

VIDA DESCANSADA.

¡Qué descansada vida.

La del que huye del mundanal rüido,

Y sigue la escondida

Senda por donde han ido

Los pocos sabios que en el mundo han sido!

Que no le enturbia el pecho

De los soberbios grandes el estado,

Ni del dorado techo

Se admira, fabricado

Del sabio Moro, en jaspes sustentado.

No cura si la fama

Canta con voz su nombre pregonera,

Ni cura si encarama

La lengua lisonjera

Lo

que condena la verdad sincera. ¿Qué presta á mi contento

Si soy del vano dedo señalado,

Si en busca de este viento
Ando desalentado

Con ansías vivas, con mortal cuidado?
¡O monte! ¡o fuente! ¡o rio!

¡O secreto seguro deleitoso! Roto casi el navío,

A vuestro almo reposo

Huyo de aqueste mar tempestuoso.
Un no rompido sueño,

Un dia puro, alegre, libre quiero ;

No quiero ver el ceño

Vanamente severa

De á quien la sangre ensalza, ó el dinero.

Despiértenme las aves

Con su cantar sabroso no aprendido,

No los cuidados graves

De que es siempre seguido

El que al ageno arbitrio está atenido.

Vivir quiero conmigo,

Gozar quiero del bien que debo al cielo

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De odio, de esperanza; de rezelo.

Del monte en la ladera

Por mi mano plantado tengo un huerto,

Que con la primavera

De bella flor cubierto,

Ya muestra en la esperanza el fruto cierto;

Y como codiciosa

Por ver acrecentar su hermosura,

Desde la cumbre airosa

Una fontana pura

Hasta llegar corriendo se apresura;
Y luego sosegada

El paso entre los árboles torciendo,
El suelo de pasada

De verdura vistiendo,

Y con diversas flores va esparciendos
El aire el huerto orea,

Y ofrece mil olores al sentido ;

Los árboles menea

Con un manso rüido,

Que del oro y del cetro pone olvido.

Ténganse su tesoro

Los que de un falso leño se confian;
No es mio ver el lloro

De los que desconfian

Cuando el cierzo y el ábrego porfian.

La combatida antena

Cruje, y en ciega noche el claro dia
Se torna; al cielo suena

Confusa vozería,

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Y la mar enriquezen á porfía.

A mi una pobrecilla

Mesa de amable paz bien abastada

Me basta, y la bajilla

De fino oro labrada

Sea de quien la mar no teme airada.

Y mientras miserable

Mente se están los otros abrasando

Con sed insaciable

Del peligroso mando,

Tendido yo á la sombra esté cantando.

A la sombra tendido,

De yedra y lauro eterno coronado,

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