Imágenes de páginas
PDF
EPUB

de Larache, y fin el otro de su Polifemo. Y no se crea que estos trozos son raros en él, no hazen sino parezerse á todos los demas de su género.

A la toma de Larache.

«En roscas de cristal serpiente breve,
Por la arena desnuda el Luzeo yerra,
El Luzeo que con lengua al fin vibrante,
Si no niega el tributo, intima guerra

Al mar, que el nombre con razon le bebe,
Y las faldas besarle haze de Atlante.

Desta pues siempre abierta, siempre tirante,
Y siempre armada boca,

(Cual dos colmillos de una y otra roca)

Africa (ó ya sean cuernos de la Luna

[ocr errors]

ya de su elefante sean colmillos)

Ofreze al gran Felipo los castillos,

[ocr errors]

(Caiga hasta que de hoy mas militar pompa )
Y del fiero animal hecha la trompa

Clarin ya de la fama, oye la cuna,

La tumba ve del sol, señas de España
Los muros coronar que el Luzeo baña.
Las garras puas las presas españolas
Del Rey de fieras, no de nuevos mundos
Ostenta el rio, y glorïosamente
Arrojándose márgenes segundos,

En ver de escamas de cristal sus olas
Guedejas visten ya de oro luziente.
Brama y menospreciándolo serpiente...
Leoniano

pagano

Lo admira reverente el Oceano.

Brama, y cuantas la Libia engendra fieras
Que lo escuchaban elefante apenas,
Surcando ahora piélagos de arenas,

Lo distante interponen, lo escondido
Al imperio feroz de su bramido».

Fin del Polifemo.

« Su horrenda voz, no su dolor interno, Cabras aquí le interrumpieron, cuantas Vagas el pie, sacrílegas el cuerno, A Baco se atrevieron en sus plantas; Mas conculcado el pámpano mas tierno Viendo el fiero pastor, vozes él tantas Y tantas despidió la honda piedras, Que el muro penetraron de las yedras.

De los nudos con esto mas suaves Los dulces dos amantes desatados, Por duras quejas, por espinas graves Solicitan el mar con pies atados. Tal redimiendo de importunas aves, Incauto Menseguero, sus sembrados De liebres dirimió, copia así amiga Que vario sexo unió y un surco abriga. Viendo el fiero Jayan con paso mudo Correr al mar la fugitiva nieve (Que á tanta vista el Líbico desnudo Rejistra el campo de su adarga breve) Y al garçon viendo, cuantas mover pudo, Zeloso trueno, antiguas hayas mueve; Tal, ántes que la opaca nube rompa, Previene rayo fulminante trompa. Con violencia desgajó infinita La mayor punta de la excelsa roca, Que al jóven sobre quien la precipita Urna es mucha, pirámide no poca.

Con lágrimas la Ninfa solicita

Las Deidades del mar que Acis invoca;
Concurren todas, y el peñasco duro
La sangre que esprimió, cristal fué puro.
Sus miembros lastimosamente opresos
Del escollo fatal fueron apenas,
Que los pies de los árboles mas gruesos
Calzó el líquido aljófar de sus venas.
Corriente plata al fin sus blancos huesos
Lamiendo flores y argenteando arenas
A Doris llega, que con llanto pio
Yerno lo saludó, lo aclamó rio ».

[ocr errors]

¿Quien podrá reconozer en esta especie de delirante al autor de algunos sonetos, canciones, romances y letrillas insertas en nuestra coleccion, y en que reluzen una sensibilidad esquisita, apenas conciliable menos que con el gusto mas delicado, la novedad mas graciosa en los pensamien tos, feliz eleccion en las imágenes, el talento difízil de la descripcion, una dulzura y fazilidad admirables en la versificazion? Tanto como fué feliz mientras que la naturalesa sencilla de su asunto le forzaba á renunciar á sus encumbramientos, tanto tuvo de disparatado é insoportable, cuando quiso hazer alarde del os magna sonaturum, que sin duda creyó que consistia en el ruidoso estrépito de labras altisonantes,

13

pa

[ocr errors]

Todos los hombres grandes de su tiempo, tales como Cervantes, Lope de Vega, Quevedo y Jauregui, alzaron el grito contra un uso tan descabellado de la lengua, y contra un abuso tan monstruoso de la sana razon; mas Góngora continuó delirando, y su siglo, aplaudiéndole, les hizo entender a todos ellos cómo queria que le hablasen, y que era lo que estaba mas dispuesto á admirar, reduziéndolos

así á la necesidad de delirar tambien. Lope de Vega, Quee vedo y Jauregui particularmente, se aprovecharon de la leccion, y aun el segundo añadió á la hinchazon el afeite, sembrando los piropos de Góngora con los conceptos azicalados y sutiles, y con toda la metralla de antítesis, paronomasias y retruécanos, no queriendo desmentir como poeta lo que hemos dicho de él como autor prosaico.

Bien consultada la historia del mundo, nos pareze que es necesario convenir en que el espíritu humano presenta en cada siglo un aspecto diferente, que es el resultado de causas generales que le dan mas bien una tendencia que otra, contra la cual pueden bien poco los que la contradicen, por grandes que sean, y en cuyo favor arrastran y precipitan los que se ponen al frente de ella y la protejen. No pretendemos por esto disculpar enteramente á Góngora ni á los que se le parezen. Siempre serán culpables los que han delirado con un siglo dispuesto a delirar; pero nos proponemos disminuir hasta cierto punto su culpabilidad, y mas aun, hazer observar á nuestros lectores, que en la investigacion filosófica de estos fenómenos morales, debemos subir al exámen de las causas que han produzido aquella disposicion general, que ha hecho muchas vezes que un loco se apodere de su siglo; mientras que los hombres de juizio han sido desoidos, despreciados, y ¡ plu-. guiese al cielo que no se hubiese pasado de aquí!

En medio de esta infeczion y contagiados por ella, ademas de Góngora y Quevedo, brillaron todavía con mérito no poco distinguido, un Jaureguí, un Príncipe de Esquilache, Rioja y Villegas.

Distinguióse Jauregui en el principio por su fázil y armoniosa versificazion, y por aquella correccion y gusto que le hizo escribir su Discurso poético contra el hablar culto y oscuro, satirizar á Quevedo y ser el antagonista mas intré

pido de cultos y conceptistas. Mantuvo el honor de esta lucha en sus Rimas y en su justamente celebrada traduczion del Aminta del Taso; cedió al torrente de su siglo en su Orfeo y su traduczion de la Farsalia, afeando algunas vezes las bellezas de aquel y de esta con los mismos vicios que tan gloriosamente habia hasta entonces combatido y evitado.

Fué el Príncipe de Esquilache amigo de los Argensolas, y uno de los hombres mas sensatos de su siglo, no menos dotado de talento poético, que de sólido juizio. Nególe sus favores la intratable Caliope, y fué poco feliz en su Nápoles recuperada; pero en cambio, sus romances y otras composiciones hazen ver cuanto se esmeró en prodigarle sus gracias la jovial y lijera Erato. Enemigo constante y declarado de los cultos, aprovechó todas las ocasiones de clamar contra tal desórden. En el prólogo de aquel poema, manifestando que se propone huir de palabras ásperas y de ruido, « son espanto, dice, de los ignorantes, y risa de los cuerdos, pues con ellas se falta á la dulzura y al número, y mezcladas despues con oscuridad, hazen intolerable la locuaborrezible la sentencia ». Mas á pesar de todo, no pudo escusarse de pagar á su siglo el tributo de algunas hipérboles desmedidas, y de algunos pensamientos alambicados.

cion, y

Francisco de Rioja es sin duda el poeta que haze mas honor al reinado de Felipe IV, y el que mas se preservó del contajio de su siglo. Es bien estraño que el Bouterwek le haya confundido con Mello, el Conde de

Villamediana, y otros que dice «< desprovistos de gusto,

[ocr errors]

y que no hizieron mas que seguir el torrente de su siglo. Si hubiera leido el número, por desgracia pequeño, de composiciones suyas que poseemos, habria visto que Rioja es uno de nuestros primeros versificadores, que por su Tom. 111.

f

« AnteriorContinuar »