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generales que los distinguen, y como que se trata de pre ́sentar una coleccion selecta, de dar de nuestra literatura una idea, que sin dejar de ser justa, sea ventajosa: todo en nuestro discurso tiene una tendencia acomodada á este objeto. Otro babria sido nuestro trabajo, diferente su division, si nos hubieramos propuesto llenar el vacio de un curso de literatura de que carezemos, y sobre lo cual tal vez, si nuestra situacion venidera lo permite, aventurarémos alguna tentativa, aunque no sea mas que con la idea de provocar á mejores trabajos á los que se sientan con mayores fuerzas. Entónces será cuando, sin poner à côté des décisions de la critique l'échafaudage insipide employé pour les former, como dice con mucha gracia Condorcet, hablarémos de los defectos con franqueza y de las bellezas, si no con entusiasmo, con calor por lo menos; entónces analizarémos menudamente las producziones todas que forman el caudal de nuestra literatura, y entónces será la ocasion de describir su fisonomía particular, buscando en nuestra historia las causas morales y políticas que la han determinado, y que por la naturaleza de nuestro trabajo nos hemos visto precisados á trazar solamente por pinzeladas muy rápidas. Un conjunto de observaciones, por curiosas que fuesen, un trabajo incompleto en esta línea hubiera dejado mucho qué desear, y el que medianamente haya de satisfazer á tanto objeto es obra de mas de un dia y pide mas de un volúmen. No ostante, rogamos á nuestros lectores que por via de escepcion, y apurando el caudal de su paciencia, lean, ademas del resúmen, las observaciones que contiene el capítulo siguiente y que sibi constant, pues que conspiran á dulzificar la escesiva yel de amargas censuras , y a hazer ver que reduzidos nuestros defectos á su verdadero tamaño, en medio de ellos somos mas dignos de la compasion que de la burla, de la admiracion que del desprecio. Con un viento contrario en los campos de Castilla el 23 de Abril de

1521, cambia tal vez enteramente la suerte de la España. ¡Cual nos prodiga la naturaleza sus lecciones de moderacion! En los individuos como en las naziones ¡ de cuan poco dependen las diferencias que nos distinguen! Si las examinamos en su orígen, no puede menos de quedar bien corrida nuestra ridícula vanidad.

RESUMEN.

Consultando las tres épocas generales en que hemos didividido nuestra poesía, hallarémos en los caractéres que hemos asignado á cada una de ellas, sus bellezas y sus defectos propios. Es en la infancia espresiva, natural y sencilla; pero ruda, pobre y trivial. Hazese despues grave, docta y sonora, hasta degenerar en afectada, pedantesca y enigmática. Es al fin grande, majestuosa y sublime, armoniosa y dulce, y acaba por hinchada, estrepitosa y sutil. Su última restauracion es el impulso existente, no bien fijado todavía, y cuyos caractéres por consecuencia no pueden ser determinados.

Primera Observacion.

Los estranjeros nos acusan de hinchazon y desarreglo. No negamos que hasta cierto punto esta acusacion puede ser justa. Con efecto, de cualquiera manera que nos examinemos, pareze que se descubre en nosotros una cierta disposicion á la exajeracion y á la hipérbole, cierta tendencia á dar á los objetos proporciones gigantescas y colosales, y si en las producziones del espíritu nada nos gusta en su verdadero tamaño, en las empresas del ánimo nada nos tienta sino lo que es desmesurado é inconcebible. Así es como un puñado de hombres, tristes poseedores de un reduzido rincon de áridas breñas y de escarpadas rocas, casi sin mas medios que su desesperacion y sus manos, concibieron el proyecto de lanzar de nuestro suelo las invenzibles legiones. de Emeso y de Caleis, de Irak y de Siria, de Palestina y

de Damasco, y dieron realizado este imposible por una lucha de ochocientos años. Así es como en 1492 acojimos á un hombre arrojado de todas las cortes por un visionario, protejimos un proyecto reputado por un delirio, y descubrimos la segunda mitad del planeta que habitamos. Así fué como en seguida, sobre este nuevo emisferio un pequeño número de hombres, que estaban con sus enemigos en la proporcion de uno á centenares de miles, derrocaron los vastos imperios de Motezuma y de los Incas, y parezieron sobre la cordillera de los Andes como para intimar al mundo atónito, que se preparase á respetar sus leyes; y se diria que si no se las hizimos reconozer despues, es porque una vez demostrada la posibilidad de hazerlo, el verificarlo entraba ya en la clase de los sucesos comunes. El dia que Cortes incendiando sus naves, privó á los hombres que le acompañaban de los recursos ordinarios en caso de resistencia ó adversa fortuna, y convirtió su empresa de atrevida en imposible y frenética, aquel dia dió resuelto el problema de la conquista de América. Solo reconoziendo esta disposicion, pueden esplicarse en nuestra historia uną porcion de fenómenos estraordinarios. Se nos ha visto su cumbir á males ó proyectos que para resistidos no pedian sino esfuerzos comunes, y levantarnos en seguida del seno de la nada, de la impotencia y de la degradacion misma, para asombrar al universo; y todo esto, abandonándonos á movimientos sin cálculo, sin ninguna razon de utilidad, acaso alguna vez para forjar nuestras propias cadenas y aumentar nuestras desgracias, y solo como seduzidos por la grandeza y la imposibilidad de la obra; viniendo á suceder que la misma disposicion, el mismo principio que ha llevado la pluma de un poeta á una metáfora atrevida, á una desmedida hipérbole (de que tal vez habrá quien diga que se resiente tambien aun alguno de los rasgos de esta página) es el que en las situaciones mas críticas, sobre

nuestros intereses mas preciosos ha decidido de todo. Tan cierto es que existen en el hombre disposiciones primitivas y determinantes, ó efectos de las variedades de nuestra or➡ ganizacion, ó resultados de la naturaleza de las impresiones constantes de los objetos que nos rodean : disposiciones que la influencia de los hábitos morales puede templar 6 correjir, pero no estinguir, pues que las vemos parezer por intervalos, y esplicar su preponderancia cuando menos lo esperábamos.

Mas despues de convenir en esta especie de disposicion, sobre cuya verdadera naturaleza no nos equivocamos tampoco, pues sabemos que puede conduzir á lo mas bueno y lo mas malo, ¿ hay en la acusacion toda la verdad que creen los que la intentan? En general ¿ pueden ser los estranjeros justos apreciadores del punto en donde verdaderamente empieza esa decantada hinchazon y desarreglo? Reflexio

nemos.

La hinchazon en el estilo resulta de la desproporcion entre la grandeza de las palabras ó los pensamientos, y el verdadero tamaño de los objetos ó de las cosas. Tiene pues por medida la magnitud misma de las cosas ú objetos, que varía inmensamente en la naturaleza. El Rin y el Danubio, el Ródano y el Sena, el Támesis y el Humber, que para nosotros son mares, podrian con dificultad merezer el nombre de rios á los ojos de un americano familiarizado con el espectáculo asombroso que presentan el San Lorenzo y el Misisipí, el Marañon ó el Orinoco; y en general, cuando la América produzca oradores y poetas, sus descripciones que no harán sino pintar la grandeza de los objetos que hieren sus sentidos, parezerán á los habitantes de la mezquina Europa abultadas hipérboles. ¿Podrán pintar con los mismos colores la refulgencia del astro del dia el Escita ó el Sármata, como el Cordobes ó el Granadino: los que con pie seguro conculcan las heladas márgenes del Oby, ó los que be

ben las templadas aguas del Betis ó del Turia? Aun mas : la magnitud de los objetos para nosotros es la de su impresion, y sobre esta pueden influir, hasta diferenciarla notablemente, las variedades de nuestra organizacion, sobre todo en cuanto diga relacion con nuestros afectos, con nuestras pasiones. Dependientes estas de nuestra sensibilidad, ó no siendo por mejor decir sino las modificaciones de ella, deben presentar en el lenguaje que sirve á su espresion la inmensa diferencia que hay desde el apuesto, ardiente é impetuoso Africano, hasta el encojido é inerte Lapon. Apenas hay metáfora que parezca atrevida, apenas pensamientos ni palabras que alcanzen á espresar todo lo que siente el primero; las espresiones mas desmayadas y débiles sobran para pintar la apática indiferencia del segundo. La imaginacion de los habitantes de una atmósfera húmeda, de un sol dulce, de una inmensa y monotona llanura, cederá mas dócilmente al imperio del juizio, se resentirá siempre de aquel estado de uniforme inalterabilidad á que la reduze su delicioso clima : será mas regular, pero menos variada y poética : no habiará de los objetos sino despues de haber medido con el compas sus contornos; mientras que el habitante de un suelo donde la naturaleza presenta un espectáculo alternado, que respira una atmósfera seca, y recibe la inquieta influencia de un sol encendido y ardieute, se abandona á toda la ilusion óptica de sus sentidos , y a la diferencia de los objetos viene á unirse la disposicion animada, ó si se quiere exaltada de sus órganos. Las diferencias que caracterizan el genio de las lenguas, no son sino el producto de estas variedades, reunidas á la influencia de mil otras causas físicas que se sustraen á nuestras observaciones, y de la combinacion de las causas morales que vienen á favorezer ó correjir su imperio, á variar su intensidad, su carácter de mil y míl maneras. Unase á esto que identifi

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