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Quintana.

LA DANZA.

¿Oyes, Cintia, los plázidos acentos
Del sonoro violin? Pues él convida
Tu planta gentilísima y lijera:
Ya la vista te llama,

Ya en la dulzura del placer que espera
El corazon de cuantos ves se inflama.
¿Quien ay! cuando ostentando

El rosado semblante

Que en pureza y candor venze á la aurora,
Y el cuello desviando

Blandamente hacia atras, das gentileza
A la hermosa cabeza

Reposada sobre él; ¿quien no suspira,
Quien al ardor se niega

Que bello entonces tu ademan respira?
¡Con qué pudor despliega

De su cuerpo fugaz los ricos dones,
La alegre pompa de sus formas bellas!
Vaga la vista embelesada en ellas:
Ya del contorno admira

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La blanda morbidez, ya se distrae
Al delicado talle do abrazadas

Las Gracias se rieron,

Y su divino ceñidor vistieron:

Ya en fin se vuelve á los hermosos brazos

Que en amable abandono,

Como el arco de Amor dulces se tienden.

¡Ay! que ellos son irresistibles lazos Donde el reposo y libertad se prenden. ¡O imágen sin igual! nunca la rosa, La rosa que primera

Se pinta en primavera,

De Favonio al ardor fué tan hermosa;
Ni así eleva su frente la azuzeña,
Cuando de esencias llena,
Con gentileza y brio

Se meze á los ambientes del estío.

Suena empero la música, y sonando Ella salta, ella vuela: á cada acento Responde un movimiento, una mudanza Vuelve siempre á un compas; su lijereza De belleza en belleza

Vaga voluble, el suelo no la siente.
Bella Cintia, detente:

Mi vista, que te sigue,

No te podrá alcanzar? ¿Nunca podria
Señalar de tus pasos

La undulacion hermosa,

La sutil graduacion? Cuando suspiro
Al fenezer de un bello movimiento,
Otro mas bello desplegarse miro.
Así del iris serenando el cielo
Con su gayado velo

En su plázida union son los colores:
Así de amable juventud las flores,
Do si un placer espira,

Comienza otro plazer. Ved los Amores,
Sus mudanzas siguiendo

Y las alas batiendo,

Dulcemente reir: ved cuan festivo

El Zéfiro, en su túnica jugando
Con los lijeros pliegues,

Graciosamente ondea,

Y él desnudo mostrando

Suena y canta su gloria, y se recrea.
Y ella en tanto, cruzando

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Con presto movimiento,

Se arrebata veloz ora risueña
En laberintos mil de eterno agrado

Enreda y juega la elegante planta:
Altiva ora levanta

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Su cuerpo gentilísimo del suelo,
Batiendo el aire en delicado vuelo.
Huye ora, y ora vuelve, ora reposa
En cada instante de actitud cambiando,
Y en cada instante ¡o Dios! es mas hermosa.

¡Salud, danza gentil! Tú, que naziste
De la amable alegría,

Y pintaste el plazer; tú, que supiste
Conmover dulcemente el alma mia,
De cuadro en cuadro la atencion llevando,
Y dando el movimiento en armonía.

EL MAR.

Calma un momento tus soberbias ondas,
Océano inmortal, y no á mi acento
Con eco turbulento

Desde tu seno líquido respondas.
Cálmate, y sufre que la vista mia

Por tu inquieta llanura

Se tienda á su plazer. Sonó en mi mente

Tu inmenso poderío,

Y á las playas remotas de Occidente

Corrí desde el humilde Manzanares,
Por contemplar tu gloria,

Y adorarte tambien, Dios de los mares.
Que ardió mi fantasía

En ansia de admirar, y desdeñando

El cerco oscuro y vil que la ceñia

Tal vez allá volaba,

Do la eterna pirámide se eleva,

Y su alta cima hasta el Olimpo lleva.
Tal vez trepar osaba

Al Etna mujidor, y allí veia

Bullir dentro el gran horno,

Y

por la nieve que le ciñe en torno,
Los torrentes córrer de ardiente lava,
Los peñascos volar, y en hondo espanto
Temblar Trinacria al pavoroso trueno;
Mas nadao sacro mar! nada ansié tanto
Como espaciarme en tu anchuroso seno.

Heme en fin junto á tí tu hirviente espuma El alto escollo sin cesar blanquea,

Do entre temor y admiracion te miro.
Inquieto centellea

En tu cristal el sol, que al Occidente
De majestad vestido huye y se esconde.
¿Donde es tu fin? ¿en donde

Mis ojos le hallarán? Con pie ligero
Tú te tiendes y corres, y llevado
Cual en las alas de aquilon sonante,
Mi espíritu anelante

Te sigue al ecuador, te halla en el polo,
Y endeble desfalleze

A tanta inmensidad. ¿Te hizo el destino
Para ceñir y asegurar la tierra,
O en brazo aterrador hacerle guerra ?

¡Ay! que ese resonante movimiento Me abate el corazon. Yo ví las mieses Agitadas del viento

En los estivos meses,

Y dóciles y trémulas llevarse,

Y en seco son de su furor quejarse.
Ví el vértigo del polvo, y ví en las selvas

Contrastados tambien los altos pinos
Sacudirse y bramar; mas no este ciego,
Este hervir vividor, estas oleadas
Que llegan, huyen, vuelven

Sin cansarse jamas: tiembla la arena
Al golpe azotador, y tú rujiendo
Revuélveste y sacudes

Una vez y otra vez : al ronco estruendo
Los ecos ensordezen,

Los escollos mas altos se estremezen.

Cesa o mari cesa ¡o mar! ten compasive ¡o

Piedad del flaco asiento

Que me sostiene exánime y pasmado.

¿No me oyes, no? ¿y violento

Te ensoberbezes mas? Ya desatado
El horrendo huracan silba contigo.
¿Qué muralla, qué abrigo

Bastarán contrá tí? Negras las olas
A manera de sierras se levantan,
Y en hondos tumbos y rabiosa espuma
Su furia ostentan y mi pecho espantan.
¿Llegó tal vez el dia

En que tras tanta guerra.

ΕΙ

paso venzedor des en la tierra,

Y bramando allá dentro envuelvas ciego
Playas, imperios y hombres infelizes,
Y al hondo abismo los sepultes luego?

Como cuando en tu vértigo espantoso
La Atlántica se hundió. Con fuerte mano
Las zonas todas de la tierra asidas
Burlar pensaban tu furor, y en vano;
Que al golpe redoblado impetuoso
El eje poderoso

Se sintió vacilante, y estallando

Perdió su alto nivel: luchando entónces

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