Quintana. LA DANZA. ¿Oyes, Cintia, los plázidos acentos Ya en la dulzura del placer que espera El rosado semblante Que en pureza y candor venze á la aurora, Blandamente hacia atras, das gentileza Reposada sobre él; ¿quien no suspira, Que bello entonces tu ademan respira? De su cuerpo fugaz los ricos dones, La blanda morbidez, ya se distrae Las Gracias se rieron, Y su divino ceñidor vistieron: Ya en fin se vuelve á los hermosos brazos Que en amable abandono, Como el arco de Amor dulces se tienden. ¡Ay! que ellos son irresistibles lazos Donde el reposo y libertad se prenden. ¡O imágen sin igual! nunca la rosa, La rosa que primera Se pinta en primavera, De Favonio al ardor fué tan hermosa; Se meze á los ambientes del estío. Suena empero la música, y sonando Ella salta, ella vuela: á cada acento Responde un movimiento, una mudanza Vuelve siempre á un compas; su lijereza De belleza en belleza Vaga voluble, el suelo no la siente. Mi vista, que te sigue, No te podrá alcanzar? ¿Nunca podria La undulacion hermosa, La sutil graduacion? Cuando suspiro En su plázida union son los colores: Comienza otro plazer. Ved los Amores, Y las alas batiendo, Dulcemente reir: ved cuan festivo El Zéfiro, en su túnica jugando Graciosamente ondea, Y él desnudo mostrando Suena y canta su gloria, y se recrea. Con presto movimiento, Se arrebata veloz ora risueña Enreda y juega la elegante planta: Su cuerpo gentilísimo del suelo, ¡Salud, danza gentil! Tú, que naziste Y pintaste el plazer; tú, que supiste EL MAR. Calma un momento tus soberbias ondas, Desde tu seno líquido respondas. Por tu inquieta llanura Se tienda á su plazer. Sonó en mi mente Tu inmenso poderío, Y á las playas remotas de Occidente Corrí desde el humilde Manzanares, Y adorarte tambien, Dios de los mares. En ansia de admirar, y desdeñando El cerco oscuro y vil que la ceñia Tal vez allá volaba, Do la eterna pirámide se eleva, Y su alta cima hasta el Olimpo lleva. Al Etna mujidor, y allí veia Bullir dentro el gran horno, Y por la nieve que le ciñe en torno, Heme en fin junto á tí tu hirviente espuma El alto escollo sin cesar blanquea, Do entre temor y admiracion te miro. En tu cristal el sol, que al Occidente Mis ojos le hallarán? Con pie ligero Te sigue al ecuador, te halla en el polo, A tanta inmensidad. ¿Te hizo el destino ¡Ay! que ese resonante movimiento Me abate el corazon. Yo ví las mieses Agitadas del viento En los estivos meses, Y dóciles y trémulas llevarse, Y en seco son de su furor quejarse. Contrastados tambien los altos pinos Sin cansarse jamas: tiembla la arena Una vez y otra vez : al ronco estruendo Los escollos mas altos se estremezen. Cesa o mari cesa ¡o mar! ten compasive ¡o Piedad del flaco asiento Que me sostiene exánime y pasmado. ¿No me oyes, no? ¿y violento Te ensoberbezes mas? Ya desatado Bastarán contrá tí? Negras las olas En que tras tanta guerra. ΕΙ paso venzedor des en la tierra, Y bramando allá dentro envuelvas ciego Como cuando en tu vértigo espantoso Se sintió vacilante, y estallando Perdió su alto nivel: luchando entónces |