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que en estas materias se sentia, no era poco en aquel tiempo el dejar ya el peripatismo. Y entre tanto desde el fondo de un claustro el monje cisterciense Fr. Antonio José Rodriguez, por una parte en sus Paradojas físico-teológico-legales atacaba á ejemplo de Feijóo las preocupaciones del vulgo en punto á hechicerías y otras maniobras diabólicas, por otra en su Palestra crítico-médica ilustraba al público disminuyendo el crédito de la medicina sistemática que dominaba entonces, y contribuyó mucho á preparar la revolucion hácia el mas recto estudio de aquella facultad tan útil al género humano.

Inmenso servicio hicieron á la ciencia astronómica, á la geografía y á la náutica los célebres marinos españoles don Jorge Juan y don Antonio de Ulloa, publicando la Relacion histórica de su viaje á la América Meridional, hecho de órden del rey, para medir algunos grados del meridiano terrestre, y venir por él en conocimiento de la verdadera figura y magnitud de la tierra, con otras varias observaciones astronómicas y físicas. Ulloa acreditó en otras obras posteriores sus vastos conocimientos astronómicos y físicos, y del Exámen marítimo que publicó despues don Jorge Juan llegó á decir tiempos adelante el Instituto Real de Francia que era el tratado mas profundo y mas completo que se habia escrito sobre la materia. Hubo ya entonces quien concibió el pensamiento de escribir la Historia de nuestra marina, para la cual parece quiso sirviese como de introduccion el libro que dió á la estampa con el título de Antigüedad marítima de la república de Cartago, con el periplo de su general Hannon. El autor de esta obra y de aquel pensamiento era un jóven que asomaba entonces á la república de las letras y habia de ser despues uno de sus mas brillantes ornamentos; era don Pedro Rodriguez Campomanes.

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todos los comisionados hubieran desplegado igual laboriosidad y celo, y si el gobierno hubiera correspondido con mas largueza y menos desden, y aun con menos ingratitud, á los que con recomendable afan y suma inteligencia descubrieron manuscritos preciosos, desenterraron é hicieron conocer códices raros é ignorados, y ordenaron ricas colecciones de documentos auténticos. En otra parte mencionamos ya los nombres de los literatos que fueron destinados á cada uno de los puntos de la Península, y dimos el lugar preferente que merecia al del P. Burriel, encargado de la direccion y combinacion de los trabajos de todos, y á cuya exquisita y asidua diligencia se debió, entre otros importantes descubrimientos, el de algunas actas inéditas de concilios españoles, la copia del Código Gótico en cuatro tomos en folio, que cotejó con todos los manuscritos que de él existian, la de la Coleccion de los antiguos cánones de la Iglesia española, probando que la de Isidoro Mercator no habia sido nunca recibida, ni aun fraguada en España, hasta la invencion de la imprenta, la de algunas Biblias rarísimas, y otra multitud de documentos originales en número de cerca de dos mil que reunió en pocos años aquel laboriosísimo investigador Lástima que su comision por causas desagradables hubiera cesado tan pronto, y lástima todavía mayor que no se hubiera realizado el gran pensamiento del ministro Carvajal de ordenar y organizar todos los archivos, así diplomáticos como judiciales del reino!

Un hombre de ilustre cuna y de la alta nobleza de España, que andaba mezclado en las empresas y viajes literarios con los religiosos de las órdenes monásticas, enriquecia la literatura española con la Relacion de su viaje hecho de órden del rey, y con la Noticia de una historia general de España hasta 1516, extractada de l s escritores y monumentos reco

Otro español viajaba entonces por Europa de órden del go-gidos durante aquel viaje; publicaba los Anales de la nacion bierno con objeto de adquirir conocimientos y noticias en las ciencias naturales, y con el propósito de establecer despues en España una academia consagrada á su estudio y propagacion. Este español, que trajo al recien creado Seminario de Nobles una rica coleccion de instrumentos y máquinas, y que promovió la formacion de un real jardin de plantas en la capital, cuya direccion se le confió, era el sabio naturalista don José Ortega, farmacéutico mayor de los reales ejércitos, y subdirector del Jardin Botánico de Madrid.

Este sistema de viajes científicos adoptado por los primeros monarcas de la dinastía borbónica en España, costeados por el gobierno y encomendados con tino á los hombres que habian dado ya pruebas de capacidad y de aplicacion, fué uno de los elementos mas eficaces de la regeneracion literaria, y produjo visibles adelantos en las ciencias y las artes. Perez Bayer, profesor de lenguas orientales en Salamanca, bibliotecario mayor del rey y preceptor de los infantes, despues de haber copiado y ordenado en Toledo las inscripciones y documentos hebraicos, pasa á Italia á visitar y estudiar las bibliotecas, traba relaciones de amistad con los mas eminentes profesores de aquellas universidades, recoge monedas rarísi simas, adquiere preciosidades literarias, registra los códices de la Biblioteca Vaticana, y rico con todas aquellas adquisiciones escribe su tratado de Nummis hebræo samaritanis, que arranca los mayores elogios á los mas célebres anticuarios extranjeros; y hace despues un Catálogo completo de los preciosos manuscritos, castellanos, latinos y griegos de la Biblioteca del Escorial, al modo que Casiri habia hecho el de los Códices arábigos con el título de Biblioteca arábigo-hispana Escurialensis. De este modo un docto italiano traido á España y un docto español enviado á Italia daban á conocer la riqueza literaria que encerraban los preciosos manuscritos del riquísimo depósito del monasterio de San Lorenzo. ¡Qué diferencia de estos tiempos á aquellos en que los consejeros de Estado (mediado era el siglo XVII) aconsejaban al rey «que mandara quemar todos los libros arábigos del Escorial, sin reservar ninguno, y que se ejecutara sin ruido!»>

Utilísima y digna de toda alabanza fué la idea de la Comision general para el exámen y reconocimiento de los archivos del reino, y para la investigacion, clasificacion y copia de los documentos mas importantes para la historia eclesiástica y civil de España; y habria sido mas provechosa la empresa si

española desde el tiempo mas remoto hasta la entrada de los romanos; daba á luz el Ensayo sobre el alfabeto de las letras desconocidas que se encuentran en las mas antiguas medalas y monumentos de España; acreditaba sus conocimientos en numismática con las Conjeturas acerca de las medallas de los reyes godos y suevos, y su fina y juiciosa crítica con los Orígenes de la poesía castellana. El fecundo autor de estas y otras producciones que la naturaleza de nuestro trabajo nos obliga á no enumerar aquí, era el erudito don Luis José Velazquez, marqués de Valdeflores, regidor perpetuo de Málaga, académico de la Historia de Madrid, y de la de Inscripciones y Bellas Letras de Paris.

No extrañamos que Velazquez no encontrara sino dos autores de su tiempo que poner en el catálogo de los buenos poetas castellanos, á saber, don Ignacio Luzan y don Agustin Montiano. Pues sin que pretendamos ahora juzgar del mérito respectivo entre Montiano y otros que entonces cultivaron la poesía, es lo cierto que á excepcion del aragonés Luzan que con su Poética fundó y creó una nueva escuela y remedió en parte el mal gusto y la decadencia de la poesía, «sujetándola á los preceptos que usaban las naciones cultas,» fueron bien efímeros y escasos en aquel período los adelantos de este ramo de la literatura, el mas floreciente de los siglos XVI y XVII. Algunos ingenios habian hecho esfuerzos y tentativas desgraciadas. El dean Martí, tan docto en otras materias, estuvo léjos de ser feliz en los asuntos y en la forma de sus producciones poéticas. No lo fué mas don Francisco Artigas en el Epitome de la elocuencia española, escrito en trece mil versos malos ó medianos. El conde de Saldueña en su Pelayo, Moraleja en El Entretenido, Ortiz en las Noches alegres, don Pedro Silvestre en La Proserpina, don Miguel Reina en La Elocuencia del Silencio, Gerardo Lobo, Benegasi y Luxan en sus Colecciones, y otros que pudieran citarse, no sacaron las musas del abatimiento, ni mejoraron el depravado gusto que habia inficionado el Parnaso español, y que duró casi toda la primera mitad del siglo XVIII. Y solo en tal cual ocasion aparecia alguna composicion feliz, como la Sátira contra los malos escritores, que se publicó en el Diario de los Literatos con el seudónimo de Jorge Pitillas, ya fuese su verdadero autor don José Cobo de la Torre, como afirman unos, ya lo fuese don José Gerardo Herbás, como pretenden otros.

En cambio seguian progresando los estudios serios, for

mando el carácter de esta restauracion literaria mas las obras de investigacion y de utilidad histórica que las de amenidad y recreo. El infatigable agustiniano Fr. Enrique Florez en su Clave Historial, abria, como decia él, la puerta á la historia eclesiástica y política, descifrando y fijando la cronología de los papas y emperadores, de los reyes de España, Italia y Francia, del origen de las monarquías y concilios. Recogia y publicaba, con dibujos y eruditas explicaciones, las Medallas de las colonias, municipios y pueblos antiguos de España; y sin mencionar ahora otras muchas que despues de la muerte de Fernando VI siguieron saliendo de su docta y fecunda pluma, antes del fallecimiento de aquel monarca, habia ya dado á luz quince volúmenes de su España Sagrada, preciosa coleccion y riquísimo arsenal de noticias, documentos, disertaciones críticas y opúsculos interesantes para ilustrar la historia eclesiástica de España, y aun su historia política y civil; vasto y costosísimo trabajo, destinado á no perecer nunca, y ser consultado siempre con provecho de los curiosos y aun por los sabios.

có en vida de Fernando VI, pero vino á reducirse á una prohibicion casi ilusoria, porque ya se habia vendido la edicion, y la popularidad que habia alcanzado tenia mas fuerza en la opinion pública que el edicto del Santo Oficio. Esta era la lucha de entonces. La Inquisicion condenaba; el triunfo legal y material era todavía suyo; el moral era ya de la razon y de la ilustracion. Los dos ejemplos mas visibles de esta transicion fueron el P. Feijóo y el P. Isla.

Otro de los medios que se emplearon para dar impulso á la restauracion literaria en la época que examinamos fué la publicacion de papeles periódicos. Cerca de un siglo hacia que en otras partes de Europa se daban á luz esos escritos que con el título de Diarios ú otros semejantes facilitan y propagan por el pueblo cierta clase de conocimientos, que pueden ser útiles siempre, y que lo son mas en épocas determinadas. Aunque en España se habia hecho un mal ensayo con el Duende crítico de Madrid, atribuido á fray Manuel de San José, sin duda por el objeto nada landable ni provechoso de aquella publicacion, tuvo ya otra suerte, aunque no completa, el Diario de los Literatos, que se comenzó á publicar en 1737; porque sus ilustrados y juiciosos autores, Salafranca, Huerta y Ruiz, que se propusieron hacer una crítica razonada de los libros útiles extranjeros y españoles, y que gozaron ya de la proteccion del rey y del ministro de Hacienda, no pudieron sostener mucho tiempo su Diario, por los obstáculos que aun les oponia la ignorancia y la caterva de los malos escritores. Pero el ejemplo no fué perdido, el impulso estaba dado, y al año siguiente dió don Salvador Mañer traducido el Mercurio histórico y político, «en que se contiene el estado presente de la Europa, lo que pasa en todas sus cortes, etc.,> que continuado despues por otro, concluyó por tomarlo el mismo monarca de su cuenta. Algunos años mas adelante (1752) se tradujeron y dieron á conocer las Memorias de Trevour para la historia de las ciencias y bellas artes. Tres años despues comenzó don Juan Enrique Graef á publicar sus Discursos mercuriales, que eran unas memorias sobre agricultura, marina, comercio, y artes liberales y mecánicas. Y otros tres años despues don Mariano Francisco Nifo, autor de Los engaños de Madrid, y trampas de sus moradores, comenzó á publicar el Diario curioso, erudito y comercial, po

La crítica se cultivaba ya con éxito, y las polémicas entre los literatos producian utilísimos frutos para la depuracion de las verdades científicas y morales. Contra el Teatro Crítico de Feijóo se habian publicado mas de cien impugnaciones en opúsculos, folletos y papeles sueltos, bien que sin fondo y sin juicio, llenos de improperios y de injurias, como producto de despechados autorzuelos, envidiosos de la gigantesca reputacion que aquel sabio monje se habia granjeado en la república literaria. Contra esta chusma de escritorzuelos, ó maldicientes ó fanáticos, escribió otro monje, discípulo de Feijóo y de su mismo hábito, la Demostracion crítico-apologética del Teatro Crítico-universal, en dos tomos en cuarto. La defensa del P. Sarmiento, que este era el nombre del docto discípulo de Feijóo, fué digna de la obra y de la fama de tan gran maestro. Tras la corrupcion de la poesía habia venido la corrupcion de la oratoria sagrada. El gusto depravado del tiempo de la decadencia habia contaminado lastimosamente á los ministros del Evangelio, y aunque no faltaron en España doctos predicadores que preservados del general contagio sostuvieron con honra la dignidad de la elocuencia del púlpito, es por desgracia indudable que un gusto extravagante y ridículo se habia apoderado de la mayor parte de los que en aquel tiempo ejer-lítico y económico, en que trabajó cerca de año y medio, que cian el alto ministerio de predicar desde la cátedra del Espí- pasó despues á otras manos, y que suspenso algun tiempo ritu Santo la palabra divina, sembrando y derramando á resucitó mas adelante con nueva forma, y con artículos de granel en sus sermones frases ampulosas, alambicados con- curiosidades, literatura, comercio, economía y noticias particeptos, hipérboles y antítesis gongorinas, metáforas huecas, culares. Tales fueron los principios del periodismo en España. textos improcedentes, latines retumbantes y á veces semi- No hemos hecho ni nos pertenecia hacer otra cosa que bárbaros, alusiones grotescas, mezcla informe de sentencias apuntar las causas y los medios que dieron nacimiento é imsagradas y profanas, palabras bajas, chocarreras, y hasta inde- pulso á la regeneracion literaria de España en la primera micentes, y todo lo que mas reprueba y condena la dignidad y tad del siglo décimoctavo y reinados de los dos primeros el decoro de la oratoria del púlpito. Contra esta plaga de ma- Borbones, los diferentes ramos y materias científicas que se los predicadores se levantó, al modo que lo hizo Cervantes en cultivaron, y los nombres de los que con su erudicion, labootro tiempo contra la manía extravagante de los libros de riosidad y constancia contribuyeron mas eficazmente á esta caballerías, un genio crítico, hombre tambien de hábito y vida gloriosa restauracion; nombres, que aunque no forman tan larreligiosa, y cuya pluma era conocida ya por su fina ironía en go catálogo como hubiera sido de desear, no son ni tan pocos ni un libro que habia publicado con el título de Dia grande de tan poco ilustres, aun en el reinado de Felipe V, menos abunNavarra, describiendo en estilo jocoso las solemnes fiestas dante que el siguiente, que no nos dé derecho á impugnar lo con que la ciudad de Pamplona habia celebrado la proclama- que un moderno escritor extranjero, autor de una Historia cion de Fernando VI. Propúsose, pues, el P. José Francisco de la Literatura española, consigna con poca razon en su de Isla, que es el jesuita de quien hablamos, combatir con el obra, á saber, «que en el espacio de cerca de cuarenta y seis arma del ridículo aquellos profanadores de la palabra divina, años que abraza aquel reinado, apenas aparece un escritor y escribió su Historia del famoso predicador Fr. Gerundio que merezca mencionarse, y muy pocos los que requieren un de Campazas, alias Zotes, que desde luego alcanzó gran boga exámen y estudio esmerado (1) » Bastarian los nombres de dentro y fuera de España, y con la que recibieron un golpe Macanaz, Feijóo, Mayans y Florez para contradecir tan avenmortal aquellos malos predicadores. Acaso en toda la obra no turado aserto De todos modos los reinados de Felipe V y Ferhay un concepto mas satírico que aquel epígrafe: Deja Fray nando VI, así en las letras como en la política, así en la econoGerundio los estudios y se mete á predicador. Verdad es que mía como en las artes, así en la marina como en la agricultura, en él solo encierra un compendio de amargas censuras. el comercio como en la administracion, en la índole del espíritu religioso como en la tendencia de las costumbres públicas, fueron una feliz y provechosa preparacion, y sentaron los cimientos y las bases, y desembarazaron y allanaron grandemente el camino para el mas ilustrado y mas próspero reinado de Cárlos III.

Natural era que la ignorancia se sublevara contra una publicacion de que recibia tan duro y formidable ataque; se escribieron contra ella algunos papeles, á que contestó el autor, y se apeló al recurso comun de la época, á delatarla á la Inquisicion como injuriosa al estado eclesiástico con ribetes de herejía. Los calificadores opinaron por la prohibicion, y en efecto se vedó la lectura del primer tomo, único que se publi

(1) Tiknor, Historia de la Literatura española, tom. IV.

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LIBRO OCTAVO

REINADO DE CARLOS III

CAPITULO PRIMERO

Cárlos III en Madrid.-Córtes.-Primeras medidas de gobierno

DE 1759 Á 1761

Antes de venir á España establece el órden de sucesion en el trono de

Nápoles.-Sentimiento general que su despedida produce en el pueblo napolitano.-Beneficios que le debia aquel reino.-Se embarca, y llega á Barcelona.-Fiestas y agasajos públicos.-Mercedes que dispensa á los catalanes.-Corresponde con beneficies al amor que le muestran los aragoneses. Llega Cárlos á Madrid.—Alegría pública.-Tierna entrevista con la reina madre.-Eleccion de ministros, y provision de otros empleos. - Levanta el destierro á Ensenada.-Distinciones con que honra á Macanaz y á Feijóo.-Murmuraciones de los fanáticos.-Medidas en alivio de los pueblos.-Pago de deudas atrasadas.―ProvidenHace su entrada solemne en la corte.-Fiestas populares.- Córtes de 1760.-Nótanse algunas particularidades de estas córtes.-Se proclama la Inmaculada Concepcion patrona de España.-Jura solemne del rey y del príncipe don Carlos.—Muerte de la reina María Amalia. -Virtudes y carácter de esta reina.--Amargura del rey.-Resolucion de no volver á casarse.-Prescribe cómo han de ser los lutos por las personas reales.—Medidas de seguridad pública. Pragmática prohibiendo el uso de armas blancas y de fuego.-Providencias sobre ornato público.—Empedrado, limpieza y alumbrado de las calles de Madrid. -Organizacion del cuerpo de Inválidos.-Creacion de salvaguardias para la vigilancia pública. Formacion de una milicia urbana.-Su reglamento, servicio y obligaciones.

cia sobre los bienes del clero.-Reforma de costumbres públicas.

Habiendo muerto sin sucesion Fernando VI (10 de agosto, 1759), recayó la corona de Castilla en su hermano paterno, el mayor de los hijos de Felipe V y de Isabel Farnesio, Cárlos rey de Nápoles y de Sicilia, el cual fué solemnemente proclamado en Madrid. Por su parte, tan pronto como tuvo noticia del fallecimiento de su hermano tomó el título de rey de España, y confirmó el nombramiento de su madre para la regencia del reino hasta su venida, volviendo así aquella reina a empuñar, aunque temporalmente, las riendas del gobierno que tantos años habia tenido en sus manos, bien que sin título de regente, y solo como esposa del rey.

Antes de venir Cárlos á España quiso dejar establecido y arreglado el órden de sucesion al trono de Nápoles, que no dejaba de ofrecer algun embarazo, habiéndose estipulado en la paz de Aquisgran que si Cárlos heredaba el trono español, pasaria su hermano Felipe al de las Dos Sicilias, volviendo entonces los ducados de Parma y Guastalla al Austria, y el de Plasencia se cederia al rey de Cerdeña. Cárlos habia protestado contra una cláusula que cerraba el camino del trono napolitano á uno de sus hijos. Por fortuna suya, empeñada á la sazon el Austria en la guerra con la Gran Bretaña y Prusia, imposibilitado el sardo para oponerse solo á cualquier arreglo que se intentase, y contando con el interés y el favor de la corte de Francia, logró Cárlos que Austria y Cerdeña se conformaran con recibir en indemnizacion de los estados aplicados á cada una en el tratado de Aquisgran un capital que redituara cada año la suma equivalente á las rentas libres de aquellos dominios, pactándose al propio tiempo el enlace del archiduque José con una princesa de Parma, y el del archiduque Leopoldo con la infanta María Luisa, hija segunda de Cárlos.

Resuelta y arreglada así esta cuestion, restábale otra, aunque de índole mas desagradable que difícil, á saber, á cuál de sus hijos dejaria sentado en el trono de Nápoles (1). Porque el

(1) Tenia entonces don Cárlos seis hijos varones y dos hembras: FeTOMO IV

primogénito Felipe, que desde niño habia padecido fuertes ataques de epilepsia, se hallaba reducido á tal estado de imbecilidad y de incapacidad mental, que médicos y consejeros unánimemente opinaban que no ofrecia esperanza alguna de que pudiera recobrar nunca la razon ni menos habilitarse para el gobierno. Tuvo, pues, Cárlos, como amoroso padre, el dolor y la amargura de tener que reconocerlo y declararlo así; y en su consecuencia designó á su segundo hijo Cárlos como futuro sucesor al trono de España, y resolvió dejar el de Nápoles y Sicilia á su hijo tercero Fernando. Quiso solemnizar este acto con todo el aparato de la majestad, y subiendo al solio, circundado de todos los ministros y altos dignatarios del reino, y de los embajadores de las cortes extranjeras, despues de conferir á algunos personajes la grandeza y de investir á otros con los collares de la insigne órden del Toison de Oro y de la de San Genaro (6 de octubre, 1759), ceñidas sus reales sienes con la diadema española, mandó proclamar el acta de sucesion al reino de las Dos Sicilias, llamando en primer lugar á los hijos varones de Fernando, y en su defecto á las hembras, y por último, á falta de directa sucesion, á sus dos hermanos Felipe y Luis, de modo que nunca estuvieran ya reunidas las dos coronas española y napolitana, porque así convenia á la quietud de Italia y de toda Europa. Nombró un consejo de regencia para mientras durase la menor edad de Fernando, niño de ocho años entonces, á cuyo frente puso al marqués de Tanucci, su primer ministro y el hombre de su mayor confianza. Y despues de leida en alta voz el acta, y firmada de su mano (2), tomó una espada, y le dijo al nuevo rey: «Esta es la espada que Luis XIV de Francia regaló á Felipe V vuestro abuelo: de él la he recibido yo, y os hago entrega de ella. No la desenvaineis jamás sino en defensa de la religion y de vuestros súbditos.>>

Concluida esta solemne ceremonia, el que dejaba de ser Cárlos VII de Nápoles y venia á ser Cárlos III de España, encaminóse con toda su real familia al puerto, donde hacia dias le esperaba para su embarque una escuadra de diez y seis navíos de línea y algunas fragatas, al mando del primer marqués de la Victoria don Juan José Navarro. Notable y sobremanera satisfactoria fué para don Cárlos la despedida que le hizo el pueblo de Nápoles. «Todo el pueblo, dice el historiador italiano, grandes, pequeños, hombres, mujeres, niños, jóvenes y ancianos, de toda edad, condicion y sexo, estaban sobre la ribera para ser testigos oculares de la partida de su amado dueño, y pocos eran los que podian contener las lágrimas de dolor al ver que se les ausentaba, y de alegría al verle subli

lipe, nacido en 1747; Cárlos Antonio, en 1748; Fernando, en 1751; Antonio Pascual, en 1755; Francisco Javier, en 1757; María Josefa en 1744; y María Luisa, en 1745.

(2) El abate Beccatini inserta íntegro este interesante documento que empieza: «Nos Cárlos por la gracia de Dios, etc.-Entre los graves cuidados que nos ha ocasionado la monarquía de España y de las Indias, despues de la muerte de mi muy amado hermano el rey Católico Fernando el VI, ha sido uno de los mas sérios la imposibilidad conocida de Europa desea la separacion de la potencia española é italiana. Véome, mi primer hijo. El espíritu de los tratados de este siglo muestra que la pues, en la precision de proveer de legítimo sucesor á mis Estados italianos, para partir á España, y escoger entre los muchos hijos que Dios nos ha dado, y decidir cuál sea apto para el gobierno de los pueblos que van á recaer en él, separados de la España y de las Indias. Esta resolucion que quiero tomar desde luego para la tranquilidad de la Europa, y para no dar lugar á sospecha alguna de que medite reunir en mi persona la respecto á la Italia... etc.»--«Tengo en mi casa un cuadro que representa potencia española é italiana, exige que desde ahora tome mis medidas este solemne acto,» dice el conde de Fernan Nuñez, en su Compendio histórico de la Vida de Cárlos III.

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