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ocupar á Hasselt para abrigar las tropas que pretendía dexar en el pays de Lieja, y habiéndose repartido los demás en cuarteles, dió fin la campaña de setenta y cinco.

Año de 1676.

La de setenta y seis se empezó con más anticipación, pues á principios de Abril, teniendo franceses ya junto todo el grueso del exército que había de hacer la guerra aquel año en Flándes, resolvieron emplear parte dél en la invasión que hicieron en el país de Waes, para obligarle á la contribución que hasta entonces no habían podido conseguir de aquel distrito, á cuyo efecto marchó el Mariscal de Humières con hasta catorce mil hombres y varios pertrechos para pasar las riberas, amagando diferentes plazas nuestras para ocultar su intento, que sin embargo se conoció, aunque no se pudo contrastar por falta de infantería para guarnecer la Esquelda, por que no obstante de que era evidente la facilidad con que se podía embarazar este designio si Oranje hubiera querido conceder la gente que se le pidió, ninguna razón pudo tener eficacia para convencerle, pues con pretexto de que no estaban perficionados sus reclutas, y que se malograrian sus tropas para toda la campaña si se empleaban antes de tener el número cumplido, se negó á todas nuestras representaciones, y dió lugar á que Humières atacase por diferentes partes los pasos de la Esquelda, que no obstante la poca infantería, se disputaron con vigor en algunas partes; pero no fué posible el hacer tan igual oposición que no lograse el apoderarse del Puente de Lokeren que en vano intentó guardar el Duque de Montalto con ochocientos caballos y alguna infantería de Terramunda, porque como el enemigo pudo cargar con todas sus fuerzas, fué preciso ceder el paso, de que se apoderaron franceses después de la defensa que cabía en la desigualdad del número, pasando inmediatamente á executar en el país los incendios que se sabe, y habiendo apremiado á aquellos naturales al pagamento de la contribución atrasada, y dexádola establecida para lo venidero, volvió á retirarse con toda facilidad por el desabrigo en que nos tenía el Príncipe; de suerte que, fran

ceses orgullosos con este principio y con la llegada de su Rey, que poco después se incorporó con su exército pusieron luego sitio á Condé, noticiosos de la poca gente que tenía, y por ser esta plaza tan de su conveniencia, así por el paso de la Esquelda como para perfección de los intentos que llevaba en lo ulterior.

A estas primeras noticias se hicieron todos los esfuerzos posibles para procurar que el Príncipe de Oranje arrancase de sus cuarteles, ponderándose las perjudiciales resultas que amenazaba esta pérdida, y que no tardaría en suceder, según se infería de la debilidad Ꭹ número de los defensores, no obstante que desde Valencianas los había reforzado el Marqués de Risbourg con trecientos dragones, que mañosamente se introduxeron al favor de la inundación, y habiéndose agregado la caballería de S. M. al exército holandés el dia 25 de Abril, y marchado juntos para su socorro la vuelta de Cambrón en dos marchas, se tuvo noticia de que habiendo el día antes dado un asalto general á la plaza el exército del Chistianisimo, había hallado forma de entrarla por la inundación, por donde menos se rezelaba el impetu del asalto, cuyo fatal aviso no permitió más arbitrio que el torcer á la mano derecha, y encaminarnos con todo el exército hacia Mons, por lo que después de este contratiempo podía peligrar aquella plaza y las demás de la provincia de Hainaut y el Cambresis, á cuya aprehensión dió después más motivo el movimiento del exército francés, porque habiendo dexado guarnición en Condé marchó luego en diligencia á tomar el puesto de Quebreyn, entre Mons y Valencianas, atrincherando el campamento de su exército con el arroyo que pasa por aquella aldea, cerrándonos con esta ventajosa postura el paso de las plazas de Valencianas, Bouchayn y Cambray, y habiendo al mismo tiempo enviado á embestir la segunda, y atacádola inmediatamente con otro cuerpo separado el Duque de Orleans, nos vino el nuevo empeño de socorrer plaza de tanta consecuencia, y en el de haber de los obstáculos tan grandes que nos hacían inaccesible el superar paso. Fueron varios los arbitrios y pareceres sobre hallar remedio en urgencia tan capital, pues no era dable dexar al enemigo trabajar á su salvo en aquella operación sin perder la reputación del exército y exponer el país á una última desesperación, ni mucho

menos el divertirle con la empresa de otro sitio, ni tampoco se juzgaba practicable pasar á chocarle de frente, considerando cuán fortificado estaba en el puerto de Quebreyn, en cuya complicación se resolvió finalmente el medio término de procurar penetrar por los espesos bosques de Baudour, dexando San Ghislayn á la izquierda para ir á pasar la Esquelda junto al viejo Condé, y ponernos de esta suerte entre los sitiadores y la villa de Valencianas; y como todo el acierto pendía de la velocidad de este movimiento, se acordó ejecutarle al entrar la noche à la sordina, y deslumbrar el discurso que podía hacer sobre él el enemigo, haciendo marchar gran grueso de caballería que atravesase la villa de Mons, para que juzgando ser la vanguardia de nuestro exército, entendiesen ser nuestro intento acometerlos en el paraje de Quebreyn, y hallarnos en tanto en el viejo Condé antes que pudiesen acabar de descubrir nuestro verdadero designio.

La experiencia mostró cuán acertado fué este discurso, que es cierto había abierto la puerta á un gran suceso, si por fatalidad ó siniestra intención de nuestros aliados no se hubiera malogrado tan fundado intento; porque habiendo marchado toda una noche, nos hallamos al salir el día más allá de sobre San Ghislayn, franqueados los bosques, que era la mayor dificultad, y en estado de echar aquella misma tarde los puentes sobre la Esquelda, y coger al enemigo por las espaldas, en la misma forma que se había discurrido, pues hasta las diez del día no tuvo aviso el Christianísimo de la mudanza de nuestro campo. En fin, estando en visperas de lograr todas estas disposiciones, y ya distantes una legua de la Esquelda, mandó muy de repente hacer alto el Conde de Valdecq, sin dar ni admitir razón de las muchas que se le alegaban, para persuadirle á la facilidad y logro de la empresa, nos obligó á campear junto al viejo Condé, honestando Oranje esta inaudita resolución, con el pretexto del paso de la ribera en que habíamos de echar los puentes; con que se pasó infructuoso lo restante de aquel día, y en altercaciones la mitad del siguiente, hasta que acabó de convencerlos el Duque, que en persona fué á visitar el puesto con el mismo Príncipe de Oranje, y vió que era supuesto lo que se había dicho de que Humières tenía ocupada la ribera

y

para

dar tiempo á que franceses acudiesen á cubrir los (sin duda sitiadores de Bouchayn, y tener en esta forma motivo plausible para negarse al empeño en que se encontraba); y en efecto, suponiendo que ya el exército del Christianísimo se habría adelantado, y viendo la ribera desembarazada, no pudieron ya resistirse á las instancias del Duque, y mandó el Príncipe de Oranje á las dos de medio día echar los puentes, y que viniese avanzando el exército que, con el mismo movimiento fué pasando de la otra parte, con tanta diligencia, que sin embargo de haber el Gobernador francés de Condé desbaratado los dos, soltando las presas de las aguas, se halló al salir el sol de la otra parte del rio todo el exército que, desbocando el fastidioso desfilado de Manuel entre bosques y pantanos, dió vista á las cinco de la mañana al exército enemigo, que con el tiempo que tuvo por la referida dilación, pudo venir á toda prisa á ponerse en batalla frente de la villa de Valencianas, y es probable que, á no haber salido muy de mañana la guarnición, que se componía de mucho grueso de caballería, á cubrir la embocadura del desfilado que habíamos de franquear, hubiera cargado á nuestra vanguardia, y obligádonos à repasar el rio en desorden; pero creyendo que aquellos gruesos eran de nuestro exército, le pareció detenerse, y se contentó con extender el suyo en batalla, cogiendo con el cuerno derecho la eminencia del cerro Hurtubize, y á la izquierda los bosques de Sant Aman en más de legua y media de distancia; en cuyo inter tuvimos también lugar de salir del desfilado y ponernos en batalla sobre la colina que llaman el monte Anzyn, dejando la villa á las espaldas, y sin embargo de que ya habíamos perdido la ocasión de lograr el primer todos intento de coger separados los sitiadores, fué de parecer el Duque que, visto el ánimo de los soldados y el ardimiento con que deseaban llegar á las manos, era menester acometer al enemigo antes que se fortificase y descansase de la precipitada marcha á que le habíamos obligado.

Escusóse Oranje con decir que también su gente estaba fatigada, y dando alguna esperanza para el día siguiente, se pasó aquel en escaramuzas de poco momento. En estas suspensiones se pasaron tres días, sin haber podido inducir al Príncipe ni á sus

Generales á empeñarse en acción que correspondiese á las esperanzas comunes, dando à entender claramente que su ánimo no era aventurar el exército en aquella sazón, y que le tenia reservado para otras expediciones; y como el enemigo continuaba en tanto los mayores esfuerzos de sus baterías, obligó á los sitiados,* después de quedar en el número de quinientos, á que escuchásemos capitulaciones, de que tuvimos aviso la misma tarde con tres salvas reales, dejándonos con el sentimiento que se puede ponderar, viendo abortada una expedición tan plausible, tan fácil y tan decorosa, y tan desacreditadas las armas coligadas con su éxito adverso. Mas no contentándose el Príncipe con dejarnos mortificados en esta forma, y recelando el verse de nuevo embarazado, si, prosiguiendo franceses su victoria, acometian á Cambray, propuso evitar el lance, y el de que campasemos luego, para volver á retirarnos la vuelta de Mons; pero como se conoció el motivo de esta determinación, y que de mover de allí y pasar la ribera descaecidos los ánimos, y teniendo al enemigo fortificado á tiro de mosquete, nos había de suceder de preciso un descalabro que acabase de poner la causa común en la última contingencia, se resistió el Duque, manteniéndose en el dictamen de que primero era menester ver descampar al enemigo, y porque Oranje no tuviese motivo para marchar con el pretexto de la falta de víveres, se consiguió el proveer al exército de pan por ocho días más; en los cuales el Christianísimo alzó su campo, empezando á marchar en batalla antes del día la vuelta de Tournay, sin que se le diese el menor estorbo en la retaguardia, contentándose con observar este movimiento. Nosotros le executamos al día siguiente à Mons, y como llegasen repetidas noticias de que los enemigos dirigian la punta á Flándes, y que el encaminarse á Ninove indicaba algún designio sobre las plazas de aquel distrito, y entre otros, el de ocupar á Aloste para fortificarla y privarnos de este modo de la comunicación de aquella provincia, separándose enteramente del Brabante, determinamos marchar en diligencia para ocupar el puesto antes que pudiesen llegar franceses. Executóse en esta conformidad, y llegamos á Aloste á tiempo que la vanguardia del enemigo se presentó delante de aquel lugar, ocasionando algunas

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